Lugares donde se calma el dolor (74 page)

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Authors: Cesar Antonio Molina

Tags: #Relato, Viajes

BOOK: Lugares donde se calma el dolor
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En la Biblia el pagano Labán utilizaba estatuas llamadas
terafim
. Servían para cuidar las casas e incluso podían hablar. En la Edad Media también se hicieron figuras capaces de predecir el futuro. El papa Silvestre II, en el siglo X, poseía una cabeza de bronce que respondía “sí” o “no” a sus requerimientos. Roger Bacon parece ser que construyó una cabeza parlante en el siglo XIII. Los zombis son cadáveres animados y los homúnculos son seres similares al hombre creados por procedimientos químicos.

El más famoso fue el de Paracelso. El Golem era algo inacabado, inconcluso, no había alcanzado su forma definitiva. La palabra golem tenía diferentes acepciones: sin inteligencia, sin formación, era antónima de
jajam
(sabio), tonto, torpe que en vez de resolver los problemas los crea. El poeta y sabio Ibn Gabirol, en el siglo XII, cuenta que, utilizando madera y unas bisagras, creó a una mujer a su servicio. En el Antiguo Testamento se menciona lo siguiente: «Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas» (Salmo 139, 16). La tradición judía interpreta que este Golem era nada menos que Adán. Dios formó al hombre, a Adán (en hebreo significa “tierra”) del polvo de la tierra y después sopló en su nariz aliento de vida. En el Antiguo Testamento se cuenta que dos rabinos se comieron un cordero creado por ellos y más adelante hay una referencia al primer Golem formado por un humano: «Raya creó un hombre y se lo envió al rabino Zera. Éste le habló, pero no obtuvo respuesta. Zera lo devolvió el polvo». La idea del Golem se encuentra en el
Sefer Yetzirah
. De la misma manera que Dios había creado el mundo mediante la combinación de las letras, también era posible dar vida al Golem con los signos del alfabeto hebreo. El
Sefer Yetzirah
es un texto anónimo escrito en torno a los siglos III y IV en Palestina o Siria.
El Libro de la creación
, primera obra integral de la mística judía constituye la esencia de la creación en el sentido material y energético, así como elementos combinatorios que en su diversidad posibilitan la creación de un mundo heterogéneo. Según este libro, Dios dibujó, labró, unió, sopesó e intercambió las veintidós letras fundamentales, con ellas dio forma a todo lo creado. Como comenta Leo Pavlát, el
Sefer Yetzirah
trata por primera vez de manera sistemática dos cuestiones que siempre habían preocupado a los cabalistas: cómo conocer a Dios y cómo comprender el secreto contenido en la creación. «La respuesta se encuentra en los treinta y dos principios de todo lo existente. Estos principios están constituidos por las veintidós letras del alfabeto hebreo y, además, por diez
sefirot
, expresión hebrea para designar los diferentes niveles de creación y de seres, de formación del universo dinámico espiritual…». El primer comentario al
Sefer Yetzirah
lo escribió Judá Ben Barzilai en Barcelona, donde fue rabino entre los siglos XI y XII. Los místicos judíos se dedicaron a las combinaciones de las letras hebreas, las cuales son al mismo tiempo números. Jugaban con el método cabalístico conocido como
tzeruf
: de acuerdo con sus reglas sustituían las letras en las palabras y comparaban sus valores numéricos, buscando en la diversidad del hebreo la fórmula de una nueva vida.

En los siglos XII y XIII aparecieron las primeras instrucciones para crear un Golem, quizá debido a esa necesidad de protección que necesitaban los judíos acorralados por la fobia religiosa, venida fundamentalmente del cristianismo. Yehuda Hasid en su
Libro de los devotos
y Eleazar Ben Yehuda de Worms, en su comentario al
Sefer Yetzirah
incluido en su libro
El secreto de los secretos
, hablan sobre la creación del Golem: «El que trabaja con El libro de la creación debe realizar primeramente el baño ritual y vestirse de blanco. Que no actúe solo, sino en grupos de dos o tres […] Y cogerá tierra intacta de las montañas, de donde nadie haya jamás cavado, la mezclará con agua que corra y moldeará al Golem, formando cada una de sus partes por separado mientras recita las fórmulas…», escribe Eleazar Ben Yehuda, cuya familia fue asesinada por los cruzados en su peregrinación a Tierra Santa. Más adelante él mismo comenta que para la creación de la figura de barro hay que pronunciar las combinaciones de las primeras once letras del alfabeto hebreo, mientras que para su destrucción se utilizan las permutaciones de las once letras restantes. Ahora bien, para darle vida es necesario utilizar una combinación de las letras del impronunciable nombre de Dios. Otra técnica afirma que había que extender polvo y escribir en él las letras de la palabra Adán. Sin embargo la versión más conocida es la que utiliza la palabra hebrea
emet
(verdad), formada por
aleph
,
men
y
tav
del alfabeto hebreo y que según el tratado talmúdico
Shabat
significa «sello de Dios». Estas palabras milagrosas aparecían en la frente del Golem. Para inmovilizarlo bastaba con retirarle la letra
aleph
que tiene el valor numérico de un uno, símbolo de la unidad de Dios. Así la palabra
emet
se convertía en
met
, que en hebreo significa «muerto». La secta cabalística de los querubines daba vueltas alrededor del Golem mientras se recitaban las letras sagradas. Estas ideas surgieron en el siglo XIII. Para destruirlo iniciaban el movimiento y lo continuaban en sentido contrario, recitando las letras al revés.

El mayor sabio en estos asuntos, Gershom Scholem, dice que todos los procesos de creación del Golem formaban parte de un ritual cabalístico de iniciación, de una ceremonia esotérica en la «cual se alcanza la visión estática de la materia animada. Así pues, la creación del Golem no tenía un significado real, sino simbólico. El Golem de tierra no cobraba vida en la realidad, sino en el espíritu. No tenía ninguna utilidad práctica más que la de probar a su creador su perfección espiritual y la consecución del favor de Dios». Esto mismo pensaba, siglos atrás, Abraham Abulafia, fundador de la tradición estática de la Cábala. En su libro
La vida en el mundo que viene
, habla del Golem como un ascenso a la visión estática. El creador del Golem debía ayunar y purificarse, luego se entregaba a la meditación pronunciando las 231 combinaciones del alfabeto. Después esparcía un polvo fino y dibujaba en él un círculo. A continuación recitaba el alfabeto hebreo y luego la combinación de las letras del nombre de Dios. Con ello, comenta Pavlát, comprende su significado interior y llega a conocer el milagro
shem
(el nombre de Dios), descubre su misterio, «el místico recibe la luz y se encuentra con su propia imagen interior, como una especie de nueva forma humana de orden espiritual. Le pertenece a él mismo y al mismo tiempo su yo originario. Este Yo-Golem, este
alter ego
tiene después visiones proféticas en las que se le revela todo el esplendor del reino de Dios». El pensamiento de Abulafia coincidía con aquello que está escrito en el
Primer libro de Moisés
(12,5): «Abraham hizo almas en Harán». A lo largo de los siglos muchos rabinos estaban convencidos de que con la combinación de letras se formaban todo tipo de criaturas. Estos “ayudantes”, quizá como los de Kafka, Walser o Benjamin no sabían hablar y no se podía reproducir. Ya las más antiguas referencias talmúdicas al Golem creado por el sabio Raya señalan su mudez para no igualarlo a la creación de Adán y así probar la imperfección de su creador humano. Moshé Cordovero (místico del siglo XVI, en Safed) decía que el hombre, al Golem, sólo podía darle vitalidad pero no la vida. En el Talmud se habla de la excepcional creación de Jeremías y su hijo, Ben Sira, que fabricaron un ser parecido a ellos capaz de hablar, lo que igualaba su creación a la obra del Creador. Algunas leyendas admiten su capacidad de emitir sonidos, chillidos, suspiros, llantos, gritos amenazadores. El Golem no habla, no porque el don del habla esté reservado al Señor, sino porque el Golem no tiene nada que decir. En realidad el Golem es un animal con apariencia humana. No tiene voluntad propia, no puede decidir ni es capaz de distinguir entre el bien y el mal, tampoco puede rezar. En el siglo XII se le atribuyó un sentido práctico: debía ser un criado, un «ayudante» al servicio de un señor. ¿De ahí tomó Kafka la idea? Scholem comenta que en torno al Golem también estaban tejidas tradiciones referentes a la resurrección de los muertos mediante un trozo de pergamino con el nombre secreto de Dios que se les introducía en la boca o en las manos.

La Sinagoga Vieja-Nueva, la del rabino Low o Liva o Judá León como lo llama Borges en su poema, en esencia es la misma que la del siglo XIII, cuando se levantó. Tiene dos naves y la sala está techada por bóvedas apoyadas sobre dos pilares octogonales entre ambas naves. El espacio entre columnas está ocupado por el almenar, cerrado por una reja alta de hierro forjado con decoraciones del gótico tardío y del renacimiento. De esta misma época es el arca para guardar la Torá, una piedra tallada con motivos florales. El púlpito también es pétreo. Del mobiliario original del gótico se conservan las bancas de piedra a lo largo de las paredes de la sinagoga. Las fachadas del oriente y poniente están rematadas por hastiales de ladrillos neogóticos, debido a las restauraciones de finales del XIX, llevadas a cabo por el arquitecto Josef Mocker. La sinagoga tiene doce ventanales: cinco en la fachada norte y otros tantos en la sur, y dos en la poniente. En esta última existía originalmente una sola ventana, justo sobre el arca de la Torá, a través de la cual se percibía el alba o el ocaso del día. El arco de la entrada, que sirve como paso a la sinagoga, es de medio punto y está coronado por un tímpano con viñas talladas, data de la época de su construcción.

Levanto la cabeza y busco el desván por donde corría el Golem y donde de seguro todavía hay restos de su barro. Cualquier intento de pasar a las alturas está prohibido. Cuentan que, en la segunda mitad del siglo XVIII, Ezequiel Landau, gran rabino de Praga, famoso por su obra Conocido en Judea, subió al desván de esta antigua sinagoga y regresó muy afectado. Dio la orden de que jamás nadie subiera allí. ¿Qué fue lo que se encontró? A su hijo también le sucedió lo mismo. A mediados del siglo XIX, Leopoldo Weisel publicó en alemán las leyendas judías de Praga recopiladas por Alois Hofman y Renate Heuerová en un libro titulado
Sippurim
(Historias). Estas páginas sirvieron de base para toda una rica literatura posterior llevada a cabo por los hermanos Grimm, von Arnim, Hoffmann, Brentano y hasta el mismísimo Gustav Meyrink, autor de la versión literaria más famosa sobre el Golem, y una siguiente
El rostro verde
(1917).

Estoy en la Sinagoga Vieja-Nueva de Praga. Praga,
práh
, parece ser, significa “umbral”. Un umbral entre el mundo cristiano y judío, un pasadizo subterráneo según la leyenda que comunicaba las dos partes del río y que facilitaba los encuentros entre los sabios judíos y Rodolfo II, ese rey heterodoxo. Esta sinagoga, también según otra leyenda, fue construida por los ángeles con los materiales de un templo de Jerusalén. Por lo tanto, esta sinagoga es por ese motivo y por la fecha real de su construcción una de las más antiguas casas de oración judía del mundo, o al menos que se haya mantenido dedicada al culto hasta nuestros días de manera ininterrumpida. ¿Umbral hacia dónde o desde dónde? En el
Sippurim
hay un texto en donde se menciona un camino que, debajo de la sinagoga, es decir, el que se encuentra ahora bajo mis pies, conduce directamente a Jesuralén. A la Jerusalén terrenal y, probablemente, también a la celestial. Gershom Scholem califica al rabino Low como precursor del hasidismo moderno, un movimiento religioso extremadamente ortodoxo; pero también para el investigador, este personaje fue un renacentista autor de pensamientos que han conservado su validez hasta nuestros días. Él defendió la necesidad absoluta de la vuelta de Israel a su patria originaria: «Dios creó todas las naciones, cada una de ellas por separado, y a cada una le asignó un territorio determinado y a cada persona un puesto concreto. Y lo mismo que una persona no puede pretender el puesto de otra, ninguna nación tiene derecho a someter a otra». Como comenta Zdenék Neubauer en su artículo titulado «La leyenda del Golem, el mito sobre la religión de la ciencia»: «Golem era una marioneta con vida, más tarde un juguete mecánico, después una máquina, un robot con accionamiento eléctrico, químico o nuclear, y hoy es computadora, de nuevo en concordancia con su época. Y entonces, ¿es “Golem” sólo una palabra vacía, un rótulo para los inventos humanos de nuestros tiempos, prestada de un mito? ¿Qué tienen entonces en común el sirviente de terracota de Low; la computadora de Scholem y el reactor atómico de Werich, con el Golem? Todos funcionan a través del poder de la escritura […], saber leer alfabéticamente los resultados obtenidos, saber sumarlos numéricamente y volver a modificarlos con procedimientos correctamente seleccionados hasta alcanzar los “verdaderos”, que debe saber distinguir, interpretar su significado, detectar su efecto y saber aplicar su poder…».

Los «ayudantes» de Kafka, a los que se refiere Giorgio Agamben, tenían ojos brillantes, rostro de estudiantes y barbas largas y abundantes. El Golem de Meyrink tiene un rostro de rasgos asiáticos que fue captado en las ilustraciones de Steiner. Paul Wegener en sus tres filmes
(El Golem
[1914],
El Golem y la bailarina
[1917] y
El Golem
[1920]) le dio un aspecto egipcio, semejante al rostro de una esfinge. El Golem en el cine tuvo también mucho éxito y muchas metamorfosis:
Frankestein
, el
Doctor Caligari, Nosferatu
, el
Doctor Mabuse
, etc. Wegener entró en contacto con el Golem mientras rodó en Praga, a las órdenes del director danés Stellan Rye,
El estudiante de Praga
. Otras versiones cinematográficas respetables de esta leyenda son las de Julián Duvivier, Frié, Szulkin y la trilogía del realizador israelí Amos Gitai, llevada a cabo a lo largo de la última década del pasado siglo XX.

La palabra “Golem” tiene un doble sentido: ser artificial y persona carente de capacidad intelectual y espiritual. Abraham Skorka recoge el siguiente comentario del Rabino Menahem ha- Me'iri. «Hay cuatro tipos de personas cuyas cualidades son defectuosas:
bur, reik, am haharetz
y
golem. Bur
es aquél carente de toda cualidad, ya sea intelectual o de comportamiento, y que carece de la capacidad natural de llegar en algún momento a adquirirlas.
Reik
es aquel que tiene una predisposición para las cualidades intelectuales y de comportamiento, pero no ha estudiado ni recibido guía y educación.
Am ha-haretz
tiene buenas maneras y buen comportamiento, pero no posee cualidades intelectuales. El
Golem
ha adquirido cualidades intelectuales, pero no ha aplicado sus esfuerzos para adquirir buenas maneras y conducta…».

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