Misterio del gato desaparecido (11 page)

BOOK: Misterio del gato desaparecido
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Pip cenó y luego salió para limpiar su bicicleta. Como no se acostaba hasta las ocho y media tenía aún mucho tiempo. Estuvo limpiando su «bici» y luego fue hasta el fondo del jardín donde había una vieja glorieta. Pip cogió un libro y se puso a leer.

En un par de ocasiones creyó oír un ruido y alzó la cabeza preguntándose si sería un pájaro que se movía en los arbustos, pero como nada viera, prosiguió la lectura. Luego oyó cómo el reloj de la iglesia del pueblo daba la media, cerró el libro y fue en busca de sus padres para darles las buenas noches.

Pip estaba cansado y pronto se quedó dormido. Soñó toda clase de cosas. Soñó que el viejo Ahuyentador le perseguía montado en «Buster», y que Jake se unía a él montado en un tigre. Luego soñó que Luke iba delante de ellos, huyendo aterrorizado, y oyó la tonadilla que Luke silbaba siempre como señal.

Pip daba vueltas a los sueños, pero la pesadilla continuaba. Veía a Luke sin cesar, y su silbido seguía sonando insistente y claro.

Luego alguien tocó a Pip, quien se despertó sobresaltado. Se sentó en la cama temblando todavía por el recuerdo de su sueño.

—¡Chisss! Soy yo, Pip —le dijo la voz del Bets—. No hagas ruido.

—¡Bets! —le dijo Pip, enojado—. ¿Por qué me asustas de este modo? Casi me matas.

—¡Escucha, Pip! Hay alguien silbando en el jardín —susurró Bets—. Y es la tonadilla de Luke. Ya sabes, esa con que solíais avisaros uno al otro. ¿Tú crees que Luke está aquí? ¿Y qué querrá de nosotros?

Ahora Pip estaba despierto del todo, y se disponía a contestar a Bets cuando volvió a oír el silbido... el mismo que oyera en sueños. Ahora comprendía que era un silbido real y saltó de la cama.

—¡Bien por avisarme, Bets! —dijo—. Tiene que ser Luke. Ha dejado el circo por alguna razón y ha venido aquí. Será mejor que veamos lo que quiere. Por lo menos... «yo» iré a ver lo que quiere. Tú quédate aquí.

—Yo también voy —dijo Bets en tono obstinado—. Yo le oí y tú no. Yo iré también.

—Te caerás por la escalera y conseguirás que nos riñan —dijo Pip.

—No —exclamó Bets enfadada y levantando la voz. Pip le dio un codazo.

—¡Cállate! Vas a despertar a todo el mundo. Está bien... ven si quieres, pero por el amor de Dios, ten cuidado no hagas ruido.

No se entretuvieron en ponerse las botas, puesto que la noche era cálida, y avanzaron por el corredor hasta el descansillo de la escalera. Pip tropezó con algo y rodó varios escalones antes de poderse agarrar al pasamanos para no bajar más.

—¿Qué te ocurre, Pip? —preguntó Bets alarmada.

—He tropezado con este gato estúpido —respondió en un susurro—. Cielos, espero que no me hayan oído.

Los dos se sentaron en la escalera y contuvieron la respiración durante unos segundos por ver si se oía algún ruido procedente de la habitación de sus padres, pero nadie se movió. El gato les miraba desde el final de la escalera y sus ojos verdes brillaban en la oscuridad.

—Yo creo que me ha hecho caer a propósito —dijo Pip—. Está muy enfadado desde que dejamos que «Buster» entrara en casa. Vete, minino.

El gato maulló y salió corriendo, y los niños siguieron su camino saliendo al jardín que estaba silencioso. Bets se cogió de la mano de Pip. No le gustaba la oscuridad. Tenía miedo.

El silbido se dejó oír de nuevo.

—Viene del fondo del jardín —exclamó Pip —¡Vamos! Pisa sobre la hierba, Bets. La grava cruje.

Los dos avanzaron por el césped hasta la huerta y pasaron ante un montón de basura dispuesto para ser quemado. En la vieja glorieta se movía una sombra.

¡Era Luke! Oyeron su voz en la oscuridad. ¡Luke había vuelto a pesar de todo!

CAPÍTULO XIII
LUKE ENCUENTRA BUENOS AMIGOS

—¡Luke! ¿Eres tú? —susurró Pip—. ¿Qué ocurre? ¿Por qué te has marchado del circo?

Pip llevó a Luke al interior de la glorieta. Bets se sentó a su lado y puso su mano chiquita en la manotaza de Luke.

—Sí. Me he marchado del circo —dijo—. La policía fue a hablar con mi tío Jake, le contó lo del gato desaparecido y que sospechaba que yo me lo había llevado... y le preguntó si sabía algo del gato.

—Y supongo que al oír eso tu tío te descubriría —le dijo Pip.

—No me descubrió al policía —dijo Luke—. Le dijo que no sabía nada de gatos desaparecidos, pero no me había visto desde hacía semanas ni lo deseaba. Pero yo estoy seguro de que registrarán el circo, porque ese «poli» está convencido de que «Reina Morena» anda por allí.

—Y supongo que también te buscarán a ti —intervino Bets.

—Sí —respondió Luke—. Bueno, mi tío esperó a que el policía se perdiera de vista y entonces vino a avisarme, diciéndome que no le importaba que huyera de mi padrastro, pero que no pensaba ayudarme a escapar de la policía.

—¡Pero tú no puedes volver con tu padrastro! —dijo Pip—. Es muy malo contigo.

—Claro que no puedo —replicó Luke—. No quiero que me mate. El caso es... ¿qué voy a hacer? He venido aquí esta noche porque pensé que tal vez pudierais darme algo de comer. No he comido nada desde las doce y estoy desfallecido.

—¡Oh «pobre» Luke! —exclamó Bets—. Iré a buscarte algo enseguida. En la despensa hay un pastel de carne y una tarta de ciruelas. Los he visto.

—No seas tonta, Bets —dijo Pip sujetándola—. ¿Qué crees tú que diría mamá mañana por la mañana si viera que la tarta y el pastel habían desaparecido? No puedes decir una mentira como lo es el asegurar que tú no sabes nada, y si confiesas haberlas cogido, te preguntarán a quién se lo has dado y se figurarán que a Luke.

—Bueno, ¿qué le daremos entonces? —preguntó Bets.

—Pan con mantequilla —replicó Pip—. Eso no lo echarán en falta, y podemos coger también un par de bollitos de la lata. Y hay también muchas ciruelas y albaricoques.

—Con eso me basta —exclamó Luke agradecido, y Bets fue corriendo a la cocina. Tropezó con el gato, pero no se hizo daño y tan pronto hubo cogido los alimentos regresó a la glorieta. Luke comenzó a comer ansiosamente.

—Ahora me encuentro mejor —dijo—. Siempre he dicho que no hay nada como el hambre para sentirse desgraciado.

—¿Dónde vas a dormir esta noche? —le preguntó Pip.

—No lo sé —dijo Luke—. En cualquier parte. Lo mejor será que me vaya a correr mundo.

—No hagas eso —dijo Bets—. Quédate unos días con nosotros. Puedes dormir en esta vieja glorieta. Pondremos el colchón del columpio encima de este banco y te hará de cama.

—Y te traeremos de comer cada día hasta que se nos ocurra algún plan —dijo Pip excitado—. Será de veras divertido.

—No quisiera ocasionaros molestias —exclamó Luke.

—No, Luke, no te preocupes —dijo Pip—. Quédate en nuestro jardín, y tal vez podamos resolver el misterio de «Reina Morena», y entonces podrías volver a tu trabajo y todo iría bien.

—Ahora iré a buscar el colchón del columpio —dijo Bets echando a correr. Ahora ya se había acostumbrado a la oscuridad y supo encontrarlo fácilmente. Pip fue a ayudarla, y entre los dos arrastraron el colchón por el jardín hasta la glorieta donde les esperaba Luke.

Hicieron la cama colocando el colchón encima del banco, y Pip fue a buscar una manta al garaje.

—Hace muy buena noche —dijo a Luke—. Y no tendrás frío. Mañana por la mañana te traeremos algo para desayunar.

—¿Y qué dirá el jardinero? —preguntó Luke temeroso—. ¿A qué hora viene?

—Está enfermo —replicó Pip—. Y no vendrá durante unos días. Mi madre está muy contrariada por las verduras. Dice que es necesario que les arranquen las malas hierbas, y no cesa de insistir que Bets y yo nos cuidaremos de hacerlo, pero yo aborrezco el arrancar hierbas.

—Oh —exclamó Luke aliviado—. Bien, entonces estaré muy bien aquí. Buenas noches... y gracias.

Los otros regresaron a la cama muy excitados. Era agradable pensar en la sorpresa que al día siguiente habrían de llevarse los demás al saber que Luke estaba en el jardín. Bets se movía en la cama. Estaba contenta de haber ayudado a Luke, pues le quería mucho.

A la mañana siguiente el despertar fue muy agradable pensando que Luke estaba en la glorieta. Pip se sentó en la cama preguntándose qué tendría hoy para desayunar. Si fuesen salchichas podría escamotear alguna para llevársela a Luke, pero si se tratase de huevos no podría hacerlo. De todas formas, siempre podría llevarle pan y mantequilla. Bets estaba pensando lo mismo. Se vistió muy deprisa y bajó preguntándose si le sería posible preparar algunas rebanadas de pan con mantequilla antes de que llegara nadie al comedor. Ella creía que sí.

Y precisamente, cuando estaba cortando una enorme rebanada de pan entró su madre que la miró sorprendida.

—¿Qué estás haciendo? —le dijo—. ¿Tanto apetito tienes que no puedes esperar al desayuno? ¡Y qué pedazo de pan tan grande, Bets!

La pobre Bets no tuvo más remedio que poner la rebanada en su plato y comérsela. Trajeron el potaje y Bets y Pip tomaron su parte, y luego... ¡Hurra!... llegaron las salchichas. A los niños les brillaron los ojos. Ahora podrían llevarle una o dos a Luke.

—Por favor, ¿puedo tomar dos salchichas? —preguntó Pip.

—Y yo también —dijo Bets.

—¡Caramba, Bets, debes estar hambrienta! —exclamó su madre, y les sirvió dos a cada uno. Su padre estaba oculto tras el periódico, y no veía lo que estaban haciendo, pero su madre sí les veía muy bien. ¿Cómo se las iban a arreglar para esconder una salchicha cada uno? Sería muy difícil.

Precisamente, en aquel momento entró Annie, la doncella.

—¿Quiere usted comprar una bandera para nuestro hospital, señora? —dijo—. La señorita Lacy está en la puerta principal.

—Oh, desde luego —dijo la señora Hilton que se levantó para ir en busca de su bolso que había dejado en el piso superior. Las dos niños se guiñaron un ojo. Pip sacó un pañuelo limpio y rápidamente envolvió en él la salchicha. ¡Bets hizo lo mismo... pero su pañuelo no estaba tan limpio! Mientras su madre regresaba, ocultaron las salchichas así envueltas en sus bolsillos junto con rebanadas de pan.

—¡Pip! ¡Bets! —exclamó su madre mirando sus platos son asombro—. ¡Qué manera de «engullir» el desayuno! No debieras comer tan deprisa... ¡oh habéis comido dos salchichas, y un plato de potaje!

Bets rió por lo bajo y Pip le propinó un puntapié por debajo de la mesa. Ninguno de los dos se atrevió a escamotear más comida porque su madre les miraba intrigada y sorprendida.

Luke recibió con alegría el pan y las salchichas. También le llevaron agua para beber, y mientras él comía sentado en la glorieta, ellos le hablaban en voz baja.

—Ya te traeremos algo más a la hora de comer —dijo Pip—. Y puedes coger ciruelas y albaricoques de los árboles, ¿no es cierto, Luke?

Luke asintió. Cuando hubo bebido agua les devolvió la taza. Entonces se oyó gritar: «Eeeee-oooooo», y Bets se levantó de un salto.

—¡Es Fatty... y viene con «Buster»! ¡Eh, Fatty, estamos aquí en la glorieta!

Fatty avanzó por el jardín con «Buster», y el pequeño «scottie» penetró en la glorieta ladrando de alegría al ver allí a su amigo. Luke le acarició.

Fatty se detuvo en la entrada de la glorieta y quedó boquiabierto al ver allí al propio Luke. Bets se rió de su sorpresa.

—Vamos a esconderlo aquí —explicó a Fatty—. Y vamos a traerle de comer. Es emocionante. Oh, Fatty, ¿no podremos aclarar el misterio para que Luke no siga atemorizado? ¿Démonos prisa en resolverlo!

Fatty escuchó el relato de lo ocurrido aquella noche, y cuando llegaron Daisy y Larry contribuyeron con su sorpresa y su alegría. En conjunto fue una mañana muy agradable.

—¿Dónde está ese silbato que encontramos en la jaula de los gatos? —preguntó Pip. Y enseguida salió a la luz para que Luke lo viera.

—Lo encontramos en la jaula —dijo Fatty—. Y como pensamos que iba a encontrarlo el señor Goon, y que Tupping le diría que era tuyo, lo cogimos y lo guardamos, y en cambio dejamos una serie de pistas falsas. Te hubieras reído al verlas. ¡Yo dejé una colilla de puro en la jaula y otra en el suelo!

Luke silbó.

—¡Ajá! —exclamó—. Por eso el señor Goon se excitó tanto cuando encontró a mi tío fumando un puro. Yo no le comprendí. Mi tío dice que se puso como la grana al ver que sacaba un cigarro y lo encendía. Le han regalado una caja, y cuándo quiere tener cuidado con lo que dice, cuando habla con alguien, saca uno de sus puros y se los fuma. Dice que le ayuda a pensar.

Los niños rieron al pensar que las colillas de Fatty habían hecho que Goon se excitara al ver a Jake fumando un puro. Luego Luke examinó el silbato que le ofreciera Fatty.

—Sí; lo hice yo —dijo—. Y lo perdí en el jardín. ¿Cómo puede haber ido a parar al interior de la jaula? Lo hice hace meses.

Volvieron a comentar aquel misterio, pero no tenía pies ni cabeza. Luke insistía diciendo que nadie se había acercado a la jaula mientras él estuvo trabajando allí... y siendo así, ¿cómo había desaparecido «Reina Morena»?

Todos los niños guardaron algo de comida para Luke. Daisy por poco se ve en un compromiso por meterse en el bolsillo una tarta de mermelada. Su madre la vio y se enfadó mucho.

—¡Daisy! ¿Qué estás haciendo con la tarta? ¿No pensarás guardártela en el bolsillo?

—¡Oh, qué tonta! —replicó Daisy volviéndola a sacar y mirándola como si la hubiera confundido con su pañuelo.

—Si lo que intentas es llevarle comida a ese perro de Federico, desde luego te lo prohíbo —le dijo su madre—. Ya está demasiado gordo.

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