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Authors: João Magueijo

Tags: #divulgación científica

Más rápido que la velocidad de la luz (30 page)

BOOK: Más rápido que la velocidad de la luz
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De modo que, si bien me salía espuma por la boca cuando Andy se fue, y si bien contemplé la posibilidad de ejercer violencia física contra el Rufián del Director, debo admitir que desde una perspectiva más amplia, la partida de Andy —y la consiguiente pérdida para la cosmología británica— era un problema menor.

Avanzado ya el invierno de 1998, casi cuatro años después de aquella sombría mañana de Cambridge en que la vislumbré por primera vez, la VSL se había transformado en algo mínimamente respetable, porque las revistas habían aceptado ya un aluvión de artículos sobre el tema.

Por una parte, el artículo original escrito junto con Andy seguía creciendo y se aproximaba al día de su publicación, aunque todavía no lo habían aceptado oficialmente; por otra parte, el artículo que escribí con John Barrow —redactado casi un año más tarde— fue aceptado con un informe muy favorable pocas semanas después de que lo enviáramos (sin duda, todo este asunto de publicar
es
una lotería). También estaban en proceso de evaluación los resultados experimentales de John Webb, en cuyo artículo se citaba a John Barrow. Sin lugar a dudas, fueron circunstancias que produjeron una ola de benevolencia que arrastró a todos los artículos presentados sobre la cuestión, incluida la magna obra de Albrecht-Magueijo. Habíamos ganado la batalla de la publicación.

Una vez que nuestra criatura estuvo en prensa, decidimos legalizar nuestra situación haciendo públicas nuestras ideas. En primer lugar, colocamos los
papers
en la web, en archivos que los físicos leen habitualmente. Por último,
prd
publicó una nota que anunciaba nuestro artículo.

Sin embargo, yo no estaba listo para lo que sobrevino. Durante años me había preparado para la posibilidad de que mi pasión por la teoría de la velocidad variable de la luz jamás fuera compartida por la comunidad científica y, muchos menos, por el resto del mundo. De modo que quedé atónito cuando vi el entusiasmo que despertaba la idea en la prensa que reseña publicaciones científicas. Hubo breves artículos en los periódicos y luego más artículos en diarios y revistas. Después, empezaron a pedirme entrevistas y charlas para la radio hasta que, finalmente, la teoría apareció en Chan-nel 4 (un canal británico de televisión de tendencia algo intelectual). La gente se interesaba en la idea y en sus orígenes: querían saber cómo se me había ocurrido que esa teoría podía ser una alternativa a la inflacionaria.

Apenas empecé a disfrutar de la gloria de la aceptación general, se desencadenó un tremendo altercado. El lector puede imaginar mi desconcierto cuando descubrí que otro físico había tenido la misma idea antes que nosotros.

Habíamos conseguido alunizar, pero nos encontramos con otra bandera plantada en la Luna.

11. LA MAÑANA SIGUIENTE

En 1992, John Moffat, físico teórico de la Universidad de Toronto, descubrió que postular la variación de la velocidad de la luz constituía una alternativa con respecto a la teoría inflacionaria. Formalmente, su teoría era muy distinta de la nuestra, aunque en el fondo se parecía. El hecho de que pudieran existir
otras
teorías sobre la VSL no me sorprendió: desde un principio supe que esa teoría, como la inflacionaria, podía presentarse con distintos toques, y que el nuestro era sólo uno de los posibles. Lo que me dejó pasmado fue que alguien hubiera jugado con esa idea antes que nosotros y que la comunidad científica en general no lo hubiera advertido.

Moffat había escrito un artículo sobre sus descubrimientos y lo había enviado a
prd
, con resultados muy similares a los que debimos sufrir nosotros años más tarde. Sin embargo, el resultado de esa primera batalla fue muy distinto: después de un año de discusiones con el editor y los evaluadores, Moffat aceptó la derrota. Finalmente, su artículo fue publicado en una revista de segunda línea que yo no conocía, motivo por el cual ni Andy, ni John Barrow ni yo mismo sabíamos de su trabajo
[50]
.

Cuando nosotros conseguimos publicar, Moffat vio "con gran decepción" que la misma revista que había rechazado su artículo aceptaba los nuestros, que contenían esencialmente la misma idea. En un tono muy dolido, nos envió un mensaje electrónico en el que llamaba la atención sobre su
paper
y exigía que lo citáramos. Además, se puso en contacto con
prd.
Quería que dejaran de publicar nuestros trabajos e incluso insinuó que emprendería acciones legales en defensa de su propiedad intelectual. Su furia era comprensible. Un ex doctorando suyo, Neil Cornish, a quien yo conocía muy bien, me escribió entonces tratando de describir objetivamente lo sucedido:

El artículo [de Moffat] fue recibido con el más absoluto silencio. [...] Janna [Levin] y yo tratamos de confortarlo, pero Dick Bond
[51]
no estaba interesado. [Moffat] considera que Albrecht y Barrow forman parte del
establishment
, como Bond, de modo que ahora debe estar pensando: "no quisieron tomarme en serio, pero ahora tendrán que aceptar mí artículo". No digo que las cosas hayan sucedido así exactamente, pero él debe verlas de ese modo. Voy a ponerme en contacto con Moffat para ver si puedo apaciguarlo. ¿Qué piensan hacer ustedes?

Por mi parte, no tenía dudas sobre lo que tenía que hacer: debía presentarle a Moffat mis sinceras disculpas y abrazarlo en señal de amistad. Para mí, él tenía sobradas razones para estar harto de las revistas científicas. Si yo hubiera tenido treinta años más y hubiera perdido la batalla por publicar, me habría sentido como él. Por otra parte, como nuestro artículo estaba aún en la etapa de composición, no había inconveniente en agregar una nota que explicara la situación.

Desde luego, adoptar una actitud conciliadora era mucho más fácil para mí que para Andy o John Barrow pues, en algún sentido, las invectivas de Moffat contra el
establishment
estaban dirigidas a ellos dos. Además, Andy ya había recibido otros reclamos por asuntos de prioridad, de modo que el tono de su respuesta fue muy distinto:

Gracias por llamar nuestra atención sobre sus publicaciones anteriores acerca de la VSL. Como ya le ha comentado João la semana pasada, nos complacerá agregar un comentario al respecto y citar su trabajo. Me disculpo por el descuido inicial que motivó la omisión. Me sorprende saber que, sin responder siquiera al mensaje de João, usted se ha puesto en contacto con
prd
para plantear cuestiones de propiedad intelectual, pues cualquiera que lea los dos artículos puede advertir que son muy diferentes. Creo que nuestra actitud frente al problema suscitado es sumamente responsable y que, de haber pensado usted lo contrario, debió comenzar por responder a la invitación de João para que lo conversáramos más en detalle.

Saludos, Andreas Albrecht

P. D.: Tampoco me parece que deba contemplar "con gran decepción" la publicación de nuestro trabajo en
prd.
En un comienzo, los evaluadores no recibieron bien nuestro artículo. Esgrimimos durante mucho tiempo argumentos poderosos para conseguir la publicación, hecho que redundará en beneficio de la suya también.

La "nota agregada en las pruebas de galeras", redactada por Andy, también era bastante fría.

Al final, las cosas mejoraron y terminé haciéndome amigo de Moffat cuando fui a Toronto unas semanas después. Jamás trabajamos juntos, pero tuvo una enorme influencia en mi carrera. Lo irónico del caso es que me enseñó a ser más conservador, único ejemplo de un extremista que me inducía a ser menos extremista. Decía que era importante resguardar en lo posible la figura de Einstein, y eso me gustó. Sin duda, esas "casi inofensivas" teorías de la velocidad variable de la luz se prestaban más a aplicaciones fuera de la cosmología, y yo quería explorar las implicaciones generales de una c variable. Empezaba a pensar que la cosmología no había sido más que la cuna de la nueva idea y que había llegado el momento de trasladarla a otros campos.

Los consejos de John Moffat me indicaron el rumbo.

La madre de John Moffat era danesa, y su padre, escocés. Fue criado en Dinamarca (excepto en los años de la guerra) y llegó a ser físico de manera muy insólita. No hizo la carrera universitaria normal y en su juventud se dedicó a la pintura, para la cual demostró un precoz talento. Durante algún tiempo vivió en París mientras se perfeccionaba en arte abstracto con el famoso pintor ruso Serge Polyakoff. Desgraciadamente, a los pintores les suele ir mucho peor que a los científicos, de modo que se encontró en París sin un céntimo y decidió dedicarse a su otra pasión, la física.

Al volver a Copenhague, comenzó a estudiar matemáticas y física por su cuenta, y descubrió con asombro que tenía aptitudes poco comunes para aprehender conceptos abstractos. Avanzó con tal rapidez que al cabo de un año ya estaba trabajando en aspectos complejos de la teoría general de la relatividad y la teoría unificada de campos. Sus trabajos pronto llamaron la atención de verdaderas celebridades: Niels Bohr, en Dinamarca; Erwin Schrodinger, en Dublin, y Dennis Sciama, Fred Hoyle y Abdus Salam, en Gran Bretaña. A partir de entonces, Moffat decidió dedicarse por completo a la física aunque jamás dejó de pintar.

Encontró por fin el medio favorable para una formación tan particular como la suya en el singular sistema educativo de Gran Bretaña. Desde mis días en Cambridge sé perfectamente que las reglas académicas están redactadas de tal manera que siempre es posible soslayarlas. Se dice que las cosas deben ser de tal modo "por costumbre y tradición", y todo queda siempre librado al "criterio de los integrantes del claustro"; en otras palabras, todo puede subvertirse si un miembro del claustro se empeña en ello y si coinciden con él otros colegas después de unas copas de oporto. Acorde con ese espíritu, Sciama arregló las cosas para que Moffat se inscribiera como aspirante al doctorado sin tener el título de grado. Hoyle y Salam aceptaron dirigir su tesis, de modo que, en menos de un año, Moffat publicaba ya
papers
sobre geometría diferencial y relatividad. En 1958 le otorgaron el título de doctor en física y llegó a ser así el único alumno del Trinity College que consiguió cursar el doctorado sin el título de grado y que logró, además, completar sus estudios.

Una vez que obtuvo el título de doctor, inició su carrera posdoctoral bajo la dirección de Salam en el Imperial College (institución a la cual perteneció Salam durante la mayor parte de su vida), el mismo lugar donde habría de nacer la teoría de la VSL cuarenta años después. Más tarde, Moffat emigró a Canadá, y desde entonces se desempeña como profesor de física en la Universidad de Toronto. En noviembre de 1998, cuando nos encontramos por primera vez, hacía gala de un acento americanizado, y parecía totalmente amoldado a la vida en Canadá. Era propietario de una isla remota en el lago Lovesick, en la cual vivía con su mujer en perfecto aislamiento la mayor parte del año. Sin embargo, su ascendencia escocesa era evidente aún y se manifestaba en especial en sus gestos, en la manera de agitar la cabeza cuando decía que no, en sus impávidos ojos azules y en el timbre apagado de su voz, en la que se advertía un dejo de resignación.

En franca oposición al aura que lo rodeaba, me sorprendió descubrir que Moffat es en realidad muy conservador en cuestiones de física. Admito que ha consagrado la mayor parte de su vida a teorías "alternativas", pero su aporte más importante a la física es una teoría de la gravedad que no es otra cosa que una versión modernizada del último intento de Einstein por unificar todas las fuerzas de la naturaleza. Tomó la posta en el lugar en que Einstein la dejó, con la salvedad de que hoy en día casi todos piensan que el propio enfoque de Einstein se aparta de los caminos trillados. Cuando nos encontramos aquel mes de noviembre, me desconcertó mucho que dijera que era "el único que actualmente pensaba que Einstein tenía razón". Curiosamente, esa convicción que, repito, no podía ser más conservadora, le había valido su reputación. Si Einstein estuviera vivo, sin duda lo considerarían un excéntrico.

Años más tarde, Moffat habría de contarme que Einstein fue el primero en reconocer su talento, cuando todavía estudiaba física por su cuenta en Copenhague. Cuando avanzó y desarrolló sus propios puntos de vista sobre la teoría unificada, mantuvo correspondencia con Einstein, quien quedó tan impresionado ante sus condiciones que hizo lo posible para ayudarlo en su carrera. Cuando lo supe, me pareció realmente conmovedor que la inclinación de Moffat por la física tuviera como origen una historia tan bella.

Fuimos a tomar unas cervezas y hablamos mucho de física en la oficina que él tenía en el undécimo piso de la torre de la Facultad de Física de Toronto. Junto a los retratos de Newton y Einstein que adornaban las paredes, descubrí allí una foto de Moffat publicada en un artículo periodístico que llevaba el siguiente título: "El hombre que cuestiona a Einstein". El artículo no podía estar más equivocado; mejor hubiera sido que lo titularan "En las huellas de Einstein".

En línea con semejante filosofía, para Moffat la teoría de la velocidad variable de la luz era sólo un austero ejercicio: hizo todo lo posible para no entrar en conflicto con la relatividad y su concepto medular, la invariancia de Lorentz. El enfoque que adoptó en el artículo de 1992 era por demás ingenioso, pero no lo expondré en este libro. En 1998, cuando nos encontramos, había retomado el tema y estaba a punto de redondear una versión más simple e inmaculada de su teoría. Su principio rector era mantener los pilares de la teoría de la relatividad: la índole relativa del movimiento y la constancia de la velocidad de la luz. Ahora bien, ¿cómo se podía elaborar una teoría de la variación de la velocidad de la luz sin contradecir ese principio? Parecía un contrasentido.

BOOK: Más rápido que la velocidad de la luz
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