El sábado por la mañana, bajé de Internet un mapa y el itinerario y dije a mi madre que me iba a casa de Misha a pasar el día. Me fui calle arriba y llamé a la puerta de los Cooper. Abrió Herman, con el pelo de punta y una camiseta de los Sex Pistols.
—¡Hala! —exclamó al verme, dando un paso atrás.
—¿Quieres que vayamos a dar una vuelta en coche? —pregunté.
—¿Es broma?
—No.
—Vaaale —dijo Herman—. No se retire, por favor. —Subió a pedir las llaves a su padre y bajó con el pelo mojado y una camiseta azul limpia.
17. MÍRAME
—¿Adónde vamos, a Canadá? —preguntó Herman al ver el mapa. Tenía una franja blanca en la muñeca, donde había llevado el reloj durante todo el verano.
—A Connecticut —dije.
—Pero sólo si te quitas esa capucha.
—¿Por qué?
—No te veo la cara.
Me la quité. Él me sonrió. Aún tenía ojos de sueño. Yo iba indicándole el camino y hablamos de las universidades a que había enviado solicitudes para el curso siguiente. Me dijo que estaba pensando especializarse en Biología Marina, porque deseaba vivir como Jacques Cousteau. Pensé que a lo mejor podríamos entendernos mejor de lo que imaginaba. Me preguntó qué quería estudiar yo y le dije que tiempo atrás había pensado en Paleontología, y entonces me preguntó qué hace un paleontólogo y yo le dije que si tomaba la guía ilustrada del Museo Metropolitano de Arte, la rompía en mil pedazos y los lanzaba al viento desde la escalera del museo, etcétera, y luego me preguntó por qué había cambiado de idea y yo respondí que ahora pensaba que eso no iba conmigo, y entonces me preguntó qué pensaba que iba conmigo.
—Es una larga historia.
—Tengo tiempo —respondió.
—¿De verdad quieres saberlo?
Él dijo que sí, de modo que le conté la verdad, empezando por lo de la navaja del ejército suizo de mi padre y el libro
Plantas y flores comestibles de América del Norte
y terminando por mis planes de explorar el Ártico sin más equipo que el que pudiera cargar sobre los hombros.
—No hagas eso, por favor —dijo él.
Nos equivocamos de salida y paramos en una gasolinera a preguntar el camino y comprar unos pastelillos.
—Te invito —dijo Herman cuando yo sacaba el monedero. Vi que, al poner en el mostrador un billete de cinco dólares, le temblaba la mano.
18. LE CONTÉ TODA LA HISTORIA DE
LA HISTORIA DEL AMOR
Llovía tanto que tuvimos que parar a un lado de la carretera. Me quité las zapatillas y apoyé los pies en el salpicadero. Herman escribió mi nombre en el parabrisas empañado. Luego rememoramos una pelea que habíamos tenido cien años atrás y me dio pena pensar que dentro de un año Herman se iría a empezar su vida.
19. LO SÉ Y BASTA
Después de estar buscando una eternidad, por fin encontramos el camino de tierra de la casa de Isaac Moritz. Habíamos pasado por delante dos o tres veces sin verlo. Yo ya estaba decidida a abandonar, pero Herman no quiso.
Empezaron a sudarme las manos mientras el coche avanzaba por el barro, porque nunca había conocido a un escritor famoso, y mucho menos a un escritor al que había escrito una carta falsificada. Las señas de la dirección de Isaac Moritz estaban clavadas al tronco de un gran arce.
—¿Cómo sabes que es un arce? —preguntó Herman.
—Lo sé y basta —dije, ahorrándole los detalles. Entonces vi el lago.
Herman condujo hasta la casa y paró el motor. De pronto noté un gran silencio. Me incliné para atarme las zapatillas. Cuando me erguí vi que él me miraba. Tenía una expresión de expectación e incredulidad, y también un poco de tristeza. Me pregunté si se parecería a la que tenía mi padre cuando miraba a mi madre, hace un montón de años, en el mar Muerto, al iniciar una cadena de hechos que me habían traído a este rincón del mundo, con un chico junto al que había crecido y al que apenas conocía.
20. FIN DEL VIAJE
Salí del coche e inspiré profundamente.
Pensé: Me llamo Alma Singer, usted no lo sabe pero me pusieron este nombre por su madre.
21. NO CONTESTAN
Llamé a la puerta con los nudillos. No contestaron. Pulsé el timbre, pero tampoco abrieron. Rodeé la casa mirando por las ventanas. Dentro estaba oscuro. Cuando volví a la fachada delantera vi a Herman apoyado en el coche con los brazos cruzados.
22. DECIDÍ QUE NO HABÍA NADA QUE PERDER
Estábamos en el porche de la casa de Isaac Moritz, meciéndonos en un columpio y viendo llover. Pregunté a Herman si sabía quién era Antoine de Saint-Exupéry y cuando respondió que no, pregunté si había oído hablar de
El principito
. Dijo que le parecía que sí. Entonces le hablé de cuando Saint-Ex cayó con su avión en el desierto de Libia, de que bebía el rocío de las alas de su avión recogido con un trapo manchado de aceite, que caminaba cientos de kilómetros, deshidratado y sufriendo calor y frío. Cuando llegué al punto en que lo encuentran los beduinos, Herman deslizó su mano en la mía y yo pensé: Todos los días se extinguen setenta y cuatro especies por término medio, lo cual era una buena razón, aunque no la única, para oprimir la mano de alguien, y lo que pasó después es que nos besamos, y yo descubrí que ya sabía besar, y eso me alegró y me apenó a partes iguales, porque comprendí que estaba enamorándome, pero no de él.
Esperamos mucho rato, pero Isaac no vino. No sabía qué hacer, así que dejé una nota en la puerta con mi número de teléfono.
Una semana y media después —recuerdo que era el 5 de octubre—, mi madre, que estaba leyendo el periódico, dijo:
—¿Recuerdas aquel escritor del que me hablaste, Isaac Moritz?
—Sí.
—Viene su nota necrológica en el periódico.
Aquella noche entré en su estudio. Le quedaban cinco capítulos de
La historia del amor
, pero ella no sabía que ahora los traducía sólo para mí.
—¿Mamá? —Y cuando ella se volvió—: ¿Podemos hablar?
—Claro que sí, cariño. Ven.
Avancé unos pasos. Eran tantas las cosas que quería decir.
—Me gustaría que no estuvieras… —dije, y me eché a llorar.
—¿Que no estuviera? —preguntó ella abriéndome los brazos.
—Que no estuvieras triste.
28 de septiembre
Hace diez días que llueve. El doctor Vishnubakat dijo que una buena cosa que puedo escribir en mi diario es lo que pienso y siento. Añadió que si quiero que él sepa lo que siento pero no quiero hablar de ello, basta con que le dé mi diario.
Yo no le respondí: ¿Le suena de algo la palabra «privado»? Una de las cosas que pienso es que ir a Israel en avión es muy caro. Lo sé porque pedí un billete en el aeropuerto y me dijeron que vale 1.200 dólares. Cuando le dije a la mujer que una vez mi madre compró un billete por 700 dólares ella me contestó que ya no hay billetes de 700 dólares. Pensé que a lo mejor me lo decía porque imaginaba que no tenía el dinero, así que le enseñé la caja de zapatos con los 741 dólares y cincuenta centavos. Me preguntó cómo había conseguido tanto dinero, y le contesté que con 1.500 vasos de limo-nada, aunque no es del todo verdad.
Entonces me preguntó por qué quería ir a Israel y yo le dije si me guardaría el secreto, contestó que sí y le expliqué que era un
lamed vovnik
y a lo mejor también el Mesías. Al oír esto ella me llevó a una sala especial sólo para empleados y me regaló un pin de El Al. Luego vino la policía y me trajo a casa.
Lo que sentí entonces fue rabia.
29 de septiembre
Hace once días que llueve. ¿Cómo puede uno ser un
lamed vovnik
si un día cuesta 700 dólares ir a Israel y luego lo suben a 1.200? Tendrían que mantener el precio siempre igual para que la gente supiera cuánta limo-nada necesita vender para ir a Jerusalén.
Hoy el doctor Vishnubakat me ha pedido que le explicara la carta que dejé para mamá y para Alma cuando pensaba que me iba a Israel. Me la puso delante para refrescarme la memoria. Pero no hacía falta que me la refrescara: sabía lo que ponía porque hice nueve borradores; para que quedara oficial quise escribirla a máquina y no hacía más que equivocarme con las teclas. Y decía:
«Querida mamá, Alma y demás: He tenido que marcharme y quizá tarde en volver. No me busquéis. La razón es que soy un
lamed vovnik
y tengo que ocuparme de muchas cosas. Habrá un diluvio pero no os preocupéis porque os he hecho un arca. Alma, tú sabes dónde está. Besos, Bird».
El doctor Vishnubakat me preguntó por qué me llamo Bird. Le dije que porque sí. Si quieres saber por qué el doctor Vishnubakat se llama Vishnubakat, es porque ha venido de la India. Si quieres acordarte del nombre piensa en Vesunavaca.
30 de septiembre
Hoy ya no llueve y los bomberos han desmontado mi arca porque dicen que tiene peligro de incendio. Eso me ha hecho sentir pena. He procurado no llorar porque el señor Goldstein dice que D--s hace las cosas con buen fin y también porque Alma dice que he de olvidar mis sentimientos para tener amigos. Otra cosa que dice el señor Goldstein es: ojos que no ven corazón que no siente, pero yo tenía que ver adónde habían llevado el arca porque de repente recordé que había pintado en la parte de atrás, y eso no se puede tirar en cualquier sitio. Pedí a mamá que llamara a los bomberos para preguntar dónde habían puesto todas las cosas. Me dijo que en la acera para que las recogiera el camión de la basura. Le pedí que me acompañara, pero el camión ya había pasado llevándoselo todo. Entonces lloré y le di una patada a una piedra y mamá quiso abrazarme pero no la dejé porque no debió permitir a los bomberos desmontar el arca, y también porque hubiera tenido que preguntarme antes de tirar todas las cosas que eran de papá.
1 de octubre
Hoy he ido a ver al señor Goldstein por primera vez desde mi intento de irme a Israel. Mamá me acompañó a la Escuela Hebrea y se quedó esperando fuera. Él no estaba en su despacho del sótano ni en el santuario pero al fin lo encontré en la parte de atrás cavando un hoyo para unos
siddurs
que tenían el lomo roto. Le digo «Hola, señor Goldstein», pero durante un rato él no dice nada ni me mira, y yo entonces digo «Bueno, quizá mañana vuelva a llover», y él dice «Los tontos y las malas hierbas crecen sin lluvia», y sigue cavando. Su voz sonaba triste y traté de entender lo que quería decir. Me quedé a su lado viendo ensancharse el hoyo. Él tenía tierra en los zapatos y yo recordé que un día un chico de los
daleds
le colgó un letrero en la espalda que ponía «Dame una patada» y nadie se lo dijo, ni yo tampoco, porque no quise ni que supiera que lo llevaba. Vi cómo envolvía tres
siddurs
en un trapo viejo y les daba un beso. Tenía más ojeras que nunca. Pensé que quizá con lo de que «Los tontos y las malas hierbas crecen sin lluvia» quería decir que se había llevado una decepción conmigo y yo no sabía por qué, y cuando puso el paquetito de los libros en el hoyo dije:
Yisgadal veyisqadash shemei rabbah
(«Alabado y santificado sea su Nombre en el mundo que Él creó y que su reino venga a vuestra vida y a vuestros días»), y entonces vi que al señor Goldstein le salían lágrimas de los ojos. Empezó a echar tierra al hoyo y vi que movía los labios, pero no oía lo que decía, de modo que intenté escuchar bien y acerqué el oído a sus labios. Decía «Chaim», que es como a mí me llama. Un
lamed vovnik
es humilde y obra en secreto, y entonces él se volvió de espaldas y yo comprendí que estaba llorando por mí.
2 de octubre
Hoy vuelve a llover, pero no me importa, porque se han llevado el arca y porque he decepcionado al señor Goldstein. Ser un
lamed vovnik
significa que no has de decir a nadie que eres una de las treinta y seis personas en las que el mundo confía, significa hacer el bien ayudando a la gente pero sin que se fijen en ti. Pero yo dije a Alma que era un
lamed vovnik
, y a mamá, y a la mujer de El Al, y a Louis, y al señor Hintz, mi profesor de gimnasia, que quería que me quitara la
kippah
y me pusiera unos pantalones cortos, y a varias personas más, y la policía tuvo que ir a buscarme, y los bomberos vinieron y me desmontaron el arca. Todo esto me hace sentir ganas de llorar. He defraudado al señor Goldstein y también a D--s. No sé si esto quiere decir que ya no soy un
lamed vovnik
.
3 de octubre
Hoy el doctor Vishnubakat me preguntó si estaba deprimido y yo le dije ¿Qué quiere decir deprimido? y él dijo Por ejemplo estás triste y lo que no le dije yo es ¿Es usted un ignorante? porque eso no lo diría un
lamed vovnik
. Lo que le dije es Si un caballo supiera lo pequeño que es un hombre comparado con él lo pisotearía, que es algo que a veces dice el señor Goldstein, y también el propio doctor Vishnubakat lo ha dicho. Eso es interesante, ¿puedes desarrollarlo? y yo le dije No. Entonces nos quedamos un rato callados, que es algo que hacemos a veces, pero yo me aburría y dije El trigo puede crecer del estiércol, que también lo dice el señor Goldstein y al doctor Vishnubakat le interesó mucho porque tomó nota en su bloc, y yo dije El orgullo se posa en el estercolero. Entonces el doctor Vishnubakat preguntó Puedo hacerte una pregunta y yo contesté Depende y él dijo Echas de menos a tu padre y yo contesté En realidad no me acuerdo de él y él dijo Creo que ha de ser muy duro perder a un padre, y yo no dije nada. Si quieres saber por qué no dije nada, es porque no me gusta que alguien hable de papá si no lo ha conocido.
Una cosa que he decidido es que de ahora en adelante antes de hacer una cosa siempre me preguntaré ¿HARÍA ESO UN
LAMED VOVNIK
? Por ejemplo hoy llamó Misha preguntando por Alma y no le dije ¿Quieres darle un beso con lengua? porque cuando me hice la pregunta ¿HARÍA ESO UN
LAMED VOVNIK
? la respuesta fue NO. Entonces Misha preguntó ¿Cómo está? y yo dije Está bien y él dijo Dile que quería preguntarle si ha encontrado a la persona que estaba buscando, y yo no sabía de qué hablaba y dije ¿Cómo? y entonces él dijo En realidad no importa, no le digas que he llamado, y yo dije Vale y no se lo he dicho porque si hay algo que un
lamed vovnik
sabe hacer es guardar un secreto.
No sabía que Alma estuviera buscando a alguien y he tratado de adivinar quién sería, pero no he podido.
4 de octubre