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Authors: José Javier Esparza

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Moros y cristianos: la gran aventura de la España medieval (79 page)

BOOK: Moros y cristianos: la gran aventura de la España medieval
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¿Cómo era la vida de un cofrade de Belchite? ¿Cuáles eran sus obligaciones y derechos? Conocemos todo eso gracias a los documentos de la época. Cualquier cristiano, clérigo o laico, que se quisiera hacer cofrade en Belchite o en cualquier otro castillo, y que dedicase toda su vida a la defensa de los cristianos, gozaría de la remisión de todos los pecados, previa confesión y mientras mantuviera la vida monacal o eremítica.A quien quisiera servir allí por un año, le valdría lo mismo que si hubiese acudido a Jerusalén y se le aseguraba la remisión de los pecados, debiendo, eso sí, guardar abstinencia los viernes. Estos beneficios se extendían a quienes sirvieran en la cofradía por un mes e incluso a quien enviara a otro para hacer el servicio en su nombre.

Los estatutos de la Cofradía de Belchite contemplaban la figura de lo que hoy llamaríamos «el cooperador», es decir, el notable que contribuía a la defensa no con sus armas, sino con su dinero, y que obtendría beneficios espirituales proporcionales al peculio aportado. En lo demás —ausencias por peregrinación, donaciones, herencias, etc.— el sistema era el mismo que en las órdenes militares ya existentes en Tierra Santa. En cuanto al botín que los caballeros pudieran ganar a los moros, ya fuera en bienes muebles o en tierras, se estipulaba que pasarían a pertenecer a los cofrades como exclusiva propiedad, es decir, que no tendrían que deducir el llamado «quinto real»: un impuesto que obligaba a pagar al rey un quinto de todas las ganancias obtenidas en la guerra. Ésta era la donación material del Batallador a la Cofradía. Conocemos también el nombre de su primer jefe: el tenente Galindo Sánchez, y después de él, su hermano Lope.

La Cofradía de Belchite fue la primera, pero el Batallador constituirá muy pronto, en 1124, una nueva Militia Christi: la Orden militar de Monreal. Estamos ahora en Monreal del Campo, aún más al sur que Belchite, ya en plena provincia de Teruel. ¿Para qué crear una orden militar allí? Monreal era una villa recién fundada: su nombre significa «mansión del rey celestial» y su propia razón de ser era estrictamente la cruzada, pues la ciudad se edificó para, desde allí, garantizar las comunicaciones hacia el Mediterráneo. La idea se le ocurrió, al parecer, al veterano Gastón de Bearn: cuando los moros del Mediterráneo fueran vencidos, habría que asegurar el camino hasta el mar para que los peregrinos acudieran a Tierra Santa.Y como la zona estaba prácticamente despoblada y era pobre en recursos, había que crear un área protegida que proporcionara al mismo tiempo avituallamiento y defensa. ¿Quién protegería el área en cuestión? Una Milicia de Cristo: la Orden de Monreal.

La Orden de Monreal se vio así convertida en columna vertebral de un extensísimo territorio que iba desde el río Jiloca hasta el área de Segorbe. El rey Batallador le concedió notables rentas para su mantenimiento.Así mismo, todas las diócesis del reino cooperaron a la obra, tanto permitiendo a sus clérigos acudir a la Orden, como en sufragios, misas y oraciones por los cofrades. El obispo francés Guillermo de Auch se hizo cofrade. Otros nombres franceses aparecen entre los primeros caballeros: además de Gastón de Bearn, encontramos al conde Rotrón de Perche, a Silvestre de Saint-Calais, a Reinaldo de Beileul y a Arnaldo de Lavedán. Eran los mismos caballeros que habían llegado hasta Peñacadiella antes de que Alfonso emprendiera su formidable aventura mozárabe de Granada.

¿Fueron muchos, los cruzados de Belchite y Monreal? ¿Fueron pocos? ¿Tuvieron éxito? Parece que fueron pocos: de hecho, con frecuencia encontramos en Belchite y Monreal los mismos nombres, como el de Galindo Sánchez y sus caballeros fronteros. En cuanto a su éxito, fue relativo: después de la agotadora campaña mozárabe del Batallador, sus huestes debieron de quedar muy mermadas.Y el objetivo fundamental de las órdenes militares aragonesas en el este, que era la conquista de Tortosa para llegar al mar, no se logró sino mucho más tarde.

Las órdenes aragonesas, sin embargo, no desaparecieron. Cuando muera el Batallador, el propio rey de León Alfonso VII se hará cofrade y asegurará su reorganización. Años más tarde, Belchite y Monreal terminarán integrándose en la Orden del Temple.Y así los primeros templarios españoles serán aragoneses: los de la Cofradía de Belchite, la primera orden militar de la historia de España.

La repoblación de la frontera: los concejos

Aquí hemos dicho que la Reconquista fue, más que una larga operación militar, una gran aventura popular. Tenemos que hacer un esfuerzo de imaginación y tratar de situarnos en aquella España. La cristiandad ha recuperado ya casi la mitad del territorio peninsular. Sin embargo, inmensos espacios de esta España cristiana están enteramente vacíos, y no sólo en la frontera, sino también en el norte. La población es escasa. Por ejemplo, las grandes ciudades vascas —Bilbao, Vitoria, San Sebastiánaún no existen: son minúsculos asentamientos aldeanos o monacales cuya existencia sólo conocemos porque sus pocos habitantes pagaban modestos tributos a algún monasterio local. También estaba prácticamente desierta la actual provincia de Teruel, sin otra presencia que pequeñas plazas militares aisladas y, a su alrededor, mínimos enclaves campesinos. La población se concentraba en los solares originarios de los distintos reinos, en el norte, y en las villas nacidas a lo largo del Camino de Santiago. Más al sur de esa línea, todo el territorio quedaba abierto para la repoblación. Y aquí entra en juego una nueva figura: el concejo.

¿En qué consistía la repoblación concejil? Fundamentalmente, en que el agente protagonista de la colonización ya no son los pioneros privados, sino las comunidades de aldea que han venido a instalarse en tal o cual lugar, con frecuencia por impulso de la propia corona.

Los vecinos de estas aldeas quedan bajo la protección —y bajo el mando— de delegados del poder real, ya se trate de condes o merinos, que representan el orden y administran la ley. La corona otorga a estos concejos fueros específicos que regulan su vida colectiva y también, con frecuencia, sus derechos y deberes individuales. Cuanto más al sur se halle el lugar repoblado, esto es, cuanto más expuesto esté frente al enemigo musulmán, mayores serán los derechos y libertades de los vecinos, para atraer así a un número creciente de colonos.

De esta manera, a lo largo de los siglos xi y xii fue llenándose el mapa de la España cristiana de concejos, a veces en localidades de nueva creación, otras veces en viejos asentamientos que llevaban una vida precaria con muy pocos habitantes y que era preciso colmatar. Aparecen concejos en el Camino de Santiago, aparecen también en las áreas que habían quedado despobladas en la Meseta norte, y aparecen sobre todo, con rasgos muy singulares, en la Extremadura, de cara al Sistema Central y al valle del Tajo. ¿Por qué precisamente en esta última línea? Por razones militares: era en estos puntos —Salamanca, Ávila, Segovia, por ejemplo— donde se abrían los caminos hacia el sur, de manera que su control resultaba de primera importancia para taponar las incursiones almorávides y, al mismo tiempo, para proyectarse hacia el valle del Tajo, es decir, hacia tierra musulmana.

Salamanca, Ávila, Segovia: desde el momento en que la cristiandad recuperó Toledo, la importancia de estas tres plazas se hizo decisiva. El poder almorávide era demasiado fuerte como para que el Reino de León pudiera asegurar la frontera en el cauce del Tajo. Resultaba mucho más seguro emplazar las bases principales un poco más al norte, en las localidades que vigilan los pasos a través del Sistema Central, desde la sierra de Béjar hasta la de Guadarrama.Y así Salamanca, Segovia y Ávila, aunque ya habían conocido movimientos de repoblación en años anteriores, se convirtieron ahora en objetivos fundamentales de la política repobladora.

Vamos a asistir así a un largo proceso que abarca más de medio siglo, desde las últimas décadas del siglo xi hasta las primeras del xii. A lo largo de ese periodo nacen estas ciudades. En Salamanca, como en Ávila, no había hasta entonces más que pequeños asentamientos aldeanos establecidos en los mismos núcleos que ya habían conocido habitantes desde tiempos de los romanos. La política repobladora consistirá en unir esos núcleos dispersos, agrupándolos bajo una muralla o un sistema fortificado. Y acto seguido, en abrir la ciudad a la llegada de nuevos vecinos. A Salamanca llegan asturianos, gallegos, leoneses y zamoranos.A Segovia, castellanos de Burgos, Valladolid y Palencia. A Ávila, lo mismo leoneses que castellanos, pero también gran cantidad de riojanos, vascos y navarros.Y junto a todos ellos, los mozárabes que huyen del sur musulmán y los francos que vienen de Europa.Así se construye la España medieval.

La repoblación de estos puntos cambia el paisaje.A partir de ellos se dibujan ahora nuevas líneas de proyección hacia el sur. Desde Salamanca parten líneas hacia Ciudad Rodrigo y Coímbra, por el oeste, y hacia Coria por el sur, sobre la línea del Tormes. Desde Ávila se asegura la comunicación con Toledo a través de las fortalezas de Escalona y Maqueda. Desde Segovia se cumple la misma función a través de los puertos del Guadarrama. Si nos tomamos la molestia de coger un mapa y trazar líneas que unan todos estos puntos, veremos cómo nace una auténtica red.Y los territorios que quedan dentro de esa red se convierten en la nueva frontera de las gentes de la Reconquista. Ésa es ahora la Extremadura.

Una vida dura, la de la frontera.Y en menor escala, porque el territorio era más pequeño, lo mismo que estaba pasando en la Extremadura castellana estaba ocurriendo también en la frontera aragonesa. Aquí, en Aragón, la repoblación tenía que luchar con dos inconvenientes mayores: por un lado, la aspereza de la propia tierra, que invitaba poco a la llegada de colonos; por otro, la mayor cercanía del enemigo musulmán, que no va a dejar de repetir las incursiones de saqueo en zona cristiana. ¿Cómo fue la repoblación en Aragón?

Los grandes espacios de Aragón

Si hay alguien que batió el récord de mayores conquistas territoriales en menos tiempo, fue sin duda Alfonso I el Batallador. El rey cruzado, con las coronas de Aragón y Navarra sobre sus sienes, fue capaz de aumentar exponencialmente los espacios del reino. Cuando llegó al trono, el límite sur de Aragón era la línea Huesca-Barbastro; veinte años después, las banderas aragonesas habían llegado hasta tierras de Teruel y Guadalajara. Nunca nadie conquistó tanto en menos tiempo.

La clave de esta enorme expansión estuvo en la conquista de Zaragoza, que dobló el brazo de los almorávides y abrió el camino de Aragón hacia los grandes llanos del sur. Ahora bien, ¿qué hacer después? Aragón era un reino muy pequeño y su población era muy escasa. Aunque contaba con las aportaciones demográficas de Navarra y La Rioja, que estaban bajo su corona, había muy poca gente allí.Y sin gente, ¿cómo He nar los territorios conquistados? Al Batallador se le planteaba un serio problema.

Aquí hemos visto a Alfonso el Batallador ensayando diversos métodos para colmatar de población sus nuevos territorios: creando órdenes militares en los puestos fronterizos, importando personalmente masas de miles de mozárabes del sur, etc. En ese trabajo de repoblación, un instrumento fundamental fueron las cartas pueblas y los fueros, es decir, los documentos legales que concedían derechos a los pobladores de un lugar determinado. El Batallador multiplicará esas cartas pueblas, que pronto van a convertirse en la pieza básica del derecho aragonés.

Cuando cayó Zaragoza y el rey puso allí su capital, el territorio que quedaba bajo su control era cualquier cosa menos amable. Fuera de lo que era propiamente el valle del Ebro, con sus vegas fértiles, el resto del espacio aragonés era una colección dispersa de núcleos rurales con grandes espacios vacíos a su alrededor. La población de esos núcleos era mayoritariamente musulmana, pues no en vano había sido dominada durante casi tres siglos por el islam.También existían habitantes mozárabes, pero eran minoritarios. Así las cosas, la prioridad de la corona era retener a los pobladores musulmanes, para que los campos no se quedaran vacíos, y al mismo tiempo tratar de que los cristianos del norte acudieran a estas nuevas zonas.

A los musulmanes se los retuvo en sus tierras mediante ventajosas capitulaciones que les aseguraban un régimen de vida mejor que el que tenían bajo dominio almorávide. Pero con la población musulmana no era suficiente: no sólo porque los territorios eran muy extensos, sino también porque, para garantizar política y militarmente el control de estos espacios, era necesario que una masa campesina de repobladores cristianos se instalara allí. Unas veces se trataba de repoblar un lugar recién conquistado, asegurar su defensa y garantizar el establecimiento permanente de una comunidad cristiana. En otras ocasiones, el objetivo era hacer que naciera un lugar de nueva fundación.Y para atraer a los cristianos, se echó mano de la garantía legal: derechos, franquicias, exenciones… Eso es lo que hicieron las cartas pueblas, primero, y los fueros después.

Una carta puebla es un documento legal. Se expide en nombre de la corona y tiene fuerza de ley. En realidad podemos considerarla como un contrato: a quien acude a repoblar un lugar concreto se le conceden de terminados derechos. Es el mismo procedimiento que se había venido utilizando en Castilla y en León desde principios del siglo ix. La carta puebla regula cómo van a vivir los colonos: las condiciones para ser propietario, sus derechos sobre espacios comunes (pastos, ríos, etc.), los tributos que han de pagar, la transmisión de herencias, quién se va a encargar de aplicarla justicia…

Cuanto más acuciante es la necesidad de atraer a nuevos colonos, más generoso es el capítulo tributario: hay cartas pueblas que en realidad son una colección de exenciones y ventajas.Y cuando el legislador siente la necesidad de extender la reglamentación a cuestiones penales y procesales, es decir, cuando crea un régimen jurídico, entonces la carta puebla asciende un peldaño: nace el fuero.

En Aragón existían cartas pueblas desde el primer momento. Una de las más antiguas es la que Sancho Ramírez de Aragón y su hijo Pedro concedieron a los hombres de Estadilla para que se instalaran en Monzón. Aragón acababa de reconquistar esta plaza y necesitaba poblarla con cristianos.Ahí es donde entran los hombres de Estadilla, un pueblo cercano a Barbastro, al otro lado del Cinca. ¿Qué se ofrece a la gente de Estadilla para que baje a Monzón? Monzón está a apenas veinte kilómetros, pero es tierra de frontera y los peligros son numerosos. Lo que hace la corona es ofrecer cartas de franquicia que eximen a los colonos de pagar ciertos tributos y de prestar determinados servicios. A una parte de los colonos se les concedió incluso el estatuto de los llamados «infanzones ermunios», es decir, el que gozaban los caballeros que por su nobleza quedaban libres de servicios y tributos ordinarios.

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