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Authors: Flora Davis

Tags: #Ensayo, Psicología, Referencia

La comunicación no verbal (9 page)

BOOK: La comunicación no verbal
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La sonrisa de verdadero placer es más difícil de explicar que la sonrisa defensiva, pero Andrew sugiere que puede provenir de la mueca que efectúan automáticamente muchos mamíferos, incluso el hombre, cuando se sobresaltan. Aquella mueca de sorpresa podría haber evolucionado hasta transformarse en una amplia sonrisa de placer; el humor de los adultos depende del factor sorpresa.

En 1966, dos psicólogos, Ernest Haggard y Kenneth Isaacs informaron que mientras pasaban en cámara lenta películas de psicoterapia, habían notado expresiones en el rostro de los pacientes que aparecían por un instante para volver a desaparecer inmediatamente en una fracción de segundo. Las expresiones no eran visibles al pasar la película a velocidad normal; al pasarla nuevamente en cámara lenta, a más o menos un sexto de la velocidad normal, podían ser detectadas en la mayoría de la gente. Estudios posteriores revelaron que estas fugaces expresiones eran reveladoras. Se notó que generalmente ocurrían en pacientes con conflictos. "Yo no estaba enojado", diría al mismo tiempo que se lo veía momentáneamente muy molesto. Por lo general las personas no tenían escapatoria al enfrentar las expresiones faciales que las ponían al descubierto. Mientras que un paciente comentaba cuánto apreciaba a otra persona, su expresión solía pasar vertiginosamente del placer a la ira y nuevamente al placer. Haggard e Isaacs sugirieron que estas expresiones, que denominaron "micromentarias" o "micros", no constituyen de por sí mensajes, conscientes o inconscientes sino que son filtraciones de sentimientos verdaderos. En realidad, pueden servir como una válvula de escape que permite a una persona expresar, aunque sea muy brevemente, sus impulsos o sentimientos considerados inaceptables.

Aparentemente, los micros no son necesariamente invisibles. Desde 1890 numerosos experimentos sobre percepción subliminal han demostrado que con frecuencia vemos mucho más de lo que creemos ver. Muchas personas recuerdan el revuelo producido en torno a la persuasión subliminal en el año 50. Un investigador de mercado, norteamericano, aseguraba haber aumentado las ventas de Coca-Cola y de maíz tostado proyectando en un cinematógrafo repetidamente sendos carteles que rezaban "Tome Coca-Cola" o "Coma maíz tostado" mientras pasaban la película.

Los avisos se pasaban sólo por espacio de un tres milésimo de segundo; en realidad eran prácticamente invisibles. Cuando el experimento tomó estado público, muchos norteamericanos protestaron y se preocuparon por el peligro que significaba la persuasión subliminal Las implicancias políticas eran aterradoras. Sin embargo, otros experimentos han indicado que ésta no es la forma más eficiente de convencimiento subconsciente. El límite entre lo visible y lo subconsciente varía entre una persona y otra y en cada individuo según las diferentes situaciones. Un mensaje que se irradia el tiempo suficiente para ser captado en forma subconsciente por la mayoría de la audiencia, probablemente será visto claramente y de manera consciente sólo por algunas personas.

Estas diferencias individuales en la percepción fueron claramente demostradas en un experimento realizado por Paul Ekman. En éste, su primer ensayo sobre investigación de expresiones micromentarias, exhibió una película a un grupo de estudiantes universitarios y de enfermeras que incluía varios micros. Los estudiantes no lograron captar los micros cuando la película fue proyectada a velocidad normal, pero sí cuando se la pasó en cámara lenta. En cambio las enfermeras, que tenían aproximadamente diez años de experiencia, descubrieron los micros durante la proyección a velocidad normal.

Al partir de esta base, Ekman comenzó a estudiar los micros mediante un taquitoscopio, aparato que puede reproducir fotografías sobre una pantalla a velocidades que llegan a un centésimo de segundo. Cuando pasaba sus fotografías de rostros a velocidad máxima, las personas insistían en que no veían absolutamente nada.

El experimento con el taquitoscopio es mi juego de magia preferido, dice el doctor Ekman. Usted se lo muestra a una persona y ella pensará que está mirando una pantalla en blanco. Entonces hará lo que ella insiste que son conjeturas y luego usted le explica. "Ahora le probaré que la mayor parte de lo que dijo era acertado". Lee sus primeras diez respuestas y ella quedará asombrada. Todos poseemos un aparato de percepción capaz de descifrar rostros a una velocidad de un centésimo segundo, lo que ofrece un interrogante de especial interés: ¿por qué no lo empleamos? Yo pienso que sistemáticamente le enseñamos a la gente desde su infancia a no prestar atención a las expresiones faciales mínimas, porque son demasiado reveladoras.

Obviamente, esta enseñanza se efectúa de manera subconsciente. En cierta forma, el taquitoscopio representa la imagen bastante real de un rostro, puesto que las expresiones faciales pueden variar en sólo medio o un cuarto de segundo, y siempre están relacionadas con las expresiones que las preceden y las que les siguen, acompañadas además de una serie de palabras y de movimientos corporales que distraen la atención. El ojo humano tiene que ser muy veloz para captarlas, y un rostro proyectado por el taquitoscopio es quizás más cercano a lo que se nos presenta en la vida real que las fotografías que podemos estudiar con tiempo.

En el transcurso de sus experimentos con el taquitoscopio el doctor Ekman descubrió un fenómeno muy interesante. Aproximadamente la mitad de las personas entrevistadas perdían continuamente una emoción. Cada individuo parecía tener un punto débil particular. Lograba captar casi todo correctamente pero pasaba por alto las imágenes de rostros que demostraban ira o desagrado. Siempre se trataba de una expresión desagradable; ninguno pareció pasar por alto la alegría. Obviamente, había un mecanismo de bloqueo subconsciente, y parecía estar relacionado con la personalidad del individuo y con el humor en que se hallaba en ese momento.

Ekman investigó este bloqueo en mayor profundidad en otro estudio preliminar en que examinó a treinta individuos mediante el taquitoscopio, y luego les brindó la oportunidad de relajarse tomando un trago y fumando un cigarrillo. Diez de ellos tenían una proporción mucho mayor de alcohol en su bebida; otros diez fumaron cigarrillos de tabaco mezclado con marihuana; y el resto tomó bebida sin alcohol y fumó cigarrillos comunes, un doble efecto de placebo. Cuando todos los individuos volvieron a ser sometidos a la prueba del taquitoscopio, el último grupo reaccionó en forma similar a la inicial. El grupo alcohólico tuvo mayor dificultad para reconocer todas las emociones, excepto la de desagrado, y en ésta, parecían ahora mucho más precisos. Pero lo que más interesó a Ekman fue la reacción del grupo que había fumado marihuana, ya que es creencia popular que su uso acrecienta notablemente la sensibilidad. En realidad, el grupo se comportó notablemente peor en el reconocimiento de la tristeza, del temor y de la ira. Ekman recalca que éste fue un estudio preliminar. No estaba investigando los diferentes estados de ánimo —tanto la marihuana como el alcohol producen efectos totalmente diferentes según las circunstancias—, así que trató de intensificar el estudio de las reacciones.

La mayoría de los investigadores dedicados al estudio de la comunicación no-verbal que conocí, consideran que realizan trabajos científicos básicos y creen que aún falta mucho tiempo para que se pueda dar una aplicación práctica a su trabajo. Sin embargo, Paul Ekman piensa que los estudios de la comunicación no-verbal serán un "campo muy candente" durante unos años, hasta que se logre develar los interrogantes fundamentales. En cuanto a su aplicación práctica, predice que se emplearán en muchos estudios psicológicos sobre la emoción, utilizando como parámetro la expresión facial.

Ekman considera asimismo que no habrá grandes progresos relacionados con la psicoterapia, puesto que los terapeutas ya están empleando los conocimientos existentes sobre la comunicación; piensa además que surgirá una tremenda explotación comercial.

Puedo prever la aparición de institutos dedicados a entrenar vendedores y aspirantes a diferentes puestos. También creo que se empleará la observación de las expresiones faciales durante las entrevistas de personal.

Pienso que la medida de las expresiones se utilizarán para probar la reacción ante distintas propagandas comerciales; ya he sido abordado a ese respecto. No he aceptado. Creo que veremos un creciente entrenamiento del comportamiento facial de los empleados en todo el mundo de los negocios. Considero que es posible enseñar a las personas para que aprendan a engañar mejor.

Algunas de estas predicciones no son muy halagüeñas, pero cuando así se lo comenté, Ekman me dijo que en cuanto la comunicación no-verbal pase a ser parte del conocimiento popular, comenzará a cambiar. En cuanto se publiquen estudios que describan las formas en que la gente disimula que está fingiendo, esas maneras comenzarán a desaparecer para dejar lugar a otras. Esto presenta un nuevo problema para los investigadores de ciencias sociales. Sus estudios sobre el comportamiento pueden precipitar cambios de conducta que a su vez quitarán validez a sus investigaciones anteriores.

La idea de que exista una persona para entrevistar al personal que esté entrenada para registrar expresiones faciales, es algo escalofriante y nos recuerda el 1984 de George Orwell, donde un hombre cometió un "crimen facial" cuando su rostro dejó traslucir que estaba imaginando pensamientos prohibidos. Al explicar a la gente que los movimientos corporales producen una comunicación, ésta se siente desamparada, expuesta y al descubierto aun en completo silencio; después de todo, uno puede negarse a hablar, pero es difícil permanecer inmóvil y sin tensar un solo músculo. Freud escribió: “Aquel que tenga ojos para ver y oídos para escuchar, podrá convencerse de que ningún mortal puede guardar un secreto. Si sus labios mantienen silencio, conversará a través de las puntas de sus dedos; la traición brotará de todos sus poros. Una vez oí que un hombre le dijo a una mujer: ¿Te has dado cuenta de que acabas de cruzar las piernas y los brazos al mismo tiempo? Obviamente te has puesto a la defensiva". Ésta es una irrupción en la intimidad, tan incorrecta como leer o discutir la correspondencia ajena.

Mucha gente se sentirá menos feliz ante la perspectiva de vivir en un mundo en el que algunas personas aprenden a leer el rostro, y otras a mentir con la expresión facial. Sin embargo, este proceso cultural, que es una especie de "diente por diente", es probablemente tan antiguo como la humanidad misma; un hombre aprendía a usar la lanza; otro inventaba el escudo; el primero mejoraba la lanza y así sucesivamente.

De cualquier manera, yo considero que los beneficios potenciales de esta ciencia sobrepasarán en mucho las mínimas deficiencias que provengan de su uso indebido. Ya que, a medida que las personas se vuelvan más conscientes de sus rostros, ¿cómo podrán dejar de sentirse más próximas a los sentimientos de los demás? Marido y mujer, paciente y terapista, podrán interpretarse mejor uno al otro y captar más rápido la desazón, la ira o el placer para determinar con más claridad la impresión que causan en el otro.

Si al mismo tiempo, las personas se tornan más responsables de lo que hacen con sus propios rostros, terminarán tomando un contacto más íntimo con sus sentimientos personales. Eso es verdaderamente lo que se trata de conseguir en la actualidad mediante la terapia de grupo, la psicoterapia, los encuentros juveniles y otros fenómenos de la vida moderna.

C
apítulo
- VIII

Lo que dicen los ojos

Imagínese que un día mientras usted está sentado en un lugar público, levanta la vista, y se encuentra con la mirada fija de un desconocido que lo observa inexpresivamente, y que no se altera aun cuando usted le clava los ojos. Con seguridad, usted mirará rápidamente hacia otro lado y luego de unos segundos se volverá hacia él para ver si todavía lo sigue observando. Si continúa haciéndolo, usted lo mirará de hito en hito varias veces y a medida que lo haga, si la persona persiste en su actitud, usted pasará rápidamente de la ira a la alarma.

Esta forma de mirar fijo, sin variante, es un medio de amenaza para muchos animales como así también para el hombre. Un naturalista que estudió el comportamiento de los gorilas montañeses en la selva, registró esta especie de "combate de miradas fijas" entre los machos. Él mismo se expuso a un ataque si miraba a un animal fijamente por un lapso prolongado.

Los monos Rhesus también reaccionan violentamente cuando otro mono o un ser humano los mira fijo. En recientes experimentos de laboratorio, Ralph Exline, un psicólogo de la Universidad de Delaware, investigó la comunicación a nivel hombre-mono, referente al comportamiento del ojo. Los monos fueron encerrados en jaulas, en una habitación vacía bien iluminada. Cuando el investigador se aproximaba a la jaula mirando hacia abajo, con una actitud tímida, la reacción era mínima. Cuando lo hacía de manera más agresiva, mirando directamente a los ojos y fijando la mirada, el animal comenzaba a mostrar los dientes y balancear la cabeza amenazadoramente. Sin embargo, el mono no respondía como si se sintiera amenazado, cuando el investigador con la misma expresión fija mantenía los ojos cerrados. Al dar un paso más en el experimento, es decir cuando el investigador se echaba hacia adelante y sacudía la jaula, siempre con los ojos cerrados, el animal demostraba estar atento pero no aparecía como amenazado.

Los monos son sensibles a la mirada hasta un límite increíble. En otro experimento se expuso a varios monos Rhesus a las miradas de un hombre que estaba oculto. Inmediatamente comenzaron a parecer deprimidos y al controlar sus ondas cerebrales, se descubrió que cada vez que el hombre los miraba directamente se notaban alteraciones en el esquema de las ondas. Resultaba difícil entender cómo sabían cuándo se los miraba directamente y cuándo no, puesto que no podían ver al hombre que lo hacía; pero este comportamiento parece ligado a una experiencia humana muy común. Casi todos hemos sentido en alguna oportunidad la incómoda sensación de ser vigilados y luego confirmar nuestra sospecha al darnos vuelta. Generalmente consideramos que un sonido apenas audible o un movimiento ínfimo, captado en la visión periférica, nos ha brindado esa sensación. Resulta intrigante la idea de que para los monos y quizá también para los hombres, exista tal vez alguna clave aun más primitiva que produzca esa sensación. Nadie ha observado qué ocurre con las ondas cerebrales del hombre cuando lo miran fijo, pero un estudio reciente parece indicar que una persona que es mirada insistentemente tiende a aumentar su ritmo cardíaco en mayor proporción que la que no lo es. Una de las mayores incomodidades de hablar en público, consiste en enfrentarse con gran cantidad de miradas fijas.

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