Historia del Antiguo Egipto (55 page)

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Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock

Tags: #Historia

BOOK: Historia del Antiguo Egipto
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Las mujeres de la realeza durante el Período Amárnico

Aproximadamente al mismo tiempo que tenían lugar estos acontecimientos políticos, se produjo un cambio importante en el seno de la familia real. Hasta el momento Nefertiti había dado a luz seis hijas y ningún hijo y, a pesar de que nunca perdió su posición principal como «gran esposa real», por entonces apareció en escena en Akhetaton una segunda esposa de Akhenaton. A menudo se ha especulado que se trataba de una princesa mitannia, pero el nombre Kiya es perfectamente egipcio y no hay nada que sugiera un origen extranjero. Se le concedió el recién creado título de «esposa muy amada del rey», que la distinguía tanto de las demás mujeres del harén real como claramente de Nefertiti. En el año 12 de reinado o poco antes desaparece de forma repentina de los monumentos, su nombre fue borrado de las inscripciones y reemplazado por los de las hijas de Akhenaton, con mayor frecuencia el de Meritaton; lo mismo sucedió con sus imágenes. Dado que hasta el magnífico ajuar funerario preparado para ella, incluido un espléndido ataúd antropomorfo, fue adaptado para otra persona de la familia real, lo más probable es que en un momento dado Kiya cayera en desgracia, quizá por haberse convertido en una rival importante de Nefertiti después de haberle dado a Akhenaton no sólo una hija más, sino también quizá un heredero. No hay pruebas tangibles que apoyen esta teoría, a excepción de una única inscripción de aproximadamente esta época que menciona «el hijo carnal del rey, amado de él, Tutankhaton» (el futuro rey Tutankhamon [1336-1327 a.C.]), que casi con total seguridad era hijo de Akhenaton, pero no de Nefertiti.

La influencia de Nefertiti se incrementó todavía más durante la última parte del reinado, cuando se convirtió en corregente oficial de su esposo con el nombre de Neferneferuaton y el nombre de coronación de Ankh(et)kheperura; su papel como reina consorte fue adoptado por su hija mayor, Meritaton. Desconocemos los motivos que llevaron a Akhenaton a nombrar una corregente, un paso dado sólo en circunstancias excepcionales. Quizá la oposición a su régimen en algún lugar del reino (es decir, en Tebas) amenazaba con des controlarse, lo cual hizo necesario contar con alguien que pudiera actuar como rey e incluso fijar su residencia fuera de Amarna; en cualquier caso, un grafito tebano del año 3 del reinado de la soberana revela que Neferneferuaton poseía una «Casa de Ankhkheperura en Tebas» y empleaba a un «escriba de las ofrendas divinas de Amón», un claro indicio de que se había realizado un intento de reconciliación con los antiguos cultos. La mayor parte de este texto consiste en la oración del escriba a Amón, con conmovedor llamamiento al dios para que regresara y despejara la oscuridad que se había cernido sobre sus seguidores.

No está claro si Nefertiti sobrevivió o no a Akhenaton, que murió a comienzo de su año 17. En algunas inscripciones de finales del Período Amárnico encontramos a un efímero soberano llamado Esmenkhara, con prácticamente el mismo nombre de coronación que Nefertiti/Neferneferuaton; en una o dos raras representaciones aparece acompañado por su reina, Meritaton. La identidad de Esmenkhara es incierta. Muchos especialistas siguen considerándolo el sucesor masculino de Nefertiti, quizá un hermano pequeño o incluso otro hijo de Akhenaton; pero hay muchas probabilidades de que en realidad no fuera otro que la propia Nefertiti, que, al igual que Hatshepsut antes que ella, asumió una personalidad masculina y gobernó en solitario durante un breve período de tiempo tras la muerte de Akhenaton, actuando Meritaton en el papel ceremonial de «gran esposa real». Es probable que el sucesor de Akhenaton no le sobreviviera durante mucho tiempo y, al morir, él o ella fuera sucedido en el trono por el muy joven Tutankhaton, el único miembro varón que quedaba de la familia real. A comienzos de su reinado, tanto él como su reina, su hermanastra Ankhesenpaaton, abandonaron Amarna y restauraron los cultos tradicionales. Con él llegó a su fin uno de los períodos más importantes de la historia egipcia.

El arte y la arquitectura del Período Amárnico

Las primeras imágenes de Amenhotep IV lo muestran con el estilo tradicional, muy similar al utilizado para representar tanto a Tutmosis IV como a Amenhotep III; pero poco después de su ascenso al trono el soberano pasó a ser representado con un rostro delgado y largo, de mejillas protuberantes y labios gruesos, con el cuello alargado, pechos casi femeninos, vientre redondo y protuberante, caderas anchas, muslos gruesos y piernas largas y flacas. Al principio el nuevo estilo estaba muy restringido, pero en la mayor parte de los monumentos tebanos, y durante los primeros años en Amarna, los rasgos del rey fueron representados de un modo tan exagerado que le hacían parecer casi una caricatura; avanzado el reinado se desarrolló un estilo mucho más equilibrado. No se trataba sólo de Akhenaton, también Nefertiti y sus hijas fueron representadas con el nuevo estilo, al igual que el resto de personas, pero en este caso de forma menos exagerada. No resulta nada sorprendente, porque las representaciones de los particulares siempre han seguido los modelos artísticos de los reyes de su época, y Akhenaton en concreto puso mucho énfasis en el hecho de que él era «la madre que da a luz todo», que había «creado a sus súbditos con su
ka
». Era un dios creador sobre la tierra, que daba forma a la humanidad a su propia imagen y semejanza.

Pocas dudas caben sobre el hecho de que el particular modo en que Akhenaton se representaba a sí mismo, a su familia y en menor grado al resto de los seres humanos en los monumentos refleja hasta cierto punto su aspecto físico real, si bien en un estilo exagerado que ha sido definido como «expresionismo» o incluso «surrealista». Las inscripciones nos informan de que fue el mismo soberano quien instruyó a sus artistas en el nuevo estilo. No sólo la figura humana se vio afectada por él, sino también el modo en que interactuaban entre sí. Las escenas de la familia real muestran una intimidad nunca vista antes en el arte egipcio, ni entre particulares ni mucho menos en la familia real. Se besan y abrazan bajo los benéficos rayos de Atón, cuyo amor domina toda su creación. Otro rasgo característico del estilo amárnico es su extraordinario sentido del movimiento y la velocidad, una «relajación» y libertad de expresión cuya influencia se dejaría sentir en el arte egipcio durante siglos.

De un modo distinto, la velocidad también fue el factor determinante de una nueva técnica constructiva. Las primeras estructuras de Amenhotep IV 11.emplearon los grandes sillares de arenisca tradicionales en las paredes de los templos; pero éstos no tardaron en ser reemplazados, tanto en Tebas como en Amarna, por bloques mucho más pequeños, los llamados
talatat
, con unas dimensiones típicas de 60 X 25 centímetros, es decir, lo bastante pequeños como para ser transportados por un solo hombre. Se consiguió así hacer mucho más fácil la construcción de grandes edificios en un espacio de tiempo relativamente corto. El nuevo sistema fue abandonado tras el Período Amárnico, quizá porque se había descubierto que los relieves tallados en muros construidos con estos bloques pequeños, al necesitar grandes cantidades de enlucido para cubrir los huecos entre los sillares, no soportaban el paso del tiempo tan bien como los muros de construcción tradicional. Además, los sucesores de Akhenaton no tardaron en darse cuenta de que se necesitaba aún menos tiempo y esfuerzo para desmantelar los edificios construidos con
talatat
.

La «relajación» del estilo artístico amárnico quizá encuentre paralelismos en el plano de la ciudad de Akhetaton, al menos en cuanto a los barrios residenciales se refiere. A pesar de que se trata de una ciudad de nueva planta, no fue construida siguiendo una rígida cuadrícula ortogonal, como la ciudad de Kahun en el Reino Medio, que refleja la muy estructurada y burocrática sociedad de la época. La disposición de Amarna se parece mucho más a un grupo de pequeños poblados reunidos en torno a casas, grandes y pequeñas, agrupadas de forma flexible y cada una con sus propios edificios subsidiarios, como silos de grano, cuadras, cobertizos y talleres. El tamaño de cada vivienda va parejo a la riqueza y categoría de sus dueños. Muchas de ellas poseen su propio pozo, un rasgo único de esta ciudad, lo que hacía que sus habitantes fueran independientes del Nilo para su suministro diario de agua. En general, Amarna da la impresión de ser una ciudad que hubiera crecido con el paso del tiempo y no como resultado de una cuidadosa planificación.

Ni que decir tiene que los templos y palacios son algo completamente distinto. Ambos están estrechamente relacionados con las ideas religiosas de Akhenaton y por este motivo los diseñaba y planificaba el propio rey en estrecha colaboración con los arquitectos y artistas que trabajaban bajo su «instrucción» personal, como las inscripciones nunca se cansan de repetirnos. Aquí no podemos describir estos edificios en detalle, pero sí debemos mencionar algunos rasgos importantes. El primero de todos es que Akhenaton y su familia vivían a cierta distancia de la ciudad principal, en lo que hoy se conoce como el Palacio Ribereño Norte. Una larga y espaciosa avenida, el «camino real», recorría 3,5 kilómetros en línea recta, pasando por el Palacio Norte (la residencia de la reina), hasta la Ciudad Central, con sus dos palacios (uno de ellos utilizado entre otras cosas para las ceremonias estatales, como la recepción de enviados extranjeros, y el otro como palacio de trabajo con una «ventana de apariciones», a través de la cual el faraón recompensaba a sus funcionarios leales) y sus dos grandes templos de Atón. De ellos, el Gran Templo de Atón era el equivalente amárnico del gran recinto de Amón-Ra en Tebas; constaba de varios edificios distintos, incluida una estructura con una piedra
benben
, el símbolo sagrado del sol, cuyo arquetipo se encontraba en el templo de Ra en Heliópolis. Este es uno de los indicios que nos indica la influencia de la teología heliopolitana en el pensamiento de Akhenaton; el otro es que el rey había planeado en Amarna un cementerio para los toros sagrados Mnevis de Ra-Atum de Heliópolis. El otro templo de Atón era mucho más pequeño y se encontraba inmediatamente al sur del palacio de trabajo del rey. Parece que estaba dedicado tanto al rey como a Atón y puede que sea el equivalente a los tradicionales templos de millones de años y, al igual que este tipo de templos en la orilla occidental de Tebas, sirviera de capilla funeraria para Akhenaton, pues estaba orientado hacia la entrada del
wadi
en el que está situada la tumba real.

La diferencia más evidente entre, por un lado, el templo de Atón, tanto el de Amarna como el de Tebas, edificado algún tiempo antes, y por el otro, los templos tradicionales, es que los primeros eran a cielo abierto. Un templo tradicional típico comienza con un pilono y un patio abierto con peristilo, seguido por una sucesión de patios y habitaciones que se van haciendo más pequeñas y oscuras de forma gradual, según va penetrando el fiel dentro del edificio. En la habitación más profunda, la imagen del dios se guardaba en un santuario que la mayor parte del tiempo permanecia en la más completa oscuridad. En cambio, el dios de Akhenaton estaba allí para que todo el mundo lo viera y por tanto no necesitaba una imagen de culto. Las únicas estatuas que se encuentran en los templos atonianos eran representaciones de Akhenaton y de los demás miembros de la familia real. En la arquitectura de estos templos se realizó un esfuerzo deliberado por crear las menos sombras posibles; incluso los dinteles de las puertas se dejaban abiertos en el medio. Estos dinteles «rotos» eran una innovación arquitectónica que continuó utilizándose hasta la época grecorromana en ciertas puertas de acceso a templos. El rey adoraba a su dios en patios abiertos repletos de una gran cantidad de pequeños altares, sobre los cuales se realizaban ofrendas a Atón. El motivo de tantos altares es un misterio, pero quizá la explicación más verosímil es que se trata de altares para los muertos, que eran alimentados en los templos como parte del culto diario.

La luz era el aspecto más esencial de Atón, que era un dios de la luz que emergía del disco del sol y mantenía vivos a todos los seres mediante una creación continua. Era el dios creador que gobernaba el mundo como rey celestial. Del mismo modo que Atón era el rey del mundo, Akhenaton era el rey de sus súbditos. Su «procesión» diaria, cuando conducía su carro a lo largo del camino real desde el Palacio Ribereño Norte hasta la Ciudad Central, reemplazó a las tradicionales procesiones divinas, durante las cuales los habitantes de una ciudad podían entrar en contacto con las divinidades, cuyas estatuas por lo general quedaban ocultas a su vista en el templo. Akhenaton era, como su nombre indica, la «creativa manifestación de Atón», a través del cual Atón realizaba su benéfico trabajo. Fue el rey quien «hizo» a la humanidad y sobre todo a su élite, a la cual eligió él mismo. En sus inscripciones, estos funcionarios niegan sus orígenes verdaderos, a pesar de que algunos de ellos seguramente procedían de familias influyentes; todos ellos se presentan como pobres y desdichados huérfanos que le deben toda su existencia al rey, que los «ha creado con su ka». El trabajo del faraón se equiparaba a la inundación anual del Nilo, que mantenía a la humanidad y al resto de seres vivos. La piedad personal se asimiló por completo a una lealtad total hacia el propio Akhenaton. En sus casas particulares, la élite de Amarna tenía pequeños santuarios con altares y estelas de la familia real, que reemplazaban a los antiguos santuarios domésticos para las deidades locales.

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