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Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock

Tags: #Historia

Historia del Antiguo Egipto (54 page)

BOOK: Historia del Antiguo Egipto
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La religión del Reino Nuevo

Tal cual se habían ido desarrollando en los siglos anteriores, el dios sol y el rey se encontraban en el corazón del pensamiento teológico y de la práctica cultual egipcios. El recorrido diario del sol, que también era el dios creador primigenio, garantizaba la existencia continuada de su creación. En el templo, el devenir diario del sol por el firmamento se representaba simbólicamente mediante rituales e himnos, cuyo objetivo principal era mantener el orden creado del universo. En este ritual diario el rey representaba un papel crucial; era el principal oficiante, el sacerdote del sol, y poseía un conocimiento íntimo de todo el recorrido diario del dios sol. Cada amanecer era una repetición del «primer momento», es decir, la creación del mundo en el comienzo. El propio Ra sufría un ciclo diario de muerte y resurrección; al atardecer penetraba en el otro mundo, donde era regenerado y del cual renacía cada mañana como Ra-Horakhty. La luz no podía existir sin la oscuridad; sin la muerte no podía haber regeneración ni vida. Los muertos eran regenerados junto al dios sol; se unían a Ra en su viaje diario y pasaban por el mismo ciclo eterno de muerte y renacimiento. Osiris, el dios de los muertos y del más allá, con el que los difuntos se identificaban tradicionalmente, se veía cada vez más como un aspecto de Ra y lo mismo sucede para los demás dioses; si el dios sol era el creador primigenio, entonces todos los dioses procedían de él y, por lo tanto, eran aspectos de él. En este sentido, en la religión del Reino Nuevo hay una tendencia inherente hacia el monoteísmo.

Hacia finales del reinado de Amenhotep III, el culto de muchos dioses, así como el suyo propio como rey deificado, se fue solarizando cada vez más; pero parece que al mismo tiempo el soberano intentó equilibrar este desarrollo encargando un inmenso número de estatuas de multitud de deidades y desarrollando el culto de sus manifestaciones terrenales como animales sagrados. No obstante, en los himnos de final del reinado, el dios sol es separado con claridad del resto de los dioses; él es el dios supremo que se encuentra solo lejos en el cielo, mientras que las demás deidades son parte de su creación, junto a hombres y animales. El sucesor de Amenhotep III no tardó en encontrar una solución radicalmente distinta al problema de la unidad y la pluralidad.

Si bien la sede del gobierno durante el Reino Nuevo fue la capital septentrional, Menfis, los reyes de la XVIII Dinastía eran originarios de Tebas, y la ciudad continuó siendo el centro religioso más importante del país. Su dios local, Anión («El oculto»), se había asociado al dios sol Ra como Amón-Ra, rey de los dioses, que era adorado en todos los grandes templos de Egipto, incluido el de Menfis. El rey era el hijo carnal de Anión, nacido de la unión del dios con la reina madre, en un matrimonio sagrado que se recreaba ritualmente cada año durante la fiesta Opet en el templo de Anión en Luxor. Durante las grandes procesiones que formaban parte de esta importante fiesta, el rey era públicamente aclamado como la encarnación terrenal de Amón; de este modo, el rey y el dios quedaban íntimamente relacionados mediante una poderosa amalgama de lazos religiosos y políticos. Todo esto había convertido a Amón-Ra en el dios más importante del país, cuyo templo recibía una parte sustancial de la riqueza de Egipto y cuyos sacerdotes habían adquirido un considerable poder político y económico. También esto cambiaría rápidamente durante el reinado del sucesor de Amenhotep.

Amenhotep IV y Karnak

No hay duda de que Amenhotep IV fue oficialmente coronado por Anión de Tebas, puesto que es descrito como «aquél a quien Amón ha escogido (para aparecer en gloria durante millones de años)» en algunos escarabeos de principios de su reinado; pero esta simbólica referencia a Anión no puede ocultar el hecho de que el nuevo rey estaba claramente decidido, desde el momento mismo de su acceso al trono, a seguir su propio camino. Cuándo tuvo lugar exactamente su llegada al trono sigue siendo objeto de controversia. Resulta evidente que en un principio no estaba pensado que Amenhotep sucediera a su padre, pues de la primera parte del reinado de Amenhotep III se conoce un príncipe heredero llamado Tutmosis. Amenhotep aparece mencionado como «verdadero hijo del rey» en uno de los múltiples tapones de barro para jarras encontrados en el palacio de su padre en Malkata, la mayoría de los cuales están asociados a las tres fiestas
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(jubileos) celebradas por Amenhotep III durante los últimos siete años de su reinado. Las opiniones están divididas respecto a la posibilidad de una corregencia entre Amenhotep III y Amenhotep IV; algunos especialistas consideran que este período de gobierno conjunto duró unos doce años, otros admiten como mucho la posibilidad de un corto solapamiento de uno o dos años, mientras que la mayoría lo rechaza por completo.

Amenhotep IV comenzó su reinado con un importante programa constructivo en Karnak, el centro mismo del culto a Amón. El emplazamiento exacto de sus templos se desconoce, pero algunos, quizá todos, estaban situados al este del recinto de Amón y orientados en esa misma dirección, es decir, hacia el lugar de salida del sol. Sin embargo, los templos que comenzó a construir aquí y en otros lugares no estaban dedicados a Amón, sino a una nueva forma del dios sol cuyo nombre oficial era «El viviente, Ra-Horus del horizonte, que se regocija en el horizonte en su identidad de luz, la cual se encuentra en el disco solar»; una larga fórmula que no tardó en quedar rodeada por dos cartuchos, igual que los nombres del rey, y que en las inscripciones reales a menudo venía precedida por las palabras «mi padre vive». El nombre del dios podía ser abreviado a «El disco solar viviente» o de forma más sencilla «El disco solar» (o, utilizando la palabra egipcia, Atón). La palabra en sí misma no era nueva, pues había sido utilizada con anterioridad para referirse al cuerpo celeste del sol. Durante el reinado de Amenhotep III este aspecto del dios sol se había vuelto cada vez más importante, sobre todo en los últimos años de su gobierno. En las fiestas
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del rey, su yo deificado había sido identificado con el disco solar y en varias inscripciones, la más clara de ellas en el pilar dorsal de una estatua recientemente descubierta, el rey se llama a sí mismo «El brillante Atón». Originalmente, esta «nueva» forma del dios sol era representada de la forma tradicional, como un hombre con cabeza de halcón coronado por un disco solar, pero a comienzos del reinado de Amenhotep IV esta iconografía se abandonó en favor de un modo radicalmente nuevo de representar al dios: un disco con rayos que terminaban en manos que tocaban al rey y a su familia, tendiéndoles símbolos de vida y poder y recibiendo sus ofrendas. Si bien Atón claramente adquiere preferencia sobre los otros dioses, todavía no parece reemplazarlos por completo.

Uno de los templos de Karnak está dedicado a la fiesta
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, un hecho notable, porque por lo general los reyes no celebraban su primer jubileo hasta su trigésimo año de reinado. Desgraciadamente, no hay indicios de la fecha exacta de esta fiesta de Amenhotep IV, pero tuvo lugar durante los primeros cinco años de reinado, posiblemente en torno al año 2 o 3; si es así, es posible que se repitiera a intervalos regulares de tres años tras la última fiesta
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de Amenhotep III, que se celebró poco antes de su muerte. Esto proporcionaría un argumento más en contra de la corregencia entre Amenhotep III y Amenhotep IV. Ahora Atón, que aparece en cada uno de los episodios de los rituales del jubileo representados en los muros del nuevo templo, es idéntico al solarizado y difunto Amenhotep III, y la fiesta
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celebrada por su hijo es tanto una fiesta para Atón como para el nuevo rey, aunque obligatoriamente este último sea el protagonista de los rituales. Atón es el «padre divino», que gobierna Egipto como corregente celeste de su encarnación terrenal: su hijo. El jubileo de Karnak no se consideró la primera fiesta
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oficial de Amenhotep IV, como lo demuestra una inscripción posterior, en la cual un cortesano de Amarna expresa en sus oraciones funerarias su deseo de ver al rey en «su primer jubileo», lo cual indica claramente que esa fiesta todavía no había tenido lugar.

Otro rasgo extraordinario de los edificios de Karnak construidos por Amenhotep IV es la importancia sin precedentes de la esposa del rey, Nefertiti, en la decoración y, por lo tanto, en los rituales que tienen lugar en ellos. Una estructura está dedicada por completo a ella, estando ausente de los relieves su esposo real. Nefertiti recibe un nuevo nombre, Neferneferuaton y es ella, a menudo acompañada por su hija mayor, Meritaton, la que realiza muchos rituales que hasta entonces habían estado reservados para el rey, incluido el de «presentar Maat» (mantener el orden en el universo) y «golpear a los enemigos» (someter a los poderes del caos). En esta temprana etapa del reinado no es tanto que esté actuando como corregente oficial de su esposo, sino que la pareja real junta representa a los míticos mellizos llamados en la religión tradicional Shu y Tefnut, la primera pareja de divinidades surgidas del andrógino dios creador Atum. La tríada original estaba formada por Atum, el padre primigenio, su hijo Shu y su hija Tefhut, y ahora se sustituye por Atón como padre y el rey y la reina como sus hijos. La iconografía única de ambos reyes presente en la estatuaria y los relieves refleja esta nueva interpretación de su categoría divina.

Akhenaton y Amarna

A comienzos de su quinto año de reinado, Amenhotep IV decidió cortar todos los lazos, tanto con la tradicional capital religiosa de Egipto como con su dios, Amón, para construir una ciudad completamente nueva en terreno virgen que estaría dedicada exclusivamente al culto de Atón y sus hijos. Al mismo tiempo cambió su nombre por el de Akhenaton, que significa «Aquél que actúa efectivamente en bien de Atón» o quizá «Manifestación creativa de Atón». La nueva ciudad, hoy día conocida como Amarna, se llamó Akhetaton, «Horizonte de Atón»; es decir, el lugar donde Atón se manifiesta y donde actúa por intermediación de su hijo, el rey, que es «el hijo perfecto de Atón vivo». No sabemos si detrás de esta drástica decisión hubo motivos políticos además de religiosos, aunque el rey parece insinuar la existencia de una oposición a sus reformas religiosas en un decreto inscrito en un grupo de «estelas de frontera» que definen el territorio de Akhetaton. Por lo tanto, oposición sí existió, sobre todo entre la clase dirigente de los desposeídos sacerdotes del templo de Amón en Tebas, y probablemente también en otros lugares. Antes incluso del traslado a Akhetaton, algunos de los ingresos de los cultos establecidos se transfirieron al culto de Atón y la situación se deterioró aún más cuando el rey abandonó la ciudad de Amón en favor de su nueva capital.

Antes de estudiar esta ciudad, sus habitantes y la nueva religión atoniana tal cual era practicada allí, debemos resumir brevemente los principales acontecimientos políticos del reinado de Akhenaton. No conocemos con exactitud cuándo fijó su residencia en Akhetaton; pero posiblemente fue al cabo de un año o dos de su fundación; los juramentos realizados entonces por el rey respecto a los límites del territorio de la ciudad fueron renovados en el año 8 de reinado. Tan pronto como se realizó el anuncio de su decisión de trasladarse, cesaron todas las actividades constructivas en Tebas, aunque el nombre original del rey fue borrado de las inscripciones y reemplazado por el nuevo.

Una vez Akhenaton estuvo firmemente asentado en su nueva residencia, se produjo una nueva radicalización de sus reformas religiosas. En el año 9, la fórmula oficial de Atón se cambió a «El viviente, Ra, soberano que ha regresado como el disco solar». Como resulta evidente, al mismo tiempo que se deshacía del nombre de Horus, demasiado apegado a los conceptos tradicionales, la nueva fórmula ponía aún más énfasis en la relación padre-hijo entre Atón y el rey. Es probable que al mismo tiempo que este cambio tenía lugar, los dioses tradicionales fueran prohibidos por completo y comenzara una campaña para borrar de los monumentos sus nombres y efigies (sobre todo los de Amón); una tarea hercúlea que sólo pudo llevarse a cabo con el apoyo del ejército. Los templos estatales tradicionales se cerraron y los cultos de sus dioses se suspendieron. Pero lo que quizá sea más importante es que sus fiestas, con las procesiones y las vacaciones públicas, dejaron también de celebrarse.

Durante mucho tiempo se ha subestimado el papel del ejército durante el Período Amárnico, en parte porque se pensaba que Akhenaton era pacifista. No obstante, recientemente se ha reconocido que el programa regio de reformas políticas y religiosas nunca podría haber tenido éxito sin un activo apoyo militar, pero también que en el año 12 Akhenaton envió a su ejército al extranjero para aplastar una rebelión en Nubia. Se ha sugerido que pudo haber estado implicado en un enfrentamiento con los hititas, quienes durante el reinado de Akhenaton derrotaron al Imperio hurrita de Mitanni, el aliado de Egipto, destruyendo así el cuidadosamente mantenido equilibrio de poder que había existido durante varias décadas. No obstante, el archivo diplomático de Akhetaton (las «Cartas de Amarna») muestra que, por lo general, la actividad militar egipcia en el norte de Siria tuvo forma de limitadas acciones de control, cuyo objetivo principal era prevenir que los volátiles estados vasallos cambiaran de bando. En el año 12 también tuvo lugar una gran ceremonia, durante la cual el rey recibió tributo de «todos los países extranjeros reunidos juntos como si fueran uno solo»; un acontecimiento que muy bien pudo estar relacionado con la campaña nubia de ese mismo año.

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