Odio (20 page)

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Authors: David Moody

Tags: #Terror

BOOK: Odio
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Aporreo la puerta con los puños.

—Ellis —grito—. ¡Ellis!

La puedo oír. Está atrapada ahí dentro. Puedo oír cómo me responde a gritos. Me quiere a mí, no a ellos, y necesita estar conmigo. Ahí no está segura. Estoy desesperado. No puedo dejarla. Me vuelvo a lanzar sobre la puerta y la fuerza del impacto sacude todo mi cuerpo.

—¡Ellis! —grito de nuevo. Casi no puedo oír su apagada respuesta.

Tiene que haber otro modo de llegar a ella. La ventana. Entraré por la ventana de la sala de estar. Me doy la vuelta y corro por el pasillo, paso al lado del cuerpo en la cocina y salgo al vestíbulo del edificio. Abro la puerta principal de un empujón y me precipito al frío y lluvioso mundo exterior. Ahora que estoy fuera me doy cuenta del ruido a mi alrededor. Puedo oír los helicópteros, los camiones militares, disparos y el sonido de gente como yo luchando por sobrevivir. Es como estar en medio de una zona de combate. Pero esto no es el ruido de una batalla, sino de cientos de combates. Cientos, probablemente miles de batallas libradas por gente como yo que ha sido atacada y traicionada.

Estoy junto a la ventana de la sala de estar. Miro adentro. Lizzie sigue apilando muebles contra la puerta. Edward me ve casi al instante y Lizzie mete a los niños en una esquina de la habitación. Ellis está atrapada detrás de Edward y Josh pero aún la puedo ver. Aún puedo ver su cara. Está llorando y pronunciando mi nombre.

Miro alrededor, buscando algo para romper los cristales. Hay unas baldosas rotas a medio camino de la puerta principal. Cojo una y la lanzo contra la ventana. Los cristales se rompen y el ruido es incómodamente alto. Ahora puedo oír de nuevo sus voces. Puedo oír a Lizzie que les grita que se mantengan alejados de mí. Me alzo sobre el alféizar y entro por la ventana, sintiendo cómo algunos fragmentos de cristal se hunden en mí y me cortan la piel. El dolor no importa.

Fuerzo mi cuerpo a través de la ventana, con la cabeza por delante, y caigo sobre la alfombra. Me levanto con rapidez pero no he afirmado bien los pies y estoy desequilibrado. Lizzie está corriendo hacia mí. Tiene algo en las manos: el tubo de metal de la aspiradora. Lo proyecta contra mí. Intento agacharme para evitarlo, pero soy demasiado lento y me golpea.

Un dolor abrasador y agudo cruza mi cara.

La sangre mana de mi nariz y me entra en la boca.

Boca abajo en la alfombra. No puedo...

31

La sala está fría y silenciosa. Lentamente consigo abrir los ojos. No creo que haya nadie conmigo. El montón de muebles está a un lado y la puerta abierta. La lluvia entra a raudales a través de la ventana rota y la parte trasera de mis piernas está mojada. Intento sentarme pero el dolor es demasiado fuerte y me dejo caer de nuevo.

¿Cuánto tiempo llevo aquí tendido?

Empiezo a recordar lo que ha pasado. Lo voy rebobinando. Recuerdo que Lizzie me golpeó. Recuerdo la mirada de odio en su cara, igualada sólo por las expresiones similares en los rostros de Edward y Josh. Cierro los ojos e intento situarme. Ver cómo mi compañera y mis hijos huyen de mí y saber que me odian tanto duele más que el malestar físico que siento ahora. Me siento vacío, traicionado y asustado. No puedo explicar nada de lo que ha pasado. No sé por qué maté a Harry, sólo sé que tenía que hacerlo. No puedo explicar por qué casi toda mi familia se ha vuelto contra mí con tanta rapidez y tan completamente. No puedo explicar por qué Ellis no se ha vuelto así. Joder, tengo que encontrarla.

Me fuerzo a levantarme. Mi cuerpo me duele y cualquier movimiento es difícil. Muy lentamente, utilizando como apoyo el brazo del sofá, consigo ponerme de pie. Veo mi reflejo en el espejo colgado por encima del radiador. Mi ojo derecho está negro e hinchado. Uno de mis dientes delanteros está suelto y tengo sabor a sangre en la garganta. Cuando veo el estado de mi cara empiezo a sentir realmente el dolor. Me arrastro hasta la cocina y paso por encima del cuerpo que hay en el suelo para conseguir un poco de agua. Esto está mejor.

El agua está helada, pero me refresca y me ayuda a aclarar un poco el embotamiento de la cabeza, que me da vueltas. Estoy inclinado sobre el fregadero y me lavo la boca, escupiendo sangre. Contemplo el agua de color rojizo e intento no mirar a Harry, muerto a mis pies. ¿Qué demonios ha ocurrido? El suelo de la cocina está cubierto con su sangre, de un color carmesí oscuro. Sus ojos sin vida miran hacia el techo y puedo sentir cómo me queman. No me arrepiento de lo que he hecho —tenía que matarlo antes de que me matase a mí—, pero necesito comprender por qué...

Cierro el grifo y, excepto por el ocasional goteo de agua, el piso está en completo silencio. ¿Se habrá llevado Lizzie a los niños a alguno de los pisos superiores? Lentamente camino hacia la puerta de la cocina, escuchando con mucha atención. Sé que se han ido.

Mierda.

Una súbita revelación me golpea como un puñetazo en la barriga, más dolorosa que los golpes físicos y emocionales que ya me han dado. Pensar en los pisos superiores me ha recordado el cuerpo en el rellano y las palabras del Hostil cuando estaba agonizando. «Estate preparado —me dijo—, son ellos, no nosotros. Lo ves claro cuando te ocurre». Dios santo, me miró y vio a otro Hostil. Soy uno de ellos. Es la única explicación lógica. ¿Cómo podrían haber cambiado Harry, Lizzie, Edward y Josh, todos al mismo tiempo? Lo razonable es que yo sea el único que es diferente. No puedo explicar cómo o por qué, pero cuando miré en sus ojos supe inmediatamente que los otros no eran como yo y que eran una amenaza. Sentí cómo manaba la repulsión de ellos. Miré a mi familia y los temí, y eso explica por qué hice lo que hice y por qué tantos otros han matado antes que yo. Tenía que atacarlos antes de que me atacasen. Todos excepto Ellis...

Mantén la calma, intento decirme, mientras corro por el pasillo y salgo al vestíbulo principal. Miro hacia fuera por la puerta principal. Maldición, el coche ha desaparecido. Maldita sea, se han llevado el coche y ahora pueden estar en cualquier sitio. Lucho por hilvanar los pensamientos y me han vuelto las náuseas provocadas por el pánico. «Mantén la calma —me vuelvo a repetir—. Piensa con lógica. ¿Adónde pueden haber ido?» Sus opciones son limitadas. Podrían haber ido a la casa de Harry, pero es poco probable con él muerto en el suelo de la cocina. Con mayor certeza Lizzie los habrá llevado a casa de su hermana. Los buscaré allí.

Tengo frío. Mi ropa está mojada y empapada de la sangre de Harry y de la mía. Voy a cambiarme, recogeré algunas cosas y saldré a buscar a Ellis. No sé a dónde iremos cuando la recupere. No podemos volver aquí. Este lugar ya no es seguro.

32

Me he lavado y cambiado, y ahora ya estoy listo para irme pero no consigo hacerlo. La verdad de lo que ha ocurrido finalmente me ha golpeado. La adrenalina y los nervios provocados por el miedo han desaparecido y ahora me siento vacío, confundido y aterrorizado.

Me he dado cuenta de que lo he perdido todo. Estoy en el dormitorio de Edward y Josh, simplemente mirando. Esto es demasiado doloroso... No puedo poner en palabras cómo me siento. Sé que mis chicos están al alcance de la mano, pero también sé que se han ido y que nunca más volveré a estar con ellos. Recojo un juguete —una pieza de nada, sólo un barato muñequito de plástico que regalan en un hamburguesería— y me asalta el dolor. Se lo dieron a Josh hace unas tres semanas. Harry nos dio un poco de dinero. Estuvimos fuera hasta tarde y atiborramos a los niños de comida rápida. Era la primera vez que Josh tenía un menú para él solo. Estaba tan orgulloso. Se pasó más tiempo jugando con este maldito juguete que comiéndose la hamburguesa.

Tengo que apartarlos de mi pensamiento. Entro en el dormitorio que compartimos Lizzie y yo y recojo de encima de la cama la bolsa que he preparado. La puerta del armario está abierta. Contemplo las ropas de Lizzie y cada uno de los vestidos me despierta tantos recuerdos... Me llenan de una tristeza que me revuelve las tripas. Todos los recuerdos que tengo —todos los segundos de la vida que he llevado desde que la conocí— de repente no significan nada.

Sería más fácil si hubieran muerto. Sé lo que soy ahora, y sé que Lizzie, Edward y Josh son diferentes. No comprendo la diferencia entre nosotros, pero sé, más allá de cualquier duda, que es insuperable. Sé que nunca volveré a estar con mi compañera y con mis hijos. En cuanto a Ellis... ella es como yo y lucharé hasta el último aliento para recuperarla.

Estoy intentando levantar el cuerpo de la cocina. A pesar del odio que vi en los ojos de Harry no quiero dejarlo así: medio vestido y contorsionado, tirado en un rincón de la cocina. Tiro de sus pies pero sus extremidades están rígidas y no responden. Cojo una sábana del dormitorio y la coloco sobre el cadáver.

Mientras estoy intentando mover el cuerpo oigo un ruido. Me levanto y corro hacia la sala de estar para mirar por la ventana rota. Dos camiones del ejército avanzan por la calle y sé que tengo que salir de aquí con rapidez. No sé con seguridad si esos soldados me van a ayudar o si se van a volver contra mí pero no puedo correr el riesgo. ¿Qué pasa con la mujer que he visto cómo tiroteaban en la calle esta mañana temprano? ¿Era como yo o como los otros? ¿Era también una Hostil?

Muévete. Ponte en movimiento ahora y no te pares. Pero ¿adónde ir? Los camiones se acercan. Me cuelgo la bolsa del hombro y salgo corriendo del piso hacia el vestíbulo principal. ¿Ahora hacia dónde? ¿Comprobarán los pisos superiores? ¿Me puedo arriesgar a esconderme allí? Sé que tengo que irme de aquí y corro hacia la salida trasera. Intento abrir la salida de emergencia pero está cerrada con un candado. Dios santo, ¿cuánto tiempo hace que está así? ¿Qué le habría pasado a Lizzie y a los niños si se hubiera declarado un incendio? Ahora no importa. Miro hacia atrás y puedo ver movimiento en el exterior del bloque de pisos. Ya vienen. «Sigue moviéndote. Sólo sigue moviéndote».

La puerta del otro piso de la planta baja está abierta. Ahora estoy dentro y apesta. Nadie ha vivido aquí oficialmente durante los últimos seis meses pero lo han utilizado regularmente vagabundos, yonquis, okupas y Dios sabe quién más. Su distribución es una imagen especular de mi piso. Atravieso corriendo la cocina y fuerzo la ventana que está encima del fregadero. Ahora puedo oír a los soldados dentro del edificio. Los pasos de sus pesadas botas en el vestíbulo de entrada. Me escabullo por la ventana y salto al descuidado jardín trasero. Estoy fuera. Sin pensar, corro por la alta hierba hasta el final del jardín y escalo con rapidez la rampa embarrada que separa nuestro bloque de los jardines de las casas, cuyos patios traseros dan hacia nosotros. Corro hasta llegar a una alta valla de madera. Tengo que pasar por encima de ella. Me aúpo, con los músculos de mis brazos ardiendo por el esfuerzo, y consigo pasar una pierna por encima de la valla. Me inclino hacia el otro lado y caigo sobre el pavimento, aterrizando dolorosamente sobre cagadas de perro, basura y matojos. Me levanto, me sacudo la ropa y sigo corriendo.

33

El lugar más seguro para esconderse, decido sobre la marcha, es algún sitio donde sé que ya han estado los soldados. Cambio de dirección y recorro la calle que va paralela con Calder Grove antes de cruzar un par de calles más y llegar finalmente a Marsh Way. Esta es el área donde vi patrullando a los soldados cuando miraba esta mañana por la ventana del piso superior.

La calle está vacía. No hay ningún signo de la presencia militar. Me oculto bajo la sombra de un árbol al final de la calle y miro a un lado y otro. En realidad no hay señales de ningún tipo de presencia. Todo está en un completo silencio. Nada se mueve. Nada, excepto yo.

Me doy cuenta de que la puerta de entrada de una de las casas al otro lado de la calle se ha abierto ligeramente. Corro hacia ella y me abro paso hacia el interior. Me encuentro con el propietario de la casa, que arrastra una bolsa de basura por el recibidor, a punto de tirarla a la calle. Levanta la mirada e inmediatamente sé que no es como yo. Tengo que matarlo.

—¿Quién demonios es usted...? —empieza a decir.

Me lanzo sobre él, lo agarro por el pescuezo y lo empujo hacia el interior de la casa. Me sigo moviendo, sintiéndome fuerte y al mando, pero sin saber adónde voy o qué voy a hacer. Entramos en la sucia cocina y lo estampo contra un armario de pared. Su cuerpo rebota con el impacto. Lucha e intenta librarse pero sé que lo puedo matar. Tengo la fuerza, la velocidad y la sorpresa de mi parte. Pongo mi mano sobre su cara, la agarro con fuerza y estampo su cabeza contra la puerta el armario. Se resiste. Atraigo la cabeza y la vuelvo a golpear, esta vez más fuerte. Y una vez más. Una vez más y más fuerte, tanto que siento que algo se rompe; no estoy seguro si es la puerta o su cráneo. Otra vez y deja de debatirse. Otra vez y se desploma. Otra vez y ya está.

Arrastro el cuerpo por el suelo y lo dejo tendido en un rincón de la cocina, para que no estorbe. Después cierro la puerta con llave y finalmente me paro a tomar aliento y a planear mi siguiente movimiento.

Nunca me he sentido así antes. Una parte de mí sigue destrozada y vacía por lo que me ha ocurrido hoy. Otra parte se siente más fuerte y más viva de lo que me he sentido nunca. La forma en la que he matado al propietario de esta casa ha sido impropia de mí, y, sin embargo, me parece correcta y me siento bien. Me siento como si pudiera con cientos de miles de ellos si tuviera que hacerlo.

Yo soy un Hostil.

Sentado aquí, en uno de los dormitorios de esta sucia y sórdida casita, finalmente he conseguido aceptar que soy un Hostil. El nombre parece tan erróneo ahora... pero comprendo por qué nos lo han dado. Para esos en el exterior —esos que no han sentido lo que yo estoy sintiendo ahora— nuestras acciones se pueden malinterpretar con facilidad como consecuencia del odio. Pero no lo son. Todo lo que he hecho hoy ha sido en defensa propia. He matado para evitar que me matasen. Esa gente, esa gente «normal», es la que odia. No puedo explicarlo. Lo puedo ver en sus ojos y casi lo puedo oler en el aire a su alrededor. Es como un sexto sentido, un instinto. Sentí cómo manaba de Harry y por eso lo maté. Ha ocurrido lo mismo con el hombre de la planta baja y será lo mismo con el próximo que encuentre. Seguiré adelante y seguiré matando durante todo el tiempo que haga falta.

Y ahora puedo ver adónde lleva todo esto. Al fin empiezo a comprender por qué, desde fuera, toda esta crisis ha parecido tan interminable y errática. Somos nosotros contra ellos. No va a haber un empate o una tregua o ninguna negociación política para resolverlo. Esta lucha no tendrá fin hasta que una de las partes prevalezca y el enemigo esté muerto a sus pies.

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