Luminoso (43 page)

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Authors: Greg Egan

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Luminoso
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—Yo soy Cordelia. Éste es mi padre, Próspero. Hemos venido desde la Tierra.

Parecía un poco aturdida, una reacción que a Gisela le pareció totalmente razonable. En Atenea, daba igual lo compleja que fuera la acción metafórica que emplearan para indicarle al software de comunicaciones que los interrumpiera, que incluyera las cabeceras explicativas y las sumas de verificación oportunas, y que luego convirtiera todo el paquete bit a bit en un haz de rayos gamma modulados, nada podía prepararlos para el hecho de que en un instante subjetivo avanzarían noventa y siete años en el tiempo y se alejarían noventa y siete años luz de casa.

—¿Has venido a ver la Inmersión de Planck?

Gisela decidió no dejar traslucir nada que pudiera revelar su asombro; no había ninguna necesidad de ser cruel diciéndole que podían haberlo visto todo desde Atenea. Por mucho que uno prefiriera los datos en tiempo real a las transmisiones a la velocidad de la luz, difícilmente merecería la pena desfasarse ciento noventa y cuatro años de tus conciudadanos.

Cordelia asintió con timidez y miró a la estatua que tenía detrás.

—En realidad, mi padre...

¿Qué quería decir? ¿Que era idea de él? Gisela esbozó una sonrisa alentadora, esperando una aclaración, pero no la hubo. Se había estado preguntando por qué un Próspero le habría puesto a su hija Cordelia, pero ahora se le ocurrió que —puestos a sucumbir a la moda de los nombres shakespearianos— lo más sensato era no poner a nadie de la misma obra en una familia.

—¿Te gustaría dar una vuelta mientras le esperas?

Cordelia se puso a mirarse los pies, como si la pregunta fuera profundamente embarazosa.

—Como quieras —dijo Gisela con una sonrisa—. Desconozco el procedimiento correcto en el caso de un familiar a medio descargar. —Y era poco probable que Cordelia lo supiera. Era evidente que los ciudadanos de Atenea no estaban acostumbrados a recorrer distancias interestelares y el ancho de banda de las conexiones en la Tierra era tan grande que nunca se lo habrían planteado—. Pero si fuera yo la que estuviera en tránsito, no me importaría lo más mínimo.

Cordelia dudó.

—¿Podría ver el agujero negro, por favor?

—Claro.

Chandrasekhar no contaba con un disco de acreción resplandeciente (tenía seis mil millones de años y hacía tiempo que había consumido todo el gas y el polvo de la región), pero podía apreciarse con claridad la impronta de su presencia en la luz ordinaria de las estrellas que lo rodeaban.

—Daremos un paseo corto y estaremos de vuelta mucho antes de que tu padre se despierte.

Gisela examinó el barbado icono; con la mirada fija en el horizonte y los brazos en jarras, parecía que iba a ponerse a cantar en cualquier momento.

—Suponiendo que no esté ya ejecutándose con datos parciales. Juraría que le he visto mover los ojos.

Cordelia sonrió tímidamente, luego levantó la mirada y dijo en tono solemne:

—No nos empaquetaron así.

Gisela le envío una etiqueta de dirección.

—Entonces no le va a importar. Sigúeme.

Se encontraban sobre una plataforma circular en un espacio vacío. Gisela había declinado la dirección del entorno para dotar a la plataforma de «gravedad artificial» —una g constante al margen de su movimiento— y de una cúpula transparente llena de aire a temperatura y presión estándar. Era de suponer que todos los ciudadanos de Atenea estaban configurados para ignorar los parámetros de un entorno que les pudieran resultar molestos, pero aun así le pareció una buena idea pecar de precavida. En sí misma la plataforma era una componenda; tenía cinco deltas de ancho y en cierta medida protegía del vértigo, pero era lo suficientemente pequeña para que sus ocupantes pudieran ver unos cuarenta grados por debajo de la «horizontal».

Gisela se lo señaló.

—Ahí está: Chandrasekhar. Doce masas solares. A diecisiete mil kilómetros de distancia. Puedes tardar un poco en verlo; es bastante parecido a la luna nueva de la Tierra.

Había elegido las coordenadas y la velocidad con esmero. Mientras hablaba, una estrella brillante se dividió en dos y destelló hasta formar un pequeño anillo perfecto al pasar directamente por detrás del agujero.

—Salvo por los efectos de lente gravitacional, claro.

Cordelia sonrió visiblemente encantada.

—¿La vista es real?

—En parte. Se basa en todas las imágenes que hemos recibido hasta la fecha desde un enjambre de sondas; pero todavía quedan puntos de vista que no se han cubierto y tienen que interpolarse. Eso incluye el hecho de que casi seguro que nos movemos a una velocidad distinta de la de cualquier sonda que pasara por la misma ubicación, así que las cosas no se ven igual, los corrimientos Doppler y las aberraciones son distintos.

La explicación no pareció decepcionar a Cordelia.

—¿Podemos acercarnos más?

—Tanto como quieras.

Gisela envío etiquetas de control a la plataforma y se acercaron girando en espiral. Por un momento pareció como si ya no quedara mucho más por ver; el monótono disco negro que tenían delante se fue haciendo más grande, pero estaba claro que no iba a revelarles más detalles. Sin embargo, a su alrededor empezó a formarse gradualmente un halo repleto de imágenes distorsionadas, y no hacía falta el destello de un anillo de Einstein para ver que la luz se comportaba de un modo extraño.

—¿A qué distancia estamos ahora?

—A unas treinta y cuatro M. —Cordelia pareció dudar. Gisela añadió—: Seiscientos kilómetros, pero si conviertes la masa en distancia de forma natural, son treinta y cuatro veces la masa de Chandrasekhar. Es una convención práctica; si un agujero no tiene carga ni momento angular, su masa define la escala de toda la geometría: el horizonte de sucesos siempre está a dos M, la luz forma órbitas circulares a tres M, y así sucesivamente.

Hizo aparecer un mapa del espacio-tiempo de la región que circundaba el agujero y le dio instrucciones al entorno para que grabara en él la línea de universo de la plataforma.

—Las distancias dependen del recorrido elegido, pero si consideras el agujero negro como un objeto rodeado por capas esféricas en las que la fuerza gravitatoria es constante, algo tangible que podrías medir en cada punto, puedes caracterizar cada una de ellas por un radio de curvatura sin preocuparte por los detalles acerca de cómo podrías recorrer todo el camino hasta su centro. Tras eliminar una dimensión espacial para poder introducir el tiempo, las capas esféricas se transforman en círculos y sus historias en el mapa aparecerían como cilindros concéntricos y traslúcidos.

Conforme el disco crecía, la distorsión a su alrededor se extendía cada vez más rápido. A diez M, Chandrasekhar tenía menos de sesenta grados de anchura, pero incluso en estas condiciones se podía apreciar a simple vista cómo las constelaciones situadas en la otra mitad del cielo se agrupaban, ya que los rayos de luz incidentes se veían forzados a adoptar recorridos radiales. El corrimiento al azul gravitacional, uniforme en todo el cielo, era ya suficientemente intenso como para dotar a las estrellas de un pestañeo salvaje y de un tono no tanto frío como azul ardiente. En el mapa, los conos de luz se localizaban a lo largo de sus líneas de universo respectivas —estructuras similares a un reloj de arena cónico y estilizado, formadas por todos los rayos de luz que atraviesan un punto dado en un momento dado— donde comenzaban a inclinarse en dirección al agujero negro. Los conos de luz marcaban el límite de los movimientos físicamente posibles: atravesar tu propio cono de luz implicaría superar la velocidad de la luz.

Gisela creó unos prismáticos y se los ofreció a Cordelia.

—Intenta mirar el halo.

Cordelia así lo hizo.

—¡Ah! ¿De dónde han salido todas esas estrellas?

—El efecto de lente te permite ver las estrellas que están detrás del agujero, pero no se queda ahí. La luz que roza la capa situada a tres M órbita en parte alrededor del agujero antes de salir desviada en una nueva dirección; y no hay límite en la magnitud de la desviación si roza la capa lo suficientemente cerca.

Sobre el mapa, Gisela esbozó media docena de rayos de luz acercándose al agujero desde distintos ángulos; cada rayo avanzaba enrollándose en espiral en torno al cilindro de tres M a una distancia ligeramente distinta, y luego todos se dirigieron prácticamente en la misma dirección.

—Si observas la luz que escapa de esas órbitas, lo que ves es una imagen de todo el cielo comprimido en un anillo estrecho. Y en el borde interior del anillo hay otro pequeño anillo, y así sucesivamente; cada uno correspondiente a la luz que ha orbitado el agujero negro una vez más.

Cordelia se quedó pensando un momento.

—Pero no puede seguir así siempre, ¿verdad? ¿No acabaría la difracción distorsionando el patrón más tarde o más temprano?

Gisela asintió, ocultando su sorpresa.

—Sí. Pero aquí no te lo puedo enseñar. ¡Este entorno no puede precisar tanto!

Se detuvieron en la misma capa de tres M. Aquí el cielo se dividía perfectamente en dos mitades: un hemisferio totalmente oscuro, el otro atestado de relucientes estrellas azules. A lo largo del borde, el halo se arqueaba sobre la cúpula como una Vía Láctea de geometría imposible. Al poco de la llegada de Cartan, Gisela creó un homenaje a Escher basado en esta vista, teselando el cielo con constelaciones entrelazadas que se repetían una y otra vez en los bordes y se iban haciendo cada vez más pequeñas. Con los prismáticos a 1.000 X podían ver una especie de silueta de la propia plataforma «en la distancia»: una banda de oscuridad que bloqueaba una mínima parte del halo en todas direcciones.

Luego continuaron hacia el horizonte de sucesos, ignorando tanto las fuerzas de marea como el empuje que habrían hecho falta para avanzar tan despacio en la realidad.

Ahora las estrellas tenían su máximo de brillo en el ultravioleta, pero Gisela había dispuesto la cúpula para que filtrara todo menos la luz del espectro visible carnoso, no fuera a ser que la piel simulada de Cordelia se tomara literalmente las descripciones de la radiación. Mientras la antigua esfera celeste al completo se encogía en un pequeño disco, Chandrasekhar pareció envolverlas; la ilusión óptica era espeluznante. Si hubiesen lanzado un haz de luz que se alejara del agujero, pero no lo hubieran apuntado correctamente a esa minúscula ventana azul, se habría desviado a lo largo del mismo recorrido que una roca y habría vuelto a caer al agujero. Ningún objeto material podía hacerlo mejor; las rutas de escape posibles se reducían cada vez más. La sensación de claustrofobia hizo que Gisela se estremeciera; pronto lo estaría haciendo de verdad.

Volvieron a detenerse y se quedaron flotando de forma inverosímil justo encima del horizonte. La única iluminación les llegaba por la espalda desde un punto de ondas de radio muy desplazadas al azul. Sobre el mapa, su cono de luz futuro llevaba casi enteramente al agujero; del cilindro de dos M sólo sobresalía una pequeñísima lámina.

—¿Cruzamos? —dijo Gisela.

El rostro de Cordelia adquirió un tono violeta.

—¿Cómo?

—Pura simulación. Tan real como sea posible... pero no tanto. No nos quedaremos atrapadas, lo prometo.

Cordelia extendió los brazos, cerró los ojos e hizo como si se dejara caer de espaldas al agujero. Gisela dio instrucciones a la plataforma para que cruzara el horizonte.

La mota de cielo desapareció con un parpadeo y luego comenzó a expandirse de nuevo a toda velocidad. Gisela estaba ralentizando el tiempo un millón de veces; en la realidad habrían llegado a la singularidad en una fracción de milisegundo.

—¿Podemos detenernos aquí? —dijo Cordelia.

—¿Quieres decir detener el tiempo?

—No, sólo flotar.

—Es lo que estamos haciendo. No nos movemos.

Gisela suspendió la evolución del entorno.

—Acabo de detener el tiempo. Creo que era eso lo que querías.

Cordelia pareció que iba rebatirlo, pero luego señaló el ahora inmóvil círculo de estrellas.

—Fuera, el corrimiento hacia el azul era uniforme en todo el cielo... pero ahora las estrellas del borde son mucho más azules. No lo entiendo.

—En cierto modo no ha cambiado nada —dijo Gisela—. Si nos hubiésemos dejado caer en caída libre hacia el agujero, nos habríamos desplazado tan rápido que veríamos un rango completo de corrimientos Doppler superpuestos al corrimiento al azul gravitatorio mucho antes de cruzar el horizonte. ¿Conoces el efecto de la deriva estelar?

—Sí.

Cordelia volvió a examinar el cielo y Gisela podía prácticamente verla comprobar la explicación, imaginando el aspecto que tendría una deriva estelar desplazada al azul.

—Pero eso sólo tendría sentido si nos estuviéramos moviendo, y has dicho que no nos movíamos.

—Y no nos estamos moviendo, de acuerdo con una definición perfectamente válida. Pero no es la definición que se aplicaba fuera.

Gisela subrayó una sección vertical de su línea de universo, donde se habían quedado flotando sobre la capa de tres M.

—Fuera del horizonte de sucesos, y suponiendo que contemos con un motor lo suficientemente potente, siempre puedes permanecer estático en una capa con fuerzas de marea constantes. Así que tiene sentido elegir esto como la definición de «estático», haciendo que el tiempo en este mapa sea estrictamente vertical. Pero dentro del agujero negro esto es completamente incompatible con la experiencia; tu cono de luz se inclina tanto que tu línea de universo debe atravesar necesariamente las capas. Por lo tanto la definición más sencilla de «estático» es atravesar las capas (el opuesto de intentar permanecer en una de ellas) y hacer que el tiempo en el mapa sea estrictamente horizontal, apuntando hacia el centro del agujero.

Resaltó una sección de la nueva línea de universo horizontal.

La expresión de perplejidad de Cordelia pasó a ser de asombro.

—Entonces, cuando los conos de luz se inclinan lo suficiente... las definiciones de «espacio» y «tiempo» tienen que inclinarse con ellos.

—¡Sí! Ahora el centro del agujero está en nuestro futuro. No encontraremos la singularidad de frente espacialmente, la encontraremos en el futuro (de frente temporalmente); justo como alcanzar el Big Crunch. Y la dirección en esta plataforma que solía apuntar hacia la singularidad está ahora apuntando hacia «abajo» en el mapa, hacia lo que parece ser el pasado del agujero visto desde el exterior, pero que en realidad es una gran extensión de espacio. Frente a nosotras se extienden miles de millones de años luz (la historia completa del interior del agujero negro convertida en espacio) y se expande conforme nos acercamos a la singularidad. El único problema es que tenemos poco espacio lateral y superior, por no mencionar tiempo.

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