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Authors: Charles Logan

Tags: #Ciencia Ficción

Naufragio (22 page)

BOOK: Naufragio
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Dejó de estudiar teorías de comunicación y realizó un análisis bacteriológico de la sustancia que estaba tosiendo. El resultado fue negativo, salvo una pequeña cantidad de moléculas extrañas que pertenecían al agua marina. Evidentemente, no había absorbido nada de importancia.

En este momento hacía algunas horas que había amanecido y no sabía qué hacer. No podía sentarse para seguir su plan de estudios habitual, porque el encuentro con las criaturas marinas le había dejado intranquilo e indeciso. Quería verlas de nuevo, pero no sabía qué decirles ni cómo decírselo.

Le goteaba la nariz, y notaba los ojos ardientes. Era la primera vez en su vida que tenía un resfriado, y no podía estar seguro de que no empeorara. Decidió seguir los consejos del manual médico, tomó una buena comida y un coñac y se fue a la cama. Pasó una semana desagradable, la mitad de ella acostado, recuperándose del resfriado y trabajando de modo poco brillante en la preparación de una sesión de conversación con los extraños. Se sentía avergonzado de su fracaso al no poderles decir nada: y en realidad era este mismo sentimiento de vergüenza el que le hacía continuar, porque creía que debía impresionar a esas criaturas para obtener su respeto y hacer que comprendieran lo inteligente que era.

Tansis, solo y amenazado, estaba sufriendo un complejo de inferioridad. Sentía que los de Capella tenían en su mente una cultura oculta muy superior a la suya, y aunque no tuviera la más mínima prueba de ello, la obsesión crecía en su interior, pese a todo.

Volvió a presentarse el comandante, y Tansis se encontró discutiendo con rabia con él y con los otros oficiales porque el comandante creía que las criaturas marinas eran enemigos peligrosos y le prohibió que se acercara a ellas. Le acusaban de haber contaminado la nave, lo que le hacía volverse loco y rabioso. ¿Acaso no había hecho él todo el trabajo, él solo, no había asumido todos los tremendos riesgos y no se había sacrificado por los demás? Nadie le entendía, nadie le ayudaba. Estaba rodeado de superiores hostiles, irracionales y tiránicos.

Después de una semana sometido a esta tensión, Tansis se hartó y salió de la nave para organizar otra expedición al extremo de la isla. Esta vez llevaría el casco puesto y dedicaría varias horas intentando hablar con los extraños.

Cuando llegó a la bahía meridional aparcó la vagoneta bajo la roca saliente, y luego avanzó por la superficie resbaladiza hasta encontrarse cerca de las olas. Encendió un cohete de señales y se sentó a esperar a unos tres metros por encima del agua, donde la experiencia de las olas agitadas no impresionaba tanto. ¿Qué nuevo fracaso ocurriría en esta ocasión? Cada vez que se había encontrado con los extraños había tenido que retirarse en circunstancias deplorables. Al meditar sobre su triste suerte, una ocupación que no le era extraña, vio a cuatro criaturas de pie en el agua, mirándolo. Recogió el televisor portátil que había traído consigo y lo colocó sobre la roca para que pudieran verlo. Los observó por el rabillo del ojo y se sintió decepcionado. Le observaban a él, pero apenas si contemplaban el objeto que había puesto delante de ellos.

Se arrodilló e introdujo un cartucho de película, un documental sobre un lanzamiento espacial; a pesar de todo apenas si lo miraban; a quien miraban a la cara era a él.

Después de algunos minutos quitó el cartucho y puso otro que mostraba un grupo de gente caminando por la playa, un fragmento de una película de la amplia filmoteca de la nave. Aunque la película mostraba personas que se movían, los extraños no mostraban el más ligero interés en ella. Probó otra vez con una película de delfines, que creía que tal vez pudiera interesarles, pero ni siquiera miraban ya el aparato.

Tansis abandonó sus intentos. Aquí no había ninguna base de experiencias comunes. Estas criaturas sólo se comunicaban personal y directamente, no a través de artefactos. Era evidente que el aparato de televisión no les decía nada. Un pedazo de roca, parpadeante de modo extraño, tal vez, pero un objeto exterior a su propia experiencia, una parte de la tierra árida en la que nunca entraban. Sólo él mismo, una persona, había atraído su atención total.

Tansis intentó ahora otro de sus planes cuidadosamente preparados. Recogió una roca, y la extendió hacia ellos; luego se arrodilló, puso la roca en el agua y la agitó. Se señaló con el dedo, luego les señaló a ellos y esperó sus reacciones. Continuaban mirándolo, pero no hicieron nada, excepto un ligero movimiento de los cuerpos atrás y adelante, que tal vez no fuera más que un proceso de estabilización automática de su posición en el agua.

No tenían miembros, y por ello no podían ni señalar a nadie ni recoger cosas. ¿Se darían cuenta de lo que intentaba hacer y podrían hacer algo análogo? Intentaba traer a su atención cuatro cosas: roca, agua, yo, tú, y luego encontrar algún símbolo mutuamente inteligible para cada una de ellas. ¿Cómo formaban sus sistemas de símbolos? ¿Utilizarían nombres?

Había traído consigo una cámara de cine para filmar los movimientos de sus ojos y luego pasar la película a cámara lenta para ver si así podía comprender algo. Sacó la cámara lentamente, con miedo de alarmar a las criaturas, y la mantuvo a la altura de la cintura mientras filmaba los ojos de los extraños durante dos o tres minutos. Ése era casi el último trozo de película que le quedaba, porque ahora prácticamente se le estaba acabando.

Un aumento de los movimientos delante de él hizo que mirara hacia arriba. El mar parecía lleno de criaturas: docenas de ellas parecían haber llegado de repente.

Se movían lentamente hacia allí, en semicírculo, hacia las cuatro criaturas que ya habían llegado. Un gran conjunto de esos seres se reunió a varios metros de distancia de él y parecían estar sumidos en una conversación. No ocurrió nada durante varios minutos, mientras Tansis se preguntaba qué deberían estar diciendo. Luego, todos le miraron como obedeciendo a una voz de mando y lentamente avanzaron hacia delante hasta casi tocar la roca. Los contó: eran veintidós; las noticias sobre él estarían circulando por toda la bahía.

Veintidós pares de ojos le miraban de fijo, y al devolverles él la mirada sus pupilas se dilataban alcanzando un tamaño enorme, y mantenían con tesón la mirada. Sintió una sensación extraña, como la impresión preliminar de un desmayo, una sensación de irrealidad, de tranquilidad y de desvanecimiento del entorno inmediato. Sus ojos llenaban el mundo y entonces notó su presencia de modo directo, una presencia animal, como encontrarse muy cerca del rostro de alguien, que, sin embargo, tenía una inteligencia despierta. Palpaba directamente su curiosidad. Le estaban preguntando algo, pero no adivinaba lo que era. Ahora sabía, sin ninguna duda, que eran personas y que estaban intentando atraerle a su mente compartida. Y sin embargo no podía captar ni un solo pensamiento; tan sólo el sentimiento de curiosidad y tal vez una ligera ansiedad, tal vez una ligera impaciencia.

Si los seres inteligentes piensan con símbolos mediante los cuales particularizan el mundo y dan nombres a cada parte, y luego combinan los nombres en estructuras simbólicas y así recrean en su mente la unidad en la diversidad del universo externo, ¿cómo pueden transmitirse esos sistemas de símbolos de mente a mente, sin ninguna piedra de Rosetta que permita traducir un sistema al otro? Tansis podía sentir sus emociones y la textura de sus mentes, y experimentaba lo que sentían, pero no podía entender lo que pensaban.

Esperaba que ellos también pudieran experimentar la textura y los sentimientos de su mente, e intentó proyectarse hacia ellos. No era un experto en telepatía, y apenas si conocía ese tema debatido, pero hizo todo lo que pudo, y se dejó llevar por sus instintos. Se dio cuenta de que para llegar a ellos debería aceptar la suerte y confiar en ellos. Intentó abrirse a ellos y vio que sus pupilas se dilataban conforme iba diciendo en voz alta sus pensamientos, a su propio modo.

Sintió que se iba deslizando y le parecía estar cayendo, estar hundiéndose en sus ojos. Repentinamente, con un sobresalto, sus instintos de defensa corporal le dominaron y se tambaleó para mantener el equilibrio, dando varios pasos atrás. El extraño intercambio de mentes cesó de modo abrupto, y de nuevo se encontró abandonado y solitario sobre una roca batida por el viento, con las olas rompiendo a su alrededor.

Los extraños habían retrocedido algunos metros, y él se había dado cuenta ¿Estaban acaso imitándole, o el abrupto final del intercambio mental les había producido también un sobresalto? Se sentó, puso el brazo alrededor de un saliente de la roca para encontrar apoyo, y de nuevo intentó adentrarse en su relación con ellos. Quería ese contacto, porque le había hecho recordar cuan solo y aislado se encontraba.

Los ojos le miraron de nuevo y parecían crecer más y más atrayéndole hacia ellos. Sintió la misma vertiginosa sensación de caída y de pérdida del entronque con la realidad, y en esta ocasión su propia conciencia interior alcanzaba un nivel más profundo. Afectuosos y amistosos, no le deseaban ningún mal. Había algo de su experiencia del ser que era indescriptible. Eran mortales; eran animales como él, pero no eran humanos en su experiencia de la vida, y no podía ni siquiera empezar a describir las diferencias.

Intentó emanar su propia amistad, y tal vez también su soledad. De cualquier modo, eso podía hacerlo fácilmente, pensaba, casi sin intentarlo. Perdió la noción del tiempo mientras duraba su relación con ellos, mientras las criaturas se movían lentamente en el agua atrás y adelante sin separar la vista de él Decidió pensar en sí mismo, en la historia de su naufragio y de lo que estaba haciendo aquí, esperando que parte del relato les llegara. Eran más telepáticos que él, y tal vez estaban captando de él más de lo que Tansis captaba de ellos.

Se sentó y pensó, silenciosa pero tan claramente como pudo, intentando reconstruir la historia en su mente. Aunque las palabras no pudieran ser proyectadas, tal vez las imágenes mentales sí. Al ir trazando la historia en su mente, le parecía separarse cada vez más de sí mismo. Sentía que estaba con las criaturas observando a Tansis. Le parecía verse a sí mismo por encima de ellas, por encima del agua, en la luz brillante donde terminaba el mundo, él, el más extraño de los seres, brillando con una luz dentro de la cabeza que iluminaba la boca y los ojos. Tansis tenía totalmente iluminado el interior de su casco. Era un ser hecho de misterio y de admiración —sentía esas emociones de un modo muy fuerte— y sin embargo no le temían. La curiosidad y la espera eran las notas dominantes. La relación telepática era unidimensional, lo notaba, porque le llevaban a su mente solitaria. Con una probabilidad de veintidós contra uno, eso no resultaba sorprendente, pero esperaba que de algún modo les llegara su petición de compañía.

La experiencia de las criaturas comenzaba a relajarse; se dio cuenta de que algunos individuos se volvían y de que todos se movían hacia atrás. Le estaban diciendo adiós. Se puso en pie y se despidió de ellos con la mano. Como un solo hombre dieron una vuelta total para ponerse frente a él, lo miraron unos segundos y luego comenzaron a irse, nadando.

Observó su partida sintiéndose feliz y contento, con la confianza de que los vería de nuevo. Luego caminó lentamente de regreso a la playa. Se preguntaba cuánto tiempo habría avanzado el día. Suponía, a juzgar por la luz del cielo, que era bastante tarde, pero esto era una intuición adquirida por la experiencia, y no le revelaba la hora. Aún no había fabricado un reloj de treinta y dos horas, pero llevaba un polarímetro que le indicaba a qué altura del horizonte se encontraba Capella, pudiendo determinar la hora con media hora de error.

Se dio cuenta de que era muy tarde, tres horas antes de la puesta del sol, ahora que el día era tan corto comparado con la noche; tendría un largo camino de regreso en la oscuridad. No había estrellas ni luna en el cielo nocturno de este mundo cubierto de nubes, y aunque la fuerte actividad eléctrica de la atmósfera superior daba al cielo nocturno un ligero resplandor, con ocasionales zonas brillantes en el horizonte norte, las noches eran realmente oscuras y nunca se había aventurado en ellas.

Esa sesión con los seres extraños había durado más de cinco horas, aunque le pareciera que sólo habían transcurrido unos treinta minutos. ¿Dónde había estado durante todo ese tiempo y cómo había perdido la noción del tiempo de ese modo? Debía de haber estado completamente abstraído durante largos períodos. Comenzó a preocuparse. ¿Sería peligroso continuar haciéndolo? Para ellos estaba muy bien, porque se encontraban en su casa y no estaban solos ni eran vulnerables, como era el caso de Tansis. Tendría que tener cuidado, pues de otro modo se le podría acabar el aire o podría olvidarse de ajustar los controles del traje espacial.

Sobresaltado, de repente se dio cuenta de que sus temores iban a cumplirse. Estaba a punto de empezar la noche y se encontraba a veinticinco kilómetros de la nave. Le quedaba un recorrido de cinco horas, o tal vez más, si tenía que andarlo en la oscuridad. Pero eso era imposible, por lo que tendría que dormir al aire libre, y a oscuras. Nunca había dormido en el exterior en toda su vida. En cuanto al aire no había problemas, pues llevaba un compresor portátil y un purificador en la vagoneta, pero pasaría hambre, porque la comida que llevaba en el traje era un suministro muy limitado que se succionaba por un tubo, y ya había tomado la mitad del suministro esa mañana. Tendría que dosificar también la bebida, porque siempre que llevaba el traje puesto tenía más sed que la ordinaria. No correría ningún peligro físico, y en todo caso podría quitarse el casco sin consecuencias nocivas; pero la idea de dormir solo en la oscuridad, sobre el suelo, en cualquier parte, le llenaba de temor.

Ascendió a donde había dejado la vagoneta, se sentó a su lado con la espalda contra la roca y se preguntó qué debería hacer. Recordaba ahora historias que había leído en alguna ocasión. Hombres sentados alrededor de un fuego de campamento en la espesura, durmiendo entre mantas bajo el cielo estrellado de la Tierra, historias alegres en las que la acampada al aire libre era una experiencia divertida. ¿Debería encender un fuego de campamento? Decidió, después de meditarlo, que sería una buena idea, pero luego se preguntó cómo podría conseguir madera. No tenía ni hacha ni sierra; sólo un cuchillo, y con eso no se podría obtener mucha madera. Tampoco había en este mundo troncos secos, de modo que no podía buscarla y recogerla sin más, como creía que podía hacerse en la Tierra. La capa de cintas se encontraba a diez kilómetros de distancia: ¿debería acampar allá y quemarla?

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