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Authors: Noelia Amarillo

Tags: #Erótico

Falsas apariencias (7 page)

BOOK: Falsas apariencias
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A los veinticuatro años Luka estaba hasta las narices, encontró trabajo en una cristalería y esperó que con ello el Vinagres se diera cuenta de que volvía a ser productiva —según los cánones de él, porque sinceramente curra más una mujer en casa que fuera— pero el Vinagres se había acostumbrado a la buena vida y exigía que todo siguiera como hasta entonces, eso sí, Luka debía trabajar también fuera de casa, no iba a ser él solo el que se matara a currar. Currar fuera, porque en casa no hacía nada de nada... Los gritos, las broncas, el tirar las sillas al suelo, golpear muebles y empujones varios empezaron a estar a la orden de día. Luka chillaba como la que más y si había que empujar, empujaba. Podía aburrirse, podía pasar sin orgasmos, pero en una discusión desde luego jamás se dejaba pisar. Estaba harta.

Una soleada tarde de viernes, de estas tardes veraniegas en las que parece que el tiempo no corre, a Luka se le pasó la hora de volver a casa. Estaba sentada en una cafetería charlando con Pili cuando sonó el móvil, al ir a cogerlo vio la hora: las diez de la noche. Debería haber estado en casa a las nueve. Miró a Pili asustada sin atreverse a coger el teléfono, era el número del Vinagres. Si contestaba empezarían los gritos y los insultos, y por una vez no tenía ganas de responder con más violencia. Por una vez tenía miedo de esa violencia. Dejó sonar el teléfono hasta que este se calló. Luego miró a su amiga.

—Me he asustado al ver quién llamaba.

—El Vinagres es un mierda, no te conviene para nada.

El teléfono volvió a sonar, era él de nuevo, Luka miró fijamente el odiado aparato y tomó una decisión, jamás le había puesto una mano encima, aparte de empujones que ella devolvía religiosamente, pero hasta ahí había llegado. No estaba dispuesta a asustarse cada vez que sonara el móvil, temiendo llegar tarde y provocar una bronca. Así que dejó sonar el teléfono durante toda la noche y no regresó a casa hasta la mañana siguiente, él estaba hecho una verdadera furia, pero a Luka le dio lo mismo, sacó su maleta, recogió su ropa y se marchó, puede que el Vinagres hubiera intentando convencerla por las buenas o por las malas, pero no era tonto y Luka era muy lista. Esa mañana, cuando fue a su casa a por las cosas, no fue sola. Javi, el novio de Pili, y Pepe, su hermano "pequeño", la acompañaban para ayudarla a cargar con todo, nada más... pero el Vinagres medía un metro setenta, estaba flaco como un palillo y el trabajo más pesado que hacía se limitaba a abrir ordenadores. Javi era un tiarrón enorme de casi dos metros de altura, con los hombros tan anchos como largo era, trabajaba de albañil y estaba dotado con bastantes músculos. Pepe, por su parte, se quedaba en el uno noventa y entrenaba para jugar al fútbol tres veces a la semana; los músculos se le marcaban en la camisa al moverse. El Vinagres sería aburrido, malicioso y violento pero no era idiota y sabía cuándo tenía las de perder en una pelea. De hecho tenía las de perder en cualquier pelea en que se mezclaran hombres... Y así fue como terminó su última historia de... ¿amor?

Y ahí estaba ahora, después de cuatro años de sequía amatoria, sentada en casa de su mejor amiga y hablando de un tipo al que había conocido dos días antes y con el que ya se había acostado dos veces. ¡Qué cambio!

—Pues entonces creo que está claro lo que ha pasado. No tienes costumbre de estar con nadie y has perdido el norte —dijo Pili siguiendo con la conversación.

—¿He perdido el norte?

—Sí, ya no estás en la onda, no tienes la información ni la pericia necesarias para soslayar esos pequeños problemas cotidianos que se dan al pasar la noche con alguien.

—Joder, Pili, habla en cristiano, ¿vale?

—Hay ciertos "trucos" —dijo Pili susurrando, dando énfasis a un secreto que todo el mundo femenino conocía menos Luka.

—Y tú, que llevas diez años saliendo con el mismo tipo, que de hecho vives con el mismo tipo desde hace cinco, sabes perfectamente cuáles son esos trucos...

—Pues sí —dijo ella alerta.

—¿¿Y cómo los sabes si siempre duermes con Javi, eh??

—Pues lo sé. Leo mucho.

—Ya. ¿¿Y eso qué tiene que ver?? Hablamos de despertar no de leer, y en las novelas románticas —Pili también era una aficionada a ellas, igual que Luka— jamás se menciona el mal aliento matutino.

—En las novelas no, pero en el
Cosmopolitan...
sí —dijo su amiga triunfante.

—¿En el
cosmo?
No jorobes, tía, eso no hay quien lo lea.

—Ah... ¿sí?, pues mira tú por dónde según el
Cosmopolitan
hay varias reglas imprescindibles en una relación eventual.

—¿Relación eventual? Yo no tengo una relación.

—Bueno, pues entonces digamos que hay normas para los polvos eventuales...

—Vale —contestó Luka muy atenta.

—Bien, la primera norma, los artículos a llevar en el bolso. Un cepillo de dientes para el mal aliento mañanero, un bolsito de maquillaje para el tema ojeras, un cepillo para el pelo, una caja de condones —aquí Pili enarcó varias veces las cejas— y unas galletitas por si surge el hambre. Yo creo que llevando esas cosas estarás prevenida para cualquier eventualidad que pudiera surgir.

—Pues mira tú por dónde, y contra todo pronóstico viniendo de "esa" revista, me parece una estupenda idea.

—¿A que sí? Mañana sin falta tienes que pillarlo todo. Por si acaso —volvió a enarcar las cejas.

—Buff, eso será si se acuerda de mí...

—Ains, no. Tienes que pensar en positivo. Ahora que has empezado no puedes parar. Mira, llevas cuatro años de sequía. Draculín ha sido como un chaparrón, si ahora no llama no pasa nada, buscamos una buena tormenta en otro lado y listo.

—¿Una buena tormenta?

—Sííííí. Ay, hija, hay que explicártelo todo. Si Drácula no llama, pues te buscas a Batman. Y listo. Lo que no puedes es volver a la sequía, ¿no? No me digas que no te lo has pasado bien.

—Sí... me lo he pasado genial...

—¿Y quieres volver otra vez a los deditos y los penes artificiales?

—Joder, tía, mira que eres gráfica.

—Gráfica no, práctica. Llevas años sin catarlo, ahora te has lanzado y te lo has pasado bien, ¿no? Pues si este tío no te escribe te buscas otro. No hace falta que sea hoy ni mañana, pero si surge algo, no lo espantes...

—Mmh. Vale. Y hablando de otra cosa, ¿te ves capaz de echarme unas mechas si me compro los productos?

—Claro, no parece tan difícil.

—Pues entonces creo que voy a dar un cambio de imagen.

—Genial... ¿cuándo?

—El viernes que viene. Mañana comprare los potingues en el polígono...

Cuando llegó Javi traía una sonrisa de oreja a oreja; el Real Madrid había ganado. Pidieron unas pizzas y comentó el partido enfrentándose como un jabato a la indiferencia futbolera de las chicas. Pero cuando le tocó el turno al chichón de Luka junto con la explicación de ésta, las risas llenaron la casa.

Domingo 2 de noviembre de 2008, 23.30h. Barajas T4.

Drácula esperaba su avión, en media hora estaría de camino a Barcelona. Había encontrado una nave industrial en el polígono Ventorro del Cano que se adecuaba a las necesidades de su empresa. Con la crisis habían bajado los precios y este polígono estaba bien situado, tenía buenos accesos a las carreteras principales y estaba cerca de Madrid, pero no tan cerca como para que el precio de compra fuera abusivo.

Vivía en Barcelona desde que nació hacía treinta años. Trabajaba en la empresa familiar y ahora que habían pensado ampliar el negocio a Madrid les hacía falta una nave más grande en la capital. Y allí estaba él, buscando una buena inversión.

Sonó el aviso de embarque para su vuelo, Drácula cogió su equipaje de mano y sonrió. En una semana estaría de regreso, compraría la nave y comenzaría a buscar un piso para trasladarse y poder dirigir la sucursal de su empresa. El piso por supuesto estaría ubicado en Alcorcón, cerca del trabajo, y a ser posible en los alrededores del portal de Luka, no era cuestión de desaprovechar la información ganada espiando al taxi. Mientras tanto, viviría en el hotel que había descubierto en el Parque Oeste. Le traía buenos recuerdos.

Colocó su equipaje de mano y se sentó en su asiento, se abrochó el cinturón y esperó agarrando los brazos del asiento con manos en forma de garras; no le daba miedo volar, le impresionaba el despegar. Jamás podría comprender cómo era posible que un cacharro tan pesado pudiera alejarse del suelo y volar por los aires. El avión dio un par de tumbos y se elevó, Drácula respiró de nuevo, Pidió un periódico a la azafata e intentó leer pero las letras escapaban a su compresión, estaba demasiado distraído, guardó el periódico y se recostó en el asiento cerrando los ojos, rememoró el fin de semana, había sido perfecto, bueno, casi perfecto. Lástima que ella hubiera desaparecido dejando ese "mensaje", preparó mentalmente su planning para esa semana, hablaría con sus padres, les convencería de que había encontrado el sitio ideal, prepararía todo y regresaría. Una semana como mucho. No más. Y mientras tanto... Internet era un buen método de contacto.

Capítulo 4

Lunes 3 de noviembre de 2008, 9.05h

La maldita llave no entraba, siempre pasaba lo mismo cuando Luka llegaba cinco minutos tarde, la puñetera llave siempre se atoraba, se negaba a abrir la puerta y cuando eso sucedía inevitablemente desde dentro de la nave se oía sonar el teléfono una y otra vez. Mierda. Si llegaba diez minutos antes la llave entraba sin problemas y el teléfono no sonaba hasta las 9:30 pero si llegaba tarde, entonces todo lo que podía ir mal, iba mal. Cuando por fin logró abrir, el teléfono había sonado tres veces y por supuesto ahora estaba en silencio. Mierda. Atravesó corriendo los cincuenta metros que separaban la puerta de su oficina, esquivó un par de mesas de corte, dos contenedores de vidrio, una estufa de butano, las estanterías de cristal y, haciendo una mueca de asco, saltó por encima de las treinta cucarachas que se habían colado por el sumidero pensando que en la nave encontrarían el paraíso sin tener en cuenta que alrededor del desagüe habían rociado una botella entera de cucal. ¡Joderos! Cuando llegó a su oficina el teléfono comenzaba a sonar de nuevo. Soltó el bolso en el suelo y se lanzó a la mesa como si fuera Casillas, menudo paradón.

—Cristal Express, buenos días.

Vaya con el nombrecito del negocio, en vez de cristalería parecía de limpiador.

—¡Dónde estabas! Llevo llamando media hora.

—La llave decidió no entrar en la cerradura —tenía que ser el jefe, ¡qué suerte la mía!

—¡Excusas! Eso sólo te pasa a ti.

—Lo siento. —No son excusas, es tacañería, arregla la puerta de una vez y no se atascará la llave, no te fastidia...

—Pues no lo sientas, es importantísimo que estés en tu puesto de trabajo a la hora exacta, cualquier cliente puede llamar. ¿Qué van a pensar si no hay nadie para contestar?

—Lo siento muchísimo. —Claro, culpa a la secretaria cuando tu jamás llegas a tu hora, pensó Luka, cuidándose muy mucho de decirlo.

—¿Está acabado el presupuesto para la calcografía?

—No, el viernes volvieron a cambiar de medidas.

—¿Qué más da? Sabes que eso es prioritario. Ponte a ello ahora mismo. En mis tiempos si había que trabajar en fin de semana se trabajaba. Lo quiero para dentro de media hora.

—Sin problemas —total, no vas a venir hasta mediodía; no hay prisa, que nos conocemos—, lo tendrás en media hora.

—Más te vale.

Bien, según el tono de voz, está claro que el jefe no ha tenido suerte con las carreras de ayer, pensó Luka. Acto seguido encendió su ordenador, sacó los presupuestos pendientes, las facturas por cobrar, las ordenes de pagos... menudo montón de papeles. Abrió el Thunderbird y revisó los
e-mails.
La calcografía había vuelto a cambiar de medidas el domingo, menos mal que no había hecho el presupuesto en casa, hubiera sido perder el tiempo.

Se abrió la puerta, entró Gabriel, el hijo del jefe. Esperaba que al hijo le hubiera ido mejor en las carreras que al padre.

—Luka, he llamado a las nueve y no estabas, ¿qué coño ha pasado? —gritó desde la puerta.

—La llave no entraba en la cerradura —bla bla bla.

—Y una mierda, no me cuentes rollos. Si no llegas a tu hora te quedas más tarde para recuperar.

—Sí, Gabriel. —Todos los días me quedo más tiempo, no fastidies, pensó Luka para ella misma.

—Y a ver si adelgazas un poco que ya no cabes en la silla, joder, vaya impresión de mierda que se llevan los clientes al verte, coño, te he dicho mil veces que la imagen vende.

—Sí, Gabriel —contestó Luka mientras hacía como que miraba los correos, su puta madre, que le dijera eso un tío que gastaba una talla 60 y llevaba un peluquín.

—Y en el servicio se ven chorretones de mierda, límpialo.

—En cuanto acabe los presupuestos —si no fueras tan guarro no habría chorretones.

—Déjala en paz, Gabi, si tu caballo ha perdido no es culpa suya. Hola, preciosa, me encanta tu conjunto —dijo el otro hijo del jefe, Daniel, entrando en la oficina.

—Hola, Dani, ¿qué tal el fin de semana? —preguntó Luka sonriendo. Adoraba a Dani. Era un tipo excepcional y uno de sus mejores amigos, por no decir el mejor.

—Perfecto, conocí a un yogurín que entendía —dijo enarcando las cejas.

—Joder, Dani, no empieces con eso. Me voy a tomar café, paso de vosotros —dijo Gabriel de mal humor. Había batido su record, entrar a trabajar a las nueve y cuarto y salir a las nueve y veinticinco... quién fuera hijo del jefe.

—¿Y qué tal con el Yogurín?

—Divino de la muerte... niña, creo que me he enamorado.

—Sí, como todos los fines de semana...

—Ay, preciosa, tú aún eres muy joven y buscas el amor eterno. Yo estoy más resabiado y prefiero enamorarme todos los días echando un buen polvo que enamorarme para siempre y despertarme todos los días del resto de mi vida mirando la misma cara... —hizo una mueca de asco—, qué horror.

Luka no pudo evitar reírse, Dani era la bomba, divertido, encantador, cariñoso y homosexual... lástima, hubiera sido su hombre ideal. Comentaron un poco el fin de semana entrando en algunos detalles con cierto vampiro y cuando él vio que no podía sacarle más información, la dejó hacer su trabajo. Poco después entró el último de los trabajadores, todos habían llegado tarde, pero ninguno recibió bronca... a veces odiaba ser mujer en una empresa de hombres.

A mediodía tenía listo el maldito presupuesto. Una hora más tarde habían vuelto a cambiar las medidas.

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