Read James Potter y La Maldición del Guardián Online
Authors: George Norman Lippert
Rose maniobró para colocarse ligeramente delante de James.
—Nosotros, hmm, venimos a pedirle permiso para fundar un club, director.
—¿Qué tipo de club? —preguntó Merlín enérgicamente.
—Bueno, un, hmm, club de... práctica —tartamudeó Rose—. Quiero decir, un club para practicar. Hechizos. Técnicas defensivas y cosas así.
Ralph interrumpió.
—No es que no nos guste el profesor Debellows o algo así. Es genial. Solo queremos... practicar.
—Tengo entendido que el buen profesor prefiere no ser llamado profesor —dijo Merlín, permitiéndose una sonrisita.
—Er, cierto —estuvo de acuerdo Ralph, su cara enrojeció—. Kendrick entonces.
—¿Qué tipo de hechizos tienen intención de practicar? ¿Y quiénes esperan que estén involucrados?
—Todo el que quiera involucrarse —respondió James—. Y solo practicaremos técnicas defensivas básicas. Cosas que aprendimos en nuestras clases el año pasado. Solo practicaremos con muñecos y blancos, nunca unos contra otros. Cualquier profesor que quiera supervisar puede asistir, por supuesto. Aunque creemos que será un poco... hmm, aburrido.
James se detuvo, presintiendo que esto último había sido demasiado. Contaba con el hecho de que ningún profesor deseara ofrecerse voluntario para horas de clases extra solo para vigilar a un atajo de estudiantes lanzando hechizos Expelliarmus a muñecos de madera, pero Merlín era lo bastante rápido como para ver a través de semejante subterfugio. Conociéndole, podría asignar una rotación de profesores carabinas, y probablemente Debellows sería el primero de la lista.
Merlín abría la boca para responder cuando, de repente, el aparato de latón sobre su escritorio se movió. Todo el mundo en la habitación bajó la mirada hacia él. Era algo así como un globo hueco formado por aros de latón interconectados, marcando las latitudes y longitudes del globo. Dentro, una complicada red de engranajes y trinquetes operaban un puntero de plata. El puntero había comenzado a girar, haciendo que el globo rodara ligeramente sobre el escritorio. Después de un momento, el puntero dejó de girar, se movió hacia arriba unas pocas muescas, y se quedó en silencio. Merlín lo miró fijamente.
—¿Qué es...? —empezó Ralph, pero Merlín le interrumpió.
—Pueden proceder con su club, mis jóvenes amigos. Por favor, envíenme una notificación de donde y cuando planean reunirse al igual que una lista de los estudiantes que han decidido involucrarse. Después de todo, ¿qué clase de director sería si no me mantuviera al tanto de tales cosas? —Merlín hacía hecho aparecer un pergamino oficial con el emblema del Hogwarts en lo alto. Garabateó unas cuantas notas en él y lo firmó con una floritura—. Esto debería valer en términos de permiso oficial. Les deseo el mayor de los éxitos.
Ralph miró a James, abrió mucho los ojos y sonrió con alivio.
—Pero director... —comenzó Rose.
—Si me perdonan —dijo Merlín, levantándose—, tengo algunos asuntos inesperados que atender. Odiaría entretenerles, cuando deben tener preparativos que hacer. Por favor, encuentren ustedes mismos las escaleras y cierren la puerta al salir, gracias.
—Gracias, señor —dijo Ralph, dirigiendo a James y Rose hacia la puerta—. ¡No se arrepentirá!
—¡Ralph! —siseó Rose.
Los tres casi tropezaron unos con otros mientras se apiñaban para atravesar el umbral.
—¿"No se arrepentirá"? —susurró Rose a Ralph, rodeándole en el pasillo—. ¿Cómo se te ocurre decirle eso? ¿Quieres que sospeche?
Ralph hizo una mueca.
—¡Estaba nervioso! ¡Demándame! Vamos, salgamos de aquí antes de que cambie de opinión.
James estaba cerrando la puerta cuando se detuvo de repente, abriendo los ojos.
—¡El permiso! —exclamó, mirando de Ralph a Rose—. ¿Alguno de los dos lo cogió?
—Yo no —dijo Ralph—. Creí que lo cogía Rose. Ella estaba más cerca.
—Nos empujaste fuera antes de que pudiera cogerlo, ¡estúpido gigante!
—Yo lo cogeré —dijo James, dándosela la vuelta. La puerta aún no se había cerrado. La empujó ligeramente, asomándose dentro.
—¿Director? —llamó—. Olvidamos el pergamino que nos firmó. ¿Podemos...?
James frunció el ceño y empujó la puerta para abrirla más. El escritorio del director estaba vacío. La habitación parecía estar completamente desierta y casi antinaturalmente silenciosa. Tal vez Merlín había ido a alguna parte por medio de la Red Flu. El aparato de latón de su escritorio debía ser una alarma o recordatorio, avisando de una reunión a la que tenía que asistir de inmediato. James cruzó la oficina y agarró el pergamino del escritorio del director. Cuando se giraba hacia la puerta, le sobrevino un extraño presentimiento. Con un súbito escalofrío, recordó el extraño ramalazo de dolor que se había disparado a través de su frente cuando había estado esperando en el vestíbulo, justo antes de ver que Merlín le estaba mirando a través de la puerta. James podía ver ahora porque la oficina había parecido antinaturalmente silenciosa un momento antes. En la pared más alejada de la habitación, del suelo al techo, había docenas de retratos de directores anteriores. Entre ellos, por supuesto, estaban los retratos de Severus Snape y Albus Dumbledore, aunque como solía pasar, el retrato de Dumbledore estaba vacío. Cada retrato estaba perfectamente inmóvil y silencioso.
Ralph y Rose habían entrado gradualmente en la habitación siguiendo a James. Rose estaba mirando los retratos, con los ojos abiertos y nerviosa.
—Esto sí que es raro —dijo en voz baja.
—Este es el único lugar en la tierra donde una pared llena de pinturas que no se mueven es mala señal —dijo Ralph—. Estoy totalmente de acuerdo contigo, Rose. ¿Qué está pasando aquí? ¿Dónde está Merlín?
James cruzó la habitación y se quedó de pie delante del retrato de Severus Snape. Había hablado con este retrato varias veces el curso anterior, y había sido insultado por él en más de una ocasión. Cautelosamente, extendió la mano y tocó la cara pintada. Pudo sentir la textura de la pintura seca, sentir la pincelada que había dado forma a la nariz aguileña del hombre. La cara no hizo mucho más que parpadear.
Rose jadeó.
—Mirad —dijo, su voz apenas era más que un susurro.
James se giró. La cortina negra una vez más había sido alzada del Espejo Mágico, pero la superficie del espejo ya no mostraba simplemente un remolino de humo plomizo. Mostraba una escena. La visión era nebulosa y lóbrega, como vista a través de una ventana muy sucia y muy imperfecta. James y Ralph se unieron a Rose junto al Espejo y espiaron más allá de sus reflejos, intentando dar sentido a la escena nublada.
La vista parecía atravesar un grupo de árboles nudosos en medio de un bosque espeso. Era muy nebuloso, y los árboles eran lo bastante densos para bloquear la mayor parte de la tormentosa luz diurna. Había un pequeño claro más allá de los árboles más cercanos, y en el centro del claro una especie de monumento, cubierto de musgo y enredaderas. Era alto, delgado y esbelto. Mientras la escena se movía dentro y fuera de la niebla, James pudo ver que el monumento era la estatua de un hombre. La figura de piedra era bastante apuesta, vestida con un traje anticuado. En la base de la estatua había líneas de letras grabadas, pero James no podía verlas bien.
De repente Rose su cubrió la boca, amortiguando un jadeo.
—¡Conozco ese lugar! —susurró—. ¿Pero por qué el Espejo mostraría esto?
James tenía el terrible presentimiento de que conocía el lugar también. Había oído hablar de él pero nunca lo había visto. Muy poca gente que él conocía lo había hecho. En la base de la estatua, justo bajo las palabras ilegibles, estaban talladas tres grandes letras: T.M.R.
—T.M.R. —dijo Ralph interrogativamente, después jadeó—. ¡Tom Marvolo Riddle! ¿Es la auténtica tumba de Voldemort? ¿Quién enterró a un monstruo como él?
—Nadie lo sabe —dijo Rose rápidamente, todavía estudiando la escena fantasmal—. Hubo una donación anónima para los costes del entierro y el monumento, especificando que fuera enterrado como Tom Riddle y no como Voldemort. Ningún cementerio mágico aceptó los restos, sin embargo. Finalmente fue enterrado en una localización secreta en un bosque intrazable. Casi nadie sabe dónde está.
En el espejo, se movió una figura. Los tres estudiantes jadearon al unísono. La figura no había entrado en la escena, no había aparecido. Era como si hubiera estado allí todo el rato, pero nadie lo hubiera notado. Solo cuando se movió ligeramente su presencia se dio a conocer. Vestía una larga capa negra que oscurecía su cara, pero había algo muy inquietante en la tela de la capa. Parecía más un agujero en el espacio, lleno de arremolinado y agitado humo oscuro. El borde harapiento de la capa no llegaba a alcanzar la tierra, y aún así no se veía ningún pie bajo ella. James se estremeció ante la visión de la horrenda figura, pensando en el recorte de periódico que Lucy le había enviado. Este hacía referencia a una "criatura de humo y ceniza". ¿Podía ser esta entidad? ¿Podía ser este el Guardián? La figura alzó un brazo, rebelando una delgada mano blanca. La mano parecía estar haciendo señas. Un momento después, la estatua del joven Voldemort se estremeció. La expresión orgullosa abandonó su cara y sus brazos cayeron como los de una marioneta a la que se le hubieran cortado los hilos. Y entonces, como en la distancia, una voz habló. Llegó a través del Espejo muy débilmente, apenas audible sobre el sonido del viento y el rechinar de los árboles.
—¿Eres tú quien me ha llamado? —preguntó la voz de la entidad encapuchada—. ¿Aquel cuyos motivos, más que los de cualquier otro en esta esfera, una vez fueron acordes con los míos? Revélate.
La estatua habló, y su voz fue muy aguda y brumosa, casi perdida.
—Soy Tom Marvolo Riddle, también conocido como Lord Voldemort, muerto en este mundo hace muchos años, reclamado por el polvo y que pasó al reino del tormento.
—Y aún así —dijo la entidad de la túnica—, tu impronta es lo bastante fuerte como para atraerme. Tus restos mortales no me son de ninguna utilidad; por consiguiente, debes tener intención de decirme quien te superó, para que pueda buscarle a él para mis propósitos.
—El que me superó no es amigo tuyo —declaró la estatua llanamente, su voz casi perdida entre el viento que se alzaba en ese lugar lejano—. Era un muchacho entonces, pero incluso en aquel momento, demasiado fuerte para dejarse tentar por alguien como tú. No te ayudará. Pero hay otros...
La visión del cristal se hacía más débil. James extendió el brazo para tocar el Espejo, inclinándose hacia su interior, pero Rose le detuvo.
—Incluso ahora, están esperando por ti —dijo la voz muerta de Tom Riddle—. Es como dices: Soy un simple eco, un recuerdo, una onda mortecina de una vida pasada. Pero pueden traerte a otro... uno en cuyo corazón late mi propia esencia. Están preparados para ti... te esperan aquí, esta misma noche...
Con eso, otra figura atravesó las ramas, saliendo de entre las sombras de los árboles. James no podía ver la cara de la figura, pero pudo decir que era un hombre. Como la primera figura, estaba vestido con una túnica con capucha, pero a causa de su posición, James no podía verle la cara. Estaba pálido y parecía suspicaz, pero sus ojos parecían resueltos. Los árboles habían empezado a inclinarse y gemir con el incremento del viento. Los sonidos del lugar comenzaron a ahogar las voces distantes. James apenas podía distinguir las palabras del hombre pálido.
—Estamos preparados para ti, oh Amo del Vacío —dijo, extendiendo la mano—. Te hemos estado esperando, como ha hecho el mundo entero. Tu momento se acerca.
De repente, una tercera figura salió de los bosques, en dirección opuesta al hombre pálido. Esta figura estaba también vestida de negro pero era más alta que el hombre pálido. No salió con dificultad del bosque, como había hecho el hombre pálido, sino que se movía con una especie de gracia malevolente, entrando al claro para enfrentarse a la forma amortajada del Guardián. James se sintió totalmente desalentado. Algo en ese modo de andar orgulloso y sin esfuerzo de la figura más alta le hizo pensar en Merlín. El hombre pálido no pareció sorprenderse de ver a la tercera figura, aunque su cautela se incrementó. Sonrió débilmente. El hombre alto y el Guardián intercambiaron palabras, pero un trueno las ahogó. Gordas gotas de lluvia empezaron a caer, y la imagen empezó a emborronarse. De repente, el hombre pálido miró alrededor y después señaló hacia arriba y hacia afuera, y James se quedó sin aliento. Señalaba directamente a James, como si estuviera viéndole a través del Espejo. El hombre pálido le miró directamente a los ojos. El más alto se giró también, pero si era Merlín, James no pudo verlo a causa de la sombra de la capucha. Peor aún, la cara de la estatua también se había girado. La representación de piedra de Tom Marvolo Riddle miró a través del Espejo a James, mostrando una sonrisa vacía y cortante, mostrando todos sus dientes.
James se tambaleó hacia atrás, alejándose del Espejo, y tropezó con el escritorio. Apenas oyó a Ralph y Rose llamándole, agarrándole, intentando tirar de él hacia la puerta.
—¡Vamos! —gritó Rose frenéticamente—. ¡Tenemos que salir de aquí! ¡Nos han visto! ¡Y parece como si vinieran hacia aquí! ¡Ya vienen!
Los ojos de James se abrieron de par en par. De repente se giró, bajando la mirada al escritorio tras él. El Libro de Concentración estaba abierto. Solo había una anotación en la página, escrita por la propia mano de Merlín: "TUMBA DEL ANFITRIÓN BUSCADO". Sin pensar, James usó ambas manos para cerrar de golpe el libro. Instantáneamente, un trueno resonó justo fuera de la ventana de la oficina. El relámpago titiló y una bocanada de viento frío recorrió la habitación, alzando las cortinas.
—¡Potter! —tañó estridentemente una voz. James giró sobre sus talones. Los retratos volvían a estar todos vivos. La mayoría de ellos miraban alrededor parpadeando. Se arremolinaban pergaminos en el aire mientras el viento recorría salvajemente la habitación, silbando a través de las cortinas. El retrato de Snape fulminaba a James con la mirada, con los ojos muy abiertos y muy negros—. ¿Qué crees que estás haciendo? ¡Esto es magia antigua! ¡Magia como la que nunca has imaginado! Debes abandonar este lugar. ¡Ahora! ¡Rápido!
Ralph agarró a James y tiró, arrastrándole hacia la puerta, que se abrió de par en par por sí misma.
—¡Vamos! —llamó Rose, corriendo a través del umbral y mirando atrás. La puerta empezó a cerrarse de nuevo, separando a Rose de los otros dos. James se lanzó hacia delante, seguido de Ralph. La cara de Snape estaba tensa, temible, cuando James pasó corriendo ante él, deslizándose a través del umbral un momento antes de que la pesada puerta se cerrara con un crujido reverberante.