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Authors: Flora Davis

Tags: #Ensayo, Psicología, Referencia

La comunicación no verbal (7 page)

BOOK: La comunicación no verbal
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Estudios recientes acerca de la forma de saludarse nos proporcionan llamativos ejemplos de ciertas pautas de conducta que comparten el hombre y el simio. Según parece, los animales salvajes se saludan entre sí y los simios lo hacen mediante gestos similares a los del hombre. Jane Goodal, la famosa etóloga que convivió con chimpancés en la selva durante largos períodos, narra que éstos algunas veces se abrazan y se besan, y hasta llegan a rozarse los labios. También se hacen reverencias, se estrechan las manos, y se los ha visto palmeándose la espalda en un típico gesto de bienvenida.

Los otólogos creen que entre los animales el saludo constituye una ceremonia de apaciguamiento. Cuando dos de ellos se aproximan siempre existe el peligro de un ataque físico; por lo tanto uno o ambos harán un gesto de apaciguamiento para demostrar que no existe una intención agresiva. Cualquier persona que dude que el saludo cumple, una función similar entre el género humano, que trate de no saludar a sus amigos y parientes durante una semana. Constatará rápidamente que florecen los sentimientos heridos, el resentimiento y el enojo. Cuando los seres humanos se saludan inclinando la cabeza, posiblemente están indicando cierta sumisión, similar a la que efectúan los chimpancés. El gesto de inclinar la cabeza se encuentra en muy diversas culturas, tal como la presentación de la palma de la mano.

El etólogo austriaco Irenaus Eibl-Eibesfeldt considera que algunas facetas de las pautas del saludo so realmente universales. En todas las culturas que ha estudiado, comprobó que los amigos, al avistarse a la distancia, se sonríen, luego si se sienten de buen humor hacen un rápido movimiento de cejas —lo denomina un "flash"— e incluso inclinan la cabeza. Filmó este tipo de comportamiento entre los papuanos que aún viven como en la edad de piedra, y cuyo primer contacto con las patrullas gubernamentales ha sido tan reciente, que es poco probable que hayan tenido posibilidades de haberlo adquirido.

Por otra parte, existen amplias ilustraciones sobre los modos de saludar que difieren totalmente entre una cultura y otra. Un antropólogo, Weston La Barre, informa que entre los isleños de Andaman, en el golfo de Bengala, los parientes o amigos que no se han visto en varias semanas se sientan juntos, uno sobre las faldas de los otros, se rodean mutuamente con los brazos y lloran durante varios minutos. Si se trata de marido y mujer, el hombre se sienta sobre la falda de la mujer. Entre los Ainu de Yezo, en el Japón, cuando un hombre se encuentra con su hermana, le toma las manos brevemente, luego la toma de ambas orejas y emite el tradicional grito Ainu. Luego se frotan el rostro y los hombros. Si esto puede parecernos ridículo, consideremos cómo reaccionarían los Ainu al ver a dos norteamericanos que se rozan cuidadosamente las mejillas mientras besan el aire.

¿Cómo puede explicarse que el saludo sea al mismo tiempo universal a toda la humanidad, y específico de cada cultura? La respuesta surge si consideramos al saludo no como un acto aislado, sino como una secuencia de actos. La sonrisa y el "flash" de las cejas ocurren a distancia, mientras que el tironeo de las orejas, el rozar de las mejillas u otro gesto suceden cuando se está cerca. En realidad, un análisis cinético sobre el saludo ha diferenciado cinco etapas sucesivas: avistarse y reconocerse; un saludo a la distancia con un movimiento de la mano o el "flash" de las cejas; el acercamiento; un saludo más próximo, como el beso, y finalmente la separación momentánea.

Algunas veces puede variar el orden. Se avista a una persona; se la reconoce; se la aproxima y luego se la saluda con la mano, por ejemplo. Otras veces, sucede que los individuos ya están próximos y se reconocen; aun en esos casos, realizan algo como unos pasos de danza, alterando sus posiciones y posturas durante una etapa de aproximación estacionaria. Pero la secuencia del saludo inevitablemente termina con un movimiento de retroceso y la forma en que éste se realiza puede ser significativa. Ambos individuos pueden girar sus cuerpos al separarse, o pueden permanecer enfrentados; también uno de ellos puede darse vuelta mientras el otro permanece de frente. Estos pequeños detalles probablemente nos den un índice de la cordialidad de la relación —el darse vuelta obviamente indica menos cordialidad que el permanecer de frente—. Aparentemente, por la forma de saludarse, la gente deja traslucir el tipo de relación que ha tenido en el pasado o tal vez el que espera tener en el futuro.

El análisis del saludo que hemos descrito fue efectuado por el doctor Adam Kendon, un psicólogo con inclinaciones hacia la etología del comportamiento humano. Kendon trabaja en el Hospital Estatal de Bronx, en Nueva York, y sus estudios sobre el saludo fueron realizados en colaboración con el doctor Andrew Ferber, especialista en terapia familiar del mismo hospital.

Kendon nos previene que este estudio no es "el verdadero evangelio del saludo", ya que se basa en el análisis de una sola película. No obstante la película es fascinante. Comprobé esto mientras la miraba, y escuchaba al doctor Kendon que decía que lo que estaba sucediendo era como observar el comportamiento de animales poco familiares.

La película fue tomada en una fiesta infantil de un niño de cinco años, en el jardín de su casa. Nos muestra a los padres del niño saludando a visitantes de todas las edades, que llegaban solos o en grupos. En total, contiene setenta saludos separados, y el día que entrevisté a Kendon, estaba ocupado analizándolos, ubicando las cinco etapas y buscando similitudes o diferencias entre un saludo y otro.

En la primera secuencia que Kendon me mostró, pasada en cámara lenta, las etapas se notaban claramente. Primero el encuentro visual. Una mujer vestida con un solero floreado, sentada bajo un árbol, se estiró tratando de ver quién llegaba. Luego se puso de pie sonriendo pero mostrando solamente los dientes superiores. La sonrisa "superior", como la denominan ahora algunos etólogos británicos, se empieza a identificar como la típica sonrisa de bienvenida.

La mujer avanzó al encuentro de los invitados, siguiendo la etapa de aproximación. Visto en cámara lenta, parecía deslizarse sobre el suelo, suavemente como un globo, con el largo cabello notándole por detrás. Exclamó "Hola" con la cabeza hacia atrás y luego la bajó esquivando la mirada. Generalmente, me explicó Kendon, esta breve inclinación de la cabeza sigue a un saludo a distancia.

Al acercarse a lo que para ella representaba el límite de su jurisdicción, se detenía y esperaba, lo hacía siempre en ese lugar cuando recibía a los invitados. Como propietaria del terreno, mantuvo la mirada relativamente fija, por lo general sus invitados se le aproximaron desviando los ojos.

Al penetrar en el territorio de otro, me explicó Kendon, rara vez se mira al dueño directamente a los ojos; esto se podría tomar como un desafío.

Inmediatamente antes de llegar hasta la dueña de casa, una invitada inclinó la cabeza visiblemente, gesto tan común en esta etapa, que Kendon lo ha bautizado "corte en la fase previa al saludo cercano". Luego la invitada levantó un brazo y lo cruzó frente a sí, ladeó la cabeza y sonrió. Un psiquiatra interpretaría el gesto de cruzar el brazo frente a sí como un gesto de defensa y tal vez sea así. A Kendon le intriga especialmente que Jane Goodall haya observado gestos idénticos entre los chimpancés, particularmente en los más subordinados que se aproximan o son aproximados por uno más dominante.

Luego la invitada extendió su mano haciendo un gesto que dejó la palma a la vista y que nuevamente se asemejó mucho al que realizan los chimpancés. El chimpancé de menor jerarquía ofrece la palma lánguidamente, en lo que parece ser un gesto de pedir limosna; mientras que el animal de mayor status la toma firmemente como para brindar confianza.

Ambas mujeres se dieron la mano, y finalmente retrocediendo, giraron sobre sus talones, lo que indicaría, si Kendon y Ferber están acertados, que aquella no era una relación muy cercana.

La película muestra asimismo, que el comportamiento del dueño de casa difiere del de su esposa. Mientras ella toma distancia en la frontera de su territorio, los brazos y los hombros hacia atrás, la cabeza ladeada y sonriente, el esposo avanza hacia los invitados con el cuello extendido y luego levanta los brazos preparando un abrazo de bienvenida; en forma muy especial, levanta los brazos perpendicularmente a su cuerpo, casi como si sus muñecas estuvieran sostenidas por hilos invisibles. Los invitados varones se acercan a él, mantienen sus torsos erguidos, no extienden sus cuellos, y al levantar los brazos para abrazar los mantienen derechos hacia arriba de manera que queden del lado de adentro, y los del dueño de casa del lado de afuera.

"Hasta ahora, éstas son solamente algunas de las observaciones que hemos realizado", explicó Kendon, "pero nos preguntamos si la escena del dueño de casa recibiendo a sus invitados es una postura dominante, que sólo se ve entre los machos cuando se saludan en su propio terreno". Cuando observaba las películas, me pareció una conclusión muy lógica. El gesto del anfitrión era expresivo, abierto como corresponde a una persona que se siente segura en su propio terreno. Los gestos de los invitados eran más reservados.

Después que el anfitrión y los invitados intercambian abrazos, retroceden y uno o ambos miran a otro lado. Kendon denomina a esta actitud "el corte" y considera que es una manera de preservar el equilibrio. Cada tipo de relación excepto una muy reciente, tiene su propio nivel de intimidad, y si un saludo sobrepasa la intimidad que corresponde, se necesita algún corte para volver rápidamente al equilibrio normal. Tal vez ésa sea la razón por la que los saludos muy estrechos se hayan transformado en un ritual —darse la mano, rozarse las mejillas— que sustituye entre los norteamericanos a un verdadero beso en la mejilla. Lo que se transforma en ritual pierde el aura de intimidad y la connotación sexual.

La película sobre el saludo muestra repetidamente a la gente haciendo gestos para corregir su aspecto personal: alisarse el cabello, acomodarse los anteojos o la ropa. Kendon notó que esto ocurre siempre, inmediatamente antes o después de un encuentro cara a cara, y en general nunca mientras la gente conversa entre sí. Los otros primates se dedican a mejorar su apariencia concienzudamente, limpiándose, tanto entre sí como a sus semejantes. Parte de este proceso sirve para mejorar las condiciones de la piel o del pelo, pero "arreglarse" mutuamente puede ser una manera de hacer sociedad, y hacerlo por sí mismo es algunas veces una "actividad desubicada" dentro del grupo. El animal indeciso entre huir o atacar, se sentará y se rascará furiosamente, o se tirará del pelo con nerviosidad, mientras realiza gestos amenazadores. Los especialistas en comunicación humana sugieren que cuando nos rascamos en público, difícilmente sea porque nos pique y la serie de gestos que realizamos para tratar de mejorar nuestro aspecto, realmente no persiguen ese fin. El significado exacto de estos gestos varía según la situación. El arreglarse, por ejemplo, puede implicar una introducción al galanteo como ya hemos visto. Pero muy frecuentemente, parece reflejar en los primates inferiores, alguna tensión interna que no tiene otra salida posible en ese momento. La mayoría de los encuentros entre seres humanos no sólo comienzan con un saludo, también terminan con una despedida. La gente vuelve a aproximarse y realiza otro ritual de despedida. Los etólogos sugieren que como en el caso de la bienvenida, se trata de un gesto de apaciguamiento. Durante un encuentro, todos están presumiblemente ocupados en lo que acontece, pero al separarse, podrán liberarse agresiones contenidas. De cualquier manera, no hay nada más vulnerable que un individuo en retirada. En algunas sociedades, al alejarse de la presencia del rey, los súbditos retroceden inclinándose e incidentalmente protegiendo sus espaldas.

Los seres humanos pueden apaciguarse con palabras o gestos, lo que dicen los tranquiliza mutuamente. De cualquier modo, no vivimos con la sensación de que estamos en presencia de un peligro físico cada vez que nos encontramos cara a cara con otra persona. Pero al escuchar a los etólogos y al observar la película de Kendon, uno se pregunta si en algún profundo nivel inconsciente no mantenemos la precaución física que hemos heredado de nuestros antecesores.

Algún día un investigador realizará un análisis de las despedidas, similar al que se ha hecho de las bienvenidas. Esto brindaría las respuestas a algunas intrigantes preguntas. Por ejemplo, cómo hace la esposa, en una reunión, para avisar a su cónyuge que es prudente retirarse, si no se lo puede decir verbalmente. He visto a algunas mujeres que lo hace echándose hacia adelante en sus asientos, juntando sus pertenencias o reacomodando sus ropas, es decir, representando una secuencia de partida. Un ejecutivo —que prefiere permanecer en el anonimato— me dijo que había encontrado un sistema infalible de terminar una reunión aburrida. Comienza distraídamente a guardar sus papeles en el portafolio. Inmediatamente, los otros asistentes a la reunión comienzan a mover los papeles, aparentemente imitando su comportamiento, y el presidente de la misma, al notar el movimiento, que demuestra urgencia general por abandonar el local, se apresura a levantar la sesión.

En sus estudios sobre el comportamiento en menor escala, el saludo, los etólogos hacen una contribución distintiva para la investigación de la comunicación no verbal. Su trabajo ha influenciado el pensamiento de casi todos los investigadores en este campo. Muchos científicos acostumbran comparar los descubrimientos sobre la comunicación humana con la comunicación animal.

C
apítulo
- VII

El rostro humano

Una estudiante de enfermería está sentada en una habitación a oscuras, mirando esa clase de película que se considera digna de una pesadilla. En la pantalla se ve un ser humano que tiene la cara y el cuerpo horriblemente quemados mientras soporta el agónico dolor ocasionado cuando le arrancan diferentes capas de piel.

La chica no está sola durante el experimento. Hay otra mujer encargada de entrevistarla, que está sentada en el otro extremo de la habitación, enfrentando una pared blanca. Ha sido ubicada en ese lugar pues desde allí no puede ver ni a la estudiante, ni a la pantalla.

El dramático filme continúa y la chica se revuelve en el asiento, mientras los segundos transcurren lentamente y en silencio. Luego, por fin aparece un subtítulo en la pantalla: las instrucciones. Debe describir la película, falseando la verdad, como si hubiera estado viendo flores, o niños jugando en un parque. Se oye el ruido de roces de ropa, una silla que se corre y finalmente la mujer que la entrevista, respondiendo a una señal, se da vuelta y enfrenta a la estudiante. La chica finge una sonrisa valiente y comienza: "Debe ser primavera; nunca he visto tantas flores hermosas".

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