Read Historia del Antiguo Egipto Online

Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock

Tags: #Historia

Historia del Antiguo Egipto (57 page)

BOOK: Historia del Antiguo Egipto
4.82Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

El documento más importante de todo el reinado de Tutankhamon es la llamada Estela de la Restauración, que ofrece una descripción extremadamente negativa del estado en el que las reformas de Akhenaton habían dejado al país: como los templos de los dioses se habían convertido en ruinas y sus cultos abolidos, los dioses habían abandonado Egipto; si se les rezaba, no respondían, y cuando el ejército fue enviado a Siria para ampliar los límites de Egipto, no tuvo éxito. La importancia de esta última frase quizá explique por qué el ejército dejó de apoyar la política amárnica. Durante el reinado de Akhenaton, los hititas, que se habían convertido en la principal potencia del norte, derrotaron a Mitanni, el aliado egipcio. Esto provocó que algunos vasallos egipcios, sobre todo Aziru de Amurru, intentaran crear un nuevo Estado tapón independiente entre ambas superpotencias rivales. Egipto había comenzado a perder algunos de sus territorios más septentrionales y el ejército, limitado a acciones de policía en Siria, era incapaz de hacer nada al respecto. Evidentemente, con el ascenso al trono de Tutankhamon estas limitaciones desaparecieron, pues los relieves del patio interior de la magnífica tumba menfita de Horemheb afirman que su nombre «adquirió fama en la tierra de los hititas», lo cual sugiere que al comienzo del reinado del joven faraón, Horemheb estuvo implicado en confrontaciones militares con los hititas. Estas escaramuzas, así como otras posteriores, no consiguieron establecer un nuevo equilibrio de poder. Por otra parte, los simultáneos intentos de reafirmar la autoridad egipcia en Nubia, documentados en estos mismos relieves, probablemente tuvieron más éxito.

En el propio Egipto se puso en marcha una campaña para restaurar los templos tradicionales y reorganizar la administración del país. La empresa estuvo encabezada por el tesorero jefe de Tutankhamon, Maya, enviado a una importante misión: recorrer los templos desde el delta hasta Elefantina para cobrar impuestos sobre sus ingresos, que se habían desviado hacia los templos de Atón. Algunas de las medidas descritas posteriormente en el Texto de Coronación de Horemheb y en su gran edicto de Karnak se aplicaron en realidad durante el reinado de Tutankhamon. Maya también fue responsable de la gradual demolición de los templos y palacios de Akhenaton, primero en Tebas y después también en Amarna. La mayor parte de los
talatat
terminaron sus días en los cimientos y pilonos de los nuevos trabajos constructivos de Luxor y Karnak. Como supervisor de los trabajos en el Valle de los Reyes, Maya de encargaría de organizar el traslado de los restos mortales de Akhenaton a un pequeña tumba sin decorar del valle (asumiendo que el cuerpo encontrado en la KV 55 sea de hecho el de Akhenaton, como parece probable); posteriormente sería el responsable de los enterramientos de Tutankhamon y su sucesor, Ay (1327-1323 a.C.), así como de la reorganización del poblado de los trabajadores de Deir el Medina en el momento de comenzar los trabajos en la tumba de Horemheb.

Los reinados de Ay y Horemheb

Los acontecimientos que rodean la muerte de Tutankhamon todavía no están muy claros. El rey murió de forma inesperada en su décimo año de reinado, en un momento en que Egipto estaba envuelto en un enfrentamiento importante con los hititas que terminó con una derrota egipcia en Amqa, cerca de Qadesh. Las noticias del desastre llegaron a Egipto aproximadamente cuando se produjo la muerte de Tutankhamon. No sabemos si el propio Horemheb encabezó las tropas egipcias en la batalla; pero el hecho de que no parezca haber tomado parte en los funerales de Tutankhamon, a pesar de su papel de regente y presunto heredero, da que pensar. En vez de él fue Ay, un importante consejero de la corte y uno de los funcionarios en los que más confiaba, puede incluso que fuera familiar de la esposa de Amenhotep III, la reina Tiye, quien se encargó de las exequias y poco después ascendió al trono. Aparentemente lo hizo como una especie de rey interino, pues la viuda de Tutankhamon, Ankhesenemon, estaba intentando negociar una paz con los hititas. De hecho, escribió a su rey, Supiluliuma, pidiéndole un hijo para casarse con él y convertirlo en rey de Egipto, de modo que Egipto y Hatti se unificaran en «un solo país»; un paso extraordinario que posiblemente fuera instigado por Ay. Esta petición levantó muchas sospechas en la corte hitita, y cuando finalmente Supiluliuma se convenció de que las intenciones de la reina egipcia eran honorabies y envió a su hijo Zannanza a Egipto, el desgraciado príncipe fue asesinado
en route
, quizá por fuerzas leales a Horemheb acantonadas en Siria. El resultado fue una prolongada guerra con los hititas.

El rey Ay, que debía de ser bastante mayor cuando ascendió al trono, gobernó durante al menos tres años completos. Una fragmentaria carta cuneiforme parece sugerir que intentó arreglar la situación con los hititas, negando cualquier responsabilidad en la muerte del príncipe, pero sin éxito. También realizó un esfuerzo consciente para impedir que Horemheb ejerciera sus derechos tras su muerte y nombró a un comandante del ejército llamado Nakhtmin (posiblemente su nieto) como su heredero. A pesar de ello Horemheb consiguió sentarse en el trono tras el fallecimiento de Ay y no tardó en desfigurar los monumentos de su predecesor y destruir los de su rival, Nakhtmin.

Si el camino de Horemheb hacia el trono estuvo plagado de dificultades, su reinado (1323-1295 a.C.) parece que fue bastante tranquilo. No obstante, no conviene olvidar que se conservan pocas inscripciones de la última parte del mismo. Incluso su duración sigue siendo incierta. Su fecha más alta es el año 13; pero basándose en la cronología mesopotámica y dos textos póstumos, son muchos los que afirman que reinó durante cerca del doble de años. Sin embargo, es difícil reconciliar un reinado tan largo con su tumba sin terminar en el Valle de los Reyes (KV 57); aunque ésta no se empezara antes de su año 7. Continuaron los problemas con los hititas respecto a los territorios del norte de Siria y, en torno al año 10, los egipcios realizaron un infructuoso intento por reconquistar Qadesh y Amurru; aunque, como es típico del reinado, nuestras fuentes sean hititas y no textos egipcios. Es posible incluso que Horemheb terminara llegando a un acuerdo con su enemigo, puesto que un texto hitita posterior menciona un tratado que había estado vigente con anterioridad y que se rompió durante los reinados de Muwatalli y Seti I (1294-1279 a.C.).

En Egipto, Horemheb se embarcó en varios proyectos constructivos importantes, entre ellos la Gran Sala Hipóstila de Karnak. Es posible que también comenzara la demolición sistemática de la ciudad de Amarna, todavía habitada por estas fechas, pues allí se encontraron dos fragmentos de piedra (incluida una base de estatua) con sus cartuchos. Se puso en marcha con gran entusiasmo la reorganización del país. El Gran Edicto, que publicó en una estela en el templo de Karnak, enumera una larga lista de medidas legales dictadas para terminar con abusos como la requisa ilegal de barcos y esclavos; el robo de pieles de ganado; los impuestos ilegales sobre granjas privadas; el fraude en los impuestos legítimos; y la extorsión que sufrían los alcaldes por parte de los funcionarios encargados de organizar la visita anual del rey a la fiesta Opet durante el viaje de ida y vuelta de Menfis a Tebas y viceversa. Otros párrafos tratan de la regulación de los tribunales locales de justicia, del personal del harén real y otros empleados del Estado, así como del protocolo de la corte.

Es posible que el rasgo más sobresaliente del reinado de Horemheb sea el modo en que lo legitimó; después de todo no tenía sangre real y, por lo tanto, no podía hacer valer una relación «genealógica» con el dios dinástico, Amón. A menudo se ha afirmado que su reina, una cantante de Amón llamada Mutnedjmet, se puede identificar con una hermana de Nefertiti del mismo nombre, pero esto no es muy probable, porque parece ser que se convirtió en su esposa bastante antes de su ascenso al trono, sin contar con que la capacidad legitimadora de un matrimonio real semejante se hubiera podido cuestionar dadas las circunstancias. En su Texto de Coronación, Horemheb no esconde que su origen no es regio; en vez de ello pone mucho énfasis en el hecho de que, siendo joven, lo eligió el dios Horus de Hutnesu, presumiblemente su ciudad natal, para ser rey de Egipto. A continuación describe cómo fue cuidadosamente preparado para su futura tarea, convirtiéndose en el representante del rey (es decir, de Tutankhamon) y príncipe regente, una afirmación en gran parte sostenida por las inscripciones de su tumba en la necrópolis de Menfis, anterior a su ascenso al trono. Finalmente, es Horus de Hutnesu quien lo presenta a Amón durante la procesión de la fiesta Opet y quien luego procede a coronarlo como rey. De modo que Horemheb accede al cargo de faraón por deseo de su dios personal y mediante elección divina durante una aparición pública de Amón (es decir, mediante un/oráculo). En este aspecto, la coronación de Horemheb se parece a la de Hatshepsut (1473-1458 a.C.), que también fue elegida mediante un oráculo después de haber sido regente. No obstante, la reina podía alardear al menos de su sangre real y, de hecho, subrayó que había sido Anión quien la engendró en la reina madre, una cuestión que Horemheb evita cuidadosamente en su Texto de Coronación.

Ramsés I

Para designar sucesor, tanto Horemheb como los primeros soberanos ramésidas decidieron escoger un heredero de sangre no real. Horemheb, mientras todavía seguía en el trono, nombró príncipe regente al primero de los ramésidas, quien ostentó la mayor parte de los títulos que él mismo había tenido durante el reinado de Tutankhamon. Este hombre, Paramessu, actuó como visir de Horemheb al mismo tiempo que ostentaba varios títulos militares, incluido el de comandante militar de la fortaleza de Sile, un importante fuerte en el camino terrestre que conectaba el delta egipcio con Siria-Palestina. El papel asignado a Paramessu revela de nuevo la preocupación de Horemheb por la situación de los territorios septentrionales de Egipto. La familia de Paramessu procedía de Avaris, la antigua capital de los hyksos, y el papel desempeñado en su carrera por Seth, el dios local de la ciudad (quien había mantenido una estrecha relación con el dios cananeo Baal), parece haber sido comparable al de Horus en la de Horemheb. Siendo así, resulta interesante observar que Horemheb construyó un templo para Seth en Avaris. La familia real ramésida consideraba al dios Seth como su antepasado regio y el fragmento de un obelisco, originario de Heliópolis, pero recientemente descubierto en el lecho marino de la costa de Alejandría, muestra a Seti I como una esfinge con cabeza de animal sethiano realizando ofrendas a Ra-Atum.

Cuando Horemheb murió, aparentemente sin hijos, Paramessu le sucedió como Ramsés I (1295-1294 a.C.). Con él comenzó una nueva dinastía, la XIX, si bien existen algunas pruebas que sugieren que los faraones ramésidas consideraban a Horemheb como el verdadero fundador de la misma. Ramsés I ya era mayor cuando ascendió al trono, puesto que su hijo y probablemente su nieto ya habían nacido. Durante su corto reinado (apenas un año) y puede que incluso antes, su hijo Seti fue visir y comandante de Sile, pero también ostentó varios títulos sacerdotales que lo relacionan con diversos dioses adorados en el delta, incluido el de «gran sacerdote de Seth». En su Texto de Coronación, Horemheb había mencionado que había equipado el recientemente inaugurado templo con sacerdotes «escogidos del ejército», proporcionándoles terrenos y ganado. A partir de otros documentos sabemos que los soldados retirados a menudo recibían cargos sacerdotales y algunas tierras en sus ciudades natales, de modo que Seti puede que no fuera demasiado joven cuando su padre ascendió al trono.

Seti I y la «Restauración»

Ha de concederse a Seti I, que continuó y sobrepasó los esfuerzos de sus predecesores, el crédito de haber realizado el grueso de la restauración de los templos tradicionales. Por todas partes se restauraron inscripciones de los faraones preamárnicos y los nombres y representaciones de Amón borradas por Akhenaton se tallaron de nuevo. También comenzó su propio y ambicioso programa de construcción. En prácticamente todo el país, en especial en los grandes centros religiosos de Tebas, Abydos, Menfis y Heliópolis, se erigieron nuevos templos o se ampliaron los ya existentes. Entre estos últimos se encuentra el templo de Seth en Avaris, una ciudad que no tardaría en convertirse en la nueva residencia en el delta de los soberanos ramésidas. En Karnak, Seti continuó la construcción de la Gran Sala Hipóstila comenzada por Horemheb, conectada con su propio templo mortuorio en Abd el Qurna, situado directamente frente a Karnak, pero al otro lado del río. Junto al templo de Hatshepsut en Deir el Bahari, que restauró, estos edificios proporcionaban un espléndido nuevo telón de fondo para la celebración de la importante y anual Bella Fiesta del Valle, durante la cual Amón de Karnak visitaba a los dioses de la orilla oeste y la gente iba a las tumbas de sus familiares difuntos para comer, beber y disfrutar con su compañía. En Abydos, Seti I construyó un magnífico templo cenotafio para el dios Osiris, siguiendo ejemplos del Reino Medio y comienzos de la XVIII Dinastía. La famosa lista real del templo, donde aparecen mencionados los antepasados reales que participan en el culto de ofrendas para Osiris, proporciona las primeras pruebas de que el episodio amárnico se había borrado completamente de los registros oficiales. En la lista, a Amenhotep III le sigue directamente Horemheb, y otras fuentes nos indican que los años de reinado de los soberanos desde Akhenaton hasta Ay se añadieron a Horemheb.

El programa constructivo de Seti I fue posible porque reabrió varias de las antiguas minas y canteras, incluidas las del Sinaí, y también porque, al igual que sus predecesores, hizo incursiones en Nubia en busca de cautivos que emplear como fuerza de trabajo barata. La seguridad fue otra de las razones de estas campañas nubias, puesto que la financiación de sus proyectos constructivos procedía de la explotación de las minas de oro, tanto aquí como en el Desierto Oriental. Las minas de este último en particular fueron explotadas para el gran templo de Osiris construido por Seti en Abydos; en el año 9 de reinado, la carretera que conducía hasta ellas fue dotada de un lugar de descanso y un pozo nuevo, todo ello para hacer más accesibles las minas más rentables de las regiones más remotas.

Con anterioridad se había contado con los recursos procedentes de los territorios egipcios en Palestina y Siria, por lo que ahora era esencial reafirmar la autoridad egipcia sobre estas zonas. Seti comenzó su año 1 de reinado con una campaña a escala relativamente pequeña contra Shasu, en el sur de Palestina, a la que pronto siguieron expediciones militares más al norte. En una guerra posterior penetró en territorio por entonces controlado por los hititas y logró reconquistar Qadesh, lo que a su vez hizo que Amurru se pasara al lado egipcio. El resultado fue una guerra con los hititas durante la cual se perdieron ambos Estados vasallos, seguida por un período de paz armada. Seti I también fue el primer rey en enfrentarse a las incursiones de las tribus libias a lo largo de la frontera occidental del delta. Estas tribus, cuya principal motivación parece haber sido el hambre, continuaron creando problemas durante el resto del Reino Nuevo, pero poco es lo que se conoce de su primer intento por asentarse en Egipto, además del hecho de que la campaña de Seti contra ellos probablemente tuvo lugar antes de su confrontación con los hititas.

BOOK: Historia del Antiguo Egipto
4.82Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

The Unofficial Suitor by Charlotte Louise Dolan
A Window Opens: A Novel by Elisabeth Egan
World Without End by Ken Follett
The Spring at Moss Hill by Carla Neggers
Chef by Jaspreet Singh