Read James Potter y La Maldición del Guardián Online
Authors: George Norman Lippert
—Es mi hermano —replicó James—. Interferiré siempre que lo considere oportuno.
—No te estoy amenazando, James —dijo Tabitha, la sonrisa desapareció de su voz—. Te estoy haciendo el favor de advertirte. Tu hermano es especial. Bien podría ser que nosotros los Slytherins fuéramos la única Casa que pueda reconocer eso. Albus tiene un destino. Te digo esto como amiga: si alguien intenta interponerse en el camino de ese destino, aunque seas tú, lo hará por su propio riesgo y cuidado.
James estudió la cara de Tabitha. Parecía notablemente sincera, aunque era difícil confiar en nada de lo que ella dijera.
—¿Qué crees saber tú sobre el destino de Albus?
Tabitha le sonrió un poco de nuevo.
—Eso tendrá que contártelo él si quiere. Aunque sospecho que tampoco él lo ha comprendido aún. Mi consejo, James, es: observar y esperar. Y disfruta del éxito de tu hermano. Eso es lo que él haría por ti.
Con eso, Tabitha se giró, con su túnica balanceándose delicadamente, y abandonó el Gran Comedor.
Después de la cena, Ralph y Rose acompañaron a James a la sala común Gryffindor. De camino, James les habló de su conversación con Tabitha, pero ninguno de los dos pareció particularmente impresionado.
—Así es como habla siempre —dijo Ralph descartando la cuestión—. Incluso algunos de los Slytherins tienden a verla como una reina del drama.
—¿Quieres decir otros aparte de Trenton y tú? —preguntó James, arqueando una ceja.
—Parece que les gusta sinceramente Albus —comentó Rose, atravesando el agujero del retrato—. Tal vez sea cierto. Tal vez Albus es el chico del destino. Aparentemente, ese tipo de cosas se llevan en la sangre, como el cabello oscuro o la habilidad para el Quiddicth.
—No tiene gracia —dijo James, pero no pudo evitar sonreír un poco.
—Deberías bajar conmigo a la sala común Slytherin alguna de estas noches —sugirió Ralph—. Ver por ti mismo como se desenvuelve Albus con todo el mundo. Honestamente, parece encajar bastante bien. No te preocupes más por eso.
Los tres se abrieron paso a través de la atestada sala común, uniéndose a Noah, Damien y Sabrina en un par de sofás en una esquina oscura.
—Precisamente hablábamos de ti, James —proclamó Noah, palmeando el acolchado del sofá a su lado. James se dejó caer en el sofá, feliz de estar entre amigos.
—Hemos tenido una idea —dijo Sabrina sabiamente, golpeándose ligeramente el costado de la nariz.
—¿Tiene algo que ver con la ventana Heracles otra vez? —preguntó Ralph, sonriendo—. Eso fue un gran éxito, hasta entre los Slytherins. Filch todavía no ha podido arreglarlo del todo. La cara de Heracles sigue revertiéndose a la de Malfoy de repente.
—Todo está en el juego de muñeca —dijo Damien orgullosamente, flexionando la mano.
—No, esto es incluso mejor —replicó Noah, inclinándose hacia adelante en el sofá y bajando la voz—. Es este desastre de Debellows que tiene a todo el mundo echando espuma por la boca. Al parecer a la gente no le importa mucho un poco de entrenamiento físico; quiero decir, el tipo tiene razón en que luchar contra las Artes Oscuras a veces requiere un poco de auténtica lucha. Pero todo eso de sin-hechizos para los primeros cursos es demasiado. Y eso nos llevó a pensar...
—¡Esto ya ha ocurrido antes! —dijo Sabrina, golpeando a James en el hombro.
James miró a los Gremlins.
—Me estoy perdiendo algo —admitió.
—En los tiempos de tu padre —replicó Damien, poniendo los ojos en blanco—. El reinado de Umbridge la Terrible. No me digas que nosotros sabemos más de las aventuras de tu padre en la escuela que tú.
—No me sorprendería nada —dijo James, con una sonrisa ladeada—. Al parecer no he leído los libros adecuados.
Rose soltó un ruido molesto.
—Umbridge era la profesora de D.C.A.O. —explicó—. Se negaba a enseñarles ninguna técnica defensiva útil porque era un pelele del Ministerio, cuando el Ministerio estaba intentando aplastar cualquier rumor sobre el retorno de "El Que No Debe Ser Nombrado". —Pronunció el eufemismo con obvio sarcasmo.
—Lo recuerdo —dijo James finalmente, asintiendo con la cabeza—. Pero eso no es lo que pasa con Debellows.
Sabrina interrumpió a James.
—En suma es lo mismo. Así que tu plan es resolverlo del mismo modo.
—Oh, no —dijo James, sacudiendo la cabeza—. De ningún modo. No voy a empezar otro Ejército de Dumbledore. Le dije a Cameron Creevey la otra noche que yo no soy mi padre. No quiero que la gente crea que intento revivir todas sus viejas aventuras.
—No temas —dijo Noah, pasando el brazo alrededor de los hombros de James—. Nadie pensará eso. Por una razón, no podemos utilizar ese nombre.
—Estoy de acuerdo —replicó Damien—. Demasiado anticuado. ¿Tal vez "Ejército de Merlín"?
Sabrina sacudió la cabeza.
—Demasiado copia. ¿Qué tal "Auténtico D.C.A.O.?
—Demasiado largo y demasiado comercial —replicó Damien.
—Mirad —interrumpió Noah—, el nombre no importa. La cuestión es que necesitas saber un montón de cosas. Si no las aprendes hasta que seas tan mayor y excelente como nosotros, será poco y demasiado tarde. Tienes que tomar la cuestión en tus propias manos.
—¡Pero yo no puedo enseñar nada! —exclamó James—. ¡A penas sé nada yo mismo!
—Entonces supongo que tienes que encontrar a alguien que te enseñe —respondió Noah, encogiéndose de hombros.
—¿Por qué no vosotros tres? —disparó James en respuesta.
—Eso no puede ser —dijo Damien llanamente—. Por geniales e inspiradores que podamos parecer, no somos profesores. ¿Has oído hablar de la memoria muscular? Quiere decir que mis manos saben cómo lanzar un hechizo Expelliarmus, pero mi cerebro ya no les sigue el rastro. Sería como intentar explicar cómo caminar. Es ya una segunda naturaleza. El caso es que necesitas a un profesor nato, alguien como tu padre con el Ejército de Dumbledore original.
James se volvió hacia Ralph y Rose.
—¿Vosotros dos no deberías estar hablando, diciéndome lo estúpida e irresponsable que es esta idea?
—La verdad —dijo Rose pensativamente—, creo que tiene bastante sentido. Quiero decir, es cierto que en realidad no estamos aprendiendo nada útil en las clases de Debellows. Especialmente las chicas.
—Y honestamente —añadió Ralph—, yo necesito toda la ayuda que pueda conseguir en magia defensiva. Esa en un área en la que nunca me he podido manejar muy bien.
—Yo puedo atestiguarlo —estuvo de acuerdo James a regañadientes—. Pero aún así, ¡esto podría meternos en un montón de problemas!
—No veo porque —razonó Rose—. Hay un montón de clases extracurriculares y clubs. No es como en los días de nuestros padres cuando Umbridge prohibía que cualquiera practicara hechizos defensivos. Podría ser un club escolar completamente legítimo. Todo lo que tenemos que hacer es conseguir el permiso del director. Podrías preguntárselo tú, James. Después de todo, Merlín te debe una.
James miró fijamente a Rose. Ella se encogió de hombros.
—Eso solo nos deja un problema —comentó Ralph—. ¿Quién nos enseñará?
—Necesitáis a alguien con buenos conocimientos básicos de las artes defensivas —dijo Sabrina—. Alguien que sea un líder nato, con algo de experiencia en auténticas batallas.
A James se le ocurrió una idea. Se hundió lentamente en su asiento.
—¿Qué? —preguntó Rose, frunciendo el ceño.
—Creo que se me acaba de ocurrir quien sería el profesor perfecto —replicó James pesarosamente.
Ralph dijo:
—¿Entonces cuál es el problema?
—Que —dijo James con una sonrisa ladeada—, no creo que esté de acuerdo en hacerlo.
Rose entrecerró los ojos. Después de un momento, sonrió sabedoramente.
—¿Quién? —preguntó Noah.
—No puedo decirlo —respondió James—. Pero si podemos convencerle, os lo haré saber.
Los Gremlins parecieron un poco molestos por el secretismo de James pero satisfechos en general de que su idea hubiera sido adoptada. Después de un rato, el grupo se separó, dejando solo a James, Ralph y Rose en la esquina oscura.
—¿Crees que Cedric lo hará? —preguntó Rose ansiosamente, manteniendo la voz baja.
—¡Oh! —exclamó Ralph, golpeándose la frente—. Sabía que tenía que saber de quién estabais hablando.
—Todo lo que podemos hacer es preguntarle —respondió James—. La gente decía que era un líder nato. Era lo bastante bueno para entrar en el Torneo de los Tres Magos, y superó todos los desafíos, así que tiene bastante experiencia.
—Y desde su perspectiva, lo tiene todo fresco —estuvo de acuerdo Rose.
Ralph preguntó:
—¿Pero dónde podemos encontrarle? El año pasado, simplemente aparecía cuando quería. En realidad no sabemos por donde anda.
James miró fijamente a Ralph, pensando.
—Puede que yo tenga una idea al respecto.
—Deberíamos preguntar al director primero —dijo Rose—. Así, no molestaremos a Cedric a menos que sea por algo seguro. Vayamos juntos; mañana, después del almuerzo. Eso nos dará la oportunidad de pensar en la mejor forma de presentar la idea.
James asintió.
—Suena bien, supongo.
—¿No crees que sea una buena idea? —preguntó Rose, inclinando la cabeza a un lado.
—No, supongo que es buena idea —admitió James—. Solo que odio la idea de que parezca que lo intento demasiado. Ya sabéis, hacer todo como lo hizo mi padre. Como dije a Cameron, yo no soy el del relámpago en la frente.
Rose estudió a James.
—¿Entonces por qué sigues frotándotela?
James dejó caer la mano, comprendiendo de repente que había estado tocándose la frente.
—¿Qué quieres decir?
—Llevas frotándote la frente desde hace unos días —replicó Rose—. Parece un anuncio de Sombrero para el Dolor de Cabeza Haberdasher's.
—Es cierto —añadió Ralph, asintiendo con la cabeza—. Tal vez deberías ponerte más las gafas si el no llevarlas hace que te duela la cabeza.
James estaba algo molesto.
—No son mis malditas gafas. No sé qué es. Solo es que me pica, nada más.
—¿Tienes un picor constante en la frente? —Ralph parpadeó.
—No es "constante" —dijo James. Miró de Ralph a Rose—. ¿Lo es?
Rose parecía un poco preocupada.
—Tal vez deberías ir a ver a Madame Curio a la enfermería, James.
—Eso es lo último que necesito —dijo James, riendo ahogadamente—. No es nada, de verdad. Apenas lo noto. Sin embargo parece un poco raro.
—Has estado pensando demasiado en ello —dijo Rose razonablemente—. Nadie espera que seas tu padre. No te obsesiones.
James estaba de acuerdo, y esperaba que Rose tuviera razón. Cuando se despidió y subió las escaleras, se preguntó por el fantasmal picor de su frente. En realidad no había pensado siquiera en ello hasta ahora, pero era un tanto extraño, ¿no?, sentir un dolor persistente en el lugar donde su padre lucía la famosa cicatriz. De ningún modo iría a preguntar sobre ello a Madame Curio. Ya estaban bastante mal las cosas con Cameron Creevey esperando que disparara fuegos artificiales por el trasero por un lado, y Scorpius Malfoy acusándole de delirios de grandeza por otro. Lo último que necesitaba era que se extendiera el rumor de que a James Potter le estaba saliendo una cicatriz fantasmal con forma de relámpago. Especialmente teniendo en cuenta el hecho de que muy bien podría estar empezando un club semejante al Ejército de Dumbledore de su padre.
Cuando se estaba ya metiendo en la cama, se le ocurrió que, de no haber sido por la conversación que había tenido con Tabitha Corsica y por haber salido de ella preocupado y de mal humor, podría no haber accedido tan fácilmente a la creación del nuevo club de D.C.A.O. después de todo. Sus palabras le habían hecho sentir pequeño y ridículo, pero la idea de empezar un nuevo Club de Defensa le daba importancia de nuevo. ¿Era esa la razón por la que había accedido? Esperaba que fuera una buena idea, pero en realidad, estaba muy preocupado. Había dos pequeños obstáculos que debían superarse para lograr la creación del club. El primero era conseguir la aprobación de Merlín, el segundo era encontrar a Cedric y pedirle que les enseñara. Si alguno de los dos se negaba, el club nunca vería la luz. A James le parecía que había bastantes probabilidades. Pensando en eso, cerró los ojos y se quedó dormido.
Una tarde gris y húmeda saludó a James, Rose y Ralph cuando terminaron su almuerzo del sábado y salieron a los terrenos de la escuela. Era uno de esos extraños días al comienzo del otoño, demasiado caluroso para llevar chaqueta pero con demasiada humedad y brisa para ir sin ella. Rose estaba acurrucada bajo un grueso jersey mientras James y Ralph tiraban piedras al lago, admirando las salpicaduras.