Fábulas morales (3 page)

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Authors: Félix María Samaniego

Tags: #Clásico, Cuento, Infantil y juvenil, Poesía

BOOK: Fábulas morales
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sino de noche, que con maña astuta

abastecía su pequeña gruta.

La Jabalina, con tan triste nueva,

no salió de su cueva.

La Águila, en el ramaje temerosa

haciendo centinela, no reposa.

En fin, a ambas familias la hambre mata,

y de ellas hizo víveres la Gata.

Jóvenes, ojo alerta, gran cuidado;

que un chismoso en amigo disfrazado

con copa de amistad cubre sus trazas,

y así causan el mal sus añagazas.

Libro segundo

A Don Javier María de Munive e Idiáquez,

Conde de Peña Florida, director perpetuo de la

Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País

Mientras que con la espada en mar y tierra

los ilustres varones

engrandecen su fama por la guerra,

sojuzgando naciones,

tú, Conde, con la pluma y el arado,

ya enriqueces la patria, ya la instruyes,

y haciendo venturosos has ganado

el bien que buscas y el laurel que huyes.

Con darte todo al bien de los humanos

no contento tu celo,

supo unir a los nobles ciudadanos

para felicidad del patrio suelo.

La hormiga codiciosa

trabaja en sociedad fructuosamente,

y la abeja oficiosa

labra siempre ayudada de su gente.

Así unes a los hombres laboriosos

para hacer sus trabajos más fructuosos.

Aquél viaja observando

por las naciones cultas;

éste con experiencias va mostrando

las útiles verdades más ocultas.

Cuál cultiva los campos, cuál las ciencias;

y de diversos modos,

juntando estudios, viajes y experiencias,

resulta el bien en que trabajan todos.

¡En que trabajan todos! Ya lo dije,

por más que yo también sea contado.

El sabio Presidente que nos rige

tiene aun al más inútil ocupado.

Darme, Conde, querías un destino,

al contemplarme ocioso e ignorante.

Era difícil; mas al fin tu tino

encontró un genio en mí versificante.

A
Fedro
y
Lafontaine
por modelos

me pusiste a la vista,

y hallaron tus desvelos

que pudiera ensayarme a fabulista.

Y pues viene al intento,

pasemos al ensayo: va de cuento.

FÁBULA I

El León con su ejército

El León, rey de los bosques poderoso,

quiso armar un ejército famoso.

Juntó sus animales al instante:

Empezó por cargar al elefante

un castillo con útiles, y encima

rabiosos lobos, que pusiesen grima.

Al oso le encargó de los asaltos;

al mono con sus gestos y sus saltos

mandó que al enemigo entretuviese;

a la zorra que diese

ingeniosos ardides al intento.

Uno gritó: «La liebre y el jumento.

éste por tardo, aquélla por medrosa,

de estorbo servirán, no de otra cosa.»

«¿De estorbo? dijo el Rey; yo no lo creo.

en la liebre tendremos un correo,

y en el asno mis tropas un trompeta.»

Así quedó la armada bien completa.

Tu retrato es el León,
Conde
prudente,

y si a tu imitación, según deseo,

examinan los jefes a su gente,

a todos han de dar útil empleo.

¿Por qué no lo han de hacer? ¿Habrá cucaña

como no hallar ociosos en España?

FÁBULA II

La Lechera

Llevaba en la cabeza

una Lechera el cántaro al mercado

con aquella presteza,

aquel aire sencillo, aquel agrado,

que va diciendo a todo el que lo advierte

«¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!»

Porque no apetecía

más compañía que su pensamiento,

que alegre la ofrecía

inocentes ideas de contento,

marchaba sola la feliz Lechera,

y decía entre sí de esta manera:

«Esta leche vendida,

en limpio me dará tanto dinero,

y con esta partida

un canasto de huevos comprar quiero,

para sacar cien pollos, que al estío

me rodeen cantando el pío, pío.

Del importe logrado

de tanto pollo mercaré un cochino;

con bellota, salvado,

berza, castaña engordará sin tino,

tanto, que puede ser que yo consiga

ver cómo se le arrastra la barriga.

Llevarélo al mercado,

sacaré de él sin duda buen dinero;

compraré de contado

una robusta vaca y un ternero,

que salte y corra toda la campaña,

hasta el monte cercano a la cabaña.»

Con este pensamiento

enajenada, brinca de manera,

que a su salto violento

el cántaro cayó. ¡Pobre Lechera!

¡Qué compasión! Adiós leche, dinero,

huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.

¡Oh, loca fantasía!

¡Qué palacios fabricas en el viento!

Modera tu alegría

no sea que saltando de contento,

al contemplar dichosa tu mudanza,

quiebre su cantando la esperanza.

No seas ambiciosa

de mejor o más próspera fortuna,

que vivirás ansiosa

sin que pueda saciarte cosa alguna.

No anheles impaciente el bien futuro;

mira que ni el presente está seguro.

FÁBULA III

El Asno sesudo

Cierto Burro pacía

en la fresca y hermosa pradería

con tanta paz como si aquella tierra

no fuese entonces teatro de la guerra.

Su dueño, que con miedo lo guardaba,

de centinela en la ribera estaba.

divisa al enemigo en la llanura,

baja, y al buen Borrico le conjura

que huya precipitado.

El Asno, muy sesudo y reposado,

empieza a andar a paso perezoso.

Impaciente su dueño y temeroso

con el marcial rüido

de bélicas trompetas al oído,

le exhorta con fervor a la carrera.

«¡Yo correr! dijo el Asno, bueno fuera;

que llegue en hora buena Marte fiero;

Me rindo, y él me lleva prisionero.

¿Servir aquí o allí no es todo uno?

¿Me pondrán dos albardas? No, ninguno.

pues nada pierdo, nada me acobarda;

siempre seré un esclavo con albarda.»

No estuvo más en sí ni más entero

que el buen Pollino Amiclas el Barquero,

cuando en su humilde choza le despierta

César, con sus soldados a la puerta,

para que a la Calabria los guiase.

¿Se podría encontrar quien no temblase

entre los poderosos

de insultos militares horrorosos

de la guerra enemiga?

No hay sino la pobreza que consiga

esta gran exención: de aquí le viene.

Nada teme perder quien nada tiene.

FÁBULA IV

El Zagal y las ovejas

Apacentando un joven su ganado,

gritó desde la cima de un collado:

«¡Favor! que viene el lobo, labradores.»

Éstos, abandonando sus labores,

acuden prontamente,

y hallan que es una chanza solamente.

Vuelve a clamar, y temen la desgracia;

segunda vez los burla. ¡Linda gracia!

Pero ¿qué sucedió la vez tercera?

Que vino en realidad la hambrienta fiera.

Entonces el Zagal se desgañita,

y por más que patea, llora y grita,

no se mueve la gente escarmentada,

y el lobo le devora la manada.

¡Cuántas veces resulta de un engaño,

contra el engañador el mayor daño!

FÁBULA V

La Águila, la Corneja y la Tortuga

A una Tortuga una Águila arrebata;

la ladrona se apura y desbarata

por hacerla pedazos,

ya que no con la garra, a picotazos.

Viéndola una Corneja en tal faena,

la dice: «En vano tomas tanta pena:

¿No ves que es la Tortuga, cuya casa

diente, cuerno ni pico la traspasa,

y si siente que llaman a su puerta,

se finge la dormida, sorda o muerta?»

«Pues ¿qué he de hacer?» «Remontarás tu vuelo,

y en mirándote allá cerca del cielo

la dejarás caer sobre un peñasco,

y se hará una tortilla el duro casco.»

La Águila, porque diestra lo ejecuta,

y la Comeja astuta,

por autora de aquella maravilla,

juntamente comieron la tortilla.

¿Qué podrá resistirse a un poderoso

guiado de un consejo malicioso?

De estos tales se aparta el que es prudente;

y así por escaparse de esta gente

las descendientes de la tal Tortuga

a cuevas ignoradas hacen fuga.

FÁBULA VI

El Lobo y la Cigüeña

Sin duda alguna que se hubiera ahogado

un Lobo con un hueso atragantado,

si a la sazón no pasa una Cigüeña.

el paciente la ve, hácele seña;

llega, y ejecutiva,

con su pico, jeringa primitiva,

cual diestro cirujano,

hizo la operación y quedó sano.

Su salario pedía,

pero el ingrato Lobo respondía:

«¿Tu salario? Pues ¿qué más recompensa

que el no haberte causado leve ofensa,

y dejarte vivir para que cuentes

que pusiste tu vida entre mis dientes?»

Marchó por evitar una desdicha,

sin decir
tus
ni
mus
, la susodicha.

Haz bien
, dice el proverbio castellano,

y no sepas a quién
; pero es muy llano

que no tiene razón ni por asomo:

Es menester saber a quién y cómo.

El ejemplo siguiente

nos hará esta verdad más evidente.

FÁBULA VII

El Hombre y la Culebra

A una Culebra que, de frío yerta,

en el suelo yacía medio muerta

un Labrador cogió; mas fue tan bueno,

que incautamente la abrigó en su seno.

Apenas revivió, cuando la ingrata

a su gran bienhechor traidora mata.

FÁBULA VIII

El Pájaro herido de una flecha

Un Pájaro inocente,

herido de una flecha

guarnecida de acero

y de plumas ligeras,

decía en su lenguaje

con amargas querellas:

«¡Oh, crueles humanos!

Más crueles que fieras,

con nuestras propias alas,

que la naturaleza

nos dio, sin otras armas

para propia defensa,

forjáis el instrumento

de la desdicha nuestra,

haciendo que inocentes

prestemos la materia.

Pero no, no es extraño

que así bárbaros sean

aquellos que en su ruina

trabajan, y no cesan.

Los unos y otros fraguan

armas para la guerra,

y es dar contra sus vidas

plumas para las flechas.»

FÁBULA IX

El Pescador y el Pez

Recoge un Pescador su red tendida,

y saca un pececillo. «Por tu vida,

exclamó el inocente prisionero,

dame la libertad: sólo la quiero,

mira que no te engaño,

porque ahora soy ruín; dentro de un año

sin duda lograrás el gran consuelo

de pescarme más grande que mi abuelo.

¡Qué! ¿te burlas? ¿te ríes de mi llanto?

sólo por otro tanto

a un hermanito mío

un Señor pescador lo tiró al río.»

«¿Por otro tanto al río? ¡qué manía!

Replicó el pescador: ¿pues no sabía

que el refrán castellano

dice:
¡Más vale pájaro en la mano…!

A sartén te condeno; que mi panza

no se llena jamás con la esperanza.»

FÁBULA X

El Gorrión y la Liebre

Un maldito Gorrión así decía

a una Liebre que una Águila oprimía:

«No eres tú tan ligera,

que si el perro te sigue en la carrera,

lo acarician y alaban como al cabo

acerque sus narices a tu rabo?

Pues empieza a correr, ¿qué te detiene?»

De este modo la insulta, cuando viene

el diestro Gavilán y la arrebata.

El preso chilla, el prendedor lo mata;

y la Liebre exclamó: «Bien merecido.

¿Quién te mandó insultar al afligido,

y a más, a más meterte a consejero,

no sabiendo mirar por ti primero?»

FÁBULA XI

Júpiter y la Tortuga

A las bodas de Júpiter estaban

todos los animales convidados:

Unos y otros llegaban

a la fiesta nupcial apresurados.

No faltaba a tan grande concurrencia

ni aun la reptil y más lejana oruga,

cuando llega muy tarde y con paciencia,

a paso perezoso, la Tortuga.

Su tardanza reprende el dios airado,

y ella le respondió sencillamente:

«Si es mi casita mi retiro amado,

¿Cómo podré dejarla prontamente?»

Por tal disculpa Júpiter tonante,

olvidando el indulto de las fiestas,

la ley del caracol le echó al instante,

que es andar con la casa siempre a cuestas.

Gentes machuchas hay que hacen alarde

de que aman su retiro con exceso;

pero a su obligación acuden tarde:

Viven como el ratón dentro del queso.

FÁBULA XII

El Charlatán

«Si cualquiera de ustedes

se da por las paredes

o arroja de un tejado,

y queda, a buen librar, descostillado,

yo me reiré muy bien: importa un pito,

como tenga mi bálsamo exquisito.»

Con esta relación un chacharero

gana mucha opinión y más dinero;

pues el vulgo, pendiente de sus labios,

más quiere a un Charlatán que a veinte sabios.

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