Misterio del gato desaparecido (17 page)

BOOK: Misterio del gato desaparecido
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—Pues yo no veo que nos sirva de nada —dijo Larry—. Y de todas maneras, ¿cómo podríamos entrar en la jaula? La señorita Harmer tiene la llave.

—Pues... yo creo que la idea de Bets no es del todo despreciable —dijo Fatty—. Lo mismo que Larry, no veo que pueda servirnos de ayuda el encontrar el lugar exacto donde fue empleado el aguarrás, pero tengo la corazonada de que lo mejor es probarlo. Bets, por ahora eres la que tienes las ideas más felices.

Bets estaba emocionada. Le encantaban los elogios porque recibía muchas censuras, y una alabanza que viniera de Fatty tenía mucha importancia.

—Bueno, ¿cómo conseguiremos la llave? —preguntó Daisy—. La señorita Harmer la guarda en su bolsillo. Eso nos complica la dificultad.

Fatty meditó unos segundos.

—Hoy hace mucho calor —dijo—. La señorita Harmer debe haberse quitado la chaqueta y la habrá colgado en alguna parte. Ahora no estará con los gatos... supongo que estará trabajando en los invernaderos. Ya sabéis que también tiene obligación de cuidarlos, y apuesto a que allí dentro no llevará mucha ropa con el calor que hace, de manera que tal vez podamos coger la llave un rato sin que se entere.

—Me figuro que tendrá la chaqueta al alcance de su vista, después de las desapariciones —dijo Larry.

—Vamos a verlo —dijo Pip poniéndose en pie. Quitaron una baldosa suelta del fondo de la glorieta y allí escondieron las tres pistas. Luego volvieron a taparlas con la baldosa—. ¡Ya está! Nadie más que nosotros podrá encontrarlas. Vamos enseguida a ver lo que está haciendo la señorita Harmer.

Todos volvieron a saltar la tapia después de dejar a «Buster» en el cobertizo. No podían dejarle acercar a la jaula de los gatos mientras ellos estuvieran dentro.

Fatty fue a explorar y averiguó dónde estaba la señorita Harmer. En uno de los invernaderos, tal como había supuesto, sujetando las ramas de un melocotonero. Vestía como siempre sus pantalones de montar y una blusa de algodón. Fatty miró a ver si veía su chaqueta.

Estaba colgada de un clavo en el interior del invernadero donde estaba trabajando. ¡Qué contrariedad! No era posible coger la llave sin ser visto por la señorita Harmer! Fatty volvió junto a los otros para decírselo.

—Hemos de sacar a la señorita Harmer del invernadero unos minutos, sea como sea —dijo Pip, y todos reflexionaron profundamente, pero los planes que se les ocurrían eran muy complicados. Fue a Daisy a quien se le ocurrió uno muy sencillo y que podían poner en práctica sin ser vistos por nadie.

—¡«Ya lo tengo»! —exclamó—. Me deslizaré hasta el extremo del invernadero más alejado de donde está la chaqueta... hay una puerta a cada lado, ¿no? Me esconderé entre los arbustos y gritaré bien fuerte: ¡Señorita Harmer! Y apuesto a que se acerca a la puerta para ver quién la llama y eso dará tiempo a que uno de vosotros entre por la otra puerta y coja la llave.

—Si nos ve alguien cogiendo la llave nos la vamos a cargar —dijo Larry—. Pero al fin y al cabo, «somos» Pesquisidores y en nuestro trabajo hay que correr algunos riesgos, ¿no es cierto? ¿Quién cogerá la llave?

—Yo —replicó Pip—. Deja que lo haga yo. Soy muy rápido.

—Sí que lo eres —dijo Fatty—. De acuerdo, irás tú, Pip. Ahora, a poner en práctica nuestro plan. Daisy irá a esconderse tras un arbusto al otro extremo del invernadero donde está trabajando la señorita Harmer. Será mejor que Pip se esconda en otro arbusto cerca de la otra puerta. Daisy llamará a la señorita Harmer, y en cuanto ella se asome por una puerta tú, Pip, entras por la otra y coges la llave. ¿Entendido?

—Parece fácil —replicó Pip—. ¡Pero apuesto a que no es tan sencillo como parece! ¿Y tú, Larry y Bets, me esperaréis en la casa de los gatos?

—Sí —dijo Fatty—. ¡Vamos enseguida, o la señorita Harmer volverá a ponerse la chaqueta!

Daisy y Pip dejaron a los otros y al amparo de los arbustos fueron hasta los invernaderos. La señorita Harmer seguía trabajando en el extremo de uno de ellos. Daisy fue a colocarse tras un espeso arbusto cerca de allí, y esperó hasta que Pip estuvo a salvo tras otro frente a la puerta junto a la cual estaba colgada la chaqueta de la señorita Harmer.

¡Todo el plan fue saliendo como sobre ruedas! Tuvieron suerte.

—¡Señorita Harmer! ¡Señorita Harmer! —gritó Daisy.

La señorita Harmer la oyó, y volvió la cabeza para escuchar.

Daisy volvió a llamar.

—¡Señorita Harmer!

La señorita Harmer abrió la puerta del invernadero y salió.

—¿Quién me llama? —gritó, y en aquel preciso momento apareció la señorita Trimble trotando por el sendero con los lentes colgados de su nariz.

—¡Oh, señorita Trimble! ¿Me llamaba usted? ¿Qué desea? —le dijo la señorita Harmer, y Daisy rió para sus adentros pensando que ahora ambas señoritas charlarían un rato.

—No, yo no la he llamado —dijo la señorita Trimble mientras se le caían los lentes—. Pero desde luego he oído cómo la llamaban. ¿No sería lady Candling?

—¿Para qué iba a necesitarme? —replicó la señorita Harmer saliendo al camino—. ¿Dónde está?

—Está junto al césped —dijo la señorita Trimble—. Yo la acompañaré.

Y las dos echaron a andar por el sendero y pronto se perdieron de vista. Pip aprovechó aquella oportunidad, y deslizándose por la otra puerta se llegó hasta la chaqueta de la señorita Harmer y rápidamente registró sus bolsillos. ¡enseguida encontró la llave!

Entonces él y Daisy se dirigieron alegremente hacia la casa de los gatos donde los demás les aguardaban impacientes.

—Aquí está la llave —dijo Pip con orgullo—. Ahora, vamos deprisa a oler la jaula.

—Yo iré con Bets —dijo Fatty—. Vosotros no vengáis, o los gatos se asustarán. Yo tengo muy buen olfato, y como ha sido idea exclusiva de Bets creo que debe venir ella también.

Así que los dos entraron en la jaula cerrando la puerta tras ellos con cuidado, y comenzaron a olfatear por toda la jaula. Olía a desinfectantes. Pero en alguna parte se olía ligeramente a aguarrás.

Los niños olieron todos los bancos mientras los gatos les contemplaban tendidos plácidamente. Uno de ellos alargó una pata y golpeó a Fatty con aire juguetón.

—Yo creo que el olor está en este banco —dijo Fatty después de haber olfateado el suelo, el techo, la alambrada y los bancos—. Aquí, Bets... huele aquí. ¿No te parece que huele a aguarrás?

Un gato enorme estaba tendido encima del banco, y Bets le apartó con suavidad para poder oler.

—No —dijo la niña—. «Yo» no huelo a aguarrás en este banco, Fatty.

Fatty volvió a olfatear y pareció sorprenderse.

—Ahora ya no huele —dijo—. ¡Pero hace un momento vaya si olía!

Bets levantó al gato que había quitado del banco.

—Ven aquí, gatito —le dijo—, vuelve a tu sitio.

—¡Cáscaras!, ha vuelto ese olor —dijo Fatty arrugando la nariz—. Huele, Bets.

—¡Vaya! —exclamó Bets sorprendida—. No es posible que venga del banco. Debe de ser este gato. Ahora que he vuelto a ponerle encima lo huelo, y en cambio antes no.

Y entonces ante la sorpresa y el deleite del gran gato siamés los dos niños con todo cuidado y solemnidad fueron oliendo todo el gato desde la cabeza a la cola. El gato ronroneaba feliz. Le encantaba que le acariciasen y le mimasen, pero el que le olieran era algo completamente nuevo y también le agradó.

—¿Es que ese gato huele a aguarrás? —preguntó Pip con ansiedad, y Fatty asintió con el rostro enrojecido por la emoción.

—Bets —dijo—. ¿En qué parte del gato huele a aguarrás, di?

—Aquí —dijo Bets aplastando su naricilla en mitad de la cola oscura del gato.

—Igual que yo —dijo Fatty, quien examinó con todo detenimiento la cola que el gato trataba de mover de un lado a otro.

—¡Fatty! ¡Bets! ¡Alguien viene! —exclamó Larry en voz baja—, ¡Salid de ahí, enseguida!

Pero desgraciadamente para Fatty y Bets, el señor Tupping apareció en escena antes de que pudieran salir de la jaula. ¡Y «entonces» estalló la tormenta!

El señor Tupping les miraba como si no pudiera dar crédito a sus ojos. Fatty y Bets salieron de la jaula y cerraron la puerta con llave. Bets estaba temblando. Fatty sentíase muy violento. Los otros niños habían desaparecido al amparo de los arbustos.

—¿Qué estabais haciendo aquí? —preguntó Tupping—. ¿De dónde habéis cogido la llave? ¡Yo creo que habéis sido vosotros los que hicisteis desaparecer los gatos! ¡Oh, sí! Voy ahora mismo a hablar con el señor Goon y os aseguro que os escabecha. ¡Y lo tendréis bien merecido!

CAPÍTULO XXI
RESOLVIENDO EL MISTERIO

El señor Tupping se marchó con una cara nada agradable de ver. Bets estaba aterrorizada y se acercó a Fatty con el rostro muy pálido. El propio Fatty también estaba algo tembloroso.

En silencio, los cinco saltaron la tapia y fueron a refugiarse en la glorieta.

—¡Caramba! Eso sí que ha sido mala suerte —dijo Larry, y Bets comenzó a llorar.

—¡Ahora nos llevarán a la cárcel! —sollozó—. Oh, estoy muy asustada.

—Acoquinada, querrás decir —replicó Larry tratando de hacerla sonreír, pero Bets no estaba para sonrisas—. No te acoquines, Bets. Todo saldrá bien. Tendremos que contárselo todo al inspector Jenks: cómo cogimos la llave y cómo tú y Fatty olfateasteis toda la jaula. Entonces no creerá al Ahuyentador cuando vaya a informarle de que él y Tupping sospechan que fuimos «nosotros» quienes robamos a «Reina Morena».

Fatty guardaba silencio mientras los demás le observaban.

—¿Tú también estás acoquinado, Fatty? —le preguntó Daisy, pues no era propio de Fatty el estar asustado mucho tiempo. El niño meneó la cabeza con aire muy pensativo.

—Pensemos en el olor a aguarrás que hay en la cola y el objeto que puede tener el mismo, y no estemos asustados porque nos han sorprendido dentro de la jaula. Es una pista extraña... olor a aguarrás en la cola de un gato. ¿Por qué estaría allí? ¿Y para qué lo olimos también cuando desapareció «Reina Morena»?

—Tú dijiste que el aguarrás se emplea para limpiar pinceles o para quitar manchas de pintura —dijo Bets secándose los ojos—. ¿Tú crees que el gato se mancharía de pintura y entonces le limpiarían con aguarrás?

Fatty la miró, y luego se puso en pie lanzando un grito al propio tiempo que golpeaba fuertemente la mesa con la mano. Se había puesto muy encarnado.

—¿Qué te ocurre? —exclamó Larry alarmado—. ¿Es que te has sentado encima de una avispa?

—Escuchad —dijo Fatty volviéndose a sentar muy excitado—. Bets ha captado la idea. El aguarrás fue empleado para limpiar de pintura la cola del gato. ¿Y cómo llegó allí la pintura y de qué color era? Bien, sabemos cuál era el color porque tenemos el bote de pintura que emplearon, y una piedra con una gota de la misma pintura... color castaño cremoso.

Los otros se miraron. Fatty sacó el bote de detrás de la losa suelta y lo abrió. Introdujo el pincel y después de mojarlo en pintura lo pasó por encima de la mesa de la glorieta que era de color castaño oscuro.

—Mirad esto —dijo—. ¿Veis esta mancha color crema? Pues es la misma que debió haber en la cola del gato... en el centro... ¡hecha con pintura color crema! Y ahora, decidme una cosa, ¿qué gato tiene una mancha de cabellos color crema en su cola?

—¡«Reina Morena»! —exclamaron todos a una con los ojos brillantes y los rostros enrojecidos por la emoción, puesto que los cinco niños habían comprendido cuál era el significado del aguarrás y la pintura.

—Sí —dijo Fatty—. Y a ese gato cuya cola olía a aguarrás debieron pintarle un círculo color crema en su cola oscura para que le confundiesen con «Reina Morena», y luego le quitaron la pintura con aguarrás... por eso la jaula olía a aguarrás las dos veces. Lo hicieron así las dos veces.

—¡Cáscaras! —exclamó Larry—. Eso es emocionante. Alguien prepara un plan inteligente. ¡Veamos! Supongo que «Reina Morena» fue robada por la mañana, y al otro gato le pintaron la cola para hacerle pasar por «Reina Morena»... todo el mundo sabe que «Reina Morena» tiene un anillo de cabellos más pálidos en su cola desde que la mordieron.

—Sí; y entonces llegó gente para ver los gatos... como por ejemplo, tu madre, Pip, con lady Candling... y pensaron que el gato pintado era «Reina Morena»; y más tarde Tupping se las arregló para entrar en la jaula y quitarle la pintura antes de que nadie lo observara, y luego dijo que «Reina Morena» había desaparecido.

—¡«Tupping»! —exclamó Bets con los ojos muy abiertos—. ¿Has dicho «Tupping»? Pero si Tupping «quitó la pintura»... tuvo que ser él quien «la pusiera»... y el único que robó a «Reina Morena», y...

—Sí. Fue Tupping. Tiene que haber sido él... —dijo Fatty casi fuera de sí de excitación—. Y le echó la culpa a Luke.

—¡Le hizo trabajar junto a las jaulas durante todo el tiempo que estuvo el gato pintado hasta que él le quitó la pintura y dijo que «Reina Morena» había desaparecido! —dijo Pip—. ¡De esta manera parecía que nadie más que Luke había podido robarla! ¡Qué plan más astuto! ¡Qué canallada!

—Y luego cuando oyó que Bets le decía al Ahuyentador que teníamos dos pistas; un olor y una mancha de pintura, se asustó y escondió el aguarrás y el bote —dijo Fatty—. Tal vez temió que descubrieran sus huellas dactilares... y el bueno de «Buster» las encontró.

—Todo está bien claro —intervino Daisy—. Tupping deseaba robar a «Reina Morena» y que Luke cargara con la culpa. Esperó a que la señorita Harmer tuviera el día libre... porque, supuso que conociendo tan bien a los gatos no se hubiera dejado engañar por la pintura de la cola... y hubiera sabido que no era «Reina Morena».

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