Misterio del gato comediante (9 page)

BOOK: Misterio del gato comediante
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El muchacho pasó ante la ventana de la salita de la pequeña villa de una planta donde vivía el señor Goon. Pippin estaba dentro, de cara a la ventana. Goon hallábase también presente, escribiendo en la mesa, de espaldas a la ventana. Fatty acercóse a ésta de puntillas y trató de atraer la atención de Pippin. El joven policía levantó la vista, asombrado de ver a Fatty haciendo guiños y señas desde el exterior. Cautelosamente, Pippin dio media vuelta para comprobar si el señor Goon seguía ajeno al hecho.

Cuando se volvió de nuevo a la ventana, vio sobre el cristal un papel en el cual Fatty había escrito: «Reúnase conmigo en la calle Mayor dentro de unos diez minutos, aproximadamente.»

Pippin asintió en silencio con una sonrisa. Fatty desapareció. Al oír el rumor del portillo, Goon volvióse a preguntar:

—¿Quién viene?

—Nadie —respondió Pippin, sin faltar a la verdad.

—En este caso, ¿quién sale? —insistió Goon.

—No veo a nadie —declaró Pippin.

—¡Bah! —gruñó Goon, que había comido demasiado a la hora del almuerzo y estaba de un humor de perros—. ¿Se tiene usted por un policía y ni siquiera es capaz de ver quién abre un portillo en sus propias barbas?

Pippin no se dio por aludido. Empezaba a acostumbrarse a las impertinencias de Goon.

Una vez el joven hubo terminado lo que tenía entre manos, levantóse para marcharse.

—¿A dónde va? —inquirió Goon.

—A correos —contestó Pippin—. Como usted sabe, señor Goon, en este momento estoy libre de servicio. De modo que, si hay algo por hacer, lo haré a mi regreso.

Y a pesar del resoplido de Goon, Pippin salió de la casa en dirección a la estafeta. Una vez echada su carta, el joven buscó a Fatty con la mirada. El chico le aguardaba sentado en un banco de madera. Pippin fue a reunirse con él. Ambos cambiaron una sonrisa y «Buster» refregóse a los pantalones del recién llegado.

—Vamos a tomar una gaseosa a aquella tienda —propuso Fatty—. No quisiera que Goon nos sorprendiese departiendo amigablemente.

Ambos entraron en la tiendecita y, una vez instalados, Fatty pidió unas gaseosas. Luego, en voz baja, el chico expuso a Pippin el motivo de la entrevista.

—¿Sabe usted los nombres y señas de los actores y actrices del Pequeño Teatro? —inquirió.

—Sí —apresuróse a responder Pippin—. Anoche los anoté todos. Aguarda un momento. Creo que están en mi libreta. Me parece que no se los di al señor Goon. Éste ha ido a interpelar a todo el elenco y me figuro que el empresario le facilitó los nombres, lo mismo que a mí.

—¿De modo que ya los ha interpelado? —exclamó Fatty—. ¡Menuda prisa se da cuando le conviene!

—¡Ya lo creo! —gruñó Pippin—. Ha averiguado que el nombre de uno de ellos empieza con «Z», detalle muy interesante, puesto que una de las pistas consistía en un viejo pañuelo con la inicial «Z». En efecto, mira esto —agregó Pippin, señalando uno de los nombres de la lista—: la muchacha que interpreta el papel del protagonista, Dick Whittington, se llama Zoe Markham. Al parecer, Zoe estuvo en el pórtico por un motivo u otro, tal vez para asistir a una entrevista de los ladrones.

Fatty quedóse horrorizado. ¡Pensar que ahora resultaba que había alguien cuyo nombre empezaba por «Z»! ¿Quién iba a suponerlo? El muchacho estaba mudo de asombro. Tendría que sacar a Zoe de aquel lío a toda costa. Por centésima vez, Fatty arrepintióse de todo corazón de haber maquinado un falso misterio para embaucar a Pippin, con las correspondientes pistas de pega.

—¿Tiene Zoe una coartada... alguien que asegure que la muchacha estaba en otro lugar entre cinco y media y ocho? —preguntó Fatty, con expresión preocupada.

—Desde luego —afirmó Pippin—. Todos ellos tienen coartadas. Anoche les interpelé personalmente, y esta mañana el señor Goon ha vuelto a interrogarles. Todas las coartadas son perfectas.

—¿Curioso, eh? —comentó Fatty, tras una pausa—. Y el caso es que el autor del hecho fue, «sin duda», uno de los empleados del teatro. Nadie más podía estar tan enterado de la vida de allí dentro como para servir una taza de té al empresario y luego retirar el espejo, encontrar la llave, marcar la combinación y abrir la caja fuerte.

—No olvides que el que llevó lo taza de té fue el gato pantomímico —recordóle Pippin.

—Sí, y eso resulta más raro aún —murmuró Fatty—. Todo el mundo le consideraría culpable.

—Goon está convencido de ello —dijo Pippin—. Opina que toda la actitud del gato diciendo que no comprende, que no recuerda, y echándose a llorar, es fingida, una pura comedia.

—¿Y «usted» qué opina? —interrogó Fatty.

Pippin reflexionó unos instantes.

—Ya te lo dije antes. Creo que Boysie está algo mal de la cabeza. El pobre es un retrasado mental. ¿Sabes? Yo tengo un primo como él, y te aseguro que es incapaz de matar una mosca. Por eso no me cabe en la cabeza que Boysie hiciera todo eso. Siento que el señor Goon se haya empeñado en que él es el culpable porque lo asustará de mala manera.

—Sin embargo, es perfectamente posible que alguien estuviese escondido en la cocina mientras Boysie preparaba el té, y echase algo en la taza aprovechando una distracción del pobre gato —observó Fatty.

—Sí, cabe esa posibilidad —convino Pippin—. Pero volvemos a lo mismo: sólo pudo haberlo hecho alguien perteneciente al personal del teatro, muy familiarizado con todo lo relativo al ambiente de éste. ¡Y el caso es que todos los empleados tienen coartadas! ¡Éste es el problema!

—¿Tiene usted inconveniente en facilitarme sus nombres y direcciones? —preguntó Fatty—. Voy a copiarlos.

Pippin tendióle su libreta. Fatty la hojeó con interés.

—¿Son éstas sus notas sobre los lugares donde aseguraron estar entre cinco y media y ocho de la tarde de ayer?

—En efecto. Puedes llevártela, si quieres. ¡Te evitarás mucho trabajo! Todos ellos han sido interpelados dos veces. De modo que puedes estar seguro de que su versión no variaría en lo más mínimo la tercera vez... Te lo digo por si pensabas interrogarles por tu cuenta, amigo Federico.

—Estamos ideando un plan —declaró Fatty, metiéndose las notas en el bolsillo—, pero todavía no sé exactamente en qué consistirá. Le pondré en antecedente en cuanto sepamos los detalles. Muchísimas gracias por todo, señor Pippin.

—Si ves algún vagabundo pelirrojo de aspecto sospechoso, no te olvides de decírmelo, ¿oyes? —instó Pippin—. Como andas tanto en tu bicicleta por el pueblo es posible que tropieces con él... o con su compinche. Me refiero a los facinerosos que vi la otra noche en la calle del Sauce, ocultos bajo un arbusto.

—Pues... sí... ya sé a quiénes se refiere —barbotó Fatty, experimentando un profundo sentimiento de culpabilidad ante esa mención del bergante pelirrojo—. Descuide, si le veo, se lo diré a usted. Pero lo cierto es que no creo que ese tipo tuviera nada que ver con el robo del teatro.

—¡Quién sabe! —exclamó Pippin, terminándose la gaseosa y disponiéndose a partir—. En mi vida había visto una cara tan perversa como la de aquel individuo pelirrojo. Me gustaría habérmelas «con él». Te acompañaré un rato, amigo Federico. Hace un día muy precioso. ¿Ya está bien tu perro?

—Perfectamente, gracias —respondió Fatty—. ¡Es muy difícil lastimar a un «scottie» de pelaje tan tupido como el de «Buster»!

—Eso fue precisamente lo que me impulsó a desafiar al señor Goon —gruñó Pippin, mientras ambos recorrían la calle Mayor...

Y al doblar una esquina, ¡tropezaron de manos a boca con el señor Goon! El hombre les miró con mirada incendiaria, en tanto «Buster» correteaba a su alrededor, alborozado.

—Ven acá, «Buster» —ordenó Fatty, en tono tan severo que «Buster» sintióse compelido a obedecer.

Y bajando la cola, el animal deslizóse detrás de Fatty, sin cesar de gruñir.

—Cuidado con las compañías que escoge, Pippin —anotó el señor Goon—. Le previne contra ese chico, ¿no es eso? ¡Es un entrometido y un lioso! Afortunadamente, en «este» caso no tiene gran cosa que hacer. ¡Es insondable! Además, dentro de poco voy a proceder a una detención.

Dicho esto, el señor Goon prosiguió su camino. Pippin y Fatty se miraron, arqueando las cejas.

—Apuesto a que piensa detener al gato pantomímico —coligió Pippin—. ¡Lo he leído en sus ojos! ¡Y antes de dar la puntilla a ese pobre gato le obligará a confesar lo que no hizo! ¡Como si lo viera!

—En tal caso tendré que procurar pararle los pies —decidió Fatty—. ¡Será cuestión de poner en funcionamiento mi vieja materia gris «sin pérdida de tiempo»!

CAPÍTULO X
LOS SOSPECHOSOS Y SUS COARTADAS

A las dos y media en punto, Fatty entró en la calzada del jardín de Pip por segunda vez aquel día. Bets dióle la bienvenida desde lo alto de la ventana abierta.

—¡Date prisa, Fatty! ¡Queremos preparar nuestro plan!

Fatty obedeció, sonriendo ante la impaciencia de Bets. Tras subir los peldaños de dos en dos, encontró a sus cuatro amigos aguardándole alrededor de la mesa.

—¡Vaya! —exclamó Fatty—. ¿Estamos de conferencia? Bien... aquí tengo cierta información. Primero la estudiaremos juntos y luego pondremos la cosa en marcha.

Brevemente, contó a los chicos lo que Pippin le había dicho. Después, sacóse del bolsillo la libreta con los nombres, dirección y detalles de las coartadas. Bets no había oído nunca la palabra «coartada» y hubo que explicársela.

—¿Tiene algo que ver con «tostada»? —inquirió la niña.

Todos se echaron a reír.

—No, Bets —repuso Fatty—. Verás, voy a contarte lo que es una coartada y comprenderás perfectamente de qué se trata. Supón que alguien rompiese el cristal de esta ventana y tu madre pensase que el responsable de la rotura era Pip. Ahora imagínate que Pip le replicase que estaba conmigo a la hora de ocurrir el percance y que yo lo confirmara. Entonces yo sería la «coartada» de Pip, porque podría atestiguar que él estaba conmigo cuando se rompió el cristal.

—Comprendo —suspiró Bets—. Por ejemplo, si alguien pretendiese que en este preciso momento tú habías golpeado la cabeza del señor Goon, y nosotros lo negásemos, afirmando que estabas con nosotros, seríamos «todos» coartadas tuyas.

—En efecto, Bets —sonrió Fatty—. Has captado la idea. Bien, aquí tengo la lista de coartadas de todos los sospechosos, que no dudo nos será de gran utilidad. Atended: primero os leeré los nombres de los sospechosos y, a continuación, os diré sus coartadas y cuanto sabemos acerca de ellas.

Y Fatty pasó a leer las siguientes notas de Pippin:

SOSPECHOSOS

N.º 1. «Gato pantomímico», esto es, Boysie Summers. Hallábase en el teatro a la hora en cuestión. Llevó una taza de té al empresario antes de las ocho. Él lo niega, pero admite haber tomado una taza de té personalmente y asegura que estuvo durmiendo casi toda la tarde.

N.º 2. «Zoe Markham», que interpreta el papel de Dick Whittington. Dice que salió del teatro con los demás miembros del elenco y que fue a casa de su hermana, donde jugó con las niñas y ayudó a acostarlas. Su hermana es la señora Thomas, y vive en la Casa Verde, de la calle Hemal.

—¡Ya la conozco! —profirió Daisy—. Es simpatiquísima. Tiene dos niños muy monos. Una de ellas celebrará pronto su cumpleaños.

—¡Caramba! —exclamó Larry, bruscamente—. ¡«Zoe Markham! Supongo que a Goon no se le ocurrirá relacionar la «Z» de Zoe con la del viejo pañuelo de Daisy, el que utilizamos para facilitar a Pippin una pista falsa.

—Pues creo que ya se le ha ocurrido —refunfuñó Fatty—. A ser posible, tendremos que hacer algo para remediarlo. Bien, prosigamos...

N.º3. «Lucy White», que interpreta el papel de Margot, la novia de Dick Whittington. Afirma que fue a visitar a la señorita Adams, una anciana pensionada que está enferma, domiciliada en la calle Mark, 11. Estuvo con ella hasta las nueve y la ayudó a hacer calceta.

—La señorita Adams es amiga de nuestra cocinera —declaró Larry—. Solía venir a casa a coser. Es una anciana muy agradable.

N.º 4. «Peter Watting», que interpreta el papel de patrón de Dick —prosiguió Fatty—. De edad madura y algo evasivo. Contestó a las preguntas a regañadientes. Manifestó que, al ocurrir el hecho, estaba dando un paseo con el sospechoso número 5.

N.º 5. «William Orr», que interpreta el papel del capitán del barco de Dick. Joven afable y con deseos de colaborar. Declaró que, por entonces, se hallaba paseando con Peter Watting.

—Según esto, los dos últimos se han facilitado mutuas coartadas —comentó Larry con interés—. ¿Qué «les» impedía volver al teatro y perpetrar el robo? Con ponerse de acuerdo sobre la coartada lo tenían todo resuelto.

—Tu observación es muy atinada, Larry —ensalzó Fatty— Atinadísima. Al parecer, Pippin no ha caído en ello. Un momento... Aquí hay otra nota sobre el particular. «Además, los sospechosos 4 y 5 (Peter Watting y William Orr) manifestaron que fueron a dar un paseo por la orilla del río y entraron en una cafetería llamada «La Torrecilla» a tomar unos sándwiches y una taza de café. No recordaban la hora exacta».

—Un poco sospechoso, ¿eh? —masculló Pip—. Requiere una revisión.

N.º 6. «Alee Grant», que interpreta el papel de madre de Dick. Por lo regular representa papeles femeninos con gran eficiencia. Pasa por ser un buen pantomimo y excelente actor. Alega que aquella tarde, de seis a diez, estuvo trabajando en una función representada en Hetton Hall, Sheepridge, en la que interpretó varios papeles femeninos ante un centenar de espectadores.

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