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Authors: Orson Scott Card

Tags: #Ciencia ficción

Ender el xenocida (29 page)

BOOK: Ender el xenocida
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Qing-jao se estremeció. «La luna y yo. ¿No consideraban los griegos a su luna como una fría virgen, una cazadora? ¿No es eso lo que soy ahora? Dieciséis años e intacta

y una flauta suena

como si se acercara alguien

Yo escucho y escucho pero nunca oigo la melodía de alguien acercándose…»

No. Lo que oía eran los sonidos distantes de la comida al ser preparada, el parloteo de cuencos y cucharas, risas en la cocina. Roto su ensimismamiento, alzó la mano y secó las estúpidas lágrimas que le surcaban las mejillas. ¿Cómo podía considerar que estaba sola, cuando vivía en aquella casa atestada, donde todo el mundo se había preocupado por ella durante toda su vida? «Estoy aquí sentada, recitándome fragmentos de poesía antigua, cuando tengo trabajo que hacer.»

De inmediato, empezó a pedir los informes referentes a las investigaciones sobre la identidad de Demóstenes.

Los informes la hicieron pensar por un momento que también era un callejón sin salida. Más de tres docenas de escritores en el mismo número de mundos habían sido arrestados por producir documentos sediciosos bajo ese nombre. El Congreso Estelar había llegado a la conclusión lógica: Demóstenes era simplemente el nombre común que usaba cualquier rebelde que quería llamar la atención. No había ningún Demóstenes real, ni siquiera una conspiración organizada.

Pero Qing-jao tenía sus dudas acerca de esta conclusión. Demóstenes había tenido un éxito notable a la hora de provocar problemas en cada mundo. ¿Podía haber alguien con tanto éxito entre los traidores de cada planeta? No parecía probable.

Además, al reflexionar sobre cuando leyó a Demóstenes, Qing-jao recordó haber advertido la coherencia de sus escritos. La singularidad y consistencia de su visión, eso formaba parte de su encanto. Todo parecía encajar, tener un sentido coherente.

¿No había diseñado también Demóstenes la jerarquía de los Extraños? Utlanning, framling, raman, varelse. No: eso había sido escrito hacía muchos años, tenía que ser un Demóstenes diferente. ¿Era a causa de la jerarquía del primer Demóstenes por lo que los traidores usaban ese nombre? Escribían a favor de la independencia de Lusitania, el único mundo donde se había hallado vida inteligente no humana.

Era apropiado usar el nombre del escritor que enseñó por primera vez a la humanidad a darse cuenta de que el universo no estaba dividido entre humanos y no humanos, ni entre especies inteligentes y no inteligentes.

Algunos extraños, dijo el primer Demóstenes, eran framlings, humanos de otro mundo. Algunos eran raman, de otra especie inteligente, aunque capaces de comunicarse con los seres humanos, de forma que se podían sortear las diferencias y tomar decisiones juntos. Otros eran varelse, «bestias sabias», sin duda inteligentes y sin embargo completamente incapaces de llegar a un terreno común con la humanidad. Sólo con los varelse podía estar justificada la guerra; con los raman, los humanos podían firmar la paz y compartir los mundos habitables. Era una forma de pensar abierta, llena de esperanza de que los extraños podían seguir siendo amigos. Las personas que pensaban así nunca podrían haber enviado una flota con el Pequeño Doctor a un mundo habitado por una especie inteligente.

Este pensamiento era muy incómodo: el Demóstenes de la jerarquía también desaprobaría la Flota Lusitania. Casi de inmediato, Qing-jao tuvo que contrarrestarlo. No importaba lo que pensara el viejo Demóstenes, ¿no? El nuevo Demóstenes, el sedicioso, no era un filósofo sabio que intentara unir a los pueblos. En cambio, intentaba sembrar discordia y descontento entre los mundos, provocar luchas, quizás incluso guerras entre framlings.

Además el Demóstenes sedicioso no era sólo un compuesto de muchos rebeldes que trabajaban en mundos distintos. El ordenador lo confirmó pronto. Cierto, se había encontrado a muchos rebeldes que habían publicado en sus propios planetas bajo el nombre de Demóstenes, pero casi siempre estaban unidos a publicaciones pequeñas, inefectivas e inútiles, nunca a los documentos realmente peligrosos que parecían aparecer simultáneamente en la mitad de los mundos. Sin embargo, cada fuerza local de policía declaraba felizmente que sus pequeños «Demóstenes» eran los autores de todos los escritos, aceptaban los aplausos y cerraban el caso.

El Congreso Estelar hizo lo mismo con su propia investigación. Tras haber encontrado varias docenas de casos donde la policía local había arrestado y condenado a rebeldes que habían publicado algo bajo el nombre de Demóstenes, los investigadores del Congreso suspiraron contentos, declararon que Demóstenes resultó ser un nombre común y no una sola persona, y luego abandonaron la investigación.

En resumen, había adoptado la salida fácil. Egoísta, desleal…

Qing-jao sintió un arrebato de indignación porque se permitía que esa gente continuara con sus altos cargos. Deberían ser castigados, y severamente, por dejar que su pereza o su deseo de elogios los llevara a abandonar la investigación acerca de Demóstenes. ¿No se daban cuenta de que era realmente peligroso, de que sus escritos eran ahora la sabiduría común de al menos un mundo, y probablemente de muchos? Por culpa suya, ¿cuántas personas en cuántos mundos se alegrarían si supieran que la Flota Lusitania había desaparecido? No importaba a cuánta gente arrestara la policía bajo el nombre de Demóstenes; sus obras seguían apareciendo, y siempre con la misma voz dulce y razonable. No, cuanto más leía los informes, más convencida estaba Qing-jao de que Demóstenes era un solo hombre, todavía por descubrir. Un hombre que sabía cómo guardar secretos con una efectividad imposible.

Desde la cocina llegó el sonido de una flauta; llamaban para cenar. Miró al espacio de la pantalla sobre su terminal, donde todavía gravitaba el último informe, que repetía el nombre Demóstenes una y otra vez.

—Sé que existes, Demóstenes —susurró—, y sé que eres muy listo, y te encontraré. Cuando lo consiga, detendrás tu guerra contra los gobernantes y me dirás lo que ha sucedido con la Flota Lusitania. Entonces acabaré contigo, y el Congreso te castigará, y mi padre se convertirá en el dios de Sendero y vivirá eternamente en el

Oeste Infinito. Ésa es la tarea para la que nací, para la que los dioses me han elegido. Bien podrías mostrarte ya, pues tarde o temprano todos los hombres y mujeres ponen la cabeza bajo los pies de los dioses.

La flauta siguió tocando, una melodía suave y baja, que atraía a Qing-jao hacia la compañía del resto de la casa. Para ella, esta música medio susurrada era la canción del espíritu interior, la silenciosa conversación de los árboles sobre un estanque tranquilo, el sonido de los recuerdos que aparecen desencadenados en la mente de una mujer que reza. Era así como llamaban a cenar en la casa del noble Han Fei-tzu

A esto sabe el temor de la muerte —pensó Jane tras oír el desafío de Qing-jao—. Los seres humanos lo experimentan constantemente y, sin embargo, de algún modo continúan de día en día, sabiendo que en cualquier momento pueden dejar de existir. Pero es porque ellos pueden olvidar algo y seguir sabiéndolo; yo nunca olvido, no sin perder el conocimiento por completo. Sé que Qing-jao está a punto de encontrar secretos que han permanecido ocultos sólo porque nadie los ha buscado con intensidad suficiente. Y cuando esos secretos se revelen, yo moriré.»

—Ender —susurró.

¿Era de día o de noche en Lusitania? ¿Estaba él dormido o despierto? Para Jane, hacer una pregunta era saber o no saber. Así que supo de inmediato que era de noche. Ender dormía, pero ahora estaba despierto. Advirtió que aún estaba sintonizado a su voz, aunque habían pasado muchos silencios entre ellos en los últimos treinta años.

—Jane —susurró él.

A su lado, su esposa, Novinha, se agitó en sueños. Jane la oyó, sintió la vibración de su movimiento, vio las sombras cambiantes a través del sensor que Ender llevaba en la oreja. Era una suerte que Jane no hubiera aprendido todavía a sentir celos, o habría odiado a Novinha por estar allí, un cuerpo cálido junto al de Ender. Pero Novinha, al ser humana, sí tenía celos, y Jane sabía cuánto se revolvía cada vez que veía a Ender hablando con la mujer que vivía en la joya de su oído.

—Silencio —rogó Jane—. No despiertes a nadie.

Ender respondió moviendo los labios, la lengua y los dientes, sin dejar que nada más fuerte que un suspiro cruzara sus labios.

—¿Cómo están nuestros enemigos en vuelo?—preguntó.

La había saludado de esta forma durante muchos años.

—No muy bien —respondió Jane.

—Tal vez no deberías de haberlo bloqueado. Habríamos encontrado un medio. Los escritos de Valentine…

—Están a punto de descubrir su verdadera identidad.

—Todo está a punto de ser descubierto.

No añadió: «por tu culpa».

—Sólo porque Lusitania estaba destinada a la destrucción —respondió ella.

Tampoco dijo: «por tu culpa». Había responsabilidad de sobra que repartir.

—Entonces, ¿saben lo de Valentine?

—Una muchacha acabará por averiguarlo. En el mundo de Sendero.

—No conozco el lugar.

—Una colonia nueva, de hace un par de siglos. China. Dedicada a conservar una extraña mezcla de religiones antiguas. Los dioses les hablan.

—He vivido en más de un mundo chino —comentó Ender—. En todos ellos, la gente creía en los antiguos dioses. Están vivos en cada mundo, incluso aquí, en la más pequeña de todas las colonias humanas. Todavía hay milagros de curación en el altar de Os Venerados. Raíz nos ha hablado de una nueva herejía en las tierras del interior. Algunos pequeninos que comulgan constantemente con el Espíritu Santo.

—Este asunto de los dioses es algo que no comprendo —dijo Jane—. ¿Nadie se ha dado cuenta todavía de que los dioses siempre dicen lo que la gente quiere oír?

—No tanto. Los dioses a menudo nos piden que hagamos cosas que nunca deseamos, cosas que requieren que lo sacrifiquemos todo por ellos. No subestimes a los dioses.

—¿Te habla tu Dios católico?

—Tal vez sí. Pero yo nunca lo oigo. O si lo hago, nunca sé que es su voz lo que escucho.

—Y cuando morís, ¿os llevan realmente los dioses de cada pueblo a un lugar para vivir eternamente?

—No lo sé. Nunca escriben.

—Cuando yo muera, ¿habrá algún dios, que venga a llevarme?

Ender guardó silencio durante un instante, y luego empezó a hablar como si le contara un cuento.

—Hay una vieja historia de un fabricante de muñecos que nunca tuvo un hijo, así que hizo una marioneta tan llena de vida que parecía un niño de verdad. El fabricante se colocaba al niño de madera en el regazo y le hablaba y fingía que era su hijo. No estaba loco (seguía sabiendo que era un muñeco), y lo llamó Pinehead, Cabeza de Pino. Pero un día vino un dios y tocó al muñeco y éste cobró vida, y cuando el fabricante le habló, Pinehead respondió. El hombre nunca confió a nadie su secreto. Mantenía en casa a su hijo de madera, pero le contaba todos los cuentos que podía aprender y todas las noticias de las maravillas que sucedían bajo el cielo. Entonces, un día, el muñequero volvía a casa del muelle con relatos de una tierra distante que acababa de ser descubierta, cuando vio que su casa estaba ardiendo. Inmediatamente, echó a correr y trató de entrar en la casa gritando: «¡Mi hijo! ¡Mi hijo!». Pero sus vecinos lo detuvieron, diciendo: «¿Estás loco? ¡No tienes ningún hijo!». Él vio su casa arder hasta consumirse, y cuando acabó se internó en las ruinas y se cubrió con cenizas calientes y lloró amargamente. No quería recibir consuelo. Se negó a reconstruir su tienda. Cuando la gente le preguntaba, decía que su hijo había muerto. Se ganaba la vida haciendo trabajillos para otras personas, y éstas le compadecían porque estaban seguros de que el fuego le había vuelto loco. Entonces, un día, tres años más tarde, un pequeño niño huérfano se le acercó, le tiró de la manga y dijo: «Padre, ¿no tienes un cuento para mí?».

Jane esperó, pero Ender no dijo nada más.

—¿Ésa es toda la historia?

—¿No es suficiente?

—¿Por qué me cuentas esto? Es todo sueños y deseos. ¿Qué tiene que ver conmigo?

—Es la historia que se me ocurrió.

—¿Por qué?

—Tal vez es así como me habla Dios —dijo Ender—. O tal vez tengo sueño y no puedo ofrecerte lo que me pides.

—Ni siquiera sé lo que quiero de ti.

—Yo sí. Quieres vivir, con tu propio cuerpo, sin depender de la telaraña filótica que une los ansibles. Te concedería ese don si pudiera. Si se te ocurre una forma en que pueda conseguirlo, lo haré por ti. Pero Jane, ni siquiera sabes lo que eres. Tal vez cuando sepas cómo llegaste a existir, lo que te hace ser, entonces quizá podamos salvarte el día en que desconecten los ansibles para matarte.

—Entonces, ¿ésa es tu historia? ¿Tal vez me quemaré con la casa, pero de algún modo mi alma acabará en un niño huérfano de tres años?

—Averigua quién eres, lo que eres, tu esencia, y nosotros intentaremos trasladarte a algún sitio más seguro hasta que todo acabe. Tenemos un ansible. Tal vez podamos hacerte volver.

—No hay suficientes ordenadores en Lusitania para contenerme.

—Eso no lo sabes. Ignoras lo que es tu esencia.

—Me estás diciendo que encuentre mi alma.

Hizo que su voz sonara burlona al pronunciar la palabra.

—Jane, el milagro no fue que el muñeco renaciera en el niño. El milagro fue el hecho de que la marioneta llegara a cobrar vida. Algo sucedió que convirtió unas conexiones informáticas sin significado en un ser consciente de sí mismo. Algo te creó. Eso es lo extraño. Después de eso, la otra parte debería ser fácil.

Arrastraba las palabras. «Quiere que me vaya para poder dormir, pensó Jane.

—Trabajaré sobre esto.

—Buenas noches —murmuró él.

Cayó dormido casi de inmediato. «¿Ha llegado a estar despierto? —se preguntó Jane—. ¿Recordará por la mañana que hemos hablado?»

Entonces sintió que la cama se movía. Novinha: su respiración era diferente. Sólo entonces se dio cuenta Jane. «Novinha se despertó cuando Ender y yo estábamos hablando. Sabe lo que significan esos chasquidos y lamidos casi inaudibles: que Ender estaba subvocalizando para hablar conmigo. Puede que Ender olvide que hemos hablado esta noche, pero Novinha no lo olvidará. Como si lo hubiera sorprendido en la cama con una amante. Si pudiera pensar en mí de otra manera… Como una hija. Como la hija bastarda de Ender, fruto de una vieja relación. Su hija nacida del juego de la fantasía. ¿Estaría celosa entonces? ¿Soy hija de Ender?»

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