Moros y cristianos: la gran aventura de la España medieval (80 page)

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Authors: José Javier Esparza

Tags: #Histórico

BOOK: Moros y cristianos: la gran aventura de la España medieval
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El mismo modelo se aplicó en otros muchos lugares. Cuando se conquista Barbastro, a los repobladores se les concede el estatuto de los infanzones de Sobrarbe, lo cual es tanto como reconocerles rango de nobleza. Y cuando se reconquiste Huesca, el rey de Aragón otorgará a todos sus pobladores, tanto a los que ya estaban allí como a los nuevos que fueran, los privilegios de «ingenuidad y franqueza». «Ingenuidad»: literalmente, no tener que arrodillarse, que ése es el origen del término en latín.Y «franqueza»: poder hablar sin temor a las consecuencias, porque uno es libre. Lo mismo encontraremos más tarde en Ejea y en Sádaba.

Esto de la «franqueza» nos remite una vez más a los francos, es decir, a los europeos que venían a España atraídos por el Camino de Santiago, y que tan importantes fueron para el desarrollo urbano de la cristiandad española y muy particularmente de Aragón.A la corona le interesaba muchísimo consolidar núcleos de población estable a lo largo del Camino, especialmente en la línea SomportJaca-Sangüesa-Estella. Como los efectivos demográficos de Aragón eran insuficientes, la afluencia de población extranjera permitía llenar los espacios ganados en la Reconquista sin necesidad de trasladar población autóctona.Y la forma de conseguir que estos francos se quedaran en Aragón era otorgarles derechos, que así empezaron a llamarse franquicias.

Este contexto social y político va a propiciar el desarrollo de un género jurídico específico: los fueros. El más importante es el de jaca, dictado entre 1065 y 1080 —la fecha exacta está sujeta a discusión—, y es el más importante porque sirvió de modelo a todos los posteriores. El Fuero de jaca es un fuero breve, arcaico, limitado a veinticuatro disposiciones, pero suficiente para sentar no sólo las condiciones de la repoblación, sino también los derechos de los vecinos en el ámbito penal. A medida que el Fuero de jaca iba siendo confirmado por los sucesivos reyes, el texto se iba ampliando y, más aún, se convertía en referencia para nuevas compilaciones, de manera que terminó siendo el auténtico núcleo del derecho aragonés.

Después de la conquista de Zaragoza, cuando toda la tierra de Aragón quede abierta, Alfonso el Batallador multiplicará las cartas pueblas y los fueros. Encontramos cartas pueblas en Tormos, en Barbués, en Cariñena, en Alfajarín… Las condiciones de repoblación suelen ser excelentes: en Cariñena, por ejemplo, a una familia se le concede la propiedad sobre todos los terrenos que fuera capaz de poblar; en María de Huerva se conceden a cada caballero dos yugadas de tierra, y a cada peón, una yugada. ¿Qué es una yugada? La cantidad de tierra que es capaz de trabajar en un día una pareja o yunta de bueyes; aproximadamente, entre 2.500 y 3.000 metros cuadrados.

El resultado de esta política de repoblación fue el nacimiento de una sociedad de medianos y pequeños propietarios, como había ocurrido en el Reino de Asturias a partir del siglo ix, pero con el relevante matiz de que aquí, en Aragón, no sólo entraban los propietarios de tierras, sino también, desde el principio, los comerciantes y los burgueses. Además, la existencia de un derecho progresivamente codificado hará que los fueros, para Aragón y Navarra, se conviertan en la base misma de la identidad colectiva. El Fuero de jaca se extiende a Estella, Pamplona y San Sebastián, y se convierte incluso en referencia para los fueros castellanos.

Ahora bien, ¿qué vigencia tenía el Fuero de jaca más al sur, donde la vida burguesa era prácticamente inexistente? Al sur, en la frontera, la vida no era burguesa y comercial, sino campesina y militar: era la tierra de los infanzones, y esta gente necesitaba leyes distintas. De todas ellas nacerá, andando el tiempo, el Fuero de Aragón.

Los infanzones: una y otra vez nos tropezamos con ellos. Son los caballeros fronteros, las gentes de la frontera; campesinos con armas y caballo que prestan servicio en la guerra y que por ello reclaman —y se les concede— la condición de nobleza. Lo mismo en León que en Castilla y aquí, en Aragón, el infanzón es el protagonista de la Reconquista. ¿Cómo vivía aquella gente? El mundo que se está construyendo es un mundo a su medida. De los infanzones hay que hablar ahora.

Caballeros de frontera: el tiempo de los infanzones

Gente dura y bragada, acostumbrada a lidiar lo mismo con las malas cosechas que con los ladrones de ganado y con los moros de la frontera: así eran los nuevos infanzones. Colonos de la primera hora, campesinos enriquecidos, al menos lo suficiente para poseer un caballo y algunas armas. Habían llegado a las tierras de nadie con una mano delante y otra detrás, dueños de un espacio vacío que iban a hacer crecer con su propio sudor. Los reyes y los condes vieron en esta gente, acostumbrada a vivir al límite, su mejor baza para proteger la frontera.Y así nació un grupo social único en el medioevo europeo: una nobleza de aldea que impuso sus derechos a la corona y a la nobleza de sangre.

Al infanzón vamos a verle desempeñando un papel central en el orden social de la frontera, tanto en la Extremadura castellana como en los nuevos espacios de Aragón. Ellos son los intermediarios entre la masa campesina y los magnates, e incluso con la misma corona. El mundo de la frontera es, con frecuencia, un mundo nuevo: importa poco el origen y la posición social que uno ostentara con anterioridad. Aquí el linaje se construye desde cero; por eso la frontera es una tierra de oportunidades. En ese mundo nuevo, el que está arriba es el que se las ha arreglado para tener tierras propias y para armarse, es decir, el que ha logrado poseer un relevante estatus económico y militar.Y lo económico y lo militar otorgan a su vez una preeminencia social y política en los nuevos concejos. Así el caballero de aldea llega a ser la pieza clave de la sociedad concejil.

Hay que insistir en que la prestación de servicios militares juega un papel determinante en ese ascenso social. La batalla deValtierra, por ejemplo, donde las huestes aragonesas desarbolan al último rey taifa de Zaragoza, la libra el rey Alfonso con «la caballería reunida del país», como dice la Crónica. No son los magnates ni los paladines, ni guerreros de profesión, sino paisanos que prestan servicios de armas: cuando el rey los llama, abandonan los campos y acuden con sus monturas y sus lanzas. Pero este inquieto grupo social no saca la lanza sólo cuando el rey lo reclama: también prodiga por su cuenta las expediciones de saqueo sobre tierras moras, convirtiendo el botín en una fuente regular de ingresos.

En Ávila, por la misma época de Valtierra, los colonos recién llegados al calor de la repoblación sufren una aceifa musulmana; los moros habían corrido hasta allá aprovechando que los caballeros aldeanos estaban fuera, quizá en una expedición semejante. Dice la Crónica que los moros llegaron hasta las puertas —esto es, no entraron en la ciudad— y se llevaron cuanto encontraron extramuros: «Hombres y bestias y ganados y cuanto fuera hallaron». Ese mismo día llegan los caballeros y se encuentran con el desastre. Sin perder un minuto, organizan una expedición de castigo. Piden a los lugareños que les acompañen. Muchos parten con los caballeros, pero no tardan en volver grupas, quizá amedrentados por la aventura. Los caballeros continúan solos, alcanzan al enemigo y se lanzan contra él: «Fueron a herir a los moros —dice la Crónica— y venciéronlos y mataron muchos de ellos, y ganaron gran botín y volvieron con todo lo que les habían quitado».

Los caballeros de aldea no lanzan expediciones de castigo por orden del rey: obran con una autonomía casi absoluta y hacen su propia guerra. Una guerra privada que, sin embargo, contribuye a fortalecer la solidez de la frontera, de manera que la corona rarísima vez va a actuar contra ellos. Al contrario, ésa es la gente que la corona necesita para gobernar unos espacios de seguridad precaria. Cuando Raimundo de Borgoña —el yerno de Alfonso VI— tenga que organizar la repoblación de la Extremadura, ya más cerca del Tajo que del Duero, reservará los cargos del concejo para los caballeros aldeanos, excluyendo al resto de los vecinos.Así los caballeros se convierten en una auténtica aristocracia urbana.

Este rango aristocrático no es metafórico, sino material: muy pronto los caballeros de aldea son equiparados en los fueros a los infanzones, es decir, a la baja nobleza, y en breve plazo el término «infanzón» pasa a denominar casi exclusivamente a este grupo social de propietarios campesinos con armas. En Castilla lo veremos en los fueros de Castrojeriz y Sepúlveda, de los que ya hemos hablado aquí. En Aragón lo veremos igualmente en los sucesivos fueros que la corona otorga a medida que la frontera baja hacia el sur.Y no es sólo cuestión de reglamentos. De hecho, hay un intenso fenómeno de fusión matrimonial entre ambos grupos, al principio diferenciados: los caballeros de aldea se casan con hijas de infanzones y las hijas de los caballeros son dadas en matrimonio a los jóvenes de la nobleza infanzona. El Cid, recordémoslo, era hijo de un infanzón.

Tal y como había ocurrido en Castilla, también en Aragón los infanzones marcan la pauta. En Zaragoza, Alfonso I el Batallador entra triunfal y lo primero que hace es otorgar un fuero de Infanzones. Con esa medida promueve un ascenso generalizado de los repobladores en la escala social. Lo mismo hará en otros lugares a medida que la Reconquista aragonesa baje hacia el sur. Así aparecen en Aragón tres tipos de infanzones. Primero están los llamados «ermunios», es decir, los que descendían por linaje de caballeros; son los infanzones primitivos. Enseguida aparece un segundo tipo de infanzón, que es el «de carta», o sea, aquel que llegaba a esta condición por concesión directa e individual del rey, con frecuencia como recompensa por algún servicio de armas.Y después, en la estela de la colonización de nuevos espacios, aparece el infanzón «de población», esto es, el hombre libre elevado a esa dignidad por su actividad repobladora.

Los infanzones de población van a ser pronto muy numerosos en tierras de Aragón. El rey promueve a la categoría de infanzones, colectivamente, a todos los que vayan a poblar un territorio. Esto significa una auténtica revolución social, porque multiplica el número de hombres libres en el reino. Un ejemplo insuperable es el que nos da el propio Batallador cuando, después de su prodigiosa cabalgada por tierras almorávides, que aquí hemos contado en detalle, decide hacer infanzones a todos los mozárabes que volvieron con él al norte. Así lo dictó el rey cruzado:

En el nombre de Dios y de su gracia, yo, Alfonso, emperador por la gracia de Dios, os extiendo esta carta de donación y exención a todos los cristianos mozárabes que he traído, con la ayuda de Dios, del poder de los sarracenos, para llevarlos a tierra de cristianos. De buen grado y espontáneamente, por amor a Dios y a la cristiandad, y porque en nombre de Cristo y por amor a mi persona habéis abandonado vuestras tierras y vuestras heredades, y me habéis acompañado a poblar mis tierras, os concedo buenos fueros en todas ellas. Que gocéis de exención, libertad y franqueza vosotros, vuestros hijos y todos vuestros descendientes, así como todos los que poblaren con vosotros, extendiéndose estas garantías a todos los inmuebles que podáis ocupar, trabajar y poner en explotación en las localidades y términos que os diere y confiare.

Y vosotros, mozárabes, que no paguéis tributo sobre las mercancías en todas mis tierras, en todas las operaciones mercantiles que hiciereis en ellas.Y que no prestéis servicio de hueste ni de cabalgada contra cristianos ni vosotros ni vuestros descendientes.Y que, en caso de que tengáis pleitos con forasteros, que celebréis los juicios a las puertas de vuestras poblaciones. Si no os agradare la sentencia y yo estuviere cerca, que podáis apelar ante mí. Si no estuviere en las proximidades, que tengáis un plazo hasta que yo vuelva y podáis presentarme la apelación. En lo tocante a los litigios que surjan entre vosotros mismos, que se os juzgue según vuestro fuero y vuestra costumbre tradicionales.Y que os desplacéis por todas mis tierras allá donde queráis, con libertad y seguridad para vuestras personas y bienes.Y que ninguno cometa contra vosotros abusos y desafueros, quebrantando vuestros privilegios. Si alguien actuare así, que pague de multa mil morabetinos y que os indemnice por el valor del perjuicio, más la novena.

Éste es el Fuero de Alfaro, así llamado por la localidad donde se dictó. Basta ver sus artículos para entender por qué era tan importante alcanzar la condición de infanzón: exención de tributos, dependencia directa del rey y no de los nobles, protección de propiedades, libertad de movimientos… Y podemos imaginar la emoción de aquellos mozárabes del Batallador, que hasta poco antes habían sido siervos severamente explotados en elAI-Ándalus almorávide, al verse convertidos en hombres libres llenos de privilegios.

Los infanzones llenarán las milicias concejales en la Extremadura y las huestes de los reyes en Aragón. A medida que la Reconquista se extienda hacia el sur, esta brava gente quedará en sus tierras como una pequeña aristocracia urbana, cada vez más dedicada al gobierno local y cada vez menos entregada a la guerra. Pero en los nuevos espacios surgirán colonos nuevos, y con ellos volverá a repetirse el proceso: gentes que desde la nada, a base de esfuerzo y riesgo, alcanzan la condición hidalga. También por eso la Reconquista fue una aventura popular: porque significó una oportunidad, única en Europa, de ascenso social.

La represión almorávide y la subversión almohade

Y mientras tanto, ¿qué estaba pasando en la España mora, que seguía bajo el poder del Imperio almorávide? Dos grandes procesos: por un lado, la crisis del sistema almorávide y sus problemas económicos, con una masiva subida de impuestos; después, la gran represión contra los mozárabes, esto es, los cristianos de Al-Ándalus. Todo eso se va a complicar con la aparición en África de una nueva corriente aún más radical que los almorávides: los almohades. Así el problema económico y social se enreda con un problema religioso y político. El mundo almorávide estaba sufriendo serios golpes y no tardaría en desmoronarse.

Empecemos por la represión: a la altura de 1125-1130, la situación de los mozárabes se hace muy difícil. Nos falta información, digamos «social», para hacer una crónica de las medidas que el poder almorávide tomó contra la población mozárabe de Al-Ándalus. Pero conocemos la represión posterior a la cabalgada de Alfonso el Batallador, la deportación masiva ejecutada por los almorávides y el traslado forzoso a África de miles de cristianos andalusíes. Sabemos que esa represión no fue la primera, aunque sí la más numerosa, y sabemos que tampoco fue la última, porque las deportaciones iban a proseguir en los años siguientes.

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