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Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock

Tags: #Historia

Historia del Antiguo Egipto (49 page)

BOOK: Historia del Antiguo Egipto
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En el pequeño templo de Tutmosis III en Deir el Bahari se utilizó un extravagante simbolismo solar similar y se trata de un monumento que también data del período que siguió a los preparativos para la celebración del jubileo del rey. El edificio de la fiesta
Sed
de Amenhotep II incluía escenas con su madre, Merytra, que hacía las veces de su reina y, lo que es más importante, de «esposa del dios Anión». El edificio fue desmantelado a finales de la XVIII Dinastía para dejar sitio a las modificaciones del sector realizadas por Horemheb (1323 a.C.), siendo reconstruido después con una forma arquitectónica diferente por Seti I (1294-1279 a.C.) a comienzos de la XIX Dinastía.

Amenhotep II también construyó un templo para Amón en Karnak norte, un recinto dedicado posteriormente a Montu de Tebas. No obstante, los bloques de este edificio forman parte en la actualidad de los cimientos de un templo construido durante el reinado de Amenhotep III y adaptado posteriormente durante la época ptolemaica. Su función original sigue siendo una incógnita. No obstante, la existencia de otras entradas y bloques procedentes de Karnak norte indican que el rey estaba interesado en desarrollar este sector, quizá debido a su interés por extender el eje norte-sur de la parte central de Karnak. Al norte del templo propiamente dicho se han encontrado elementos en piedra de puertas procedentes de un palacio; quizá señalen el emplazamiento de una residencia ceremonial de Amenhotep II. Es posible que el interés del rey por el templo de Montu en Medamut, unos ocho kilómetros al norte, también tenga algo de notable, puesto que con posterioridad existió una vía procesional entre Karnak norte y Medamud.

Amenhotep II en el Levante

Amenhotep II llevó a cabo dos campañas en Siria, la primera probablemente en el año 7 y la segunda en el año 9. Aparecen descritas en estelas dejadas en Amada, Menfis y Karnak. La primera campaña se concentró en la derrota de los jefes no alineados y en sofocar las rebeliones surgidas entre vasallos recientemente adquiridos. Entre estos últimos, la región de Takhsy mencionada en la tumba tebana de Amenemheb (TT 85), fue un objetivo primario conseguido. Los siete jefes derrotados de la región fueron llevados hasta Tebas cabeza abajo en el barco del soberano, para ser colgados seis de ellos de los muros del templo. El otro fue llevado hasta Napata, en Sudán, donde su cuerpo fue colgado, indudablemente como ejemplo para la población local. Según las estelas, el botín que Amenhotep afirmaba haber conseguido durante la primera campaña incluía unos increíbles 6.800
deben
de oro y 500.000
deben
de cobre (746 y 54.924 kilos de peso respectivamente), además de 550 cautivos
mariannu
, 210 caballos y 300 carros. La segunda campaña, en el año 9, tuvo lugar en su mayor parte en Palestina.

Aparte de los topónimos estándar en «anillos de nombre», ninguno de los textos monumentales de Amenhotep II contiene referencias hostiles a Mitanni o Nahrin (a pesar de que las inscripciones narran sus campañas sirias), lo cual probablemente sea intencionado. En vez del apelativo de Tutmosis III «esos enemigos de Nahrin», Amenhotep II utiliza varias veces el arcaico término genérico egipcio
setjetyu
(«asiáticos»). El lenguaje de las estelas, compuestas tras el final de los conflictos, en el año 9 o más tarde, refleja el hecho de que la paz con Mitanni estaba cercana. De hecho, la estela de Menfis muestra un añadido al final donde se informa de que los jefes de Nahrin, Hatti y Sangar (Babilonia) llegaron ante el rey con regalos y pidiendo a cambio regalos-ofrenda (
hetepu
), además de solicitando el aliento de vida. Es sin duda el primer anuncio oficial de la paz con Mitanni, si bien en tiempos de Tutmosis III ya existían buenas relaciones con Babilonia y otros.

La importancia de la nueva alianza de Amenhotep II con Nahrin queda subrayada al haber sido expuesta en una inscripción vertical en la
wadjyt
, o sala columnada, situada entre el Cuarto y el Quinto Pilono de Karnak. El emplazamiento es significativo, porque la sala era venerada como el lugar donde Tutmosis III recibió un oráculo divino proclamando su futuro ascenso al trono. Además, la relación de la sala con un hnaje que se remontaba a Tutmosis I, el primer rey en aventurarse en Siria, la convertía en el lugar perfecto para vanagloriarse de la relación con Mitanni. La inscripción destaca a Siria, diciendo: «Los jefes (
weru
) de Mitanni (
My-tn
) vinieron a él, sus entregas sobre la espalda, para solicitar regalos-ofrenda (
hetepu
) de su majestad en busca del aliento de vida». Al final del reinado de Amenhotep II, el retrato de Mitanni, hasta hacía poco el vil enemigo del rey, se había equiparado al de otros aliados cercanos de Egipto. En los monumentos del valle del Nilo, los reyes hermanos de Babilonia, Hatti y Nahrin siempre aparecen representados suplicando vida del rey egipcio. No obstante, el entusiasmo de Amenhotep II delata que se trató de una paz ganada con esfuerzo. Es evidente que el faraón consideraba que la afianza era muy buena, tanto dentro como fuera de las fronteras egipcias.

Las esposas reales de mediados de la XVIII Dinastía

La documentación nos permite conocer a varios príncipes del reinado de Amenhotep II: Amenhotep, Tutmosis, Khaemwaset (?), Amenemopet, Ahmose, Webensenu y Nedjem, así como los anónimos príncipes A y B conocidos por las estelas erigidas en Guiza. Es posible que otro príncipe, llamado Aakheperura, naciera a finales del reinado de Amenhotep II o en el de Tutmosis IV. Al contrario que en reinados anteriores, las princesas resultan difíciles de documentar. La abundancia de varones jóvenes en la familia real contrasta con la primera parte de la dinastía, cuando los príncipes adultos parecen haber sido escasos, quizá debido a que morían en las campañas militares o de enfermedades en la niñez. La escasez de príncipes, quizá debida en parte a la preferencia dinástica por las hermanas princesas como reinas, parece haber inspirado la norma de tomar esposas secundarias además de a las «grandes esposas reales». Estas «esposas reales», como Nebetta y las tres reinas levantinas de Tutmosis III, de las que ya hemos hablado, probablemente fueran distintas de las mujeres de la corte de rango desconocido con las cuales los reyes mantenían relaciones sexuales. Estas mujeres, como Mutnofret, Isis, Tiaa y Mutemwiya, tenían hijos que se convertían en reyes y ascendían a sus madres a la categoría de reinas. No obstante, no sabemos qué mujeres (aparte de Tiaa, madre de Tutmosis IV) fueron las madres de los numerosos vástagos de Amenhotep II.

No sólo su elevada capacidad procreadora distingue a Amenhotep II de sus predecesores. Al contrario que ellos, no reconoció públicamente a ninguna esposa que no fuera su madre, Merytra, que sirvió como «gran esposa real» durante gran parte de su reinado. La ausencia de esposas puede considerarse como un rechazo consciente del papel dinástico que tuvieron las princesas como reinas y «esposas del dios Amón» desde el momento de la creación de la dinastía hasta el reinado de Hatshepsut. Quizá Tutmosis III y Amenhotep II se dieron cuenta de que reinas como Hatshepsut, que representaban a la familia dinástica, podían ser peligrosas si se volvían demasiado ricas y poderosas. Además, la usurpación del trono por parte de reinas convertidas en soberanas puede haber dado a Tutmosis III y a Amenhotep II un incentivo especial para procrear hijos varones. Esta conclusión animó a los reyes a escoger como «gran esposa real» a mujeres ajenas al linaje real principal, como hizo Tutmosis III con Sitiah y Merytra.

La legitimación de Tutmosis IV

La sucesión de Tutmosis IV parece no haber tenido reconocimiento alguno por parte de Amenhotep II, ya sea mediante una corregencia o mediante una declaración de intenciones. En una estatua dedicada durante el reinado de Amenhotep I por el príncipe Tutmosis (más tarde Tutmosis IV) en el templo de Mut en Karnak, el tutor que acompaña al príncipe, llamado Hekareshu, aparece designado sencillamente como «niñera de los hijos reales»; no obstante, tras el ascenso de Tutmosis al trono, Hekareshu fue retrospectivamente llamado «padre del dios» y «niñera del hijo mayor del rey». Si bien Merytra puede haber aparecido en los últimos monumentos de Tutmosis III, la madre de Tutmosis IV, Tiaa, no puede ser reconocida con certeza en ningún monumento de Amenhotep II que no se trate de un añadido posterior realizado por el propio Tutmosis. Antes del reinado de su hijo no existen pruebas de que la posición de Tiaa influyera en la sucesión.

Durante la XVIII Dinastía, los hijos reales eran criados por las niñeras reales (hombres y mujeres),junto con tutores sacados de las filas de los cortesanos retirados. Por lo tanto, el aumento de documentación sobre los príncipes de esta época no es en absoluto casualidad. No es difícil imaginar la competencia existente entre las crecientes filas de jóvenes y capaces príncipes, sobre todo al cesar las campañas militares regulares en Asia tras la primera década del reinado de Amenhotep II. Entre jóvenes ambiciosos esta competencia podía tornarse en enfrentamiento. La historia del acceso de Tutmosis IV a la realeza, que aparece narrada en la Estela de la Esfinge de Guiza, se ha interpretado como una sugerencia de que no era el heredero legítimo; pero es posible que sólo nos esté indicando que durante el Reino Nuevo la ideología real recurría a la legitimación divina. La mera belleza de la Estela de la Esfinge es una buena razón para citar parte de ella:

La estatua del mismísimo gran Khepri [la Gran Esfinge] descansaba en su sitio, grande de fama, sagrado de respeto, la sombra de Ra descansando sobre él. Menfis y todas las ciudades de sus dos lados vinieron a él, con los brazos en adoración frente a su rostro, llevando grandes ofrendas para su
ka
. Uno de esos días sucedió que el príncipe Tutmosis llegó viajando en el momento del mediodía. Descansó en la sombra de este gran dios. [Se durmió y] el sueño [tomó posesión de él] en el momento en que el sol estaba en su cénit. Entonces se encontró a la majestad de este noble dios hablando por su propia voz como un padre le habla a su hijo y diciéndole: «Mírame, obsérvame, mi hijo Tutmosis. Soy tu padre Horemakhet-Khepri-Ra-Atum. Te daré la realeza [sobre la tierra delante de los vivos. […] [Mira, mi condición es como la de uno que está enfermo], todos [mis miembros están en mal estado]. La arena del desierto, sobre la cual yo solía estar, (ahora) se enfrenta a mí, y para poder hacer eso tienes que hacer lo que está en mi corazón que he esperado».

La petición realizada a Tutmosis de librar a la Esfinge de las arenas fue escuchada y, tanto el muro de contención que rodea el anfiteatro como las estelas erigidas en torno a ella, documentan los trabajos del rey en la zona. Es posible que sus esfuerzos de construcción estuvieran destinados a desviar la atención de los problemas de la sucesión. En varios monumentos dedicados por los hermanos de Tutmosis en el templo de su padre Amenhotep II en la Esfinge de Guiza podemos apreciar un atisbo de lucha por el trono. Las estelas se encontraron rotas y mutiladas y su borrado sugiere algún tipo de
damnatio memoriae
, pero no contamos con ninguna prueba que demuestre qué pudo provocarla. El candidato más probable de entre los hijos de Amenhotep II a ser el dueño de las borradas Estelas de Guiza A y B es el príncipe Webensu. Sus vasos canopos y sus
shabtis
se hallaron en la tumba de Amenhotep II (KV 35 en el Valle de los Reyes), pero es difícil saber cuándo fueron depositados allí. Podemos suponer que el príncipe tenía cierta importancia, aunque no es posible ir más allá en la suposición. Por lo tanto, las estelas borradas de Guiza no deben ignorarse como pruebas de una lucha por el trono, si bien no podemos negar ni confirmar que Tutmosis IV fuera el usurpador.

Los monumentos de Tutmosis IV

El reinado de Tutmosis IV, de al menos ocho años de duración, fue breve pero activo. Es un lugar común decir que los soberanos egipcios construyeron monumentos en proporción directa a la paz y prosperidad de las que gozaron. Como rey, Tutmosis IV tuvo paz y riqueza, pero el tiempo del que dispuso fue aparentemente escaso. Comenzó a construir en la mayoría de los templos principales de Egipto y en cuatro lugares de Nubia. El tamaño original de los monumentos y de sus restos varía enormemente, pero en general realizó añadidos a templos ya existentes. La distribución de los monumentos de Tutmosis IV, en el contexto de mediados de la XVIII Dinastía, no presenta ningún rasgo destacable. Honró los centros de culto ya establecido y apenas fue iconoclasta. Por otra parte, en varios lugares dejó presagios de lo que vendría. De hecho, podemos sugerir que siguió deliberadamente los pasos de su padre y de su abuelo, construyendo añadidos a sus templos y, del mismo modo, sugirió nuevos lugares y monumentos para su hijo.

Se han encontrado monumentos del reinado en los siguientes lugares: en el delta, en Alejandría, Seriakus y Heliópolis (?); en la región menfita, en Guiza, Abusir, Sakkara y la propia ciudad de Menfis; en Fayum, en Cocodrilópolis; en el Egipto Medio, en Hermópolis y Amarna; y en el Alto Egipto, en Abydos (donde dejó una capilla de ladrillo con revestimiento de caliza), Dendera, Medamud, Karnak, Luxor, la orilla occidental de Tebas (donde construyó un templo mortuorio y una tumba, la KV 43, en el Valle de los Reyes), Armant,Tod, Elkab, Edfu, Elefantina y Knosso. En Nubia dejó bloques en Faras (?) y Buhen, decoró el patio con peristilo de Amada y comenzó a construir en Tabo (terminado posteriormente por Amenhotep III), además de dejar un depósito de fundación en Gebel Barkal. También llevó a cabo algunos trabajos de decoración en el templo de Hathor en Serabit el Khadim, en las minas de turquesa del Sinaí.

El interés del rey por los dioses solares se puede documentar en todas sus campañas constructivas y también en sus inscripciones. En Guiza se dedicó no a un alarde de capacidad ecuestre y de arquería, sino al dios Horemakhet y el culto helipolitano. En la Estela de la Esfinge no hace referencia a Amón-Ra, permitiendo que la deidad septentrional (Horemakhet-Khepri-Ra-Atum) dominara tanto en su función de dios sol como de legitimador regio. Dado que Amón, incluso en la Estela de la Esfinge de Amenhotep II, era el primigenio dios creador y el dios que determinaba la realeza, su omisión por parte de Tutmosis seguramente fue deliberada, quizá se trató tanto de un reflejo de la creciente importancia de los dioses helipolitanos como de la influencia política del propio norte como centro administrativo de Egipto.

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