Nocturna (50 page)

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Authors: Guillermo del Toro y Chuck Hogan

Tags: #Ciencia Ficción, Terror

BOOK: Nocturna
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Eph gritó, cubriéndose con las manos de manera desafiante para que esa cosa horrible no se clavara en su cuello, y aullando en el rostro salvaje del Amo.

Y entonces, algo diferente a los aullidos de Eph hizo que la gran cabeza del Amo girara levemente.

Sus fosas nasales se dilataron como un demonio husmeando en busca de aire.

Sus ojos de ónix se posaron de nuevo en Eph como dos esferas muertas. Observándolo, como si él se hubiera atrevido a engañar al Amo.

No estás solo.

E
n esos momentos, Setrakian subía por las escaleras a dos pasos de Fet. Se agarró del pasamanos y sus hombros se desplomaron contra la pared. El dolor penetró en su cabeza como un aneurisma, y una voz vil, presuntuosa y blasfema tronó como una bomba explotando en un teatro concurrido.

SETRAKIAN.

Fet se detuvo y miró hacia atrás, pero el anciano le hizo una seña para que continuara subiendo. Lo único que pudo balbucear fue un susurro:

—Está aquí.

Nora entornó su mirada. Fet corrió hacia el rellano pisoteando con fuerza. Nora condujo a Setrakian al interior del apartamento.

Fet golpeó el primer cuerpo que encontró como si estuviera en un campo de batalla, pero lo agarraron por debajo y rodó por el piso. Se incorporó rápidamente con la intención de atacar a su oponente y vio la cara del vampiro. Tenía la boca abierta, no porque estuviera sonriendo, sino para sacar su aguijón y alimentarse.

Luego vio al ser gigantesco al otro lado del salón. Era el Amo, monstruoso e hipnotizante, que tenía a Eph entre sus manos.

El otro vampiro se acercó a Fet y lo lanzó contra la puerta del refrigerador.

Nora entró corriendo y logró encender su lámpara Luma cuando Bolívar la iba a atacar. Este profirió un grito ahogado y trastabilló hacia atrás. Nora le vio al Amo la parte posterior de su cabeza inclinada contra el techo, y a Eph colgando en las garras del monstruo.

—¡Eph!

Setrakian entró blandiendo su larga espada. Se quedó paralizado al ver al Amo, al gigante, al demonio. Allí frente a él, después de tantos años.

Le apuntó con su espada de plata. Mientras tanto, Nora arrinconó a Bolívar contra la pared frontal del apartamento. El Amo estaba acorralado; haber atacado a Eph en un espacio tan pequeño había sido un error garrafal.

El corazón de Setrakian se agitó con fuerza contra su pecho mientras descargaba su espada en el demonio.

El zumbido se expandió súbitamente por el apartamento, y el anciano sintió una explosión de ruido en su cabeza, al igual que sus aliados. Fue una oleada paralizante que lo doblegó por un momento.

Creyó ver una sonrisa negra cruzar el rostro del Amo. El vampiro arrojó a Eph al suelo, y el médico cayó estrepitosamente al suelo después de chocar contra la pared opuesta. El Amo agarró a Bolívar del hombro con sus manos largas y llenas de garras, y se abalanzó contra la ventana qué daba a la calle Worth.

Un estruendo de astillas sacudió el edificio mientras el Amo escapaba en una lluvia de vidrio.

Setrakian corrió hacia la brisa intempestiva que entraba por el marco de la ventana rodeado de cristales rotos. Tres pisos más abajo, la lluvia de vidrios comenzaba a estrellarse contra el pavimento de la acera, brillando bajo la luz de los postes.

El Amo era muy veloz; ya había cruzado la calle y estaba trepando por el edificio. Con Bolívar suspendido de su otro brazo, llegó a la reja y subió al techo, amparado por la noche.

Setrakian se inclinó, incapaz de aceptar que el Amo hubiera estado en ese apartamento y que ahora hubiera escapado. Su corazón latía agitado contra el pecho como si se le fuera a salir.


¡Ayúdenme, por favor!

Miró a un lado; Fet tenía al otro vampiro en el suelo y Nora lo neutralizaba con la lámpara. Setrakian sintió una nueva oleada de furia y avanzó con su espada de plata.

Fet vio sus ojos desorbitados.

—No, espere…

Setrakian atacó al vampiro, atravesándole el cuello con su espada y rozando las manos del exterminador. Apartó el cuerpo decapitado de un puntapié antes de que la sangre blanca cayera sobre Fet.

Nora corrió hacia Eph, que estaba desplomado en el piso. Tenía la mejilla cortada y los ojos dilatados y aterrorizados, pero no parecía transformado.

Setrakian sacó el espejo para examinarlo. Lo sostuvo frente a la cara de Eph y no vio ninguna distorsión. Nora le alumbró el cuello con su lámpara: no tenía ninguna incisión.

Lo ayudó a sentarse, y Eph hizo una mueca de dolor cuando ella le tocó el brazo derecho. Nora le miró la mandíbula debajo de la cortada y sintió la necesidad de abrazarlo, pero sin lastimarlo más.

—¿Qué pasó? —le preguntó.

—Tiene a Kelly —respondió Eph.

Calle Kelton; Woodside, Queens

EPH CRUZÓ EL PUENTE
hacia Queens y marcó el número de su teléfono móvil.

Inmediatamente apareció su correo de voz.

Hola, soy Kelly. En estos momentos no puedo contestar tu llamada…

Entonces llamó a Zack; su teléfono sonó y se fue al buzón de mensajes.

Dobló a toda velocidad hasta llegar a la calle Kelton, frenó en seco junto a la casa, saltó la reja y subió las escaleras de la entrada. Golpeó la puerta y tocó el timbre. Había dejado las llaves en su apartamento.

Tomó impulso y golpeó la puerta con su hombro lastimado. Lo intentó de nuevo y sintió un fuerte dolor en su brazo. Se abalanzó con todo el cuerpo en el tercer intento; la puerta cedió y Eph cayó dentro.

Se levantó y examinó rápidamente la casa, pateó las paredes de los rincones y subió al segundo piso. Se detuvo frente al dormitorio de Zack. El cuarto del chico estaba vacío. Muy vacío.

Bajó las escaleras saltando peldaños. Vio la bolsa de emergencia de Kelly en el piso. Vio maletas empacadas pero sin cerrar. Ella no se había ido de la ciudad.

Oh, Dios
, pensó.
Es cierto.

Sus compañeros llegaron justo cuando alguien lo golpeaba desde atrás. Alguien lo había embestido. Eph reaccionó de inmediato, su cuerpo rebosante de adrenalina. Derribó al atacante y lo inmovilizó.

Era Matt Sayles. Eph vio sus ojos muertos y sintió el calor de su metabolismo.

La cosa salvaje que una vez había sido Matt lanzó un gruñido. El vampiro recién transformado comenzó a abrir su boca y Eph le sujetó la garganta, apretándolo con fuerza debajo del mentón para bloquear el mecanismo que activaba el aguijón. A Matt se le saltaron los ojos y sacudió la cabeza para desprenderse.

Eph vio a Setrakian sacar su espada. Gritó: «¡No!», y apartó a Matt de una patada.

El vampiro lanzó un gruñido y se incorporó.

Estaba inclinado hacia delante y movía la boca de un modo extraño. Era un vampiro reciente acostumbrándose a sus nuevos músculos, y su lengua se agitaba alrededor de sus labios abiertos con una confusión lasciva.

Eph miró a su alrededor en busca de un arma, pero sólo vio una raqueta de tenis fuera del armario. La agarró del mango con las dos manos y se dispuso a atacar a Matt. Todo lo que sentía por aquel hombre que se había metido en la casa y en la cama de su esposa, que quería ser el padre de su hijo, que intentaba reemplazar a Eph, surgió con fuerza mientras le asestaba un raquetazo en la mandíbula. Quería destrozarlo a él y a todo el horror que había en su interior. Los seres recién transformados no estaban muy coordinados, y Eph le asestó siete u ocho golpes contundentes, partiéndole los dientes y haciéndolo hincarse de rodillas. Sin embargo, Matt lo agarró del tobillo y lo derribó. En el interior de aquel ser aún había una gran dosis de furia hacia Eph. Se levantó rechinando sus dientes partidos pero Eph le dio una patada en la cara y lo lanzó hacia atrás. Eph corrió a la cocina y vio el cuchillo suspendido de un soporte magnético.

La furia nunca es ciega; simplemente tiene una concentración peculiar. Cuando Eph miró por el vitral de la cocina sintió como si estuviera mirando por el lado opuesto de un telescopio, pues sólo vio el cuchillo y a Matt.

Su rival se acercó y Eph lo arrinconó contra la pared. Lo agarró del pelo y le echó la cabeza hacia atrás para hacerle estirar el cuello. Matt abrió la boca y le disparó a Eph con su aguijón, emitiendo un sonido extraño. Eph lo atacó, apuñalándolo con fuerza y rapidez, hasta atravesarle el cuello con su cuchillo, el cual se enterró varias veces en la pared. Le trituró la vértebra cervical y el líquido blanco comenzó a borbotear. Su cuerpo se debilitó y sus brazos se aflojaron. Eph lo apuñaló hasta quedar con la cabeza en sus manos mientras el cuerpo se derrumbaba sobre el piso.

Eph se detuvo. Sin darse cuenta realmente, vio la cabeza en su mano con el aguijón
colgando del cuello cercenado
, todavía sacudiéndose.

Vio a Nora y a sus dos compañeros que lo miraban desde la puerta. Vio la pared llena de salpicaduras blancas. Vio el cuerpo decapitado en el suelo. Vio la cabeza en su mano.

Los gusanos de sangre treparon por la cara de Matt, se arrastraron por sus mejillas y sus ojos abiertos, subieron a su cuero cabelludo y se dispusieron a trepar por los dedos de Eph.

Soltó la cabeza y ésta golpeó el suelo con un ruido sordo y se detuvo en seco. También soltó el cuchillo, que cayó sobre el cuerpo de Matt.

—Se llevaron a mi hijo —dijo.

Setrakian lo alejó del cuerpo y de la sangre infestada de vampiro. Nora encendió su lámpara Luma e irradió el cuerpo de Matt.

—¡Mierda! —exclamó Fet.

Eph repitió, a manera de explicación:

—Se llevaron a mi hijo. —Era como un clavo que acababa de enterrarse en su alma.

El grito homicida en sus oídos comenzó a desvanecerse al escuchar el sonido de un auto que se detenía en la casa. Abrieron la puerta y se escuchó una música suave.

Una voz dijo:

—Gracias.

Esa voz.

Eph salió a la puerta casi destrozada. Vio a Zack saliendo de una furgoneta con un morral en uno de sus hombros.

No había cruzado la puerta cuando Eph lo estrechó en sus brazos.

—¿Papá?

Eph lo observó, tomando la cabeza del niño en sus manos y examinando sus ojos y su cara.

—¿Qué estás haciendo…? —preguntó Zack.

—¿Dónde estabas?

—En casa de Fred. —Zack intentó desprenderse de su padre—. Mamá no me recogió, y Fred me invitó a su casa.

Eph soltó a su hijo.
Kelly.

—¿Qué pasó con la puerta? —preguntó Zack.

Dio unos pasos hacia delante; Fet estaba junto a la puerta y Setrakian detrás. El niño vio a un tipo grande con una camisa de franela y botas de trabajo, y a un anciano vestido de
tweed
, que sostenía un bastón con la cabeza de un lobo.

Zack miró a su padre y comprendió que algo malo había sucedido.

—¿Dónde está mamá? —preguntó.

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Calle 118, Harlem Latino

EPH ESTABA
en el corredor atestado de libros en el apartamento de Setrakian. Vio a su hijo comerse un Devil Dog en la pequeña mesa de la cocina del anciano mientras Nora le preguntaba por la escuela y lo mantenía ocupado y distraído.

Eph aún sentía las garras del Amo en su cabeza. Había creído en ciertas cosas durante toda su vida, pero todo aquello en lo que podía confiar ya había desaparecido. Concluyó que ya no sabía nada.

Nora lo vio desde el corredor, y por su expresión, Eph supo que la había asustado con su mirada.

Él sabía que ya no sería el mismo de antes y que había quedado ligeramente trastornado.

Bajó las escaleras para dirigirse a la armería del sótano. Las luces de alarma de la puerta estaban apagadas, pues el anciano le estaba mostrando sus cosas a Fet, quien admiraba una pistola de clavos modificada que parecía una subametralladora Uzi, aunque más larga y delgada, de color negro y naranja, y con el cargador de clavos a un lado del cañón.

—¿Ya comiste? —le preguntó Setrakian.

Eph negó con la cabeza.

—¿Cómo está tu hijo?

—Asustado, aunque no lo va a demostrar.

Setrakian asintió.

—Así como todos nosotros.

—¿Lo has visto antes? ¿A esa cosa, al Amo?

—Sí.

—¿Intentaste matarlo?

—Sí.

—¿No pudiste?

Setrakian entrecerró los ojos como si estuviera vislumbrando el pasado.

—No estaba debidamente preparado, pero no volveré a fallar.

Fet estaba contemplando un objeto semejante a una linterna con una púa en la punta y comentó:

—Dudo que lo haga con este arsenal.

—Ensamblé algunas partes con artículos que han llegado a mis manos. Pero no soy un fabricante de bombas —replicó el anciano levantando sus manos retorcidas para demostrarlo—. Un platero de Nueva Jersey me fabrica las púas y agujas.

—¿Quiere decir que no compró esto en Radio Shack?

Setrakian tomó el objeto pesado y con forma de linterna de las manos del exterminador. Tenía una cubierta de plástico, una base grande para las baterías, y una punta de acero de quince centímetros en la base.

—Es básicamente una lámpara ultravioleta; un arma desechable que emite un rayo de luz UVC letal para los vampiros. Está diseñada para espacios grandes y se calienta bastante cuando está cargada. Hay que asegurarse de mantenerse lejos de ella, pues la temperatura y la radiación pueden ser bastante… incómodas.

—¿Y esta pistola de clavos? —preguntó Fet.

—Funciona con pólvora. Lanza cincuenta clavos de cuatro centímetros por carga. Obviamente, son de plata.

—Claro —dijo Fet, admirando el aparato y palpando su agarradera de caucho.

Setrakian miró a su alrededor: las armaduras antiguas en la pared, las lámparas UVC y los cargadores de baterías en los estantes; las espadas y espejos de plata; algunas armas convencionales; sus cuadernos y bosquejos. Se sintió casi abrumado por la magnitud del momento, y simplemente esperó que el miedo no lo convirtiera de nuevo en el joven indefenso que había sido alguna vez.

—He esperado este momento durante mucho tiempo —señaló.

Subió las escaleras y Eph quedó en compañía de Fet. El exterminador levantó la pistola de clavos.

—¿Dónde encontraste a este anciano?

—Él me encontró a mí —respondió Eph.

—He estado en muchos sótanos debido a mi trabajo. Después de ver todo esto, sólo puedo pensar que está loco de remate.

—No está loco —dijo Eph.

—¿Te mostró esto? —le preguntó Fet. Se dirigió a la jarra de vidrio que contenía el corazón sumergido en el líquido—. Conserva el corazón de un vampiro que mató como si fuera una mascota. Claro que está loco de atar. Pero no pasa nada: yo también lo estoy un poco. —Se arrodilló y acercó su cara al frasco—. Hola, cachorrito… —La ventosa golpeó el cristal en su intento por atacarlo. Fet se puso de pie y miró con incredulidad a Eph—. Esto es un poco más de lo que estaba dispuesto a aceptar cuando me desperté esta mañana. —Vio la pistola de clavos sobre el frasco y preguntó—: ¿Puedo tomarla?

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