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Authors: Miguel Ángel Revilla

Tags: #Biografía, #Política

Nadie es más que nadie (17 page)

BOOK: Nadie es más que nadie
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¿Por qué está en Liébana el mayor trozo de la Cruz? Santo Toribio era obispo de Astorga y fue mandado por el Papa, en el año 390, a Jerusalén, como custodio de los lugares santos. Regresó en el año 400 cargado de reliquias. Tener en aquel tiempo una reliquia era un atractivo turístico como lo es ahora la playa del Sardinero de Santander.

Santo Toribio trajo cabellos de la Virgen, un trozo de pan de la Última Cena, los clavos de la Cruz, un pañuelo con las lágrimas de María Magdalena… Pero el objeto más valioso y pesado era el brazo izquierdo de la Cruz donde murió Cristo. Un leño de casi ocho kilos de peso.

Murió Santo Toribio alrededor del año 410 y fue enterrado en Astorga con sus reliquias. Allí seguiría de no haber sido por la invasión árabe del año 711. En pocos años, Tarik y los suyos se apoderaron de toda España menos de media Asturias y Cantabria. Arrasaron León y, ante el fundado temor de una profanación del santo y las reliquias, los monjes que los custodiaban huyeron con los restos y demás objetos en dirección a un modesto monasterio regido por un hombre increíble para la época, el beato de Liébana.

A Liébana llegó, junto a los restos de Santo Toribio, el madero de la Cruz entero. En el siglo posterior, alguien cometió la barbaridad de serrarlo reduciéndolo a la décima parte de su tamaño original. Fabricaron una cruz que, dentro de una estructura de oro, deja al descubierto un trozo para que los fieles puedan adorarlo y besarlo. Mucha gente de Liébana exhibe aún hoy astillas que dicen que proceden de la cruz original.

Como ocurre en el caso de Santiago de Compostela, cada equis años (cuando la festividad de Santo Toribio cae en domingo), se celebra el Jubileo. En Galicia es el Xacobeo. Cantabria celebró el último Año Jubilar Lebaniego en 2006. Tuvo mucho éxito, porque conseguí que Rodríguez Zapatero lo declarara Acontecimiento de Especial Interés y, gracias a ello, las empresas que colaboraron en su promoción disfrutaron de exenciones fiscales. De este modo, hubo importantes patrocinios privados que permitieron que pasaran por Cantabria artistas de la talla de Bruce Springsteen, Woody Allen, Liza Minneli, Shakira, Ennio Morricone… y hasta Oxford y Cambridge regatearon en la bahía de Santander.

Aclarado el porqué de la invocación a Santo Toribio, prosigo. A las cinco de la tarde estaba yo en el palco del Sardinero expectante por comprobar los resultados de la terapia de grupo que había puesto en marcha. Cuando salieron al campo, los jugadores volvieron la cara hacia mí para enseñarme, con orgullo y brazo en alto, la pulsera milagrosa. En ese momento, el árbitro se percata del detalle y, tras una larga discusión, obligó a todos a desprenderse de ella. Los jugadores me miraron con cara de incredulidad. No podían empezar peor las cosas.

El Racing solo se salvaba ganando. No valía el empate. Igual que el Osasuna, que solo jugaba la Champions si ganaba. Miles de navarros acompañaban a su equipo. El campo lleno. La tensión se cortaba con un cuchillo. Y empezó a rodar la pelota.

Vimos a un Racing desconocido, que atacaba y atacaba sin tregua, pero no llegaba el gol. En el minuto 60, ya en la segunda parte, el Osasuna tuvo la primera ocasión para pasar de su medio campo. El de apellido sospechoso, Milosevic, nos clavó un gol. En el minuto 82, a falta de ocho para la finalización del partido, empató en un barullo Pablo Alfaro, nuestro defensa central. Pero seguíamos en segunda división.

En el minuto 90, el árbitro pitó penalti a favor del Racing. Lo tiró el actual internacional brasileño Melo. Yo me tapé los ojos y solo oí un «Ahhhh». El portero, Ricardo, envió la pelota al córner en un paradón.

Ya estábamos en el descuento. Se tiró el córner, hubo varios rechaces y Antoñito, al que yo había predestinado para meter un gol, la enchufó dentro. El delirio. Se invadió el campo.

Yo salí del estadio y me llevaron a hombros un kilómetro. Ese día, 7 de mayo de 2006, quedará para siempre en mi memoria. Se había consumado el milagro de Santo Toribio. Una semana después, lo celebramos toda la plantilla con una suculenta comida en Polaciones, como había prometido.

SITUACIONES EMBARAZOSAS
CERO VOTOS EN CIEZA

Con sesenta y nueve años cumplidos y candidato, ininterrumpidamente, en todas las elecciones celebradas desde 1983, he vivido situaciones poco comunes, algunas de ellas incómodas. Pero de todas he aprendido algo. Voy a referir algunas que reflejan lo complejo y contradictorio del ser humano. Y sus flaquezas.

En 1983, aún director del Banco Atlántico en la segunda ciudad de Cantabria, Torrelavega, concurrí por primera vez a las elecciones al Parlamento Regional. En el banco trabajaba como ordenanza, desde 1974, un muchacho llamado Manolito, oriundo de Cieza. Su padre pensó siempre, equivocadamente, que yo había contribuido a que su hijo entrara a trabajar en el banco. Le aclaré más de una vez que había sido propuesto por una empresa de selección de personal de Madrid. «Algo habrá tenido que ver usted», me respondía. E imbuido de esa idea, todos los años me obsequiaba en el mes de diciembre con un surtido de productos autóctonos: unos chorizos fabulosos, manteca, quesos, huevos caseros y un pollo de corral.

Un día abrió la puerta de mi despacho y me preguntó si podía pasar un momento. Le invité a sentarse.

—Señor Revilla, he visto en unos carteles que se presenta usted a las elecciones y venía a por unas papeletas pa’ votarle.

—¿Dónde votas?

—En Cieza, don Miguel Ángel.

Abrí el cajón de mi mesa y le entregué dos papeletas con sus correspondientes sobres. Se quedó pensativo y me dijo que tenía una familia muy larga. «Las que quieras, Manolo, que estas son gratis», contesté. Dudó unos segundos mirando para el techo y me pidió cuarenta.

Por aquel entonces yo no había estado nunca en Cieza, y sin embargo acababa de conseguir en teoría y con el mínimo esfuerzo el 10 por ciento de los votos del pueblo. Metí otra vez la mano en el cajón y, contando las papeletas como si fueran billetes de mil pesetas, le entregué las cuarenta. Se levantó, me dio la mano y haciendo un gesto ostensible con el brazo me dijo: «¡Estas allá van!».

Seguramente por falta de experiencia democrática, el padre de Manolito no sabía que una vez celebradas las elecciones los resultados se publican por municipio. Él quizá imaginaba que todas las papeletas irían a un depósito común y que sería imposible saber los votos por pueblos.

Se celebraron las elecciones y el
PRC
obtuvo diecinueve mil votos, el 7,2 por ciento de los emitidos, que nos permitieron acceder por primera vez al Parlamento con dos diputados. Y al día siguiente, con curiosidad, cogí El Diario Montañés para ver los resultados pueblo a pueblo. Anievas, Arredondo… Cieza. Aunque parezca increíble, fue el único de los ciento dos municipios de Cantabria donde no saqué ni un solo voto. En Tudanca tuve uno, pero en Cieza… cero.

Y lo de los votos fue lo de menos. Lo peor fue que el padre de Manolito no volvió jamás a llevarme las suculentas viandas que yo esperaba siempre en diciembre como agua de mayo.

OPERACIÓN «CAPTAR CANDIDATOS»

En las elecciones de 1987, cuando faltaban diez días para que concluyera el plazo de presentación de candidaturas municipales, sólo teníamos cerradas treinta de las ciento dos de Cantabria. La situación auguraba un desastre, porque si un partido no consigue candidatos en al menos setenta ayuntamientos la mala publicidad pone en cuestión el éxito de la candidatura regional.

Se reunió el Comité Ejecutivo del partido y decidimos que algo había que hacer. Manuel Sañudo, una gran persona de estirpe pasiega, fundador conmigo del
PRC
, propuso una solución:

—Revilla, el único que es conocido y tiene tirón eres tú. Yo me ofrezco a acompañarte y recogerte con mi coche todas las noches, a las diez, y nos vamos a los bares de los pueblos, donde siempre hay gente y además animada.

Conseguimos una fotocopiadora portátil y nos propusimos lograr cada noche una lista y regresar con copia de los carnés de los candidatos y su declaración jurada para formalizar después su presentación. Para mí era una curiosa experiencia, porque es raro verme por ahí de noche, ya que tengo la costumbre de acostarme no más tarde de las once, porque siempre madrugo.

Planificamos el primer ataque y elegimos el municipio de Herrerías. Habíamos intentado captar al alcalde, Francisco Linares, conocido como El Nene, un político imbatible porque es una persona extraordinaria. Curiosamente hoy es alcalde del
PRC
. Pero entonces se nos resistió, así que nos dirigimos en busca de candidato al núcleo más poblado del municipio, el mítico pueblo de Bielva. Allí llegamos y nos presentamos en el bar-restaurante César.

Lo que allí ocurrió lo tengo tan fresco como si me hubiese pasado ayer. Aparcamos el coche y recogimos la carpeta con los papeles y la fotocopiadora. Abrí la puerta del bar, eran las once y cuarto de la noche. Sañudo mantenía que era la mejor hora para encontrar al personal con actitud proclive. En la barra, siete lugareños apuraban un sol y sombra, así se denominaba a una mezcla fifty-fifty de Soberano y anís del Mono. Uno de ellos, apellidado Peón, con amplia boina y una talla que me llegaba a mí a los hombros (mido 1,68 cm), salió a mi encuentro y me abrazó con un sonoro «Revilla, eres el más grande». Mi respuesta fue fulminante.

—Demuéstramelo, ¿quieres encabezar la candidatura a la alcaldía de Herrerías?

—Lo que tú digas —me contestó.

Conseguido el candidato, el problema era que necesitábamos a ocho personas más de titulares y tres suplentes. «Estos que están conmigo hacen lo que yo diga», me dijo Peón. Y efectivamente lo hicieron. Pero aún nos hacían falta cinco más para tener la lista completa. Se fueron a casa y volvieron con las firmas y los carnés de sus mujeres.

A la una de la mañana salimos Sañudo y yo de Bielva, contentos como unas pascuas. La operación «Captar candidatos como fuese» no podía comenzar mejor.

Y al día siguiente de las elecciones, nuevamente a mirar El Diario Montañés. Municipio de Herrerías: votantes 822, candidatura municipal del
PRC
siete votos.

Es decir, cinco de la candidatura ¡no se habían votado a sí mismos!

«EL MÍO Y EL DE LA FAMILIA»

En 1986, las autoridades del momento decidieron construir un pantano en la Vega de Pas, capital de los pasiegos. La razón de esta obra era garantizar el abastecimiento de agua a Santander. La presa iba a inundar una zona de praderas y cabañas de una belleza singular. Y los pasiegos, gente muy reservada y que tiene a la vaca como tótem, se pusieron en son de guerra.

Se ha escrito mucho sobre el origen del pueblo pasiego, y casi todo erróneo. Que si eran mozárabes, que si judíos que se refugiaron en las montañas tras la expulsión de los reyes Católicos… Los pasiegos colonizaron las montañas que dividen Burgos y Cantabria en las primeras décadas del siglo
IX
y son de procedencia Suiza. A medida que se inicia la Reconquista desde Cantabria y Asturias, comenzaron a llegar a España no solo guerreros, también pobladores. Desde el monasterio de Oña se distribuyen para repoblar y a comienzos del año 800 llegan gentes de las zonas altas de Suiza, ganaderos hechos a la dureza del clima y las dificultades demográficas, acostumbrados a la trashumancia.

Tienen fama de no decir la verdad ni al médico, pero son gente muy trabajadora, generalmente comerciantes, y su vida gira en torno a la vaca y sus derivados. Los tratos entre ellos son sagrados y no son partidarios de papeles, ni de bancos. Se prestan el dinero entre sí.

En 1986, yo abanderé sus movilizaciones contra la Presa del Pas. No era necesaria para abastecer de agua a Santander teniendo en Cantabria uno de los cuatro pantanos más grandes de España: el pantano del Ebro, que finalmente fue la solución.

Tres meses antes de las elecciones convoqué una concentración en la Vega de Pas. Jamás se había visto cosa igual, más de tres mil pasiegos, muchos llegados de Cádiz, Sevilla, México… abarrotaron la plaza de la Vega. Aquella masiva manifestación fue la puntilla al proyecto. Puede decirse con rigor que desde el
PRC
nos cargamos el pantano.

Veinte días antes de las elecciones de 1987, ofrecí el mítin de la precampaña en la Vega. Más de quinientos pasiegos abarrotaban el local donde se celebró. Al acabar el acto, uno a uno pasaron por la mesa presidencial para darme la mano y pronunciar una curiosa frase que repetían todos: «El mío y el de la familia». Le dije a mi compañero, Eduardo Obregón, que anotara cuántos pasaban a prometer el voto. «287, sin contar la familia», me dijo al acabar el desfile. Eso nos aseguraba prácticamente la mayoría absoluta en la Vega de Pas, porque el censo de votantes era de ochocientas personas. Y mi rival en las elecciones era Juan Hormaechea, el impulsor del pantano.

Pero el resultado electoral fue el siguiente: Juan Hormaechea (
PP
) 550 votos, Miguel Ángel Revilla (
PRC
) 55 votos.

Ni corto ni perezoso, mandé hacer un cartel que fue colocado por el pueblo para anunciar un nuevo mítin mío el domingo siguiente a las elecciones, en el mismo lugar donde unos días antes me habían jurado fidelidad. No había tanta gente, pero me esperaban unas doscientas personas. El discursó duró cinco minutos. Más o menos les dije: «¿Pensáis que todo lo que he luchado por vosotros lo hacía para captar votos? Lo he hecho porque entendía que era justo y me ha traído consecuencias funestas en la capital, donde vive el 33 por ciento de los cántabros. Pero hombre, uno tiene su corazoncito. Aparte de haberme engañado, sois tontos porque habéis votado al que quería haceros el pantano. No os merecéis nada». Salí disparado del local, dejando a aquellos hombres perplejos. Desde aquel acto, arraso en todas las elecciones. Las zonas pasiegas son de hecho el mayor baluarte del Partido Regionalista.

LA PRIMERA VEZ

Mis catorce programas con Buenafuente me dieron sin duda una gran popularidad, sobre todo entre los jóvenes. Me permitieron conocer una ciudad maravillosa, Barcelona, e incluso tener desde entonces a un grupo de amigos catalanes extraordinarios, a los que veo con mucha frecuencia: Paco Bañeres, José María Fuster Fabra, Daniel de Alfonso, Mario Sol Montañola, Albert Rivera, Javier Medina, Roser, Anabel, Esther, Higini Cierco, Bruno, Vicente… Algunos de ellos, y aun siendo catalanes, están afiliados al
PRC
.

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