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Authors: John Crowley

Tags: #Fantástico

Pqueño, grande (99 page)

BOOK: Pqueño, grande
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En aquellos tiempos

Las luces de Bosquedelinde que Fumo dejara encendidas palidecieron hasta la nada aquel día; resplandecieron a la noche siguiente, y cada noche sucesiva. La lluvia y el viento penetraron, no obstante, por las ventanas abiertas, que habían olvidado cerrar; las tormentas estivales mancharon los cortinados y las alfombras, desparramaron papeles, cerraron de golpe las puertas de los armarios. Las polillas y las chinches descubrieron huecos en las pantallas de las lámparas, y murieron felices en unión con los focos encendidos o, si no morían, engendraban sus crías en las alfombras y los tapices. Llegó, por imposible que pareciera, el otoño, un mito, un rumor de no creer, las hojas muertas se amontonaron en los porches, entraron en la casa a través de la puerta mosquitera, que había quedado sin trabar y que batió desesperadamente a contraviento hasta que pereció al fin sobre sus goznes, ya no más una barrera. Los ratones descubrieron la cocina; como los gatos habían emigrado en busca de circunstancias más propicias, la despensa pasó a ser su dominio, y el de las ardillas, que llegaron más tarde y anidaron en las camas mohosas. Pero la orrería seguía funcionando, indiferente a todo, alegremente, y la casa continuaba iluminada como un faro o como la entrada de un salón de baile. En los inviernos las luces resplandecían sobre la nieve, un palacio de hielo, la nieve se colaba en los aposentos, la nieve nimbaba las frías chimeneas. La luz encendida en lo alto del porche se apagó.

Que existía en el mundo una casa así, iluminada y abierta y vacía, llegó a ser, en ese entonces, una leyenda; hubo otras historias, la gente iba y venía sin cesar, y eran historias todo cuanto querían oír, sólo en historias creían, tan dura se había vuelto la vida. La historia de la casa iluminada, la casa de cuatro pisos, siete chimeneas, trescientos sesenta y cinco peldaños, cincuenta y dos puertas, viajó lejos; todo el mundo era viajero en ese entonces. Y se encontró con otra historia, una historia de un mundo en otraparte, y de una familia cuyos nombres muchos conocían, una familia cuya casa había sido grande y habitada por sinsabores y alegrías que en un tiempo habían parecido de nunca acabar, pero habían acabado; o cesado al menos; y a los muchos que aún soñaban con esa familia tan a menudo como con la suya propia, las dos historias se les antojaban una sola. En la primavera, las luces del sótano se apagaron, todas, y una en la sala de música.

Gente que va y que viene; historias que comienzan por un sueño, narradas para oídos ansiosos por actores inexpertos, cesando luego; la historia volvía a ser sueño y después, merodeando cual fantasma durante el día, era contada y vuelta a contar. La gente sabía de la existencia de una casa así, una casa hecha de tiempo, y muchos iban en su busca.

Y era posible encontrarla. Estaba allí: al final de una entrada para carruajes tiempo ha abandonada y muy distinta de como se la imaginaba, y siempre, pese a todas sus luces, y por larga y minuciosa que hubiera sido la búsqueda, siempre el encuentro era inesperado; unos peldaños vencidos para subir al porche, y una puerta por donde entrar. Y animales pequeños que la consideraban suya, dueños y señores, compartiéndola tan sólo con el viento y con los elementos. En la biblioteca, al pie de un sillón, y abierto de cara al suelo en cierta página, un grueso libro con el lomo quebrado y deformado por la humedad. Y muchos otros aposentos, sus ventanas invadidas por los jardines lluviosos, el Parque, los árboles añosos indiferentes y tan sólo envejeciendo cada día más. Y las numerosas puertas para elegir, una confluencia de corredores, cada uno de los cuales conducía fuera de la casa, cada uno desembocando en una puerta por la que se podía salir; y la noche que caía temprano, y con ella un olvido total, ¿cuál era el camino de entrada?, ¿cuál es hoy el de salida?

Elige una puerta, da un paso. Los hongos han proliferado con la humedad, el jardín tapiado está invadido por ellos. Hay otras luces, allá en el fondo penumbroso del jardín; la puerta del muro ha quedado abierta, y la lluvia plateada se filtra en el Parque, que se divisa a través de ella. ¿De quién es ese perro?

Una por una, como largas vidas que llegan al previsible fin, las lamparillas se fundieron. Y hubo entonces una casa en tinieblas, una casa antaño hecha de tiempo y hoy la morada de los elementos, más difícil de hallar; inhallable, y ni siquiera tan fácil de soñar como antaño, cuando resplandecía con todas sus luces. Más perduran los cuentos: pero sólo por el hecho de convertirse en eso, en meros cuentos. Comoquiera que sea, todo esto aconteció hace mucho, mucho tiempo: el mundo, ahora lo sabemos, es como es y no de otra manera; si hubo alguna vez un tiempo en el que existieron pasillos y puertas, y fronteras abiertas y encrucijadas numerosas, ese tiempo no es el ahora. El mundo se ha vuelto más viejo. Ni siquiera el clima es hoy como el que recordamos de otras épocas: nunca en los nuevos tiempos hay un día de estío como los que rememoramos, nunca nubes tan blancas, nunca hierbas tan fragantes ni sombra tan frondosa y tan llena de promesas como recordamos que pueden estarlo, como lo fueron en aquellos tiempos.

Notas

[1]
Himno que en ciertas ceremonias religiosas da por terminado el acto e invita a los fieles a retirarse. (
N. del T.
)
<<

[2]
Los Brownies son, en la tradición escocesa, los duendes benévolos que habitan en las viejas casas de campo y que de noche, mientras la familia duerme, hacen la limpieza y otras tareas del hogar. Se dice que algunos son invisibles. (
N. del T.
)
<<

[3]
Jamaica, un populoso barrio suburbano de
New York
. (
N. del T.
) (
N. del T.
)
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[4]
Uno de los tantos souvenirs de George Ratón, un recuerdo del Ausable Chasm, un centro turístico situado en el Ausable, un río que cruza el estado de Nueva York. (
N. del T.
)
<<

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