—Ya veré.
Tengo que saberlo
.
—¿Arreglaste algo de nuestro viaje galáctico? —añadió ella después de un rato.
—Dios, no. He estado demasiado ocupado.
No demasiado ocupado para realizar la transferencia del dinero de Ekaterin a su propia cuenta, ya lo había advertido.
—¿Te… te gustaría que me encargara de hacer todo el papeleo? No hay ningún motivo para que tengas que llevar esa carga, y yo tengo tiempo de sobra. Ya he estudiado todas las instalaciones médicas fuera del planeta.
—¡Ahora no, Kat! Podremos tratar de eso más tarde. La semana que viene, después de que se marche tu tío.
Ella lo dejó correr, y contempló la oscuridad. ¿Para qué necesita veinte mil marcos, si no es para cumplir su palabra?
Al cabo de un rato, él se durmió durante unas dos horas. Ekaterin vio cómo pasaba el tiempo, lento y negro como el alquitrán.
Tengo que saberlo
.
Y cuando lo sepas, ¿qué? ¿Lo dejarás también para más tarde?
Esperó a la luz del amanecer.
La luz está rota, ¿recuerdas?
La rutina de tratar con las necesidades de Nikolai la reforzó por la mañana. El tío Vorthys se marchó muy temprano, para tomar su vuelo orbital.
—¿Volverás? —le preguntó débilmente, mientras le ayudaba a ponerse la chaqueta.
—Eso espero, pero no puedo prometértelo. Esta investigación ya está durando más de lo que esperaba, y ha tomado un giro muy peculiar. La verdad es que no tengo ni idea de cuánto tardaremos en acabarla —vaciló—. Si se alarga más allá del fin de trimestre en la Universidad del Distrito, tal vez la profesora pueda venir a reunirse conmigo. ¿Te gustaría?
Como no confiaba en su voz, ella asintió con la cabeza.
—Bien. Bien.
Él pareció a punto de decir algo más, pero entonces se encogió de hombros y sonrió. La despidió con un abrazo.
Ekaterin consiguió evitar casi todo contacto con Tien y Vorkosigan acompañando a Nikki al colegio en el coche-burbuja, una escolta que a él no le hizo ninguna gracia, y luego volvió a casa por la ruta más larga. Como esperaba, el apartamento estaba ya vacío a su regreso.
Tomó más analgésicos con más café, y luego, reacia, entró en el despacho de Tien y se sentó ante su comuconsola.
Ojalá hubiera aceptado la oferta de lord Vorkosigan para aprender a hacer esto
. Su enfado de ayer con el lord mutante en el coche-burbuja le parecía ahora desproporcionado. Mal dirigido. ¿Cuánto podría compensar su conocimiento íntimo de Tien su falta de formación en este tipo de investigaciones? No lo suficiente, sospechaba, pero tenía que intentarlo.
Empieza. Estás retrasándote deliberadamente
.
No. Estoy retrasándome desesperadamente
.
Conectó la comuconsola.
La contabilidad financiera de Tien, en esta máquina personal suya, no estaba protegida por un código sellado. Los ingresos correspondían a su salario; los gastos… cuando todos los gastos rutinarios se explicaban, la cantidad sobrante tendría que haber sido unos ahorros modestos. Tien no se permitía lujos. Pero la cuenta estaba casi vacía. Varios miles de marcos habían desaparecido sin dejar rastro, incluyendo la transferencia que ella le había hecho el día anterior por la mañana. No, espera… la transferencia estaba todavía en la lista, todavía no había sido borrada ni escondida. Y era una transferencia, no un gasto, a una cuenta que no había aparecido antes.
Siguió el indicador de la transferencia hasta una cuenta oculta. La comuconsola mostró una cerradura de palma sobre la placa vid.
Cuando Tien y ella abrieron por primera vez sus cuentas en Komarr, hacía menos de un año, habían tenido en cuenta que uno de los dos podría estar temporalmente incapacitado; cada uno tenía acceso de emergencia a la cuenta del otro. ¿Había preparado Tien esto completamente por separado, o como una célula-hija de su programa financiero, dejando que el programa hiciera el trabajo por él?
Tal vez las operaciones encubiertas de Seglmp no cuenten con todas las ventajas
, pensó sombría, y colocó la mano derecha en el recuadro de luz. Si estabas dispuesto a traicionar la confianza, vaya, se abría la más sorprendente gama de acciones posibles.
Igual que el archivo.
Ella inspiró profundamente y empezó a leer.
La mayor porción de lo que había bajo el sello resultó ser sólo un enorme archivo, muy parecido al que ella tenía sobre el tema de la Distrofia de Vorzohn. Pero parecía que la nueva obsesión de Tien eran las flotas comerciales de Komarr.
La economía komarresa se basaba, naturalmente, en sus agujeros de gusano, y en proporcionar servicios a las naves comerciales de otros mundos que los atravesaban. Pero una vez que habías amasado todos esos beneficios, ¿cómo reinvertirlos? Había, después de todo, un número limitado de agujeros de gusano en el espacio local de Komarr. Así que Komarr había tenido que desarrollar sus propias flotas comerciales para salir al nexo del agujero de gusano en largos y complicados circuitos de meses e incluso años, para regresar, a veces, con beneficios fabulosos.
Y a veces no. En los archivos de Tien aparecían historias de los regresos más legendarios. Los fracasos, admitidamente pocos, habían sido descartados. Tien siempre había sido un optimista. Cada día iba a ser su día de suerte, el golpe que le llevaría directamente a la cima sin pasos intermedios. Como si realmente creyera que era así como se hacía.
Algunas de las flotas estaban relacionadas con las famosas corporaciones familiares, la oligarquía de Komarr, como los Toscane; otras compartían acciones en bolsa que cualquier komarrés podía comprar.
Casi todos los komarreses lo hacían, al menos en cierto sentido: ella había oído un chiste barrayarés que decía que así sustituían la necesidad de otro tipo de juego.
¿Y en Komarr haz como los komarreses?
Asustada, pasó a la parte financiera del archivo.
¿De dónde demonios ha sacado Tien cien mil marcos para comprar acciones de la flota?
Su salario era apenas de cinco mil marcos al mes. Y, además, ¿por qué había invertido los cien mil en la misma flota?
Dedicó su atención a la primera pregunta, que al menos potencialmente se podía responder a partir de los hechos registrados, sin necesitar teorías psicológicas. Tardó un poco en dividir el flujo de crédito en sus diversas fuentes. La respuesta parcial era que había pedido prestados sesenta mil marcos a corto plazo a un interés preocupantemente alto, asegurados con su fondo de pensiones, y los otros cuarenta mil marcos en acciones de la flota los había comprado con… ¿qué? Con dinero que no venía de ninguna parte, al parecer.
¿De Soudha?
¿Era eso lo que había querido decir con «empleado fantasma»?
Ekaterin siguió leyendo. La flota en la que Tien había invertido ese préstamo había marchado con gran bombo y platillo; las acciones se habían estado negociando en el mercado secundario a precios a la alza durante semanas después de que partiera de Komarr. Tien incluso había creado un gráfico multicolor para seguir sus ganancias electrónicas. Luego la flota se encontró con el desastre: una nave entera, con cargamento y tripulación, se perdió en un accidente en el agujero de gusano. La flota, incapaz de completar el recorrido planeado, tuvo que dar la vuelta y regresar a casa antes de lo previsto, con el rabo entre sus imaginarias patas. Algunas flotas multiplicaban por dos las ganancias de sus inversores, aunque la media era casi el diez por ciento; el Viaje Dorado de Marat Galen en el siglo pasado era famoso por haber devuelto una fabulosa fortuna de cien a una por cada acción que sus inversores habían comprado, fundando al menos dos nuevos clanes oligárquicos en el proceso.
La flota de Tien, sin embargo, había regresado con pérdidas de cuatro a uno.
Con sus veinticinco mil marcos de sobra, los cuatro mil marcos de Ekaterin, sus ahorros personales, y su exiguo fondo de pensiones, Tien había tenido que pagar sólo dos tercios de su préstamo, que vencía inmediatamente. Y bajo presión, parecía, a juzgar por las agresivas notas de embargo que se acumulaban en el archivo. Cuando le gritó a Soudha que necesitaba los veinte mil marcos, Tien no estaba exagerando. Ella no pudo dejar de calcular cuántos años tardaría en conseguir veinte mil marcos con el presupuesto de su casa.
Qué pesadilla. Era casi posible sentir lástima por él.
A excepción del pequeño problema del origen de aquellos mágicos cuarenta mil primeros marcos.
Ekaterin se echó atrás y se frotó el rostro. Tenía la horrible sensación de que podía adivinar las partes ocultas en toda esta cadena de razonamiento. Este desfalco aparentemente complejo y profundamente retorcido del Proyecto de Terraformación no se había originado con Tien, pensó. Todos sus anteriores errores habían sido pequeños: cambio no devuelto, un pequeño relleno aquí y allá en los informes de gastos, la habitual erosión menor de carácter que casi todos los adultos sufrían en momentos de debilidad. No robo a gran escala. Soudha llevaba en este puesto más de cinco años. Sin duda era un delito habitual en Komarr. Pero Tien, recién nombrado jefe del Sector Serifosa, tal vez se había encontrado con el caso, y Soudha había comprado su silencio. Entonces… ¿el anterior administrador de Barrayar a quien Tien había sustituido también había aceptado el soborno? Una pregunta para SegImp, sin duda.
Pero Tien estaba demasiado metido y debía de haberse dado cuenta. De ahí el juego con las acciones de la flota comercial. Si la flota hubiera regresado con beneficios de cuatro a uno, en vez de al contrario, Tien habría devuelto el soborno, se habría redimido y vuelto a salir a flote. ¿Había sentido un momento de pánico?
Y si hubiera tenido suerte en vez de desgracia, ¿habría sobrevivido el impulso para hacerse realidad?
Y si Tien se hubiera sacado cien mil marcos de la manga, y te dijera que los había ganado en acciones de la flota comercial, ¿te habrías preguntado por su origen? ¿O te habrías alegrado pensando que era un genio?
Se encogió, dolorida en todo el cuerpo, la espalda, el cuello, por dentro y por fuera de la cabeza. En el corazón. Tenía los ojos secos.
La principal lealtad de una mujer Vor era hacia su marido. Incluso en la traición, incluso en la muerte. La sexta condesa Vorvayne había seguido a su esposo hasta el cepo en el que había sido colgado por tomar parte en el Plan de Saltpetre, y se sentó a sus pies, se declaró en huelga de hambre y murió, de hecho un día antes que él. Era una gran historia trágica… uno de los mejores melodramas sangrientos de la Era del Aislamiento. Habían hecho un holovid, aunque en la versión vid la pareja moría al mismo tiempo, como consiguiendo un orgasmo mutuo.
¿No tiene una mujer Vor honor propio, entonces? Antes de que Tien entrara en mi vida, ¿no tenía igual integridad?
Sí, y la puse en el juramento de matrimonio. Como jugar todas nuestras acciones a una sola flota
.
Si Tien hubiera estado afligido por alguna gran pasión política equivocada (si hubiera estado en el lado equivocado de los pretendientes vordarianos, por ejemplo), si hubiera seguido sus convicciones, ella habría podido acompañarlo de buena fe. Pero esto no era fidelidad a una verdad mayor, ni siquiera un grandioso error trágico.
Era sólo estupidez, además de venalidad. No era una tragedia, sino una farsa. Era Tien en todo su esplendor. Pero que entregando a su marido enfermo a las autoridades pudiera recuperar algún honor, ella tampoco lo creía.
Si sigo haciéndome más pequeña, tratando de mantener mi peso bajo el suyo, creo que pronto desapareceré del todo
.
Pero si no era una mujer Vor, ¿qué era? Apartarse del juramento que había hecho junto a Tien era como adentrarse en un precipicio en la oscuridad, despojada de toda identidad.
Era su oportunidad. Si se marchaba antes de que estallara la crisis, antes de que todo este horrible asunto se hiciera público, no estaría abandonando a Tien en su hora de mayor necesidad, ¿verdad?
Pregúntale a tu corazón de soldado, mujer. ¿Desertar la noche antes de la batalla es mejor que desertar en el calor de la lucha?
Sin embargo, si no se marchaba, se plegaba a la farsa. Sólo la ignorancia era inocencia, era bendición. El conocimiento era… todo menos poder.
Nadie la salvaría. Nadie podría hacerlo. E incluso abrir la boca y susurrar «ayuda» era elegir la destrucción de Tien.
Permaneció inmóvil como una piedra, en silencio, durante muchísimo tiempo.
El capitán Tuomonen acordó encontrarse con Miles y Vorsoisson en el vestíbulo de la residencia de los Vorsoisson, en vez de en las oficinas del Proyecto de Terraformación, un leve gesto social que no engañó a Miles ni por un instante. Parecía que el Auditor Imperial iba a tener que cargar con un guardia de SegImp, lo hubiera ordenado o no. Miles casi tenía ganas de ver cómo la ingenua amabilidad de Tuomonen iba a ser puesta a prueba por esta decisión de seguridad.
En el andén de coches-burbuja del parque, Miles aprovechó la oportunidad de encerrar a Tien en otro coche y reclamar uno privado para Tuomonen y él, y así recibir las noticias de la noche pasada. Unos cuantos trabajadores madrugadores acompañaron al administrador, y su coche se deslizó hacia los tubos. Pero en cuanto la siguiente pareja de komarreses, vacilantes ya al ver el verde uniforme imperial, se acercaron lo suficiente para distinguir los ojos de SegImp en el cuello del capitán, se abstuvieron rápidamente de cualquier intento de acompañarles.
—¿Siempre tiene un coche-burbuja para usted solo? —preguntó Miles a Tuomonen mientras el dosel se cerraba y el coche empezaba a moverse.
—Cuando estoy de uniforme. Funciona como un hechizo —Tuomonen sonrió levemente—. Pero si quiero enterarme de alguna conversación de los serifosenses, me aseguro de ir de paisano.
—Ja. ¿Cuál es la situación de la biblioteca de Radovas esta mañana?
—Envié a uno de los guardias del barracón esta mañana para que la llevara al Cuartel General de Solsticio. Solsticio está tres zonas horarias por delante de nosotros: su analista debe de haber empezado ya a trabajar.
—Bien —Miles arrugó el entrecejo. ¿Guardias del barracón?—. Hum… ¿Qué tamaño tiene SegImp en Serifosa, capitán Tuomonen?
—Bueno… estamos yo, mi sargento y dos cabos. Mantenemos la base de datos, coordinamos el flujo de información con el Cuartel General, y proporcionamos apoyo a cualquier investigador que envíen para proyectos especiales. Luego está mi teniente, que es quien coordina a los guardias del barracón del Sector del Subconsulado. Tiene una unidad de diez hombres encargada de la seguridad.