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Authors: Juan Miguel Aguilera,Javier Redal

Tags: #Ciencia Ficción

Mundos en el abismo (13 page)

BOOK: Mundos en el abismo
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Jonás lo reconoció al instante. La última vez que había visto a aquel hombre fue cuarenta y ocho días atrás, en un calabozo militar ubicado cerca de la base de la babel.

En ese día, aquel misterioso comandante le había propuesto ingresar en la Marina.

IV. VIAJE

Tan sólo trata de aprender la Verdad acercándote a un maestro espiritual. Hazle preguntas en forma sumisa y préstale servicio a él. El alma autorrealizada puede impartirte conocimiento porque ha visto la Verdad.

BHAGAVAD-GITA (4.34)

CERO

La organización de la nave de la marina de la Utsarpini: Vajra

UNIDAD DE MANDO

Comandante

Segundo

Ayudante mayor

«BRIGADA "S"»

Piloto

Puente

Máquinas

CIC

Artillero

«BRIGADAS "T" y "L"»

Oficial de trabajos

Contramaestre

Carpinteros/soldadores

Velas

Talleres

Enfermería

UNO

El C.I.C. (Centro de Información y Combate) estaba situado, al igual que el puente, y por motivos de seguridad semejantes, cerca del eje de giro de la nave. El noventa por ciento del espacio disponible en la sala estaba ocupado por la gigantesca computadora, las terminales y los teclados de ésta.

En aquel lugar hacía un calor infernal. Los dos técnicos de la armada que servían al cerebro electrónico parecían estar dispensados de cualquier uniformidad. Sólo llevaban puesta la ropa interior de sus uniformes. Jonás les envidió: su propia ropa empezaba a estar empapada de sudor.

—Espere un minuto, mi oficial —dijo uno de los técnicos. El súbito repiqueteo de las tarjetas perforadas al salir de las fauces del ordenador le obligaba a levantar la voz—. El teniente Hari saldrá en un instante.

Jonás miró alrededor buscando el lugar donde podría encontrarse el oficial. ¿En el servicio?

Gwalior Indraprastha le había informado sobre los pormenores de las causas que lo habían conducido a bordo de la Vajra. Le explicó con detalle el caso del rickshaw misteriosamente destruido en el sector del Límite hacia el que se dirigían, y los acontecimientos que se habían desencadenado tras la visita del adhyaksa imperial, Lord Sidartani.

—Una nave científica del Imperio —le había relatado Gwalior— se encuentra en estos momentos en camino hacia el lugar del accidente, para interceptar y decelerar el rickshaw errante. Chattapatri Kharole ha enviado a la Vajra con la misión de acudir a la cita con los romakas.

»Esta es una nave de guerra que, como ya habrá comprobado, sólo transporta su dotación habitual de marinos e infantes. Necesitábamos a un científico con urgencia, alguien muy versátil, capaz de entender de diversos campos de la ciencia a la vez... Fue una suerte dar con usted antes que lo hiciera la Hermandad.

A su pesar, Jonás se sintió halagado.

—¿Qué se supone que tendré que hacer cuando nos reunamos con los romakas?

Gwalior se encogió de hombros.

—Su misión será la de ayudarles en lo que le sea posible, y también... —Gwalior enarcó las cejas para subrayar la frase— comprobar si los resultados de sus investigaciones se ajustan a los intereses de la Utsarpini. ¿He sido claro en este último punto?

—Muy claro —pensó Jonás—. Quieren que les sirva de espía de los científicos romakas...

—Sin embargo —dijo —, cuando alcancemos su posición, ellos llevarán ya varios meses investigando...

—No podemos hacer nada contra eso, pero... ¿Conoce al teniente Hari Pramantha?

—No...

—Bien, no es extraño. Es un hombre muy reservado para algunas cosas. Que yo sepa, nunca ha acudido al comedor de oficiales, pero es un magnífico experto en computadoras. Tenemos mucha suerte de tenerlo en la Vajra a cargo de nuestro ordenador. Póngase en contacto con él, pídale información. ¿Sabe cómo llegar al C.I.C.?

Y allí estaba, asándose de calor y esperando encontrarse con aquel oficial.

Una puertecita se abrió en la base del cuerpo principal del ordenador. Un hombre de unos cincuenta años pasó agachándose por el hueco. Tenía el pelo inmaculadamente blanco, cortado al estilo militar, y un fino bigote cano adornando su labio superior. Su indumentaria (o mejor, la falta de ésta) era similar a la de los dos técnicos. Las insignias de teniente colgaban de su cuello al final de una cadena. ¿Hari Pramantha?

Se puso en pie. Era incluso más alto que Jonás. Llevaba un bulto oscuro y peludo en cada mano.

¡Ratas! —pensó Jonás—. Ratas carbonizadas.

—Aquí tiene su avería, Bhatu —dijo, dirigiéndose al técnico que había hablado con Jonás. Dejó caer a los roedores sobre una de las mesas—. Mordieron uno de los cables y la subsiguiente descarga las dejó fritas al instante. Tendrá que mandar buscar a los gatos de la cocina.

—A la orden, mi oficial. —Se volvió hacia Jonás. Les presentó.

—Sí, ahora recuerdo que el Comandante me avisó que usted vendría. Tengo que proporcionarle todos los datos de que dispongamos sobre la región a la que nos dirigimos.

—¿Cree que tendrá suficiente información?

El teniente se encogió de hombros.

—Alimentamos a la "bestia" —dijo señalando al ordenador— con todo lo que sabíamos sobre nuestro destino antes de partir. Pero no sé hasta qué punto encontrará usted interesante la información de que disponemos.

El hombre se sentó frente a una terminal, y empezó a teclear. Uno de los técnicos salió de la sala en busca de los gatos. Regresó al cabo de unos minutos con dos felinos. Abrió la trampilla por la que había salido el oficial, e introdujo a los dos animales.

—¿Tienen muchos problemas con las ratas? —preguntó Jonás.

—Inmensos —dijo, sin levantar la vista del teclado ni abandonar su trabajo —. Son una verdadera plaga. Y poco podemos hacer contra ellas en este lugar.

—¿Por...?

Levantó la vista y señaló la máquina.

—No sé si sabe que funciona a base de válvulas de vacío... ¿Está muy enterado en electrónica?

—No mucho, lo imprescindible. Sé que generan grandes cantidades de calor...

—Precisamente. Mucho calor. Podemos exterminar las ratas del resto de la nave haciendo el vacío. Pero el ordenador lo enfriamos mediante un sistema de refrigeración por convección del aire. Si hiciéramos el vacío en esta sala, se fundiría al instante.

—¿No pueden apagar el ordenador mientras lo limpian?

—En teoría, sí. En la práctica, no nos fiamos de los bancos de datos. Podríamos perder toda la información almacenada. Lo cierto es que los ordenadores de las naves de la Utsarpini constituyen una auténtica reserva de ratas. Ahí dentro ellas están a sus anchas, cómodas y calientes. Aunque de vez en cuando alguna se tueste por morder donde no debe... Bien, listo. Ya está.

La impresora empezó a moverse ruidosamente sobre el papel pautado.

Jonás ojeó los datos conforme iban siendo impresos. Historia y funcionamiento del Sistema Cadena... una lista de rickshaws destruidos o perdidos en el pasado... mandalas cercanas a aquel sector... De pronto algo llamó su atención.

—¿De dónde provienen esos datos? —preguntó Jonás señalando uno de los apartados.

Hari buscó al final del informe.

—Se trata de referencias de avistamientos de juggernauts. Casi todos han sido realizados por los colmeneros.

Jonás también había recibido abundante información sobre aquellos curiosos alienígenas seminteligentes, que vivían en colmenas horadadas en el interior de pequeños asteroides. No era extraño que los colmeneros fuesen la principal fuente de datos sobre los juggernauts, los colmeneros los cazaban. Se alimentaban con su carne, y vendían los excedentes a algunas mandalas humanas de aquella zona.

—¿No tiene nada más sobre este tema? Hari repasó el catálogo de la memoria.

—Nada más. ¿Es importante?

—No, no creo.

Hari tomó sus ropas de una percha.

—Iremos a comprobar los datos a un sitio más fresco —dijo mientras se vestía.

Unos minutos después estaba correctamente uniformado de acuerdo con las normas de la marina, pero lo que sorprendió a Jonás fue la insignia dorada prendida en su pecho, que representaba la Rueda, la Cruz y la Media Luna entrelazadas. Bajo ellas se podía leer su nombre: HERMANO, HARI PRAMANTHA.

—¡Usted es un sacerdote! —dijo.

—Por supuesto, ¿no lo sabía? Capellán, y oficial analista. Ser el capellán no me exime de cumplir otras misiones.

—Pero... ¿Se supone que es usted a quien han asignado para ayudarme en todo este trabajo?

Pramantha parecía más divertido que molesto con la actitud del biólogo.

—¿Por qué no?, ambos somos hombres de ciencia. ¿Acaso se extraña de que alguien dedicado a una vida religiosa pueda manejarse bien con la lógica y los ordenadores?

—Puesto que lo dice usted... sí. Religión y Ciencia se autoexcluyen. Son términos antagónicos. No creo que alguien pueda jugar a las dos barajas, y no hacer trampa.

—Muy ingenioso, Jonás. Pero lamentablemente éste es un lugar muy incómodo para mantener una discusión teológica. ¿Me permite invitarle a mi camarote? En mi seminario pasaba por preparar el mejor té de la Hermandad, pero me interesaría contar con la opinión de un carvaka.

Se dirigieron hacia el camarote de Han. Una vez en su interior Jonás buscó con la vista donde sentarse.

—Siento no poder ofrecerle una silla, pero como puede ver, si metiéramos una en el camarote, tendríamos que salirnos nosotros.

El religioso desplegó su litera, e invitó a Jonás a que se sentara en ella. De un cajón extrajo un mechero de alcohol, una tetera, y una bolsa de té, que empezó a preparar inmediatamente.

Jonás hojeó los pliegos mientras el agua empezaba a hervir.

«...esta espacio-fauna —leyó— es un ejemplo perfecto de adaptación a un medio tan aparentemente hostil a la vida orgánica, como el espacio interestelar...»

«...su química está basada en el carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno: los mismos elementos constitutivos de cualquier organismo vivo encontrado, hasta el momento, por el Hombre."

«...los "juggernauts" son criaturas fusiformes de un kilómetro de longitud, con una boca esfínter en un extremo, y en el otro un orificio eyector de hidrógeno caliente, como medio de propulsión. El hidrógeno es calentado mediante una configuración de tejidos reflectantes que rodean esta zona de cuerpo, y concentran sobre ella la luz de cualquier estrella cercana.

«La teoría más popular dice que los juggernauts viven cerca de algún sol durante incontables años, acumulando energía fotoeléctrica en sus "cloroplastos". Luego, gracias al chorro, cambian su órbita hasta convertirla en una elipse muy excéntrica que les lleve lejos, al Núcleo de Akasa-puspa. Es de suponer que allí encuentran agua, metano o amoníaco congelados que pueden metabolizar, en mayor abundancia que en el Límite... "

Jonás levantó la vista del papel nada convencido por este argumento. En el Núcleo, los juggernauts no sólo encontrarían estos elementos, sino también energía en abundancia. Entonces, ¿por qué moverse de él? ¿Superpoblación? En el espacio eso era absurdo... Por otro lado, el informe no aclaraba de qué estrella del Limité eran originarios los juggernauts...

—¿Cómo pueden evolucionar los animales nacidos en un planeta para adaptarse al vacío? —le preguntó Hari mientras servía dos tazas de humeante té.

—No lo sé —tuvo que reconocer Jonás.

—¿No demostraría eso que la evolución es un bulo? Después de todo, no hay nada comprobado al respecto —dijo Han.

—Es la mejor teoría de que disponemos...

—Yo tengo una mejor. Tal vez no tan complicada, quizás demasiado clara, incluso para la gente simple, pero mejor.

—¿Dios?

—Dios.

Jonás tomó un sorbo. Hari no exageraba, preparaba un té excepcional.

—En principio —dijo Jonás— podría pensarse que cada especie animal o vegetal es fija: cada individuo se reproduce produciendo descendientes semejantes a él. Pero ésta no es toda la historia: fíjese que las especies pueden agruparse según sus semejanzas anatómicas en grupos, éstos a su vez en otros, etc.

—Eso no demuestra nada —replicó Hari escéptico—. Todas las criaturas están hechas por el mismo Creador.

—¿Y llevan la misma marca de fábrica? Bueno, podría ser. Pero, ¿por qué habría de dotar el Creador del mismo tipo de mano al hombre y al murciélago, siendo criaturas destinadas a vivir en medios distintos? Y las aves, que vuelan como los murciélagos, tienen la estructura de sus alas bastante distinta a la del murciélago.

—¿Qué sabemos de los designios de Dios? Pudo hacerlos así... bueno, porque quiso.

—Ese es un argumento irrefutable. Porque quiso.

El religioso elevó las cejas.

—¿Quiere decir que me da la razón?

—No. Solamente digo que su argumento no se puede poner a prueba. Cualquier pregunta que pudiera formularse tendría la misma respuesta. La voluntad de Dios. Una teoría científica puede ser falsa, pero si es así, hay medios para ponerla a prueba, y proponer otra mejor.

—De todos modos —replicó Hari —, si las especies evolucionasen, deberían haber dejado pruebas fósiles. Y no las encontramos. En la mayoría de los planetas de Akasa-puspa no hay otros organismos que la vida humana y las especies bhutani, los seres vivos relacionados con ella. Los fósiles que conocemos sólo muestran a criaturas totalmente distintas, a bhutani. ¿Por qué?

—¿Lo sabe la Hermandad?

—Por supuesto. Dios decidió borrar tales abortos de la Naturaleza.

—Admito que es un punto fuerte en su favor. Pero precisamente en ésos que llama "abortos" sí existe un registro fósil continuo.

—Lo cual prueba mi punto de vista: la vida humana es de Creación Divina.

—Sí, Dios se impacientó ante la lentitud de la evolución y decidió ocuparse del asunto personalmente... —comentó el biólogo con sarcasmo—. Pero, ¿no le llama la atención el hecho de que precisamente la vida humana sea la única universal en Akasa-puspa y la única que no ha dejado fósiles? No, no conteste eso de la creación divina. ¿Tanto cree que nos diferenciamos de las otras formas de vida? Nacemos, crecemos, nos reproducimos. Las mismas leyes debían regir para ambos, creo yo.

—Posiblemente.

—¿Sólo posiblemente? Escuche, ¿ha oído hablar de la ley de diversidad decreciente?

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