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Authors: Flora Davis

Tags: #Ensayo, Psicología, Referencia

La comunicación no verbal (6 page)

BOOK: La comunicación no verbal
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Resulta difícil creer que la gente pueda enviar y recibir mensajes, aun no-verbales, sin ser consciente de que lo está haciendo. Pero hay demasiadas coincidencias cuando una secuencia de conducta se repite una y otra vez, como en el caso de la película de la señora que se frota la nariz y siempre obtiene el mismo resultado. Tal vez, en el fenómeno normal de la atención exista una explicación biológica parcial.

Los científicos están tratando aún de descifrar el misterio de la atención, el sistema de filtro del cerebro humano que selecciona entre el vertiginoso caleidoscopio de sensaciones que recibimos —visiones, sonidos, etc.—, las particulares, aquellas a las que el individuo presta atención, piensa sobre ellas y tal vez actúa de acuerdo con ellas. Obviamente vemos y oímos mucho más de lo que "absorbemos" —en el sentido de que somos conscientes de ello—. Interrumpa la lectura un momento y trate de registrar todos los sonidos que ha excluido mientras leía; todo lo que ha dejado de ver y que sin embargo se encuentra al alcance de su vista; todas las sensaciones —el respaldo del asiento contra su espalda; los pies sobre el suelo— que usted ha estado ignorando. Las señales de las que no estamos conscientes, las que no llaman nuestra atención momentánea, aparentemente son debilitadas por el filtro o absorbidas, pero no analizadas. No obstante poseen su impacto a un nivel subliminal y la investigación de la comunicación humana hace hiversalitaMié continuamente en este punto.

Birdwhistell resumió para mí su particular punto de vista sobre la comunicación humana de la siguiente manera:

"Hace muchos años comencé a preguntarme: ¿Cómo hacen los movimientos del cuerpo para representar las palabras? Ahora me pregunto: ¿Cuándo resulta apropiado el empleo de las palabras? Son muy adecuadas para enseñar o para hablar por teléfono, pero en este instante usted y yo nos estamos comunicando en muchos niveles diferentes, y solamente en uno o dos de ellos las palabras poseen alguna relevancia. Actualmente mi planteamiento es diferente: El hombre es un ser multisensorial. Algunas veces se expresa con palabras."

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El cuerpo es el mensaje

Una de las teorías más asombrosas que han propuesto los especialistas en comunicación es la noción de que algunas veces el cuerpo se comunica por sí mismo, no sólo por la forma en que se mueve o por las posturas que adopta. También puede existir un mensaje en el aspecto del cuerpo en sí, y en la distribución de los rasgos faciales. Birdwhistell cree que el aspecto físico muchas veces concuerda con las pautas culturales.

Birdwhistell considera que nosotros "adquirimos" nuestro aspecto físico; y no que hemos nacido con él. Cuando una criatura es pequeña, sus rasgos suelen ser suaves y poco definidos; una naricita arriba de una boquita, ansiosa y casi sin labios; una carita que es todo mejillas y ojos, y que potencialmente puede tomar cualquier rasgo. Hasta las cejas están sujetas a cambios puesto que son móviles y sólo gradualmente adoptarán su posición definitiva a una cierta distancia de los ojos. La distancia exacta es algo que el bebé aprende de los que lo rodean: la familia y las amistades. Birdwhistell dice que esto contribuye a explicar la razón por la que la gente de ciertas regiones se parece tanto entre sí, cuando no se trata de genes compartidos. El nivel de las cejas puede ser una característica distintiva. Hay personas que tienen las cejas muy juntas, mientras que otras —por ejemplo, algunos ingleses de clase alta— las tienen ubicadas tan arriba y separadas, que para los nortemericanos parecen tener un aire de perpetuo asombro.

La línea del cuero cabelludo tampoco se define al nacer sino más tarde, lo que indica que la frente amplia también es un rasgo adquirido. Por lo general, la parte superior de la cabeza alcanza su madurez antes que la inferior. La base de la nariz se eleva entre los nueve y los once años de edad, y debido a que los seres humanos poseen dos juegos de dientes —los "de leche" y los permanentes— la boca recién suele adoptar su forma definitiva más tarde aún, con frecuencia después de la pubertad.

De la misma manera que las personas aprenden a llevar el cuerpo erguido, también aprenden la forma de mantener la boca, y de este detalle depende mucho su aspecto general. A Birdwhistell le agrada indicar que su propio rostro es "más bien tradicional, típico de los estados del centro, el labio inferior algo grueso, las arrugas de alrededor de los ojos muy marcadas y una mala obstrucción bucal". Realiza una fascinante transformación de su boca, apareciendo con el labio delgado de los habitantes de Nueva Inglaterra, y luego imita a los del oeste del Estado de Nueva York, que tienen el labio inferior proyectado levemente hacia adelante y algo por encima del superior.

No resulta sorprendente que Birdwhistell crea también que, con frecuencia, marido y mujer pueden llegar a parecerse, y que también puede ser cierto que algunos dueños se asemejan a sus perros. El parecido entre marido y mujer es fácilmente inidentificable, si se dejan de lado características como el color del cabello y se observa la expresión de la boca y de los ojos.

Estas teorías acerca del rostro resultan algo inquietantes para las personas que ponderan los parecidos familiares. Desbaratan la vieja costumbre de tratar de decidir a qué lado de la familia se parece un niño y provocan algunas preguntas interesantes como por qué algunos niños se parecen mucho a uno de los progenitores y no al otro, aun cuando el parecido no está basado realmente en la estructura ósea. Pero también explican cómo puede suceder que criaturas adoptadas frecuentemente resultan parecidas a sus padres adoptivos. Las agencias de adopción tratan de combinar el parecido físico, pero algunas veces logran un éxito que va mucho más allá de lo imaginable.

La idea de que los esposos pueden llegar a parecerse, también proporciona algunos interrogantes de interés. Una vez estuve en una reunión, en la que había cinco parejas que tenían aproximadamente quince años de casados cada una, y hallé que en cuatro de ellas se notaba un fuerte parecido, mientras que en la quinta, no existía ninguno. No pude dejar de preguntarme la razón. ¿El fuerte parecido entre los matrimonios representará un buen entendimiento, una debilidad de carácter, o algo totalmente diferente?

De cualquier manera, éste no es el tipo de pregunta que suelen hacerse los especialistas en cinesis. Lo real es que el ser humano es un gran imitador, maravillosamente sensible frente a los signos corporales de sus semejantes. El estudio de comunicación lo demuestra continuamente.

No solamente adquirimos nuestro rostro, dice Birdwhisteft quien cree que la belleza o la fealdad, la gracia o la torpeza, también se adquieren. Notó, por ejemplo, que los niños franceses, independientemente de la belleza que pueden haber tenido cuando pequeños, tienen una tendencia a tornarse poco atractivos al llegar aproximadamente a los siete años. Los niños japoneses suelen metamorfosearse, cambiando su aspecto de muñequitas en jovencitos arrugados y tristes que de alguna manera tienen aire enfurruñado. Tal vez en cada cultura, la gente da por sentando que a cierta edad, los niños se transforman por un tiempo en seres menos atractivos.

Es difícil creer que algo tan concreto como el aspecto físico de un niño, puede ser determinado por medio de pautas culturales. Pero aquí los términos "bello" o "feo" no se refieren únicamente a la forma del rostro, o a la posesión de un perfil clásico. Existe una manera primaria de llevar y mover el cuerpo y también el rostro; los músculos faciales pueden parecer vivaces, laxos o forzadamente tensos. Estos atributos no son biológicos; son respuestas —como lo prueban los estudios de cinesis sobre el galanteo—, respuestas a otras personas, a necesidades interiores, y también en un nivel de largo alcance temporal, a expectativas culturales.

La sociedad nos indica quién es agraciado y quién no, lo que constituye gran parte del síndrome de la belleza. En la generación anterior a la nuestra, un muchacho que midiera más de un metro ochenta era considerado extremadamente alto y se suponía que era desgarbado. Las expectativas han variado y en nuestros días, los jóvenes altos se consideran atrayentes. Entre las mujeres, las niñas de huesos pequeños generalmente alcanzan la madurez más temprano, y como aprenden en la adolescencia a ser graciosas, podrán sentirse más maduras que sus amigas más altas que parecen delgadas, desgarbadas y muy jóvenes para su edad. Con asombrosa frecuencia, la chica alta se vuelve hermosa al llegar a los treinta años, que es justamente cuando sus contemporáneas pequeñas comienzan a tener problemas, porque su única alternativa —según las expectativas sociales— es que siga aparentando tener menos de veinte años o que comience a engordar para pertenecer al tipo de matrona.

El aspecto del cuerpo es otra característica física que puede ser programada culturalmente. Es una cuestión de moda y las modas cambian. La línea estilizada, que Birdwhistell denomina "estilo de las universidades de élite", fue el prototipo en los últimos veinticinco años de nuestra cultura. Sucedió que la figura femenina que tenía el estilo del siglo XIX —que hoy consideraríamos gordo— fue reemplazada por el tipo unisex de los años veinte, que a su vez fue cambiado por el tipo unisex con el busto del sesenta. Para los hombres, la forma del cuerpo en boga en la actualidad, es más lineal aun; el aspecto hippie es notablemente similar.

Es inclinado hacia adelante, con mucho pelo, pero tiene la misma extrema linealidad (explica Birdwhistell). Tiene todo el aspecto de un niño de nueve años, que hace todas las cosas que su madre le dijo que no hiciera: las ropas sucias, el encorvarse, la cara de rasgos caídos y una sonrisa limpia y decente. No es en realidad una mezcla de hombre y de mujer sino que tiene el aspecto de la prepubertad. Parecen decir: "Estamos en la etapa previa a la que realmente importa" en lugar de decir que las diferencias sexuales no cuentan. Por supuesto, estoy exagerando; debo hacerlo. Éstos son chicos que se preocupan por las cosas o que se rebelan, pero están uniformados y pagan este uniforme con un grado de conformismo mayor que el que desprecian en la generación de sus predecesores.

Los rostros que adquirimos y la manera de llevar nuestros cuerpos no solamente tienen el sello de nuestra cultura, sino que al mismo tiempo poseen nuestro propio sello. Es una de las formas que tenemos para indicar a la sociedad si merecemos o no su aprobación. El chico atractivo y vivaz tendrá más atención y oportunidades que otro que no lo es tanto. Pero no todos quieren sobresalir y triunfar, porque generalmente esto entraña nuevas responsabilidades que atemorizan a mucha gente. Al no ser tan atractivas, algunas personas procuran eludir determinadas responsabilidades. También pueden castigarse a sí mismas, a sus padres o a sus cónyuges. La obesidad, por ejemplo, puede ser un autocastigo; puede representar una forma de aislarse de los requerimientos sexuales y algunas personas se sienten más seguras y dominantes cuando tienen mayor tamaño.

El mensaje que se transmite por el aspecto personal no es sólo el que se refiere a la persona en sí sino también a lo que ella expresa. Un acalorado discurso político pronunciado por un hombre de mirada apagada, de rostro de rasgos caídos y de posición corporal incorrecta, no resulta atractivo. El orador nos indica con su aspecto que no tenemos necesidad de prestarle atención, ya que nada interesante tiene que decir. Algunos observadores políticos afirman que en el famoso debate televisivo entre Kennedy y Nixon en el año 1960, el contraste entre la obvia vitalidad de Kennedy y el cansancio de Nixon (sumado a su habitual poca expresividad) fue más definitorio que todas las palabras que dijeron.

Los estudios de Birdwhistell sobre la belleza o la fealdad, su aseveración acerca de que "adquirimos nuestros aspecto", constituye un nuevo enfoque sobre la apariencia personal.

La belleza toma otro cariz si aceptamos el hecho de que nuestro aspecto irradia un mensaje. Este mensaje puede estar dictado en parte por la sociedad, pero no puede descartarse, como muchos creen, como una cuestión de herencia o de suerte.

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El saludo de un antiguo primate

En los comienzos de la raza humana, antes de la evolución del lenguaje, el hombre se comunicaba en la única forma en que era capaz de hacerlo: no verbalmente. Los animales continúan comunicándose de este modo y muchos de ellos son capaces de intercambiar información en una medida mucho mayor de lo que se hubiera creído posible hasta hace muy poco tiempo. En cierta forma, el comportamiento no verbal de los seres humanos es notablemente parecido al de los animales, especialmente al de los viejos primates. Nos comunicamos algunas cosas en la misma forma que los animales; pero desde la aparición de la palabra no somos conscientes de que lo hacemos.

Los etólogos han comenzado recientemente a estudiar, a analizar y a comparar los sistemas de comunicación de los hombres y de los animales. Sus métodos y sus descubrimientos tienen cada vez más influencia sobre otros científicos, dedicados al estudio de la comunicación no verbal. Se ha sugerido inclusive, que este campo debería llamarse "etología humana".

El etólogo es esencialmente un biólogo que se interesa especialmente en el comportamiento que lleva al animal a adaptarse al medio ambiente, incluyendo el entorno social que comprende a otros miembros de las especies. Cuando un etólogo vuelca su atención en el ser humano se pregunta: ¿Hasta qué punto puede comprenderse el comportamiento del hombre como un producto del proceso de la evolución?

La mejor manera de estudiar la evolución del comportamiento del ser humano es comparar las actividades del hombre con las de sus parientes más próximos en la escala zoológica: los monos y los simios. Tenemos bastantes conocimientos acerca de la organización social de los primates, su ecología y sus formas de comunicación. Sorprendentemente poseemos una escasa información similar sobre el hombre. Han sido estudiadas exhaustivamente sus instituciones, su lenguaje, sus procesos mentales superiores, pero sabemos muy poco respecto a su comportamiento: cómo galantea a su pareja, forma una familia, educa a sus hijos y enfrenta a sus semejantes.

Al encarar el comportamiento humano, el etólogo procura describir las actividades de todos los días. Le interesa particularmente encontrar cuáles son las pautas de comportamiento universales del género humano, pues piensa que éstas son las formas más antiguas, y los posibles orígenes que guían las pautas del comportamiento del hombre primitivo o incluso del homínido. Algunas expresiones faciales podrían estar precodificadas en los genes que determinan la estructura del cerebro, y en consecuencia determinar un eventual comportamiento. Cuando las actitudes universales del hombre se encuentran también en los primates inferiores, se considera que constituyen una evidencia adicional de su naturaleza hereditaria. No obstante, otras pautas universales pueden ser determinadas por la anatomía humana. Se ha establecido, por ejemplo, que el signo simbólico de la comida es universalmente el gesto de llevar la mano a la boca. Pero, como para todos los seres humanos la mano y la boca están inevitablemente involucradas en el acto de comer, este gesto que podría ser hereditario, es probable que sea simplemente determinado por razones anatómicas.

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