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Authors: Jude Watson

La amenaza interior (10 page)

BOOK: La amenaza interior
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—Estamos haciendo todo lo posible. No podemos perder la esperanza —dijo, pero Obi-Wan también tenía un mal presentimiento. Quizá llegaran demasiado tarde.

—Es todo culpa mía —prosiguió Grath—. Fui yo quien comenzó a cambiar los incidentes. Quería llamar su atención, hacerles ver que... —se le llenaron los ojos de lágrimas al mirar al exterior por la puerta transparente—. Y ahora mi padre, el líder del planeta, está en peligro.

—Pero no por tu culpa, Grath —intervino Tray con voz trémula—. Por la mía —dio una curva cerrada y el trasbordador se ladeó hacia la izquierda. Unos cuantos Libres, que se vieron lanzados contra la pared del vagón, se quejaron en voz alta.

—Yo convencí a Flip de que los incidentes tenían que ser violentos. Le dije que le respetarías si daba el siguiente paso, que estarías orgulloso. Tray soltó los mandos con una mano para poder secarse los ojos, lo cual hizo que el vagón se ladeara hasta casi tocar el suelo. Tray lo enderezó de nuevo.

—Y él me creyó —dijo la chica entre sollozos—. Creyó todo lo que le dije.

El vagón dobló por fin una esquina, y el anexo a Multycorp apareció ante ellos. Obi-Wan suspiró aliviado. Seguía en pie.

Pero antes de que el trasbordador se acercara lo bastante como para que alguien gritara una advertencia de peligro, una enorme explosión hizo estremecerse a toda la zona laboral. Pedazos de metal, cemento y otros materiales volaron por los aires cuando explotó la fachada del anexo a Multycorp, que se vino abajo.

—¡No! —gritó Grath, tapándose la cara con las manos. Nania miró hacia delante, demasiado impactada para hablar. Tray manipuló torpemente los mandos. Obi-Wan escudriñó la zona por la ventanilla, esperando a que el polvo se disipara. ¿Habría recibido Qui-Gon su mensaje? ¿Habrían conseguido salir a tiempo los vorzydianos? Obi-Wan percibió la cercana presencia de su Maestro, pero no supo si se encontraba bien.

Obi-Wan no tardó en ver a un grupo de gente. Algunos estaban agachados, otros yacían en el suelo entre los escombros. No había mucho movimiento.

Abriendo la puerta por la fuerza. Obi-Wan corrió hacia ellos. Deseaba con todas sus fuerzas no estar acercándose a una escena de muerte.

Capítulo 21

La zona de la explosión se sumió en el caos. Había trabajadores y jubilados vorzydianos por todas partes, tumbados en el suelo, murmurando o curando heridas. Todos estaban en estado de
shock
. Obi-Wan siguió a Grath y a Tray mientras los vorzydianos buscaban a sus familiares entre la multitud.

Por fin, Obi-Wan descubrió el hábito marrón de Qui-Gon. Su Maestro estaba arrodillado junto a un cuerpo en el suelo. A su lado estaba el presidente Port.

—¡Padre! —gritó Grath, y echó a correr.

El presidente Port se dio la vuelta. Tenía heridas en la cara. Con una mano se protegía el brazo lesionado, que colgaba de forma artificial. Con cuidado para no hacerle daño. Grath se acercó a su padre. No hablaron, se limitaron a abrazarse usando las antenas, dejando que se entrelazaran, calmándose el uno al otro.

Obi-Wan se acercó a Qui-Gon. Le alivió ver que su Maestro no estaba herido, pero los Jedi no se abrazaron. La mirada de Qui-Gon dejó paralizado a su padawan. El cuerpo que había en el suelo era la abuela de Tray. Tenía los ojos cerrados y el rostro ensangrentado.

Tray se arrodilló junto a ella sin poder articular palabra.

—Se pondrá bien —dijo Qui-Gon en voz baja—. Se dio en la cabeza con un trozo de escombro que salió despedido del edificio.

La anciana parpadeó, abrió los ojos y extendió la mano hacia su nieta. Tray se la cogió, pero su cara seguía teniendo una expresión horrorizada. Obi-Wan se dio cuenta de que se estaba culpando a sí misma.

Qui-Gon puso la mano en el hombro de Tray.

—Tu abuela es muy valiente.

Tray miró agradecida a Qui-Gon, con los ojos anegados en lágrimas. Él le sostuvo la mirada para tranquilizarla antes de airarse hacia Obi-Wan.

—Gracias a tu advertencia, casi todo el mundo consiguió salir del edifico a tiempo.

—¿Casi todo el mundo? —preguntó Obi-Wan. Qui-Gon no dijo nada más. Obi-Wan adivinó quién se había quedado dentro—. Flip —dijo lentamente, sin querer provocar más daño a Tray. Pero ella le oyó.

—¡No! —sollozó la chica—. No, Flip no. Tenemos que encontrarle. Tenemos que sacarle de allí.

Obi-Wan asintió solemnemente. Claro que tenían que encontrar a Flip. Lo único que faltaba era que le encontraran con vida.

***

Grath llamó al creciente grupo de Libres que se estaba reuniendo en la esquina de lo que había sido el anexo a Multycorp.

—Se oye un ruido en el sótano —explicó—. Tenemos que entrar.

El equipo de trabajadores había estado rebuscando por los escombros unos minutos antes de oír el sonido metálico. Podía ser alguna pieza de maquinaria que seguía intentando funcionar, o algún animalillo, pero también podía ser Flip.

Una docena de trabajadores corpulentos se juntaron y empujaron con todas sus fuerzas una gran viga que bloqueaba la entrada al sótano. No se movió ni un ápice.

—Vamos a levantarlo —gritó Grath—. A la de tres.

Algunos trabajadores miraron escépticos a los jóvenes Libres, pero les dejaron colocarse junto a ellos para agarrar la viga.

—Una, dos y tres —contó Grath. Trabajando codo con codo, el grupo alzó la viga, deslizándola fácilmente a un lado hasta que crearon una abertura de un metro de ancho.

—Apuntalad ese lado —gritó Grath.

La entrada no era muy grande, pero Obi-Wan pudo colarse por ella.

—Date prisa, Obi-Wan —le urgió Grath mientras el joven Jedi descendía hacia el oscuro sótano. No tenían que decírselo dos veces. Obi-Wan sabía que los restos del edificio eran poco estables. Incluso con la viga apuntalando la entrada, había muchas posibilidades de que se viniera abajo. Y si Flip seguía con vida, quizá no le quedara mucho tiempo.

Obi-Wan se detuvo un instante para ajustar su visión a la oscuridad. Intentó oír el ruido metálico. Parecía proceder de un punto delante de él, hacia la izquierda. Cada vez era menos frecuente.

De repente, un montón de polvo y pequeños guijarros le cayó en la cabeza.

—Cuidado —resonó una voz por encima—. Voy contigo, Obi-Wan.

La luz procedente de la entrada quedó bloqueada un momento. Entonces Tray se dejó caer junto a Obi-Wan.

—El ruido viene de allí —señaló el chico. Comenzó a dirigirse hacia el lugar señalado, pero Tray se le adelantó.

—¿Flip? —gritó ella—. ¿Flip? Aguanta, ya vamos —la chica vorzydiana se agachó para rodear una gran pieza de maquinaria. Se movía rápida y fácilmente entre aquel destrozo, y desapareció de la vista de Obi-Wan, que, sin embargo, seguía oyéndola llamar a su amigo.

—¿Flip? ¡Flip! —la exclamación de Tray no dejó lugar a dudas. Lo había encontrado. Obi-Wan se abrió paso por entre unos escombros para llegar junto a ellos.

—Flip —repitió la chica más lentamente. Entre Obi-Wan y ella consiguieron levantar el gran pedazo de duracero que mantenía atrapado a Flip por el pecho. Arrodillándose a su lado. Tray le cogió la mano y soltó de los dedos del muchacho el trozo de metal que había estado utilizando para llamarles.

Aparte de una contusión en la frente, el chico parecía estar bien. Pero, aunque ya no tenía peso encima, no podía levantarse. Obi-Wan le observó intentando hablar y se dio cuenta de que estaba mal. Flip tosió y se estremeció de dolor.

—Túmbate —le ordenó Obi-Wan—. No intentes hablar ni moverte —luego se giró hacia Tray —. Quédate con él mientras voy a por la ambulancia.

Obi-Wan regresó hacia la entrada del sótano y pudo oír a Tray hablando con Flip en voz baja.

—Lo siento —susurró la chica. Luego emitió un sollozo—. Me equivoqué.

Capítulo 22

Tray se mantuvo lo más cerca que pudo de la gravicamilla mientras Flip era sacado lentamente del sótano. Grath iba de un lado a otro, nervioso, cuando salieron al exterior. Qui-Gon se dio cuenta de que el chico quería hablar con Flip, pero que algo se lo impedía.

Qui-Gon miró a su padawan y le urgió mentalmente a que animara a Grath, pero Obi-Wan ya se estaba acercando al líder de los Libres. Qui-Gon no alcanzó a oír lo que su padawan dijo al vorzydiano, pero lo cierto es que aquello le dio valor para dar unos pasos hacia el herido.

Grath le puso la mano en el hombro y se acercó a él para hablarle en voz baja. Aunque Flip no podía responder, por su mirada se adivinó que todo estaba perdonado. Grath y Flip se acariciaron las antenas por un momento. Entonces, las de Flip se desprendieron de repente, y se quedó inmóvil. Había muerto.

—¡No! —sollozó Tray, y se abalanzó sobre Flip, apoyando la cabeza en su pecho—. No —susurró—. Tú no.

Grath consoló a Tray acariciándole la espalda.

—No es culpa tuya, Tray —dijo suavemente—. Flip era una persona autónoma que tomaba sus propias decisiones. Todos hicimos lo que creíamos que había que hacer.

Tray miró agradecida a Grath, con los enormes ojos llenos de lágrimas. Luego dejó caer la cabeza.

—Pero nuestro método no era el bueno —dijo.

—Yo opino lo mismo —dijo Grath—. Sin embargo, ahora hemos emprendido otro camino. El camino hacia la paz.

Tray asintió lentamente. Qui-Gon se dio cuenta de que con el tiempo acabaría asumiendo la muerte de Flip, pero no podía hacerlo rápidamente.

Grath contempló el cuerpo sin vida de Flip y se agachó para dedicarle una breve despedida. Tray hizo lo mismo, y luego unos pocos Libres. Los enfermeros cubrieron a Flip con una pesada manta gris y metieron la gravicamilla en el transporte.

Grath, Tray y Obi-Wan permanecieron en silencio mientras el transporte se alejaba. Lentamente, más Libres comenzaron a reunirse alrededor del trío, enlazando sus brazos y emitiendo un zumbido. El sonido era suave al principio, pero comenzó a crecer en volumen e intensidad. Estaba lleno de dolor. El joven grupo había pasado por muchas cosas y ahora tenía que aceptar la muerte de uno de ellos. No iba a ser fácil, pensó Qui-Gon. Y todavía quedaba mucho trabajo por hacer, y muchos retos.

Cuando el último de los vorzydianos heridos fue trasladado a la unidad médica, y por fin el polvo se asentó, hubo un momento de calma. Pero muy pronto terminó.

Un iracundo trabajador vorzydiano señaló con el dedo a los Libres.

—Mirad lo que habéis hecho —dijo señalando los escombros—. ¿Y ahora cómo vamos a trabajar?

—¿Acaso no tenéis respeto por nada? —preguntó otro enfadado trabajador, gritando a los Libres—. ¿No os hemos enseñado nada?

—Nos habéis enseñado mucho —respondió una voz de entre los jóvenes—. Nos habéis enseñado que lo único que os importa es el trabajo. Y que tenemos que recurrir a este tipo de cosas para llamar vuestra atención.

De repente, la escena se tornó en un griterío entre los Libres y los trabajadores. Qui-Gon observaba desde un lateral, junto a unos cuantos retirados. La discusión no conducía a ninguna parte porque ambos bandos creían que el otro estaba en un error. Qui-Gon estaba a punto de dar un paso adelante cuando Obi-Wan se separó de los Libres y se situó entre los dos grupos.

—Es inútil echarse las culpas —dijo con voz autoritaria—. Creo que estaréis todos de acuerdo en que ya ha habido bastante sufrimiento —Obi-Wan habló con calma y lentitud, mirando a la cara a los trabajadores y a los Libres. Qui-Gon se sintió enormemente orgulloso. ¿Cuándo se había hecho tan sabio Obi-Wan?

—Tenéis que colaborar para sanar las heridas que se han revelado hoy —Obi-Wan se dirigió a los trabajadores, pero, pese a la verdad de las palabras de Obi-Wan. Qui-Gon se dio cuenta de que no estaba convenciendo a los trabajadores.

—Mi padawan tiene razón —dijo Qui-Gon mientras se unía a Obi-Wan en el espacio entre las dos facciones—. Las distintas generaciones tienen mucho que ofrecerse unas a otras —puso un brazo alrededor del hombro de Obi-Wan—. Llegará el día en que entenderéis que la vida es más que trabajar y producir. No tenéis que estar de acuerdo siempre, pero si os tomáis un tiempo para escuchar, para aprender los unos de los otros, lo que consigáis juntos será infinitamente más reconfortante.

Las palabras resonaron en el interior de Qui-Gon a medida que las pronunció. Esperó que Obi-Wan se diera cuenta de que no estaba hablando sólo de los vorzydianos. Estaba hablando de los dos. De lo mucho que se habían enseñado el uno al otro. De lo felices que habían sido trabajando juntos, dependiendo el uno del otro, sabiendo que siempre podrían contar con el otro, incluso cuando estuvieran en desacuerdo.

Miró a su aprendiz y vio que Obi-Wan lo había entendido. Los Jedi no necesitaban las antenas para comunicar sentimientos. Sus lazos eran muy fuertes.

Las palabras de Qui-Gon llegaron a lo más hondo de algunos vorzydianos, pero muchos seguían indecisos.

—¿Quiénes sois vosotros para decirnos lo que tenemos que hacer? —preguntó uno de los iracundos trabajadores a Qui-Gon y a Obi-Wan.

El presidente Port se abrió paso al frente de la multitud, y Grath se apresuró a unirse a él.

—Tienes razón —le dijo al enfadado trabajador—. Los Jedi no son los que tienen que resolver nuestros problemas. Nosotros hemos creado este desastre —se apoyó en su hijo—. Y tendremos que resolverlo juntos.

Capítulo 23

En tan sólo dos días, el complejo de jubilados cambió significativamente. Casi todas las puertas estaban abiertas, incluida la entrada principal que daba al patio. Tras la jornada laboral, había vorzydianos de todas las edades yendo de un lado a otro. De vez en cuando se oía una risa por los pasillos antaño desiertos.

Obi-Wan se dirigía junto a Qui-Gon hacia la salida, estupefacto con el cambio. Los vorzydianos necesitarían tiempo para llorar la muerte de Flip y el daño que habían causado. Las diferencias generacionales no se solucionarían rápidamente, pero Obi-Wan tenía esperanzas.

Se escuchó la voz de un vorzydiano en el pasillo. Obi-Wan sonrió y se detuvo en seco. Parecía la voz de Grath.

—Maestro, espera —dijo Obi-Wan. Se dirigió hacia la procedencia del sonido y vio que no se equivocaba.

Grath estaba sentado en una de las habitaciones. Miró de nuevo y vio que en lugar de camas, aquella sala contenía sillas y mesas dispuestas para conversar. Se había convertido en una especie de sala de estar.

Obi-Wan se mostró encantado ante la renovada sala, pero percibió la tristeza en el aire.

Grath se levantó y saludó a su amigo.

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