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Authors: Jude Watson

La amenaza interior (7 page)

BOOK: La amenaza interior
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—¿Los vehículos han explotado con pasajeros en el interior? —preguntó Obi-Wan sin dar crédito—. ¿Cuándo? ¿Dónde?

—En todas partes —susurró el presidente—. Ahora mismo.

—Llama al hangar. Ordena la evacuación inmediata y la parada de todos los trasbordadores —exigió Qui-Gon.

El presidente Port recobró la compostura y se apresuró a la estación de comunicaciones más cercana a la entrada del edificio.

Sin decir nada a Qui-Gon, Obi-Wan corrió hacia la salida. Podía escuchar las pisadas de su Maestro tras él. Tenían que evitar que los vorzydianos entraran en los trasbordadores.

En el exterior, un vehículo medio lleno estaba deteniéndose para recoger a los veinte trabajadores que se dirigían a sus puestos de trabajo.

—¡Parad! —gritó Obi-Wan, agitando los brazos para impedir que la gente subiera al vagón. Pero la aparición del Jedi de extraño atuendo tuvo el efecto contrario al deseado, y el grupo, presa del pánico, se introdujo a presión en el vehículo.

Sin pensarlo dos veces, Qui-Gon se colocó frente al transporte para impedir que avanzara. Obi-Wan lo entendió y se agachó para colarse por debajo. Con sólo quitar dos cables, el explosivo quedaba inutilizado, pero aquél era sólo uno de los vagones.

De repente, la voz del presidente Port resonó en los altavoces del sistema de megafonía del vehículo.

—Evacuen de inmediato los vagones. Por favor, salgan y aléjense de los vagones. Todos los sistemas de trasbordadores quedan suspendidos hasta nuevo aviso.

Los confundidos vorzydianos hicieron lo que les ordenaron, pero algunos iniciaron el zumbido y otros empezaron a mecerse de un lado a otro. Finalmente, la mayoría comenzó a recorrer a pie la larga distancia hasta el trabajo.

—No podemos permitir que se culpe de esto a Vorzyd 5 —dijo Qui-Gon en voz baja a Obi-Wan.

Obi-Wan asintió. Tal y como había previsto Qui-Gon, el plan de los Libres había tenido el final equivocado. Tan equivocado como Obi-Wan.

—Voy a averiguar hasta dónde alcanzan los daños y pediré al presidente que inspeccione todos los trasbordadores de la ciudad — prosiguió Qui-Gon—. Tienes que ponerte en contacto con los Libres y convencerles de que se den a conocer antes de que yo tenga que revelar su identidad. No nos queda mucho tiempo.

Obi-Wan asintió de nuevo. Le parecía inesperado que Qui-Gon le permitiera continuar con la infiltración, sobre todo después de aquello. Sabía que su Maestro estaba en su perfecto derecho de ir al presidente y contarle todo, pero se dio cuenta de que también había razones para no hacerlo. Sería mejor para todos los vorzydianos que los Libres revelaran su identidad por las buenas. Obligar a adultos y niños a reunirse entre las hostilidades podría empeorar la situación. Y era obvio que Qui-Gon había pensado en ello.

Obi-Wan suspiró. Fuera por la razón que fuera. Qui-Gon le estaba concediendo una última oportunidad para hacer las cosas a su manera. Y él le estaba agradecido.

Pero, al contemplar a su Maestro alejándose. Obi-Wan se vio abrumado por un extraño sentimiento. Tuvo la sensación de que había alguien vigilando todos sus movimientos.

Se dio la vuelta de repente y miró hacia arriba. En lo alto, en la ventana del complejo de retiro, Obi-Wan vislumbró un rostro que le observaba, y que luego desapareció.

Capítulo 13

Obi-Wan escudriñó la ventana por si volvía a ver a la persona del interior, pero no pudo. Sin dejar de pensar en la conversación que acababa de tener con su Maestro, caminó hacia la residencia Port. Era hora de encontrarse con Grath.

Grath no tardó en aparecer. Cuando el chico se adelantó, Obi-Wan le dejó avanzar unos pasos hasta que le llamó y le alcanzó corriendo. Antes de verle la cara. Obi-Wan se dio cuenta de que estaba muy abatido.

—No sé cómo ha podido salir mal —dijo Grath, destrozado. Parecía muy cansado y tenía los ojos enrojecidos. No había ni rastro del chico juguetón y carismático que Obi-Wan había conocido el día anterior.

—Ha debido de producirse un fallo en el dispositivo de activación remota. Se activó durante... —Grath se fue quedando sin voz.

—Lo sé —dijo Obi-Wan, poniéndole una mano en el hombro.

Grath tragó saliva.

—He convocado una reunión de urgencia. Espero que nadie se dé cuenta de que vamos a faltar tantos a la formación laboral y al trabajo.

Obi-Wan intentó mostrarse más optimista de lo que se sentía realmente. A Grath no le vendría bien más preocupación.

—Vamos —le animó.

La reunión se celebró en la construcción abandonada. Grath consiguió recobrar la compostura y volvió a aparecer sobre un montón de escombros, como un líder, para llamar al orden a los asistentes a la reunión.

—Tenemos un problema —comenzó—. Los explosivos no se activaron anoche, como planeamos. En lugar de eso, hicieron explosión durante la hora punta de la mañana.

Hubo un murmullo generalizado de preocupación entre los estudiantes, pero una voz nerviosa se alzó sobre el resto. Era Flip.

—¡La ciudad está sumida en el caos! —exclamó—. Sabíamos que íbamos a causar un impacto mayor si nos concentrábamos y esperábamos a que la gente prestara atención. ¡Ahora nuestros padres no tendrán más remedio que fijarse!

El grupo estaba en silencio, mirando a Flip.

—¿Has sido tú? —preguntó Grath al chico—. ¿Has manipulado tú el control remoto?

Flip asintió con orgullo.

—¡Sí! —miró a Grath, expectante. Obi-Wan tuvo la impresión de que el pequeño estaba esperando que Grath le rociara de halagos, pero el Jedi estaba seguro de que no era eso lo que le esperaba.

Grath se quedó boquiabierto un momento y cerró la boca. Las antenas le colgaban sobre la frente, y la boca se le torció en un gesto furioso. Pero sus ojos revelaron otro sentimiento: culpabilidad.

Obi-Wan no estaba seguro de cuál de esos sentimientos prevalecería. Los Libres comenzaron a hablar.

—¿Qué vamos a hacer ahora?

—Espero que no les haya pasado nada a mis padres.

—Ya era hora de que alguien hiciera algo de verdad.

Obi-Wan se giró para ver quién había hecho ese último comentario. Pero el lugar estaba lleno y era imposible adivinarlo.

Grath se aclaró la garganta y tranquilizó a todos, al menos por el momento.

—Ha habido muchos heridos esta mañana —dijo gravemente—. Algunos no sobrevivirán. Nuestra misión es que la gente despierte, que vea lo que está ocurriendo. No matarles —Grath miró fijamente a Flip—. No tenías que haber alterado el plan —dijo sin expresión—. Ha sido una equivocación.

Hubo un breve silencio. Todos miraron a Flip. El chico parecía confundido, y luego se enfadó. Miró iracundo a Grath.

—Era necesario —dijo—. Y era lo que había que hacer. Ahora tendrán que hacernos caso.

El grupo se revolucionó. Obi-Wan se dio cuenta de que se estaban dividiendo. Algunos pensaban que Grath tenía razón, y que la acción pacífica era la única vía, pero otros estaban hartos de la estrategia pacífica y sentían que la violencia era parte necesaria de la revolución.

—Los adultos jamás nos prestarán atención si seguimos actuando pacíficamente —gritó Flip—. Lo que hemos hecho hasta ahora no ha funcionado. Nuestras jugarretas tienen que convertirse en una táctica.

—¡No queremos empezar una guerra! —respondió alguien—. Estamos hablando de nuestros padres.

—¡Estamos hablando de unos adultos que nos ignoran! —exclamó otro.

Muy pronto, todos los presentes estaban gritando tan alto que Obi-Wan apenas podía entender lo que decían. El grupo estaba dividido. Entonces, una voz resonó por encima de las demás. La de Flip.

—Sólo los cobardes temen dar un paso adelante y luchar por lo que hace falta —exclamó.

Esto envalentonó de nuevo a la concurrencia. La camaradería que Obi-Wan había admirado en el grupo había desaparecido sin dejar rastro. Los mismos chicos que habían trabajado codo con codo se hablaban ahora a gritos. Las antenas se movían con agresivos temblores. La sala entera estaba sumida en el caos.

Al fin, Nania se subió a un montón de escombros.

—¡Basta! —exclamó. El grupo se calló de repente y todos se giraron hacia ella. Algunos parecían molestos por la interrupción, pero nadie dijo nada.

—Es inútil enfrentarnos —dijo Nania—. Si no colaboramos no conseguiremos nada. Vamos a informar a nuestros espacios de educación laboral antes de que nos echen de menos. Esta noche nos reuniremos según lo planeado.

Algunos de los Libres gruñeron en voz alta, pero el grupo salió poco a poco del edificio. No quedaba nada que decir, y Obi-Wan podía sentir la tensión en el aire.

También sentía un nudo en el estómago. La división en el grupo no era buena señal. Si los libres querían que les tomaran en serio, tendrían que darse a conocer pacíficamente y hablar con los adultos como un grupo unido. Y parecía que las posibilidades de que eso ocurriera disminuían por momentos.

Obi-Wan decidió ir a buscar a Grath para ver lo que opinaba él. Rodeó un montón de escombros cerca del sitio donde le había visto por última vez, pero, en lugar de eso, vio a Flip y a una chica morena que no reconoció. Ambos dialogaban, y Obi-Wan intentó acercarse como casualmente para captar lo que estaban diciendo.

—Eso no basta —dijo ella—. Grath está con ellos.

Vio a Flip asentir lentamente, y la chica se acercó más. Hablaba casi en susurros.

—No tenemos más opciones que emprender acciones por nuestra cuenta —dijo ella—. Cuanto antes.

Obi-Wan se acercó un paso más a los dos Libres. No quería perderse ni una palabra, pero su movimiento atrajo su atención, y se separaron. Era obvio que no querían que nadie les oyera. Pero Obi-Wan no supo si se habían dado cuenta de que les había oído.

Su mente iba a toda velocidad. Necesitaba un rato para despejarse. Salió del edificio abandonado y contempló a los grupos de chicos regresando al espacio de educación laboral. Se dio cuenta de que la zona de educación laboral no era el mejor sitio para poder pensar un rato, así que se dirigió en la otra dirección, hacia la zona residencial.

Mientras andaba. Obi-Wan se fijó en los trabajadores adultos que seguían caminando hacia sus trabajos. Algunos iban de dos en dos, charlando. Otros paseaban mirando al cielo. Ninguno de ellos parecía desesperado por llegar a la oficina. Y no se oía zumbido alguno. Era casi como si, al verse forzados a abandonar el entorno laboral, tuvieran un nuevo punto de vista.

Quizá los adultos estén preparados para el cambio
, pensó Obi-Wan. Sintió una pequeña oleada de esperanza. Si Qui-Gon y él pudieran reunir a jóvenes y adultos. Vorzyd 4 quizá tuviera una posibilidad.

Capítulo 14

—Vorzyd 5 tiene que pagar por lo que ha hecho —dijo el presidente Port cuando Qui-Gon y él entraron en las oficinas de Multycorp—. Tenemos que contactar con ellos de inmediato.

Qui-Gon exhaló lentamente. Aunque ya sabía que el presidente iba a reaccionar así, todavía no había elaborado un plan para impedir que se produjera esa llamada a Vorzyd 5.

Se volvió a cuestionar su decisión de permitir que Obi-Wan se infiltrara entre los Libres. Quería otorgarle poder. Y creía que Vorzyd 4 tendría más oportunidades mediante una solución pacífica si los chicos se entregaban de
motu propio
. Por desgracia, por mucho que lo creyera, no le iba a ayudar en nada.

Es hora de pensar las cosas a fondo
, se dijo a sí mismo fríamente.

—Creo que será mejor esperar hasta que tengamos los resultados de la inspección de los vagones —dijo Qui-Gon con toda lógica. El presidente Port había ordenado que se llevara a cabo una investigación de todos los trasbordadores de la ciudad, y estaban esperando a que llegara el informe—. Cuanta más información tengamos, mejor.

—¡Ellos son culpables! —exclamó el presidente Port—. ¡Tienen que ser castigados!

—¿Ah, sí? —resonó una voz tras ellos. Qui-Gon se giró y vio a Felana en la puerta, flanqueada por dos grandes vorzydianos.

El rostro del presidente Port perdió todo atisbo de ira. Su expresión era una combinación de confusión y miedo. Sus grandes ojos se habían abierto aún más de lo normal, y las antenas le temblaban de forma incontrolable. Era obvio que no estaba acostumbrado a visitantes políticos inesperados..., sobre todo si eran hostiles.

—¿Pero qué está haciendo?...

—He venido a aclarar las cosas de una vez por todas, presidente —dijo Felana entrando a paso firme en la sala. Era extremadamente alta para una vorzydiana, y su porte altivo hacía que lo pareciera todavía más.

El presidente parpadeó sorprendido. Qui-Gon se dio cuenta de que lo que él quería saber era cómo se había abierto paso hasta su despacho por todo el edificio sin que nadie la anunciara o la detuviera. Se imaginó que probablemente no sería muy difícil, teniendo en cuenta el caos provocado por las explosiones en los vagones.

Hubo un momento de incómodo silencio. Entonces, el presidente Port se estiró la ropa y se aclaró la garganta ruidosamente. Su expresión varió y se convirtió en una indignación orgullosa.

—Han estado saboteando nuestras instalaciones de producción —dijo con voz inexpresiva—. Tienen envidia de nuestra productividad. Quieren aparentar ser más fuertes ante el resto del sistema Vorzyd. Los ordenadores y las cadenas de producción están fallando. Esa es la única explicación.

—Las explicaciones no son asunto mío —respondió Felana—. Lo que me preocupa son sus acusaciones infundadas. Y no tenemos envidia de su productividad —añadió con ojos relucientes—. Al contrario, nosotros creemos que sus hábitos laborales son de lo más tedioso.

De no ser por la seriedad de la situación. Qui-Gon hubiera sonreído al oír aquel comentario. Los jóvenes vorzydianos también pensaban que las costumbres laborales eran demasiado aburridas.

—¿Lo ve? —dijo el presidente Port girándose hacia Qui-Gon—. Nos envidian.

Qui-Gon se quedó callado. Parte de él quería contarle todo al presidente Port, pero algo en su interior le dijo que aquella reunión no iba a provocar ninguna acción violenta o inmediata. Y seguía albergando la esperanza de que los Libres revelaran por sí mismos su identidad. Además, le había prometido a su padawan que esperaría. Si todo salía bien, muy pronto se produciría un encuentro de opiniones entre los verdaderos responsables de la situación.

—No les guardábamos ningún rencor —insistió Felana—. Hasta que comenzaron a acusarnos de delitos que no habíamos cometido —clavó la mirada en el presidente Port—. Quiero que cesen de una vez por todas estas mentiras infundadas, o tendremos que tomar medidas.

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