Falsas apariencias (4 page)

Read Falsas apariencias Online

Authors: Noelia Amarillo

Tags: #Erótico

BOOK: Falsas apariencias
9.2Mb size Format: txt, pdf, ePub

De: Drácula6969

Para: C3PO

Asunto: Ven a mí vestida solo con el collar y tu piel, yo me ocupo del resto

Drácula estaba cogido, Drácula 69 también, así que Drácula6969. Si dudas te lo puedo demostrar cuando quieras, al principio, al final y en el medio. A todas horas. ¿Te parece bien que nos veamos donde ayer, en el Víctor Ullate? Sobre las 21.00, y de allí ya vemos dónde paramos.

PD: Bruce Willis no es nada comparado conmigo, ¿o no recuerdas sus fotos desnudo que circulan por Internet? Has hecho la mejor elección.

De: C3PO Para: Drácula6969Asunto: ¿Con el frío que hace? Tú estás loco. Me vestiré con bufanda... de ajos. Perfecto, allí estaré.

PD: Palabras, palabras, tendrás que demostrarme con hechos que he acertado en mi elección.

De: C3PO

Para: R2D2

CC: Pasodestarwars

Asunto: ¡¡¡¡¡¡¡¡DRÁCULA HA ESCRITO!!!!!!!

¡Sííííí,ííííííí, Drácula ha escrito! Ha escrito, ha escrito. Hemos quedado para esta noche. Mañana os cuento.

PD: No me lo puedo creer.; se me ha olvidado preguntarle cómo se llama...

Sábado 1 de noviembre de 2008, 20.50h

Luka llegó diez minutos antes de la hora, acostumbraba a ser puntual. Cuando estaba nerviosa más que puntual era impaciente. Paseaba frente al Centro Cívico Los Pinos deteniéndose de vez en cuando ante los cristales que hacían de puertas para observar distraída alguna de las estatuas que adornaban el vestíbulo. Le llamaba especialmente la atención una escultura hecha de madera, o al menos ese material le parecía a su ojo inexperto, que tenía mas o menos, más menos que más, la forma de una persona, pero como si fuera chicle, estirada hasta donde el cuerpo no podía, con lo que supuestamente eran las piernas y los brazos en contacto con el suelo y dejando el torso y las piernas al aire, como retorcidos, tenía forma de silla para dos, de estas en las que uno se sienta al lado y de espaldas al otro... impresionante. Si ella tuviera que ponerse en esa postura acabaría descoyuntada. Se preguntaba de dónde demonios había sacado el artista la inspiración y el modelo para hacer esta obra. Pegó más la cara al cristal mirando detalladamente la escultura. Su nariz chocó contra el frío vidrio. Laminar 6+6+6 antibalas, pensó la parte de su cabeza que se ocupaba del trabajo.

Unas manos se posaron sobre el cristal justo al lado de su cabeza mientras una voz susurraba en su nuca mandando exquisitas punzadas de placer a través de su piel.

—Interesante "asiento" —comentó la voz de su Drácula particular poco antes de besarle el lóbulo de la oreja.

—Sí. —Luka se quedó quieta esperando más caricias. Drácula había vuelto.

—Llegas pronto.

—No tenía nada que hacer y me aburría en casa, estuve tentada de poner a Bruce Willis en la tele, pero me resistí con uñas y dientes, ya había quedado con el conde Drácula y no era cuestión de serle infiel...

—Sí, me han contado que el conde Drácula tiene un genio temible, no creo que le hubiera gustado recibir plantón por culpa de un poli borracho —le siguió el juego divertido.

Luka se volvió y le miró. Su magnífico conde Drácula había cambiado la capa y la camisa de chorreras por unos vaqueros y una cazadora de cuero. Estaba todavía más impresionante. Y sí, definitivamente medía algo más de metro noventa, tenía que acordarse de decírselo a las chicas.

—¿Y bien, qué has pensado? —preguntó Luka; al fin y al cabo ahí parados no hacían nada.

—¿Te apetece ir al Wok? Hay uno en Parque del Oeste.

—Mmh, comida asiática. Perfecto. —Y el hotel pilla justo enfrente. Este hombre sabe montárselo, pensó Luka alerta y excitada a la vez.

—¿Vamos en tu coche o en el mío?

—Yo tengo un Clio, tú veras...

—Ufff. Sin dudarlo, el mío. En los Clio me siento como en una lata de sardinas.

Era una mujer preciosa, pensó Drácula mientras conducía. No podía evitar mirarla de reojo cada vez que había un tramo recto de carretera. Joven, rondaría la treintena, alta, no tanto como él, pero sí que rondaba el metro setenta y cinco. Con curvas en las que agarrarse, así a ojo de buen cubero le echaba más o menos una talla 40/42, con buenas caderas y un culo importante. También tenía un poco de barriguita, no demasiada, pero sí la justa para que fuera una delicia recorrer su ombligo con la lengua, cosa que pensaba hacer esta noche sin falta; muslos mulliditos, perfectos para reposar la cabeza en ellos y además tenía, para qué negarlo, un buen par de aldabas. Sí, señor, talla 105/110. Labios gruesos y maquillados, ¡maldita sea!, odiaba los labios pintados (sabían a rayos), ojos grandes y un poco achinados, de color marrón miel, preciosos, nariz pequeña y respingona y el pelo de un espléndido color castaño que le caía en ondas hasta casi la mitad de la espalda. Exquisito, ojala nunca se lo pusiera de otro color. Le encantaba ese tono.

Sus amigos lo mirarían raro si le vieran con Luka, pensó Drácula, lo cierto es que eran unos snobs salidos que tenían la absurda creencia de que él tenía que salir con anoréxicas rubias de bote y tetas de silicona. Y no es que tuviera nada contra ellas, ojo, es solo que a él le gustaban las chicas blanditas, cómodas y mullidas. Y Luka era, físicamente hablando, para qué negarlo, su mujer ideal. Pero es que ahí no acababa la cosa, además tenía una inteligencia ágil, rápida, no era fácil pillarla desprevenida, soltaba verdaderas perlas por su boquita y discutía por casi cualquier cosa. Imposible aburrirse con ella. Y como colofón, era una bomba sexual. Sabía lo que quería y lo tomaba, y su polla era testigo excepcional de ese punto. Joder, ¡cómo la agarraba! Se ponía duro solo de recordar la noche pasada.

Intentó concentrarse en la carretera, pero imágenes de ella desnuda, tumbada en los asientos del coche le pasaban una y otra vez por la cabeza... Cada vez estaba más duro.

Luka miraba la carretera consciente en todo momento de lo que la rodeaba, no conducía mal el pavo. Aunque a veces le daba la impresión de que la miraba demasiado, como si fuera un poco distraído, y bueno, eso era halagador, pero joder, hacerlo justo cuando se va conduciendo es suicida. Así que Luka iba totalmente pendiente del tráfico, de repente Drácula le cogió la mano y la llevó hasta su regazo. Vaya, estaba duro, bien duro. Tan duro como probablemente estaría el camión que iba delante de ellos si él se despistaba y chocaban. Así que Luka hizo lo único que podía hacer.

Bajó la mano a lo largo de todo su miembro y le cogió los testículos, los fue apretando poco a poco, al principio él sonrió, pero luego una mueca de terror le pasó por la cara. ¿Quizá estaba apretando demasiado? Pobrecito.

—¿Sabes?, me pasa una cosa muy rara cuando voy en coche, la tensión se apodera de mí, me da pánico tener un accidente y a veces no puedo evitar agarrarme a lo que sea, me aferró tan fuerte que hasta clavo las uñas, pero es que me horroriza ver que el conductor se despista, pueden suceder accidentes, sabes... y eso... me aterra y hace que quiera sujetar algo con mucha, muchísima fuerza, y retorcerlo, retorcerlo hasta que se rompa... espero que no te importe. Son los nervios, ¿sabes? —dijo Luka como quien no quiere la cosa.

—No pasa nada, entiendo —dijo Drácula tragando sonoramente mientras intentaba con mucho cuidado separar la mano crispada de sus testículos.

—Ops... Vaya, no me había dado cuenta —dijo ella con ojos demasiado inocentes.

—He cogido la idea —dijo él sonriendo, sí, señor, esa mujer tenía genio y figura. No cabía duda.

Cuando aparcaron frente al Wok, a Drácula no le quedaba ya nada de su erección, no hay nada como un buen apretón para bajar los humos.

El parking estaba medio vacío, se encaminaron a las cochambrosas escaleras de metal para llegar a la segunda planta y entraron tranquilamente en el restaurante. Cogieron mesa, pidieron sendas Coca-Colas —ni loca me vuelvo a emborrachar, pensó Luka, con la resaca mañanera aún muy presente en su cabeza— y atacaron el buffet asiático. Un poco de sushi por aquí, algo de arroz por allá, una mezcla estrambótica de verduras y algas para hacer en la cocina en vivo y unos pocos langostinos a la plancha. Perfecto. Él cogió el triple que ella y ella se asombró de que un tipo tan bien formado, con nada de barriguita y esos increíbles abdominales pudiera comer tanto sin preocupación, claro que ella tampoco es que se preocupara mucho, pensó comiendo su tercer rollito de primavera.

—¿A qué te dedicas? —preguntó Drácula engullendo su segundo plato de tallarines fritos.

—Soy cristalera. Sobre todo para cuadros.

—¿Haces cuadros?

—Ya no, antes me dedicaba a montar exposiciones para galerías, pero dependía demasiado de que hubiera exposiciones. Ahora soy secretaria, chica de la limpieza, descargadora de camiones y chivo expiatorio en una cristalería.

—¿Chivo expiatorio?

—Sí, ya sabes, que alguien se equivoca, pues lo pagamos con Luka, que un cliente no paga, pues gritamos a Luka, que el hijo del jefe lleva una semana sin follar, pues aullamos a Luka, ese tipo de cosas.

—Dios, qué gráfica —dijo Drácula atragantándose por la risa—. Quizá fuera más fácil si siguieras dedicándote a las exposiciones.

—Mmh, más fácil no sé, pero más divertido seguro.

—¿Sí?

—Sí, recuerdo una vez que tuvimos que montar una exposición fotográfica... Sobre penes. Penes de todo tipo, grandes, pequeños, empalmados, flácidos, negros, amarillos, azules, rojos...

—¿Azules, rojos?

—Sí, hombre, tipo Andy Warholl.

—Joder.

—No lo sabes tú bien, tras enmarcar más de 100 penes teníamos unas ganas locas de eso mismo, de joder —dijo sonriendo picara.

Y así, entre pitos y flautas, y también penes, Luka fue contándole los pormenores de su trabajo. Parecía mentira, jamás había hablado tanto de sí misma, si no contamos a Pili y Ruth, claro. Drácula preguntaba y ella respondía, y poco a poco el tiempo se fue pasando sin darse cuenta, hasta que una mujer asiática se acercó a su mesa con la cuenta en una bandejita de plata, y muy amablemente les comentó, como quien no quiere la cosa, que estaban a punto de cerrar. Miraron el reloj de la entrada, eran casi las dos de la madrugada. Drácula se apresuró a pagar como buen caballero mientras Luka preguntaba tímidamente si ponía la mitad. No, gracias, contestó él. Luka respiró... aún no había cobrado el sueldo de noviembre y el de octubre estaba desaparecido en combate...

Una vez en el exterior, fueron conscientes de que la noche había caído y con ella el frío de invierno. Corrieron hasta el coche y una vez allí se miraron. Tenían tres opciones claramente definidas:

Opción A: cada uno a su casa y Dios en la de todos.

Opción B: buscar un garito abierto y tomarse la penúltima

Opción C: cruzar la carretera y pasar la noche en el hotel de enfrente.

Se miraron sopesando las opciones mentalmente. Drácula dirigió su mirada al hotel y enarcó un par de veces las cejas, Luka por su parte posó su mirada en el Kia Carnival y arqueó otro par de veces las cejas... se miraron fijamente uno al otro. Aquello prometía ser una lucha de voluntades.

—¿Y bien? —preguntó Drácula—. ¿Dónde vamos ahora?

—Qué te parece si nos acercamos al Polígono, seguro que encontramos algo abierto —contestó ella tirando directamente por la Opción B.

—¿Al polígono? —preguntó Drácula acercándose a ella como si fuera un vampiro.

—Sí, seguro que hay algún sitio abierto donde tomar la penúltima. —Eso es, Luka, pensó ella, mantente fuerte, no puedes irte a la cama dos veces seguidas con un tío al que apenas conoces, ¿no?

—¿La penúltima? —susurró Drácula apretándose contra ella a la vez que la abrazaba deslizando sus manos hacia sus nalgas.

—Sí, la penúltima. ¿Me estás repitiendo? —preguntó Luka sintiendo cómo el calor comenzaba a recorrer su cuerpo. Ese hombre tenía unas manos diabólicamente deliciosas.

—¿Te repito? —coreó él un segundo antes de lamerle los labios para luego mordisqueárselos lentamente hasta que ella, rendida, los abrió. Y él, que no era tonto, aprovechó ese momento para introducirse en su boca y jugar con su paladar, recorrer sus dientes, succionar su lengua cálida y picante por las especias de la cena.

—Sí, repítelo —pidió ella.

Y él lo repitió. Le acarició la espalda lentamente logrando que el calor de sus manos traspasara el vestido y alcanzara cada una de sus terminaciones nerviosas, haciendo del beso una tortura interminable. La decisión de Luka de ir a tomar la penúltima se fue a dar una vuelta para dar paso a la locura y la pasión. Las opciones A y B quedaron descartadas en bien de la opción C, que en esos momentos parecía de lo más interesante.

Cruzaron sin saber cómo y entraron en el hotel íntimamente abrazados. El conserje los miró arqueando una ceja, pero cuando Drácula pidió una habitación para esa noche y entregó su DNI junto con 200 euros y el aviso de que lo que sobrara lo tomara como propina, al conserje se le bajaron las cejas y les dio la llave de una habitación. Una en la planta baja, por supuesto. Esta pareja era "del tipo" que no espera a llegar a la habitación y hace uso del botón "stop" del ascensor sin pensar en lo sucio que quedaba todo con el semen, pensó el conserje con las cejas fruncidas, se las sabía todas, llevaba años trabajando en hoteles.

Recorrieron los pasillos del hotel besándose y abrazándose como dos adolescentes ante su primer polvo. Cuando llegaron a la habitación les costó tres intentos introducir la llave en la cerradura. Lo mismo era porque estaban pensando en introducir otras cosas en otros sitios, y claro, eso desconcentra. Entraron, cerraron la puerta y empezaron a desvestirse sin ni siquiera encender las luces, las manos de ambos se movían con tal rapidez que no hacían más que chocar entre sí, dificultando el trabajo, el tanga por supuesto acabo roto. Joder, tanto tiempo para elegir la ropa interior perfecta y todo para acabar desgarrada sin ser siquiera valorada, la próxima me pongo bragas de cuello vuelto, son más baratas, pensó Luka sabiendo de sobra que jamás se las pondría para una cita con Drácula, y este fue el último pensamiento que logró articular en un rato; un rato bastante corto, porque, todo hay que decirlo, cuando por fin se pusieron de acuerdo para usar las manos en los lugares adecuados, es decir, los botones y cremalleras, todo fue como la seda. Los pantalones y el bóxer cayeron al suelo, el vestido pasó la frontera de la cintura, y el tanga... bueno, ya se sabe lo que pasó con el tanga.

Other books

Dangerous for You by Antonia, Anna
The Dark Path by James M. Bowers, Stacy Larae Bowers
Baker Towers by Jennifer Haigh
Muerte en la vicaría by Agatha Christie
Hack by Kieran Crowley
Denver Pack Twelve 1/2 by Leigh, Jana
Revelations: Book One of the Lalassu by Lewis, Jennifer Carole