Misterio del gato desaparecido (14 page)

BOOK: Misterio del gato desaparecido
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—Oh, sí, señor, desde luego, inspector —dijo Goon—. Y... re... respecto al gato robado, inspector. Respecto a este caso, quiero decir. ¿He de darlo por terminado... y no hacer más averiguaciones?

—Pues, puede usted estudiar esas pistas que ha encontrado y ver si arrojan alguna luz sobre el caso —dijo el inspector en tono grave, pero con un brillo malicioso en su mirada.

El señor Goon no contestó. El inspector se volvió a los niños y les fue estrechando cariñosamente las manos con toda solemnidad.

—Ha sido magnífico volver a ver a los Cinco Pesquisidores y su Perro —declaró—. Adiós... y gracias por la espléndida merienda... la mejor que he tomado en mucho tiempo.

El inspector sacó su reluciente automóvil negro, y lo llevó hasta la carretera saludando a los niños con la mano, hasta que al fin desapareció.

—Voy a ver al señor Tupping —dijo el señor Goon, mirando a los niños y a Luke con el entrecejo fruncido—. Pero no creáis que este caso está terminado y olvidado. No es así. Yo sigo trabajando en él, aunque el inspector no le dedique mucha atención. Y yo encontraré al ladrón... ¡ya lo veréis!

Dirigió a Luke una mirada tan desagradable que el muchacho comprendió perfectamente que seguía siendo sospechosos, y le miró alejarse en busca del señor Tupping.

Los niños le rodearon.

—Luke, ¿te ha gustado nuestro inspector? ¿Qué te ha dicho? Cuéntanoslo todo.

—Es muy amable —dijo Luke—. No se parece en nada al señor Goon... que sólo amenaza y grita. ¿Pero cómo me habré comprometido a volver a mi trabajo... y a vivir con mi padrastro? Ojalá no lo hubiera prometido. Estoy acoquinado.

Aquella era una palabra nueva para los niños, y Bets se quedó mirándole fijamente.

—¿Qué significa «acoquinado»? —le preguntó.

—Pues... que estoy acoquinado —repitió Luke—. Verdaderamente acoquinado. Tengo miedo del señor Tupping, del señor Goon y también de mi padrastro.

—Quiere decir que está atemorizado —dijo Fatty—. ¡Qué palabra más estupenda... acoquinado! Ahora siempre la diré. ¡Acoquinado!

—Yo estoy muchas veces acoquinada —dijo Bets—. La otra noche estaba acoquinada porque tuve un mal sueño, y hoy lo estuve también cuando el viejo Ahuyentador se detuvo para hablarnos.

—Y el pobre Luke está acoquinado —dijo Daisy mirando al muchacho cuyos revueltos cabellos le colgaban sobre la frente tostada por el sol—. ¿Y qué podemos hacer? ¿Cómo evitar el acoquinarse?

—Si pudiéramos encontrar a ese gato —dijo Pip—. Entonces Luke no tendría necesidad de temer a nadie. Está acoquinado porque cree que todos sospechan de él. Yo también lo estaría en su caso.

Oyeron un rumor entre los arbustos cercanos. «Buster» alzó las orejas, y se lanzó entre las matas ladrando con fuerza. Hubo un gran alboroto y luego algo trepó rápidamente a un árbol. Los niños fueron corriendo a ver qué ocurría.

Y tuvieron una enorme sorpresa. En la copa del árbol estaba el hermoso gato siamés mirándoles con sus ojos azul brillante. No cabía error posible con aquellos ojos y su color de chocolate y crema. Pero fue Luke quien les dio la mayor sorpresa.

—¡Es «Reina Morena»! —gritó—. ¿No veis el anillo de color claro en la cola ondulante de «Reina Morena»? —El precioso ejemplar la movía de un lado a otro furioso mientras miraba a «Buster» que saltaba al pie del árbol.

—Llévate a «Buster», Fatty —dijo Larry excitado—. Enciérralo en el cobertizo o en alguna parte. Asusta a «Reina Morena» y hará que se escape... y el pobre Luke volverá a cargar con la culpa si el viejo Goon interviene.

«Buster» fue encerrado en el cobertizo, pese a su indignación, y casi echa la puerta abajo en su afán por salir. «Reina Morena» se fue apaciguando cuando Fatty se llevó al perro, y se sentó en el árbol ronroneando. —Está más delgada —dijo Daisy.

—Y mira qué sucia de barro viene —exclamó Larry—.

Su piel está sucia y «apegotada». Llevémosla a la señorita Harmer. ¡Qué sorpresa tendrá!

CAPÍTULO XVII
LUKE LO PASA MEJOR

«Reina Morena» permitió que Daisy la cogiera suavemente y la bajara del árbol, y luego los cinco echaron a andar con Luke en dirección al jardín de la casa vecina.

Iban ya hacia la casa de los gatos, cuando por el camino encontraron a lady Candling, quien lanzó un grito de sorpresa al ver a un gato en brazos de Daisy.

—¡No debéis sacar mis gatos de la jaula! ¿Es que os ha dado permiso la señora Harmer?

—¡Es «Reina Morena»! —exclamó Larry—. ¡Acaba de aparecer repentinamente en nuestro jardín, lady Candling! ¿No es maravilloso? ¿Verdad que se alegrará la señorita Harmer?

—¡Cielo santo! —dijo lady Candling muy sorprendida, y mirando la cola de «Reina Morena» comprobó si tenía el anillo de cabellos claros—. Sí... es mi preciosa «Reina Morena». ¿Dónde habrá estado? La veo delgada y medio muerta de hambre.

—¿No es una pena que no pueda hablar? Así podría contárnoslo todo —dijo Bets acariciando al gato que ronroneaba—. Lady Candling, aquí está «Reina Morena» que ha vuelto sana y salva.

—Vamos a llevársela a la señorita Harmer —exclamó Larry—, ¿verdad que se alegrará?

—Yo iré con vosotros —dijo lady Candling—, Oh, ahí está la señorita Trimble. Señorita Trimble, ¿a que no sabe lo que ha ocurrido? ¡«Reina Morena» ha vuelto!

—¡Dios nos asista! —exclamó la señorita Trimble mientras los lentes se le caían enseguida debido a su excitación—. ¿De dónde ha venido? ¿Quién la trajo?

Los niños se lo explicaron a la señorita Trimble que les escuchó sorprendida mientras se calaba de nuevo los lentes, y Bets comenzó a contar las veces que se le caían.

Todos fueron a la casa de los gatos, donde encontraron a la señorita Harmer acariciando a los gatos, puesto que le gustaban mucho. Al ver a «Reina Morena» en brazos de Daisy se quedó tan sorprendida que no podía articular palabra. Alargó los brazos y «Reina Morena» se refugió en ellos con un salto lleno de gracia. La gata se acurrucó contra la señorita Harmer, hundiendo su cabeza contra su pecho mientras ronroneaba profundamente.

—¡«Vaya»! —exclamó la señorita Harmer encantada—. ¿De dónde «sales», «Reina Morena»? ¡Oh, cuánto me alegro de que hayas vuelto!

Todos le contaron enseguida cómo había aparecido de repente, y la señorita Harmer observó a la gata con detenimiento.

—Está muy delgada —dijo—. Y su piel está áspera y llena de esas pequeñas bolitas que se pegan a las medias cuando se pasea por el campo. Creo que debe haberse escapado de donde estuviera, y ha vuelto a su casa... recorriendo tal vez kilómetros... a través de los campos y los bosques.

—Los gatos son muy listos, ¿verdad? —dijo Fatty—. Pobre «Reina Morena»... me figuro que estará muy contenta porque ha vuelto.

En aquel momento apareció el señor Tupping acompañado del señor Goon. Era evidente que el policía acababa de comunicarle las órdenes del inspector, y la voz del jardinero tenía un matiz amargo. Miró a Luke con el ceño fruncido, y luego vio a «Reina Morena».

—¡Es «Reina Morena»! —exclamó Bets—Ha vuelto. ¿No se alegra, señor Tupping?

El señor Tupping parecía como si no pudiera dar crédito a sus ojos y miraba a «Reina Morena» sorprendido mientras volvía su cola para asegurarse de que tenía el pequeño círculo de cabellos color crema. Y en cuanto a Goon se quedó boquiabierto y los ojos se le salieron más que nunca.

Sacando el librito de notas comenzó a escribir lentamente.

—Tengo que hacer un informe de su reaparición para comunicárselo al inspector —dijo dándose importancia.

—Quiero saber algunos detalles. ¿Dónde estaba usted, lady Candling, cuando volvió el gato?

Una vez más los niños contaron la historia de la reaparición de «Reina Morena», y Goon escribió afanosamente en su libreta negra. Tupping era el único que no daba muestras de satisfacción por el regreso del gato, y le miraba como si le desagradase el animalito.

—Oh, Tupping, antes de que se marche quiero decirle que el inspector Jenks y yo hemos hablado de Luke —dijo lady Candling con su voz clara—. Y mañana volverá a trabajar aquí. Este es mi deseo como ya le habrá dicho el señor Goon. Espero que no tendré ninguna queja de cómo trate al muchacho.

—Bien, señoría, si usted y el inspector quieren tener empleado a un chico así... —comenzó a decir Tupping con mala intención, pero lady Candling le atajó.

—No deseo discutir este asunto con usted, Tupping. Ya conoce mis deseos. Eso debiera bastarle.

Lady Candling se alejó seguida de la señorita Trimble a quien se le cayeron los lentes por la emoción de oír cómo paraban los pies a Tupping.

—Ojalá «yo» supiera hablar así a la gente —dijo Fatty mirando a Tupping de reojo—. Me refiero, claro está, a quien se lo mereciese.

—Ahora largaros —dijo el señor Goon viendo que Tupping iba enrojeciendo rápidamente.

—Quiero buscar más pistas —replicó Fatty con malsana intención—. Sabe, puede que haya un caramelo de ciruela, un «toffee», o algo por el estilo. A propósito, señor Goon, ¿no se ha comido todavía su caramelo de menta?

Ahora le tocó enrojecer al señor Goon. Los niños echaron a correr hacia la tapia riendo ruidosamente; no sabían cómo se le ocurrían aquellas cosas a Fatty, ni cómo se atrevía a decirlas.

Treparon a la tapia saltando por el otro lado. Fatty fue enseguida a libertar a «Buster» que estaba furioso.

Entonces sonó la campana llamando a Bets. La niña lanzó un gemido, pues no deseaba acostarse todavía.

—¡Oh, qué lástima! Esa campana suena siempre cuando no lo deseo. ¿Verdad que hoy ha sido un día de veras emocionante?

—Ya puedes decirlo —exclamó Pip—. Merienda con el inspector... Luke ha podido salir de su escondite... «Reina Morena» ha regresado... ¡Cielos! Ahora ya no hay ningún misterio que resolver, ¿verdad?

—Pues seguimos ignorando quién robó a «Reina Morena» —exclamó Larry—. Me pregunto si es posible que se escapara por sí sola... y Luke no reparara en su desaparición. Tal vez la puerta de la jaula no estuviese cerrada, y la empujaría... o algo por el estilo.

—Yo no creo que eso sea posible —dijo Fatty—. Pero hemos de pensar en todo. De todas formas, hemos fracasado y no hemos resuelto este misterio, y por eso queremos creer que nunca lo ha habido. «Reina Morena» se escapó solita y ha regresado de igual manera, al cansarse de andar suelta por ahí.

Pero naturalmente, ninguno lo creyó. Estaban muy decepcionados al ver que ellos, los Cinco Pesquisidores, no habían sido capaces de resolver el misterio de la casa vecina.

Aquella noche Luke regresó con su padre, que no le pegó ni le regañó. Era evidente que el señor Goon había dejado bien claro que no había que molestarle en ningún sentido y el padrastro no dijo nada, limitándose a poner la comida ante Luke, quien la comió y luego fue a lavar los platos.

A la mañana siguiente Luke volvió a su trabajo. Seguía teniendo miedo al señor Tupping, pero el hombre no se metió con él como tenía por costumbre. ¡Por lo visto lo que el inspector ordenaba se cumplía a rajatabla! Ni tampoco se podían desobedecer los deseos de lady Candling. Tupping tenía un buen empleo y no pensaba perderlo así como así.

Luke estaba muy contento de que «Reina Morena» hubiera regresado. Ahora las cosas volvían a estar como antes. Trabajó de firme, y los niños le oyeron silbar alegremente mientras iba por el jardín con su carretilla.

Se subieron a la tapia para verle trabajar. Estaba cavando un parterre.

—Hola, Luke —dijo Bets—. ¿Te gusta volver a trabajar?

Luke asintió.

—Sí. No estoy hecho para holgazanear. Bueno, aún no os he dado debidamente las gracias por esconderme y alimentarme como lo hicisteis, pero ya sabéis que os estoy muy agradecido, aunque no tenga facilidad de palabra como vosotros.

—No tiene importancia, Luke —replicó Larry—. Estamos muy contentos de poder ayudarte.

—Os haré todos los silbatos que queráis —dijo Luke—. Muy bonitos. No como los que hice para Bets, sino mucho más grandes y los pintaré.

—Oh, gracias, muchísimas gracias —exclamó Pip satisfecho—. Tus silbatos son preciosos. ¡Vas a tener mucho trabajo si vas a hacer uno para cada uno!

Luke «tuvo» mucho trabajo, pero lo hizo con mucho gusto. Le encantaba tallar silbatos para sus cinco fieles amigos. Ojalá hubiera podido hacer algo por «Buster» también.

Ahora sentíase mucho más feliz. Su padrastro no le pegaba, y el señor Tupping no le tiraba de las orejas, aunque seguía gritándole. Algunas veces lady Candling le dirigía unas palabras de aliento, y los niños siempre estaban dispuestos a hablar, o salir con él cuando tenía un rato libre.

Los días transcurrían feliz y apaciblemente. Los niños jugaban juntos en los respectivos jardines, y «Buster» perseguía conejos. Fueron de excursión, a pasear en bicicleta, y se bañaron en el río.

—Parece que ha transcurrido muchísimo tiempo desde que imaginamos que teníamos otro misterio que resolver —dijo Fatty un día—. Fuimos tontos al pensar que era un misterio... supongo... que se trató únicamente de la desaparición de un gato sin que nosotros supiéramos cómo. En realidad la explicación debe ser sencilla.

—De todas maneras, me gustaría «poder» aclarar otro misterio durante estas vacaciones —dijo Bets—. ¿De qué sirve ser Pesquisidores si no descubrimos nada? Ojalá ocurra algo más.

—Las cosas nunca ocurren cuando uno las desea —dijo Fatty sabiamente.

Pero por una vez se equivocaba. Ocurrió algo que hizo que los Cinco Pesquisidores volvieran a ponerse en guardia. ¡«Reina Morena» desapareció otra vez!

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