La música del mundo (45 page)

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Authors: Andrés Ibáñez

Tags: #Fantasía, Relato

BOOK: La música del mundo
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extrayendo de la caja de cartón diversas fotocopias que le iba pasando a Block (artículos de Hálifax y Farfán aparecidos en diversos periódicos de la época, láminas, fragmentos de su
Flora Asiática
), Jaime le contó casi todo lo que sabía de la vida del personaje, su educación, sus viajes europeos, su residencia en Cristianía, sus disputas (más que probablemente ficticias) con Linneo: sus viajes asiáticos, su aventura en el reino de Siam y los jardines de flores que encontró allí, su viaje por el Sur de China, sus laberínticas búsquedas por remotas regiones del Himalaya… le habló de su vuelta a Europa, sus actividades de ilustrado, sus viajes africanos, su proyecto de convertir la Colina de los Pinos (en la que ahora estaba situado el Abuelo del Mar) en un gigantesco Jardín Botánico, de su delirante globo atmosférico… le habló del misterioso «Ingenio Musical» que había querido colocar en el centro de su Jardín de Flores de Siam y que, seguramente, jamás llegó a funcionar…

—hay una obra de Hálifax y Farfán que no he podido encontrar, dijo Jaime… se refiere a ella en su «Memorial para la creación de un Jardín Botánico»… se trata de un «opúsculo sobre las piedras y los jardines musicales»… por alguna razón, me parece que es allí donde podría estar escondida la clave…

—¿la clave? ¿la clave de la Región Confabulada? dijo Block… perdona, pero, ¿la clave de qué?

—no sé, dijo Jaime… ni yo mismo lo sé… a veces es como un sueño… a veces pienso que entender el parque Servadac sería entender la Biblioteca… a veces pienso que Hálifax y Farfán jamás existió, que lo he inventado yo… recuerdo la pradera de Otón, en la isla de los Bucos, una pradera que es al mismo tiempo música… entonces pienso en el «ingenio musical» de Hálifax y Farfán, situado en el centro de su Jardín de Flores de Siam… el ingenio musical destinado a canalizar las energías celestes y gracias al cual las flores y las plantas crecerían armónicas y vibrantes… es como un laberinto, ¿te das cuenta?… y por ese laberinto caminamos tú, yo, Estrella, Otón, Montoliu y quién sabe quién… a veces pienso: el misterio es el espacio, eso que Montoliu llama «el Mundo del Espacio»… a veces pienso: el misterio es la música, «lo que desciende de lo alto», la energía celeste que Hálifax y Farfán deseaba llamar, lo que nos permite salir de la pradera de la obra, de la caja del yo… a veces pienso que el misterio es el efecto, la música y la magia y el perfume d
el efecto Montoliu
, descendiendo sobre nosotros como lluvia y sol, brotando a nuestro alrededor como flores y hojas… y a veces pienso que el laberinto no tiene sentido, que no es posible interpretar el mundo —y entonces siento una especie de paz…

los dos quedaron en silencio unos segundos, Block todavía curioseando por entre los papeles de la caja…

—¿qué me dices de la casa de Godawlia? dijo Block

—bueno, allí estuvimos juntos, dijo Jaime, que parecía poseído por un enorme hastío

—lo que tú piensas, dijo Block, es que la casa de Godawlia es un nido de agentes…

—sí, algo así

—¿todos ellos? dijo Block… ¿Cosmeta, lady Roskoff, la señora Claramonte?…

—como te digo, dijo Jaime, nada tiene sentido… si ellos son agentes, entonces… quiero decir que es evidente que a los del otro lado les fascina el mundo visual, el Mundo del Espacio, los objetos… el mundo de los objetos: los «objetos imposibles» que encontramos en la casa de Godawlia, la cinta de Moebius que tú encontraste en el parque Servadac…

—Fiona

—sí, por ejemplo Fiona, un
strip-tease
, el mundo visual… y los objetos, las compras monumentales de lady Roskoff… en algún lugar de sus cartas, Rilke habla de los objetos verdaderos y de los objetos falsos y sin vida… no hay duda de que este mundo tiene una infinita capacidad de corromper… supongo que ésa es la explicación de la casa de Godawlia…

—este mundo, dijo Block, es el mundo del amor… este planeta, la Tierra… el mundo del amor de los ojos, el planeta visual… incluso los ángeles se enamoran de la tierra… leemos esta historia en la angeología judía… los ángeles contemplan el mundo desde la eternidad, poseídos por la melancolía… se enamoran de las bellas hijas de los hombres, y entonces desean dejar de ser ángeles… vienen a este mundo y se olvidan de quiénes son… muchos se corrompen, como tú dices, se ven completamente poseídos por el mundo de las cosas… pero hay otros que no se olvidan…

—¿de qué estás hablando? dijo Jaime

—estoy hablando del efecto, dijo Block misteriosamente… tú tienes razón: el mundo no tiene sentido… no es posible explicar la realidad…

—pero es nuestra obligación intentar comprender, dijo Jaime, intentar organizar el caos…

—no es posible organizar ese caos… no hay orden ni explicación posibles… unas explicaciones se superponen a otras, y ninguna es bastante amplia ni bastante exacta… nuestra obligación no es explicar el mundo,
sino atravesarlo
… somos los exploradores de este mundo, y los exploradores no tienen tiempo ni instrumentos para convertirse en cartógrafos… si crees que puedes explicar el mundo es porque crees que el mundo es de una manera, pero el mundo no es de ninguna manera, el mundo cambia sin cesar porque está hecho de ideas, de ilusión, de sueños… queremos interpretar la realidad pero no vivimos en la realidad, sino en el efecto…

—¿entonces? dijo Jaime

—místicos, buscadores y magos, dijo Block…

quedaron en silencio… la Región Confabulada les rodeaba por todas partes… quizá uno de ellos fuera un agente, un infiltrado… quizá la puerta para entrar estuviera allí mismo, en la casa de Jaime, empujando la librería, o al fondo de uno de los armarios…

—también, dijo Block carraspeando, me gustaría ver el mapa

—¿el mapa? sí, encontré un mapa

—¿puedo verlo?

—no lo tengo aquí, dudó Jaime… sí, encontré un trocito de un mapa en la Biblioteca Nacional… sólo un trocito… está en un sitio seguro…

—oh, dijo Block

—ya han intentado robármelo por lo menos una vez, dijo Jaime… el original está escondido, pero tengo una copia que sí te puedo enseñar

trepó a una de las estanterías, y extrajo de detrás de los libros un sobre de papel de estraza que luego le tendió a Block… la copia estaba hecha en una cuartilla, con lápiz… representaba una península en la que desembocaba un río; unos cuantos nombres geográficos, no más de veinte, que incluían ríos, montañas, pueblos y los destinos de los caminos…

—lo calqué, dijo Jaime… está exacto… sólo faltan los dibujos

—¿dibujos?

—sí, una sirena en el mar, un avestruz en una llanura, cosas así… aquí, encima de este afluente, hay dibujados dos leones

—parece una esquina del mapa

—sí, yo también diría que es una esquina… pero no hay indicación de meridianos, ni grados de longitud, ni nada…

—no es mucho, dijo Block… aquí está el río Ocelus… «Ocellus»… está en latín…
flumen ocellus
… no es mucho que digamos

—aquí hay dibujada una flor parecida a un diente de león, dijo Jaime… encima de la marca «flos»… y encima de la palabra «nauta», un barquito que cruza las olas, con un marinero al timón… no, no es mucho…

—no aparece Zembelia, ni Telemantia, ni nada parecido

—no

—es una pequeña desilusión, dijo Block haciendo girar la cuartilla entre sus manos…

INVIERNO DE ZARZAMORA

una mañana en casa de Jaime y Estrella, Jaime y Block oyendo discos… Estrella había salido, y las calles estaban llenas de viento y de hojas amarillas volando de aquí para allá, y Block había decidido no ir esa mañana a su cabina del Conservatorio de Países, donde un Bösendorfer muy erguido en sus tres patas le esperaba cada día, con sus blancos dientes de marfil extendidos hacia la luz de la ventana, a través de la cual se dominaba un anguloso panorama de buhardillas y chimeneas, y se había quedado en casa de Jaime, disfrutando de un cálido rincón de otoño —desde donde podía contemplar el madurar de las frutas hasta el corazón, y la forma en que las almendras eran rellenadas con una dulce semilla… páginas y palabras del otoño; Keats «oyó» los archivos del verano, y «vio» al otoño sentado en medio de su almacén (en el que era, para Mencía, uno de los más asombrosos ejemplos de poesía cabezal de toda la literatura, la última oda)… en el cuarto de estar de la casa de Jaime, un poco más acá de la ventana donde Block y él solían sentarse a la otomana para contemplar los tejados de Países, invadido de la luz del otoño, refugio de los vendavales del otoño… después de los improperios de Estrella (¿os vais a quedar aquí toda la mañana sin hacer nada?), después del otoño sentado en medio de su granero, ellos tomando posesión del salón, vaciando de cojines los dos blandos sofás y acomodándose en el suelo sobre la alfombra de peluche blanco, rodeados de carpetas de discos (era la colección de discos de
jazz
de Jaime en pleno) y de negros discos estriados que rodaban fuera de sus estuches, se preparaban para disfrutar de la mañana solitaria y llena del rumor de las manzanas madurando y petirrojos cantando en las vallas del jardín

—me gustaría que oyeras algo, había dicho Jaime, rebuscando entre los discos —ante el gesto de interrogación de Block, que pensaba que aquélla era una cuestión zanjada hacía tiempo… no entiendo (añadió) no entiendo por qué te resulta tan difícil oír músicas diferentes

—es difícil oír una música diferente, dijo Block

el primer tema se llamaba
Bop be
, pero no era éste el que más interesaba a Jaime, que sin embargo no dudó en abandonar su perfilada opinión, su insinuado gesto de palabras, como un rey que desaparece en una nube de humo al pasar por detrás de la primera palmera… Charlie Haden tocaba en la región más grave, con torpes pisadas de elefante que misteriosamente iban punteando un travieso tiempo que se estiraba en los cuatro sentidos del espacio, y el piano dialogaba con él igual que dialogan dos personajes de Lewis Carroll, con esa especie de locura y felicidad y de ajuste perfecto…
Bop be
… el
swing
de Paul Motian era extraño, con inesperados acentos del bombo que, de acuerdo con los cánones, deberían destruir todo el
feeling
; los tres parecían un poco locos…

—mira, dijo Jaime… esto era lo que quería que oyeras… es una balada; se llama
Blackberry winter

levantó el brazo del tocadiscos y volvió a colocarlo al principio de
Blackberry winter
, escucharon el final de
Bop be
, luego el silencio en el cual la aguja avanzaba cabeceando suavemente para encontrar la siguiente banda, y de pronto (de nuevo) comenzó el invierno, caía la nieve al otro lado de la ventana…

el tiempo se hacía más lento, se «recogía» de alguna manera, igual que los pétalos de tela de un abanico, y todo parecía poblarse: los dos sofás, la alfombra de peluche blanco llena de cojines y de fundas de discos y de discos negros y relucientes… la nieve caía y se reflejaba en el vinilo, negro como la noche; el acebo asomaba por entre los cojines… había un camino que avanzaba entre los árboles… nevaba… más tarde, el camino avanzaba por entre las vallas de los jardines, pasaba al lado de uno de los tilos… esto era
Blackberry winter
… Petrarca fue el primer hombre que sintió que había una felicidad en la tristeza y la música de
Blackberry winter
quizá fuera la última expresión de esa felicidad… había sucedido hacía mucho tiempo, y entonces no parecía tener importancia, pero ahora, recordándolo… fuera, combatían los ejércitos de hojas amarillas del otoño, o comenzaban a caer los copos de nieve del invierno… los copos de nieve, las estrellas de la nieve… por el camino avanzaba un carruaje tirado por un caballo; nada tiene importancia cuando lo vivimos, pensó Block, porque vivimos en el mundo de la casualidad y del azar… debajo de la luna… todo es casual: entramos en una habitación y miramos a una muchacha sentada en un sofá, y esa muchacha será el amor de nuestra vida; más tarde, en la memoria, entramos en esa habitación sólo para encontrar a esa muchacha, y esa muchacha nos esperaba desde siempre sentada en aquel sofá… transformamos la casualidad en la historia de nuestra vida, convertimos la realidad multiforme en una obra de arte, y eso es el efecto; de un torrente de impresiones y percepciones inventamos un «yo», del cúmulo de actos en los que participa o se ve envuelto ese «yo» inventamos una «vida», con increíble talento, arreglando aquí y allá, quitando y añadiendo, componemos unos recuerdos y los dotamos de una belleza y una felicidad que jamás tuvieron, ése es el efecto…

Block estaba ligeramente furioso porque no podía evitar que aquellas líneas melódicas le sugirieran asociaciones visuales… era como si la música de
Blackberry winter
le sacara del mundo del oído y le llevara al mundo de Jaime… entonces recordó el verso de Hafiz: «el oído del hombre no es capaz de escuchar las palabras del ángel»…

caía la nieve… había muérdago en el techo, y ramas de acebo llenas de bolitas rojas… el camino pasaba al lado del viejo tilo, con todas las hojas doradas… había alguien sentado en la valla de madera, alguien que sonreía y saludaba levantando el brazo… movía el brazo muy lentamente, como en un sueño

—te lleva al mundo de las imágenes, dijo Jaime

—sí, dijo Block… imagino que uno de esos bonitos paisajes de New England, un paisaje nevado, con árboles de hojas doradas… hay un camino, que pasa por entre las vallas pintadas de blanco de las casas… imagino sicomoros, no sé cómo son los sicómoros, y una chica con un vestido blanco, recostada en una de las vallas que corren a lo largo del camino, levantando el brazo y saludando… pero todo eso no importa nada… ¿por qué no podemos simplemente oír?

—el oído del hombre, dijo Jaime, no puede oír las palabras del ángel

—me recuerda también un par de versos de un poema muy cabezal

Hedge-crickets sing; and now with treble soft

The red-breast whistles from a garden croft

es una música tan joven, tan fácil, dijo Block… es ligera, sentimental, fácil… sí, ésa es la palabra: ingeniosa… ligera, ingeniosa, sensual…

los extraños acontecimientos sucedidos en la isla de los Bucos, junto con eso que Estrella en cierta ocasión había llamado el «suave engaño del tiempo» (se trataba, simplemente, de uno más de los múltiples efectos del efecto) les habían orientado hacia la intuición de un transtiempo en el que los acontecimientos no se encadenan a una única hilera sino que trazan distintos «senderos de tiempo» cada uno a su manera, dotados cada uno de su propia lógica y sin cruzarse ni interrumpirse unos a otros… por eso cada uno de nosotros es muchas personas a la vez, pensaba Block, y por eso a menudo nos sucede recordar algo que éramos y que misteriosamente habíamos «olvidado», o encontrarnos con «dimensiones perdidas» de nosotros mismos deambulando como invitados un poco borrachos por los pasillos de nuestra memoria y tropezando torpemente con los espejos… todos estos tiempos mezclados estaban produciendo un caos en el diario de Block, y el propio Block se sentía a veces algo aturdido, simbólicamente aturdido, y deseaba encontrar la nervadura o el «hilo argumental» de todos los acontecimientos, pluma en mano, para desistir al poco rato y ponerse furioso consigo mismo, y entonces se dejaba caer en la cama como un cuerpo inerte y era como hundirse en una región de sueños o en el mar de la noche, donde se confundían y disolvían todos los tiempos…

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