La aventura de la Reconquista (14 page)

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Authors: Juan Antonio Cebrián

Tags: #Divulgación, Historia

BOOK: La aventura de la Reconquista
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La mismísima tienda del rey Alfonso VIII fue capturada y éste apenas tuvo tiempo para huir a uña de caballo, escoltado por algunos supervivientes. La victoria para las tropas de Yaqub fue total y aplastante. El rey Alfonso VIII se refugió en Toledo mientras los almohades tomaban plazas como Guadalajara o Salamanca. En 1196 la propia Toledo quedaba sitiada por Yaqub: esto representó la mayor crisis sufrida por los cristianos en muchas décadas.

Los almohades se encontraban a punto de asestar un mandoble definitivo a la península Ibérica; afortunadamente, la suerte se alió con los castellanos cuando Yaqub se vio forzado a regresar al Magreb al enterarse de algunos intentos de sublevación contra su persona. La milagrosa retirada almohade fue a la postre su perdición, dado que los cristianos pudieron recuperar resuello para volver a la carga años más tarde y vencer a los almohades en la decisiva batalla de las Navas de Tolosa. Alarcos supone la última gran victoria musulmana en la península Ibérica.

Los tres siglos que restaban para la consumación de la Reconquista serán de agónico retroceso sin más objetivo que el de resistir a las imparables huestes cristianas.

Alfonso VIII se convierte en el máximo paladín de aquellos años al conseguir del papado la orden de «Santa Cruzada» contra los musulmanes del territorio hispano. Este episodio lo analizaremos más adelante, ahora conviene revisar lo acontecido en otros reinos peninsulares.

Durante la segunda mitad del siglo XII León resurge como entidad política independiente; la muerte y testamento de Alfonso VII facilita esta situación con la entronización de Fernando II en 1157. Durante su mandato el flamante rey leonés se ve obligado a lidiar con el novísimo reino portugués con el cual se disputa el suroeste peninsular; asimismo, arrebata a los musulmanes importantes plazas extremeñas. Fallece en 1188 dando paso a su hijo adolescente Alfonso IX, quien tan sólo cuenta dieciséis años de edad.

El reinado de Alfonso se caracterizará por la enemistad irreconciliable con su primo Alfonso VIII de Castilla; sin embargo, los dos gobernantes unen intereses en la lucha contra los sarracenos. Alfonso IX se casará con Teresa de Portugal y, posteriormente, con la hija de Alfonso VIII, Berenguela, de la que nacerá el futuro Fernando III, el Santo, reunificador de Castilla y León en el siguiente siglo.

ARAGÓN, CATALUÑA Y NAVARRA EN EL SIGLO XII

El reino de Aragón vivió un excitante siglo XII. El primer monarca de este período Pedro I que había emprendido una serie de campañas sobre los musulmanes de la antigua Marca Superior andalusí, conquistó Huesca gracias a su tremenda victoria sobre las tropas del rey zaragozano, Mostaín II, y más tarde, en la batalla de Alcoraz en 1101, tomó la importante plaza de Barbastro, muy apreciada por los mahometanos. Las huestes de Pedro I cabalgaban libremente por el somontano y llanura de Aragón, pero no consiguieron el objetivo principal de cruzar el Ebro hacia su margen izquierda, donde se encontraba la emblemática ciudad de Zaragoza. Por el momento, Jaca seguía siendo capital de un reino cada vez más influyente.

En 1104 fallece sin descendencia el rey Pedro I: sus matrimonios con Inés de Aquitania y con María, la hija de su amigo el Cid, no dieron herederos que le pudieran suceder, y en consecuencia, fue su hermano Alfonso I quien tomó las riendas desde ese momento.

Alfonso I, el Batallador, mantendrá el vigor aragonés en la Reconquista. Su fallido matrimonio con la reina Urraca de Castilla y León lo empuja a la difícil tarea de mantener en solitario el esfuerzo bélico contra los musulmanes. Para ello pide al Papa la proclamación de una Cruzada internacional que ayude a las huestes aragonesas y navarras en la difícil misión de tomar Zaragoza. Su petición es atendida acudiendo miles de caballeros desde Francia, Castilla y Cataluña. Éstos vienen dirigidos por líderes insignes como Gastón de Bearn, don Diego López de Haro o el conde de Pallars.

El ejército cruzado puso sitio a Zaragoza en 1114; durante cuatro años los musulmanes refugiados en la plaza ofrecieron una heroica resistencia. Finalmente, tras la muerte de su líder Ibn Mazladí, la oposición mahometana se vino abajo sin quedarles más remedio que ofrecer la rendición incondicional. El 19 de diciembre de 1118, Alfonso I el Batallador, entraba de forma triunfal en Zaragoza, ciudad recuperada definitivamente para la cristiandad y nueva capital del reino. De este modo Aragón dejaba de ser un territorio montañés convirtiéndose en una potencia de sólido peso en la península Ibérica.

Tras la caída de Zaragoza muchas plazas satélite se quedaron sin el sustento principal para su defensa, por eso no fue difícil que los aragoneses las capturaran sin apenas combatir. Al año siguiente toma Tudela y Tarazona, en 1120 caen Calatayud y Daroca. Llegó hasta Monreal del Campo amenazando Lérida y Tortosa. En 1125 lanza una terrible razia sobre Valencia, Murcia y Andalucía que si bien no supuso ninguna anexión territorial, sí en cambio consiguió atraer el interés de unos 15.000 mozárabes que le sirvieron para repoblar algunos territorios aragoneses.

En 1133 el Batallador asedió Fraga, sin embargo, en esta ocasión la fortuna no le fue propicia, sufriendo una considerable derrota a manos musulmanas. Fue la última campaña del gran Rey aragonés, la enfermedad hizo estragos en su cuerpo falleciendo sin descendencia en julio de 1134. Su testamento causó estupor entre los súbditos del reino, dado que entregaba el gobierno de Aragón y Navarra a las órdenes militares extranjeras del Temple, Santo Sepulcro y Hospital de San Juan. Los primeros habían hecho acto de presencia en la península cuatro años antes cuando los condes catalanes les cedieron la posesión de algunas plazas y castillos. Tras la muerte de Alfonso I, el Batallador, se inician negociaciones que culminarán con el establecimiento de la orden del Temple por todo el reino aragonés. Se les entregará más de una treintena de castillos y plazas como Monzón, Montgai, Barbera, Belchite, Chalamera, Corbins y Remolins. La relación entre Aragón y los templarios se estrechará en los dos siglos siguientes. Los monjes participarán decisivamente en las empresas guerreras del reino, ejercerán de árbitros en las cuitas internas y tutelarán la educación de monarcas como Jaime I. A pesar de su forzosa desaparición a principios del siglo XIV, en Aragón mantendrán su prestigio y buena imagen acabando muchos de ellos en la orden militar de Montesa.

Pero volvamos al año 1134: como sabemos los nobles no aceptaron la desconcertante última voluntad de Alfonso y los monjes guerreros no quisieron verse involucrados en la disputa dinástica, por tanto, se iniciaron intensas negociaciones que dieron como fruto magros beneficios para las órdenes militares y la división del reino en dos Estados. Navarra recuperaba su independencia con el nombramiento de García Ramírez IV, el Restaurador, mientras que Aragón era asumido por Ramiro II, el Monje, hermano del monarca fallecido.

De esta insólita manera el reino pamplonés quedaba al margen de la Reconquista y ubicado en un territorio muy parecido al de la actual Navarra.

Por su parte Ramiro II, dedicado por entero a la vida religiosa, se vio obligado a ceñir la corona para evitar males mayores. Incapaz para la guerra, comprobó cómo las tropas del castellano Alfonso VII ocupaban sus dominios amenazando la integridad aragonesa. Sin esperar más, adoptó una decisión trascendental en la historia de España: casar a su pequeña hija Petronila, de tan sólo dos años, con el conde catalán Ramón Berenguer IV; de ese modo quedaban sellados los destinos de Cataluña y Aragón. Ramón Berenguer IV no quiso utilizar el título de rey, tan sólo el de príncipe de Aragón que ejerció cuando en 1137 Ramiro II se retiró a su monasterio de San Pedro el Viejo en Huesca, para reposar las amarguras provocadas por muchos nobles disconformes con la medida adoptada a quienes el monje tuvo que eliminar en una jornada de infausto recuerdo. Las campanas de Huesca todavía tañen por ese dolor.

Ramón Berenguer IV amplía los dominios catalano-aragoneses con la conquista de Tortosa y posteriormente Lérida, ciudades a las que dota de fueros especiales con el fin de facilitar su repoblación. En 1153 ha completado ya la total expulsión sarracena del reino catalano-aragonés. Por el
Tratado de Tudillén
fija con Castilla las futuras intenciones reconquistadoras: Aragón orientará sus acciones hacia Valencia, Denia y Murcia. En otros ámbitos el magnífico gobernante fundará más de 300 iglesias y procurará la entrada del Císter con la construcción del monasterio de Poblet. Su habilidad diplomática fortalecerá el reino sentando las bases oportunas para su expansión internacional. Fallece en 1162 siendo relevado por su hijo Alfonso II, el Casto, quien ya figurará como rey de Aragón.

A lo largo de su reinado formalizará y romperá algunos tratados con Castilla y los otros reinos cristianos. En 1174 fundará la ciudad de Teruel y, más tarde, realizará algunas operaciones bélicas sobre el levante musulmán. A su muerte en 1196 el reino de Aragón se encuentra plenamente consolidado con posesiones a uno y otro lado de los Pirineos. Mientras tanto, Navarra lucha por la supervivencia. Los reyes de este período, García Ramírez IV [1134-1150] y Sancho VI, el Sabio [1150-1194],avanzan o retroceden su frontera según las circunstancias, pero siempre sometidos a la fuerte presión de los potentes reinos vecinos. No obstante, se recupera Tudela, perdiendo parte de la Rioja a favor de Castilla, reino al que también se le entregarán Álava y Guipúzcoa en el año 1199.

PRINCIPALES SUCESOS CRISTIANOS DEL SIGLO XII

1101. Tropas aragonesas toman Barbastro.

1104-1134. Alfonso I, el Batallador, rey de Aragón y Navarra.

1108. Desastre castellano en la batalla de Uclés, muere el infante Don Sancho, primogénito del rey Alfonso VI.

1109. Matrimonio de Alfonso I de Aragón con Urraca de Castilla.

1114. Separación de Alfonso I y Urraca.

1118. Alfonso I ocupa Zaragoza.

1126-1157. Alfonso VII, rey de Castilla y León.

1134. Muerte de Alfonso I, el Batallador. Separación de Navarra y Aragón.

1134-1137. Ramiro II, el Monje, rey de Aragón.

1134-1150. García Ramírez IV, el Restaurador, rey de Navarra.

1135. Alfonso VII, coronado emperador en la catedral de León.

1137. Matrimonio de Petronila y Ramón Berenguer IV. Unión de Cataluña y Aragón.

1143. Castilla reconoce la independencia de Portugal.

1147. Tropas castellanas toman Almería.

1150-1994. Sancho VI, el Sabio, rey de Navarra.

1151.
Tratado de Tudillén
: Castilla y Aragón se reparten los territorios a conquistar en la España musulmana.

1157. Muerte de Alfonso VIL Separación de León y Castilla.

1157-1188. Fernando II, rey de León.

1157-1158. Sancho III, el Deseado, rey de Castilla.

1158-1214. Alfonso VIII, el Bueno, rey de Castilla.

1159-1162-1196. Alfonso II, el Casto, rey de Aragón.

1160-1188-1230. Alfonso IX, rey de León.

1194-1234. Sancho VII, el Fuerte, rey de Navarra.

1195. Derrota castellana en la batalla de Alarcos.

1196-1213. Pedro II, el Católico, rey de Aragón.

1197. Matrimonio de Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla, padres del futuro Fernando III, el Santo.

ENTRE ALMORÁVIDES Y ALMOHADES

Los almorávides consolidaron su dominio de al-Ándalus en los primeros años del siglo XII. La muerte del carismático Yusuf, acontecida en 1106, dio paso a su hijo Alí Ibn Yusuf y al mayor momento de esplendor para esta facción musulmana tan estricta en usos y costumbres. En 1108 obtuvieron una importante victoria en Uclés donde diezmaron a los ejércitos castellanos de Alfonso VI; se cuenta que la plaza fortificada sucumbió gracias a la complicidad de los mudéjares albergados en su interior quienes facilitaron la entrada de sus correligionarios para desesperación de las huestes cristianas que, ante la sorpresa, poco o nada supieron hacer. Como ya hemos dicho, se calcula que fueron muertos unos 3.000 castellanos entre los que se encontraba el propio y único hijo varón del rey Alfonso. Por desgracia para los implacables almorávides, pronto surgieron las habituales disensiones tribales de al-Ándalus, muchos andalusíes no soportaban el dominio magrebí. El refinamiento, educación y tolerancia que la población hispano-musulmana poseía contrastaba notablemente con la austeridad y rigidez de los bereberes almorávides.

Por si fuera poco, un nuevo poder crecía en las montañas africanas del Atlas; eran los almohades, grupos de bereberes que se mostraban dispuestos a efectuar una revisión en toda regla del mundo musulmán a costa de mermar el dominio de sus hermanos geográficos. La palabra «almohade» viene del árabe
al-Muwahhidum
, cuya traducción vendría a significar «los defensores de la unificación divina».

Su fundador, Muhammad Ibn Tumart al-Mahdi, fue un beréber instruido en la Córdoba almorávide. Siendo todavía joven brilló en el estudio de disciplinas como la teología o la jurisprudencia; buscando el incremento de su insaciable erudición viajó a ciudades como Alejandría y Bagdad en el afán de encontrarse con la más rancia ortodoxia musulmana; consumó de esta forma un periplo religioso que duró más de diez años. En medio de tanto trasiego tuvo el tiempo necesario para confeccionar una teoría propia sobre el islam. Gracias a la unión ecléctica de varios conceptos islamitas surgió la ideología almohade que daba una vital importancia dogmática a los principios del Tawhid, que aseguraba la unicidad de Allah (Alá).

Tumart predicó durante años contra la corrupción imperante en los territorios islámicos, sufrió por ello algunas persecuciones y la expulsión de ciudades como Alejandría. Finalmente se instaló en Fez, trabando amistad con Abdallah al-Mumin Ibn Alí, personaje que se convertiría en alguien de su máxima confianza. Durante meses los nuevos líderes de la futura dinastía almohade diseñaron minuciosamente un plan que incluía facetas religiosas, políticas y militares que les permitiría asumir el mando de aquel rincón tan apetecible del islam.

En 1121 Tumart se proclama primer califa almohade rechazando abiertamente la autoridad abasida de Bagdad. Un año más tarde rompe hostilidades con el imperio almorávide, dando paso a una larga contienda por el dominio del norte de África y al-Ándalus. En 1129 fallece Tumart, tomando las riendas almohades su leal colaborador al-Mumin. El objetivo principal es el de seguir hostigando a los almorávides. La guerra es larga y sumamente sangrienta dejando miles de cadáveres de una y otra facción esparcidos por los desiertos norteafricanos.

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