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Authors: Félix María Samaniego

Tags: #Clásico, Cuento, Infantil y juvenil, Poesía

Fábulas morales (2 page)

BOOK: Fábulas morales
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entre mil ratonescas golosinas,

salchichones, perniles y cecinas.

Saltaban de placer, ¡oh, qué embeleso!

de pernil en pernil, de queso en queso.

En esta situación tan lisonjera

llega la despensera.

Oyen el ruido, corren, se agazapan,

pierden el tino, mas al fin se escapan

atropelladamente

por cierto pasadizo abierto a diente.

«¡Esto tenemos! dijo el campesino;

reniego yo del queso, del tocino

y de quien busca gustos

entre los sobresaltos y los sustos»

Volvióse a su campaña en el instante

y estimó mucho más de allí adelante,

sin zozobra, temor ni pesadumbres,

su casita de tierra y sus legumbres.

FÁBULA IX

El Herrero y el Perro

Un Herrero tenía

un Perro que no hacía

sino comer, dormir y estarse echado.

De la casa jamás tuvo cuidado;

levantábase sólo a mesa puesta;

entonces con gran fiesta

al dueño se acercaba,

con perrunas caricias lo halagaba,

mostrando de cariño mil excesos

por pillar las piltrafas y los huesos.

«He llegado a notar, le dijo el amo,

que aunque nunca te llamo

a la mesa, te llegas prontamente;

en la fragua jamás te vi presente,

y yo me maravillo

de que, no dispertándote el martillo,

te desveles al ruido de mis dientes.

Anda, anda, poltrón; no es bien que cuentes

que el amo, hecho un gañán y sin reposo,

te mantiene a lo conde muy ocioso.»

El Perro le responde:

¿Qué más tiene que yo cualquiera conde?

para no trabajar debo al destino

haber nacido perro, no pollino.»

«Pues, señor conde, fuera de mi casa;

verás en las demás lo que te pasa.»

En efecto salió a probar fortuna,

y las casas anduvo de una en una.

Allí le hacen servir de centinela

y que pase la noche toda en vela,

acá de lazarillo y de danzante,

allá dentro de un torno, a cada instante,

asa la carne que comer no espera.

Al cabo conoció de esta manera

que el destino, y no es cuento,

a todos nos cargó como al jumento.

FÁBULA X

La Zorra y la Cigüeña

Una Zorra se empeña

en dar una comida a una Cigüeña;

la convidó con tales expresiones,

que anunciaban sin duda provisiones

de lo más excelente y exquisito.

Acepta alegre, va con apetito;

pero encontró en la mesa solamente

jigote claro sobre chata fuente.

En vano a la comida picoteaba,

pues era para el guiso que miraba

inútil tenedor su largo pico.

La Zorra con la lengua y el hocico

limpió tan bien su fuente, que pudiera

servir de fregatriz si a Holanda fuera.

Mas de allí a poco tiempo, convidada

de la Cigüeña, halla preparada

una redoma de jigote llena;

allí fue su aflicción, allí su pena;

el hocico goloso al punto asoma

al cuello de la hidrópica redoma,

mas en vano, pues era tan estrecho,

cual si por la Cigueña fuese hecho.

Envidiosa de ver que a conveniencia

chupaba la del pico a su presencia,

vuelve, tienta, discurre,

huele, se desatina, en fin se aburre;

Marchó rabo entre piernas, tan corrida,

que ni aun tuvo siquiera la salida

de decir:
Están verdes
, como antaño.

También hay para pícaros engaño.

FÁBULA XI

Las Moscas

A un panal de rica miel

dos mil moscas acudieron,

que por golosas murieron,

presas de patas en él.

Otra dentro de un pastel

enterró su golosina.

Así, si bien se examina

Los humanos corazones

Perecen en las prisiones

Del vicio que los domina.

FÁBULA XII

El Leopardo y las Monas

No a pares, a docenas encontraba

las Monas en Tetuán, cuando cazaba,

un Leopardo; apenas lo veían,

a los árboles todas se subían,

quedando del contrario tan seguras,

que pudiera decir: No están maduras.

El cazador, astuto, se hace el muerto

tan vivamente, que parece cierto.

Hasta las viejas Monas,

alegres en el caso y juguetonas,

empiezan a saltar; la más osada

baja, arrímase al muerto de callada,

mira, huele y aun tienta,

y grita muy contenta:

«Llegad, que muerto está de todo punto,

tanto, que empieza a oler el tal difunto.»

Bajan todas con bulla y algazara:

Ya le tocan la cara,

ya le saltan encima,

aquélla se le arrima,

y haciendo mimos, a su lado queda;

Otra se finge muerta y lo remeda.

Mas luego que las siente fatigadas

de correr, de saltar y hacer monadas,

levántase ligero,

y más que nunca fiero,

pilla, mata, devora, de manera

que parecía la sangrienta fiera,

cubriendo con los muertos la campaña,

al Cid matando moros en España.

Es el peor enemigo el que aparenta

no poder causar daño; porque intenta

inspirando confianza,

asegurar su golpe de venganza.

FÁBULA XIII

El Ciervo en la Fuente

Un Ciervo se miraba

en una hermosa cristalina Fuente;

placentero admiraba

los enramados cuernos de su frente,

pero al ver sus delgadas, largas piernas,

al alto cielo daba quejas tiernas.

«¡Oh dioses! ¿A qué intento,

a esta fábrica hermosa de cabeza

construir su cimiento

sin guardar proporción en la belleza?

¡Oh, qué pesar! ¡Oh, qué dolor profundo!

¡No haber gloria cumplida en este mundo!»

Hablando de esta suerte

el Ciervo, vio venir a un lebrel fiero.

Por evitar su muerte,

parte al espeso bosque muy ligero;

pero el cuerno retarda su salida,

con una y otra rama entretejida.

Mas libre del apuro

a duras penas, dijo con espanto:

«Si me veo seguro,

pese a mis cuernos, fue por correr tanto;

lleve el diablo lo hermoso de mis cuernos,

haga mis feos pies el cielo eternos:»

Así frecuentemente

el hombre se deslumbra con lo hermoso;

elige lo aparente,

abrazando tal vez lo más dañoso;

pero escarmiente ahora en tal cabeza.

el útil bien es la mejor belleza.

FÁBULA XIV

El León y la Zorra

Un León en otro tiempo poderoso,

ya viejo y achacoso,

en vano perseguía, hambriento y fiero,

al mamón Becerrillo y al Cordero,

que trepando por la áspera montaña,

huían libremente de su saña.

Afligido de la hambre a par de muerte,

discurrió su remedio de esta suerte:

Hace correr la voz de que se hallaba

enfermo en su palacio, y deseaba

ser de los animales visitado.

Acudieron algunos de contado;

mas como el grave mal que lo postraba

era un hambre voraz, tan sólo usaba

la receta exquisita

de engullirse al
monsieur
de la visita.

Acércase la Zorra de callada,

y a la puerta asomada,

atisba muy despacio

la entrada de aquel cóncavo palacio.

El León la divisó, y en el momento

la dice: «Ven acá; pues que me siento

en el último instante de mi vida,

visítame como otros, mi querida.»

«¡Como otros! ¡Ah, señor! he conocido

que entraron, sí, pero no han salido.

mirad, mirad la huella,

bien claro lo dice ella;

y no es bien el entrar do no se sale.»

La prudente cautela mucho vale.

FÁBULA XV

La Cierva y el Cervato

A una Cierva decía

su tierno Cervatillo: «Madre mía,

¡es posible que un perro solamente

al bosque te haga huir cobardemente,

siendo él mucho menor, menos pujante!

¿por qué no has de ser tú más arrogante?»

«Todo es cierto, hijo mío;

y cuando así lo pienso, desafío

a mis solas a veinte perros juntos.

Figúrome luchando, y que difuntos

dejo a los unos; que otros, falleciendo,

pisándose las tripas, van huyendo

en vano de la muerte,

y a todos venzo de gallarda suerte.

Mas si embebida en este pensamiento,

a un perro ladrar siento,

escapo más ligera que un venablo,

y mi victoria se la lleva el diablo.»

A quien no sea de ánimo esforzado

no armarlo de soldado,

pues por más que, al mirarse la armadura,

piense, en tiempo de paz, que su bravura

herirá, matará cuanto acometa,

en oyendo en campaña la trompeta,

hará lo que la Corza de la historia,

mas que el diablo se lleve la victoria.

FÁBULA XVI

El Labrador y la Cigüeña

Un Labrador miraba

con duelo su sembrado,

porque gansos y grullas

de su trigo solían hacer pasto.

Armó sin más tardanza

diestramente sus lazos,

y cayeron en ellos

la Cigüeña, las grullas y los gansos.

«Señor rústico, dijo,

la Cigüeña temblando,

quíteme las prisiones,

pues no merezco pena de culpados;

la diosa Ceres sabe

que, lejos de hacer daño,

limpio de sabandijas,

de culebras y víboras los campos.»

«Nada me satisface,

respondió el hombre airado:

Te hallé con delincuentes,

con ellos morirás entre mis manos.»

La inocente Cigüeña

tuvo el fin desgraciado,

que pueden prometerse

los buenos que se juntan con los malos.

FÁBULA XVII

La Serpiente y la Lima

En casa de un cerrajero

entró la Serpiente un día,

y la insensata mordía

en una Lima de acero.

Díjole la Lima: «El mal,

necia, será para ti;

¿Cómo has de hacer mella en mí,

que hago polvos el metal?»

Quien pretende sin razón

al más fuerte derribar

no consigue sino dar

coces contra el aguijón.

FÁBULA XVIII

El Calvo y la Mosca

Picaba impertinente

en la espaciosa calva de un Anciano

una Mosca insolente.

Quiso matarla, levantó la mano,

tiró un cachete, pero fuese salva,

hiriendo el golpe la redonda calva.

Con risa desmedida

la Mosca prorrumpió: «Calvo maldito,

si quitarme la vida

intentaste por un leve delito,

¿A qué pena condenas a tu brazo,

bárbaro ejecutor de tal porrazo?»

«Al que obra con malicia,

le respondió el varón prudentemente,

rigorosa justicia

debe dar el castigo conveniente,

y es bien ejercitarse la clemencia

en el que peca por inadvertencia.

Sabe, Mosca villana,

que coteja el agravio recibido

la condición humana,

según la mano de donde ha venido»;

Que el grado de la ofensa tanto asciende

cuanto sea más vil aquel que ofende.

FÁBULA XIX

Los dos Amigos y el Oso

A dos Amigos se aparece un Oso:

el uno, muy medroso,

en las ramas de un árbol se asegura;

el otro, abandonado a la ventura,

se finge muerto repentinamente.

El Oso se le acerca lentamente;

mas como este animal, según se cuenta,

de cadáveres nunca se alimenta,

sin ofenderlo lo registra y toca,

huélele las narices y la boca;

no le siente el aliento,

ni el menor movimiento;

y así, se fue diciendo sin recelo:

«Este tan muerto está como mi abuelo.»

Entonces el cobarde,

de su grande amistad haciendo alarde,

del árbol se desprende muy ligero,

corre, llega y abraza al compañero,

pondera la fortuna

de haberle hallado sin lesión alguna,

y al fin le dice: «Sepas que he notado

que el Oso te decía algún recado.

¿Qué pudo ser?» «Diréte lo que ha sido;

Estas dos palabritas al oído:

Aparta tu amistad de la persona

que si te ve en el riesgo, te abandona.»

FÁBULA XX

La Águila, la Gata y la Jabalina

Una Águila anidó sobre una encina.

al pie criaba cierta Jabalina,

y era un hueco del tronco corpulento

de una Gata y sus crías aposento.

Esta gran marrullera

sube al nido del Águila altanera,

y con fingidas lágrimas la dice:

«¡Ay, mísera de mí! ¡ay, infelice!

este sí que es trabajo:

La vecina que habita el cuarto bajo,

como tú misma ves, el día pasa

hozando los cimientos de la casa.

La amainará, y en viendo la traidora

por tierra a nuestros hijos, los devora.»

Después que dejó al Águila asustada,

a la cueva se baja de callada,

y dice a la cerdosa: «Buena amiga,

has de saber que la Águila enemiga,

cuando saques tus crías hacia el monte,

las ha de devorar; así disponte.»

La Gata, aparentando que temía,

se retiró a su cuarto, y no salía

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