Más allá de las estrellas (32 page)

BOOK: Más allá de las estrellas
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En vez de repetir su explicación, Doc se limitó a sugerir:

—Tú mismo puedes comprobar el estado del droide, jovencito. Adelante.

Un grupo de técnicos clandestinos estaba descargando la mutilada figura de Bollux, con múltiples quemaduras de los rayos destructores. El disparo de Uul-Rha-Shan le había volado todo un segmento del cráneo. Obedeciendo una orden de Doc, sus hombres les acercaron el transportador manual elevador-repulsor con el cuerpo del droide. Tuvieron que emplear varias barras y gatos para hacer palanca hasta conseguir hacer saltar las planchas del tórax del droide.

Y allí dentro encontraron a Max Azul que no había sufrido ni un rasguño y continuaba funcionando con sus propias pilas de energía.

—Hola, Maxie, ¿qué tal? —saludó Han inclinándose sobre él.

—¡Capitán Solo! —exclamó la computadora, con la misma vocecita infantil de siempre—. Cuánto tiempo sin verle. A decir verdad, cuánto tiempo sin ver absolutamente nada.

—Comprendo, comprendo. Lo siento, chico; ha sido un viaje un poco agitado. Por cierto, ¿está Bollux ahí contigo por casualidad?

La voz pausada del droide obrero le respondió a través del parlante Max, extrañamente aguda tras pasar por su codificador de voz.

—Naturalmente, capitán. Max Azul estaba directamente conectado a mí cuando me hirió ese desintegrador. En cuestión de microsegundos, pudo recoger toda mi información esencial y matrices básicas para conservarlas sanas y salvas en sus circuitos. Toda una proeza, ¿no le parece? Naturalmente, he perdido gran cantidad de habilidades especificas, pero supongo que siempre podré volver a aprender las normas sanitarias si no me queda otro remedio. —Una leve decepción invadió la voz—. Aunque supongo que mi cuerpo debe ser irrecuperable, ¿verdad?

—Te fabricaremos uno nuevo, Bollux —le prometió Doc—. Una cobertura hecha a medida para vosotros dos; os doy mi palabra. Pero ahora debéis marcharos; mis muchachos se ocuparán de mantener la estabilidad de todos estos circuitos.

—Bollux —empezó a decir Han y de pronto se quedó sin palabras. Era un problema que se le presentaba de vez en cuando—. Tómatelo con calma.

—Siempre lo hago —respondió el codificador de voz arrastrando las palabras.

—¡Adiós, capitán Solo! —añadió Max Azul.

Jessa, poniéndose una mano a modo de pantalla sobre los ojos, señaló la nave de asalto.

—Ahí tenemos un problema que no podremos resolver en el taller.

Una figura de piel oscura permanecía sentada sobre la rampa de desembarque de la nave, con la cabeza doblada sobre el pecho.

—La muerte de su tío le ha afectado mucho —siguió diciendo Jessa—. Rekkon era un hombre extraordinario; perderle sería un duro trance para cualquier persona.

Se volvió a mirar a Han, que deliberadamente había desviado los ojos hacia otro lado. Han observó que el muchacho había levantado la cabeza abandonando su duelo privado; el parecido con Rekkon era extraordinario.

—¿Qué vamos a hacer con él? —continuó Jessa. La mayoría de los prisioneros lograrán hacerse una nueva vida de algún modo, incluso el padre y el hermano de Torm sabrán componérselas. La mayoría piensan abandonar el Sector Corporativo; algunos exaltados tienen intención de llevar el caso ante los tribunales, como si tuvieran alguna posibilidad de ganar. Pero el muchacho es el más joven de los rescatados y ahora no tiene a nadie en el mundo.

Jessa había fijado una mirada expectante sobre su padre. Doc arqueó bruscamente las cejas.

—No me mires a mí, chiquilla. Soy un hombre de negocios y criminal certificado. No me dedico a recoger vagabundos.

Ella rió por lo bajo.

—Pero nunca los echas tampoco de tu casa. Y siempre dices que hay sitio para otro plato en la mesa, simplemente...

—...añadiremos un poco de agua al puchero —se apresuró a terminar él—. Ya lo sé. En fin, supongo que lo mínimo que puedo hacer es intentar hablar con el muchacho. Tal vez posea alguna aptitud que pueda sernos útil, hmmm, sí. Atuarre, tú colaboraste estrechamente con su tío; ¿te importaría acompañarme?

Doc se puso en marcha en compañía de los tres trianii. Pakka volvió la cabeza y saludó a Han agitando un brazo, con la otra zarpa aferrada a la de su padre.

Jessa se quedó mirando a Han.

—Bien, Solo, gracias. Supongo que ya nos veremos —dijo y dio media vuelta para marcharse.

Han no pudo contener un involuntario ¡Hey!.

La muchacha se volvió inclinando la cabeza de una forma que le hizo comprender que tendría que hablar sin demora. Y así lo hizo.

—He arriesgado mi vida... mi única y preciosa vida, fíjate bien... para salvar a tu padre...

—...Y a todas esas otras espléndidas gentes —le interrumpió ella—, incluido tu buen amigo Chewie...

—...Y he pasado por un par de situaciones realmente espeluznantes, ¿y todo lo que se te ocurre decir es gracias?

Ella puso cara de sorpresa.

—Bueno, no has hecho más que cumplir con tu parte del trato. Y yo he cumplido la mía. ¿Qué más esperabas, un desfile de bienvenida?

Él le lanzó una mirada furibunda, deseando que se desvaneciera de su vista. Pero Jessa no se movió.

Han giró rápidamente sobre sus talones y echó a andar a grandes zancadas en dirección a la rampa de desembarque del
Halcón
.

—¡Tú ganas! ¡Mujeres, bah! Tengo toda la galaxia, preciosa, toda la galaxia. ¿Para qué quiero esto?

Ella corrió tras él y le cogió obligándole a volverse. Jessa resultaba atractiva incluso vestida con prendas de invierno.

—¡Cabeza dura! ¿Por qué no podemos hacer otro trato?

Han arrugó el entrecejo. Creo que me estoy metiendo en un terreno peligroso, pensó, pero no acabo de comprender de qué se trata.

—¿Qué clase de trato?

Jessa le miró de arriba abajo, meditabunda.

—¿Tienes algún plan? ¿Piensas unirte a esta campana contra la Autoridad? ¿O prefieres desaparecer de esta parte del espacio?

Han levantó los ojos con un suspiro.

—Deberías conocerme mejor. Robarles todo lo que pueda, ésa es mi venganza. Jessa se volvió hacia el interior de la nave.

—Hey, Chewie —gritó—, ¿te gustaría tener un nuevo sistema de dirección? ¿Y qué me dices de un reacondicionamiento completo de la nave?

Los gruñidos de placer del wookiee precedieron su aparición en la rampa como otros tantos bocinazos de una alegre sirena de niebla.

—Y para demostraros que soy una buena amiga, muchachos —terminó animadamente Jessa—, también os remozaré el fuselaje y repararemos todos los pequeños desperfectos del casco. Y modificaremos el trazado de las conducciones en la carlinga, para eliminar del techo todos esos conductos y otras amenazas para tu cabeza.

Chewbacca casi derramaba lágrimas de alegría.

Rodeó el tren de aterrizaje del
Halcón
con su velludo brazo y le dio un húmedo beso de wookiee.

—¿Lo ves, Solo? —dijo Jessa—. Todo resulta fácil cuando una es la hija del patrón. Han estaba confundido.

—¿Qué se supone que debo ofrecerte yo a cambio, Jess? —preguntó.

Ella deslizó un brazo bajo el suyo y sonrió astutamente.

—¿Qué tienes para ofrecer, Han? —replicó, y se lo llevó sin hacer caso de sus protestas.

Su vehemencia fue disminuyendo a medida que se alejaban a través del campo de aterrizaje en dirección a los distantes edificios. Cuando habían recorrido la mitad del camino, Chewbacca observó que Han se abría el ancho gabán para que ella pudiera refugiarse dentro, a salvo de los penetrantes vientos de Urdur, pese a que su propio traje estaba bastante bien aislado.

El wookiee se apoyó despreocupadamente contra el casco del
Halcón
y les miró alejarse, mientras pensaba en todo lo que él y Han podrían conseguir con una nave bien afinada y puesta apunto con los completos recursos de los técnicos clandestinos.

Su hocico se arrugó dejando al descubierto los colmillos.

Le alegraba pensar que tendrían un breve reposo allí en Urdur.

Pero después, ya podían agarrarse todos a su dinero con ambas manos.

FIN

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