Komarr (20 page)

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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

BOOK: Komarr
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En deferencia a las costumbres locales, el Virrey barrayarés recibía el título de Consejero Imperial. Como Miles había llegado de incógnito a Serifosa se había librado, o eso había fingido, de tener que hacer una visita de cortesía al diputado regional del Sector Serifosa.

—¿Sólo diez hombres? ¿De guardia continua, toda la semana?

—Eso me temo —Tuomonen sonrió con tristeza—. No pasan muchas cosas en Serifosa, mi señor. Fue una de las cúpulas menos activas en la Revuelta de Komarr, una tradición de apatía política que se ha mantenido desde entonces. Fue el primer Sector del que se retiró la guarnición imperial de ocupación. Uno de mis parientes políticos komarreses achaca la falta de renovación urbana en la sección central de la cúpula al hecho de que la generación anterior no consiguió que fuera arrasada por las fuerzas imperiales.

Aquella vieja y decrépita zona se iba haciendo visible en la distancia, mientras el coche llegaba a lo alto de un arco y se internaba en un tubo de intersección. Giraron y empezaron a descender hacia la parte nueva de Serifosa.

—Con todo, apáticos o no, ¿cómo se adelanta a los acontecimientos?

—Tengo un presupuesto para pagar a informadores. Solíamos pagarles según el trabajo que hicieran, hasta que descubrimos que cuando no tenían noticias reales que vender, se las inventaban. Así que reduje su número a la mitad y puse los mejores en nómina a tiempo parcial. Nos reunimos una vez por semana, y yo les encargo trabajitos de seguridad y charlamos. Trato de hacer que se consideren analistas civiles de bajo nivel, en vez de meros informadores. Parece que eso ha ayudado de manera significativa a la fiabilidad de mi cadena de información.

—Comprendo. ¿Tiene a alguien en el Proyecto de Terraformación?

—No, por desgracia. La terraformación no se considera crítica para la seguridad. Sí tengo gente en el espaciopuerto, en el distrito de las Compuertas, en la policía de la Cúpula, y unos pocos en las oficinas gubernamentales de la Cúpula local. También cubrimos la central de energía, el reciclado atmosférico y el tratamiento de aguas, tanto de manera independiente como en cooperación con las autoridades locales.

»Comprueban a los solicitantes en busca de archivos criminales e inestabilidad psicológica, y nosotros lo hacemos buscando asociaciones políticas potencialmente peligrosas. La terraformación ha estado siempre muy abajo en la lista de mi presupuesto. Los niveles de comprobación de sus empleados están entre los más bajos del servicio civil.

—Hum. ¿Esa política no hace que tiendan a concentrarse los insatisfechos?

Tuomonen se encogió de hombros.

—Muchos komarreses inteligentes siguen sin amar al Imperio. Tienen que ganarse la vida de alguna manera. Para ser aceptados en el proyecto de Terraformación, quizá baste con que amen a Komarr.

Simplemente, no tienen ninguna motivación política para sabotear nada.

Barto se preocupaba por el futuro de Komarr
, había dicho su esposa. ¿Podría estar Radovas entre los insatisfechos? Y si así fuera, ¿qué?

Miles frunció el ceño, aturdido, mientras el coche se detenía en la estación bajo las oficinas del Proyecto de Terraformación.

Como se le había pedido, Tien Vorsoisson les estaba esperando en el andén. Los escoltó como antes a través del atrio del edificio hasta las plantas que eran su dominio; aunque unas cuantas puertas ya estaban abiertas a esta hora de la mañana, fueron los primeros en llegar a la oficina de Vorsoisson.

—¿Tiene alguna preferencia sobre cómo dividir el trabajo? —le preguntó Miles a Tuomonen, mirando alrededor mientras Vorsoisson encendía las luces.

—Conseguí mantener una corta entrevista con Andro Farr esta mañana —dijo Tuomonen—. Me dio los nombres de algunos conocidos de Marie Trogir en el trabajo. Creo que me gustaría empezar por ellos.

—Bien. Si quiere empezar con Trogir, yo empezaré con Radovas, y podemos reunirnos a la mitad. Quiero empezar entrevistando a su jefe, Soudha, creo, administrador Vorsoisson.

—Desde luego, milord Auditor. ¿Quiere usar mi despacho?

—No, creo que quiero verlo en su propio territorio.

—Lo llevaré abajo, pues. Estaré a su disposición en un instante, capitán Tuomonen.

Tuomonen se sentó ante la comuconsola de Vorsoisson y la miró, pensativo.

—Tómese su tiempo, administrador.

Vorsoisson, mirando preocupado por encima del hombro, condujo a Miles al piso de abajo, al departamento de Gestión de Calor Residual. Soudha no había llegado todavía; Miles envió a Tien de vuelta con Tuomonen, y luego caminó lentamente por el despacho del ingeniero, examinando la decoración y los contenidos.

Era un lugar bastante simple. Quizás el jefe del departamento tenía otra zona de trabajo más ocupada en su estación experimental. La estantería de la pared estaba medio vacía, principalmente con discos de gestión y referencias técnicas. Había obras sobre estaciones espaciales y su construcción, sin duda primas cercanas de las cúpulas, pero al contrario que la biblioteca de Radovas, no había textos más especializados sobre agujeros de gusano o matemáticas pentaespaciales que pudieran ser vestigio de los días universitarios de Soudha.

Unos pesados pasos anunciaron la llegada del dueño del despacho; la expresión de curiosidad del rostro de Soudha cuando encontró la oficina abierta y la luz encendida dio paso a un gesto de comprensión cuando vio a Miles.

—Ah. Buenos días, Lord Auditor Vorkosigan.

—Buenos días, doctor Soudha —Miles volvió a colocar el puñado de discos en sus ranuras.

Soudha parecía un poco cansado: quizá no era madrugador. Dirigió a Miles una sonrisa cansada a modo de saludo.

—¿A qué debo el honor de esta visita? —sofocó un bostezo, acercó una silla e indicó a Miles que se sentara—. ¿Puedo traerle un poco de café?

—No, gracias —Miles se sentó, y dejó que Soudha se colocara tras su comuconsola—. Traigo noticias desagradables.

Soudha mostró atención.

—Barto Radovas está muerto —esperó la respuesta de Soudha.

Soudha parpadeó, abriendo la boca.

—Es una sorpresa. Creía que gozaba de buena salud, para su edad. ¿Fue el corazón? Oh, mi pobre Trogir.

—La salud de nadie resiste la exposición al vacío sin un traje de presión, no importa la edad que tenga —Miles decidió no incluir los detalles de los traumas masivos del cadáver, por el momento—. Encontraron su cuerpo en el espacio.

Soudha levantó la cabeza, alzando las cejas.

—¿Creen entonces que tiene alguna relación con el accidente del espejo solar?

¿Por qué si no se tomaría la molestia Miles? Claro.

—Es posible.

—¿Han…? ¿Qué hay de Marie Trogir? —los labios de Soudha se estrecharon, reflexivos—. ¿No dijo usted que…?

—No la han encontrado. Todavía. Los equipos de investigación siguen buscando allá arriba, y SegImp busca ahora por todas partes. Su siguiente tarea, naturalmente, es tratar de situar a la pareja desde la última vez que se les vio, que fue hace varias semanas y aquí, según parece. Necesitaremos la colaboración de su departamento, por supuesto.

—Por supuesto. Es… es realmente un giro inesperado de los acontecimientos. Quiero decir, no importa lo que uno piense de cómo decidieran continuar con sus vidas…

—¿Y cuál es su opinión, doctor Soudha? Me gustaría llegar a saber cómo era ese hombre, y Trogir. ¿Tiene alguna idea?

Soudha sacudió la cabeza.

—Confieso que su relación me pilló por sorpresa. Pero no me meto en la vida privada de mis empleados.

—Es lo que dijo. Pero trabajó usted con ese hombre durante cinco años. ¿Cuáles eran sus intereses externos, sus puntos de vista políticos, sus aficiones, sus obsesiones?

—Yo… —Soudha se encogió de hombros, frustrado—. Puedo darle un informe completo sobre su trabajo. Radovas era un hombre callado, nunca creaba problemas, hacía un trabajo técnico de primera línea…

—Sí, ¿por qué lo contrató usted? Gestión de Calor Residual no parece que fuera su especialidad anterior.

—Oh, tenía mucha experiencia en estaciones… como debe de saber; deshacerse del exceso de calor allá arriba es un desafío corriente para los ingenieros. Me pareció que su experiencia técnica podría ofrecer una nueva perspectiva a nuestros problemas, y no me equivoqué. Estaba muy contento con su trabajo… la Sección Dos de los informes que le entregué ayer era principalmente suya, si quiere examinarlos para ver cómo era ese hombre. Generación y distribución de energía. Hidráulica, en la Sección Tres, era principalmente mía. La base del intercambio de calor a través de una transferencia de líquidos es muy prometedora…

—He examinado sus informes, gracias.

Soudha pareció sorprendido.

—¿Todos? Había entendido que era el doctor Vorthys quien los quería. Me temo que es un poco denso en detalles técnicos.

Oh, claro, leí a toda velocidad doscientas mil palabras antes de acostarme anoche
. Miles sonrió ligeramente.

—Acepto su evaluación de la competencia técnica del doctor Radovas. Pero si era tan bueno, ¿por qué se fue? ¿Estaba aburrido, feliz, frustrado?

¿Por qué este cambio en sus circunstancias personales le llevó a cambiar de trabajo? No veo una conexión necesaria.

—Para eso —dijo Soudha—, me temo que tendrá que preguntarle a Marie Trogir. Sospecho que la fuerza impulsora de esta decisión fue cosa suya, aunque los dos dimitieron y se marcharon juntos. Ella tenía menos que perder al marcharse, en sueldo, antigüedad y posición.

—Hábleme algo más de ella.

—Bueno, la verdad es que no puedo. El propio Barto la contrató y trabajó con ella diariamente. Ella apenas me llamó la atención. Su habilidad técnica parece haber sido la adecuada… aunque, ahora que lo pienso, esas evaluaciones fueron todas suministradas por Barto. No sé —Soudha se frotó la frente—. Todo esto es muy molesto. Barto, muerto. ¿Por qué?

La inquietud de su voz le pareció a Miles genuina, pero parecía más sorprendido que apesadumbrado por la pérdida de un amigo íntimo. Tal vez Miles tendría que encontrar en otra parte la información sobre Radovas que buscaba.

—Me gustaría examinar el despacho del doctor Radovas y sus zonas de trabajo.

—Oh. Me temo que su despacho fue vaciado y reasignado.

—¿Le ha sustituido?

—Todavía no. Todavía sigo recibiendo solicitudes. Espero empezar las entrevistas pronto.

—Radovas debe de haber sido amigo de alguien. Quiero hablar con sus colaboradores.

—Por supuesto, Milord Auditor. ¿Cuándo le gustaría que le concertara las citas?

—Me parece que ahora mismo.

Soudha hizo una mueca.

—Varios de mis hombres están de vacaciones, y otros tantos en la estación experimental, haciendo una pequeña prueba esta mañana. No espero que vengan antes de la noche. Pero puede empezar con los que hay aquí, y ya irán llegando cuando haya acabado con los primeros.

—Muy bien…

Con el aire de un hombre que lanza un sacrificio al dios del volcán, Soudha llamó a dos subordinados, a quienes Miles entrevistó por separado en la misma sala de conferencias que habían empleado el día anterior para la reunión informativa de los VIPs. Arozzi era un hombre joven, no mucho mayor que Miles, un ingeniero que estaba esforzándose para encargarse temporalmente de los deberes que Radovas había abandonado y tal vez, dio a entender, esperaba que lo ascendieran y ocupar el lugar del muerto. ¿Le gustaría a Milord Auditor ver algo de su trabajo? No, no había sido amigo íntimo de su superior. No, el romance de la oficina había sido una sorpresa para él, pero Radovas era un tipo reservado, muy discreto. Trogir era una mujer inteligente, inteligente y hermosa; Arozzi no tenía ningún problema para apreciar lo que había visto Radovas en ella. ¿Qué había visto ella en Radovas? No tenía ni idea, pero claro, él no era una mujer. ¿Radovas muerto? Santo Dios… No, no tenía ni idea de qué podría estar haciendo el hombre allá arriba. ¿Tal vez la parejita intentaba emigrar?

Cappell, el matemático interino del departamento, apenas fue más útil. Era algo mayor que Arozzi, y un poco más cínico. Aceptó la noticia de la muerte de Radovas con menos cambio de expresión que Arozzi o Soudha. No había sido íntimo de Radovas ni de Trogir, aunque trabajaba a menudo con el ingeniero, sí, revisando cálculos, diseñando proyectos. Se alegraría de mostrarle al Lord Auditor unos cuantos miles de páginas más de su trabajo. ¿No? ¿Que cómo era Trogir? Bastante bonita, suponía, pero un poco sibilina. Mira lo que le hizo al pobre Radovas, ¿no? ¿Pensaba que Trogir podría estar también muerta? No, las mujeres eran como los gatos, siempre aterrizaban de pie. No, nunca había pensado en comprobar ese viejo dicho sobre las vidas de los gatos; no tenía mascotas. Ni esposa. No, no quería un gatito, gracias por la oferta, Milord Auditor…

Miles se reunió de nuevo con Tuomonen a la hora del almuerzo, ante la mediocre comida de la cafetería, en la zona del edificio reservada a los ejecutivos, que tuvieron que irse a otra parte. Intercambiaron informes sobre las conversaciones que habían mantenido durante la mañana. Tuomonen tampoco había encontrado nada relevante.

—Nadie expresó antipatía hacia Trogir, pero parece bastante escurridiza —comentó Tuomonen—. El departamento de Calor Residual tiene fama de mantenerse aparte, según parece. La única mujer que se suponía era amiga suya no tenía mucho que decir. Me pregunto si deberíamos traer a una interrogadora femenina.

—Hum, tal vez. Aunque creía que los komarreses eran más igualitarios en ese aspecto. ¿Tal vez una interrogadora femenina komarresa? —Miles suspiró—. ¿Sabía que según las últimas estadísticas, la mitad de las mujeres de Barrayar que completan sus estudios superiores en Komarr no vuelve a casa? Hay un grupito de solterones alarmistas que intentan que el Emperador les niegue visados de salida. Gregor ha declinado atender su petición.

Tuomonen sonrió.

—Bueno, hay más de una solución a ese problema.

—Sí, ¿cómo aceptaron sus parientes políticos komarreses el anuncio del compromiso del Emperador con la heredera Toscane?

—Algunos piensan que es muy romántico. Otros opinan que es puro negocio por parte del Emperador. Viniendo de los komarreses, eso es todo un cumplido, por cierto.

—Técnicamente, Gregor es dueño del planeta Sergyar. Podría hacérselo usted ver a los que teorizan que va a casarse con Laisa por su dinero.

Tuomonen hizo una mueca.

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