Robots e imperio (8 page)

Read Robots e imperio Online

Authors: Isaac Asimov

Tags: #ciencia ficción

BOOK: Robots e imperio
4.79Mb size Format: txt, pdf, ePub

– ¿Y cómo reacciona el gobierno de la Tierra ante ese afán de expansión a la Galaxia?

–Nervioso. No lo prohíben del todo, pero ciertamente colaboran poco. Siguen sospechando que los espaciales están en contra y que harán algo desagradable para impedirlo.

–Inercia social –observó Fastolfe–. Nos juzgan de acuerdo con nuestro anterior comportamiento. Obviamente, hemos dejado bien claro que ahora animamos a que la Tierra colonice nuevos planetas y que también nosotros tenemos la intención de hacerlo.

–Espero que pueda explicar eso a nuestro gobierno. Pero, doctor Fastolfe, quiero hacerle otra pregunta sobre un punto de menor importancia. ¿Cómo está...? –y calló.

–¿Gladia? –dijo Fastolfe disimulando su diversión–. ¿Ha olvidado ya su nombre?

–No, no. Simplemente dudaba en..., en...

–Está bien, y vive bien. Me ha pedido que le transmita sus saludos, imagino que no necesita impulsos para tenerla presente en la memoria.

–Su origen solario no se le tiene en cuenta, ¿verdad?

–No, ni tampoco su papel en el fracaso del doctor Amadiro. Todo lo contrario. Le aseguro que cuido de ella... Sin embargo, no quiero dejarle que se salga del tema, Baley. ¿Qué ocurrirá si el funcionariado de la Tierra continúa oponiéndose a la inmigración y expansión? ¿Podrá continuar este proceso pese a la oposición?

–Posiblemente –respondió Baley–, pero no se lo aseguro. Entre los hombres de la Tierra hay una sustancial oposición. Es difícil desprenderse, separarse, de las enormes ciudades subterráneas que son nuestros hogares.

–Sus entrañas.

–Nuestras entrañas, si lo prefiere. Ir a mundos nuevos y tener que vivir por espacio de décadas en condiciones primitivas; no volver a conocer la comodidad en lo que nos resta de vida..., ¡es difícil!

Cuando pienso en ello decido no ir. Me ocurre especialmente si me paso la noche en vela. He decidido no ir cientos de veces y puede que mantenga esta decisión. Si yo lo paso mal cuando, en cierto modo, he sido el que ha originado todo esto, ¿quién es capaz de ir alegre y libremente? Sin los ánimos del gobierno o, para serle brutalmente franco, sin el zapato del gobierno aplicado al fundillo del pantalón del pueblo, el proyecto puede fracasar.

Fastolfe asintió.

–Intentaré persuadir a su gobierno. Pero ¿y si fracaso?

–Si fracasa–dijo Baley en voz baja–y, por lo tanto, si nuestro pueblo fracasa, sólo queda una alternativa. Los propios espaciales deben colonizar la Galaxia. Debe hacerse el trabajo.

– ¿Y se conformaría viendo a los espaciales en plena expansión llenando la Galaxia, mientras los de la Tierra permanecen en su único planeta?

–Nada de eso, pero sería mejor que la actual situación no expansionista por una y otra parte. Hace muchos siglos que los hombres de la Tierra corrieron hacia las estrellas, fundaron algunos de los mundos que ahora se llaman mundos espaciales, y estos primeros colonizaron a otros. Sin embargo, ha transcurrido mucho tiempo desde que los espaciales o los de la Tierra han colonizado con éxito y han desarrollado un nuevo mundo. Esto no puede permitirse que continúe.

–De acuerdo. Pero ¿cuál es la razón por la que desea la expansión, Baley?

–Creo que sin expansión de cualquier tipo la humanidad no puede avanzar. No tiene que ser necesariamente una expansión geográfica, pero ésta es la forma más clara para inducir a otros tipos de expansión. Si la expansión geográfica puede llevarse a cabo de modo que no sea a expensas de otros seres inteligentes, si quedan espacios vacíos a donde ir, ¿por qué no? Resistirse a la expansión en estas circunstancias es asegurar la decadencia.

–Entonces, ¿se da cuenta de estas alternativas? Expansión y avance, no-expansión y decadencia?

–Sí, así lo creo. Por tanto, si la Tierra rechaza la expansión, los espaciales deben aceptarla. La humanidad, ya sean terrícolas o espaciales, tiene que desplegarse. Me gustaría ver a los de la Tierra iniciando la tarea, pero de no ser así, la expansión espacial es mejor que la falta de expansión. Una alternativa o la otra.

– ¿Y si uno se expande y el otro no?

–Entonces la sociedad que lo lleve a cabo se hará cada vez más fuerte y la no-expansiva se irá debilitando.

–¿Está seguro de ellos?

–Creo que sería inevitable.

Fastolfe asintió.

–En realidad estoy de acuerdo. Por eso trato de persuadir a espaciales y terrícolas para que se expansionen y avancen. Ésta es una tercera alternativa y, creo, que es la mejor.

7-b

Los recuerdos fluctuaron a lo largo de los días siguientes. Masas increíbles de gente moviéndose descuidadamente, unos delante de otros en riadas y retrocesos, autopistas montadas y desmontadas, interminables conferencias con innumerables funcionarios, mentes en multitudes.

Especialmente las mentes en multitudes.

Las mentes en multitudes tan compactas que Giskard no podía aislar a los individuos. Una masa de mentes mezclándose, fundiéndose entre sí en una oscuridad vasta y latente, y con todo lo que podía detectar que no eran más que chispazos periódicos de sospecha y aversión que surgían cada vez que uno de la multitud se detenía para mirarle.

Sólo cuando Fastolfe conferenciaba con ciertos altos cargos, podía Giskard intervenir en la mente individual y esto, por supuesto, resultaba positivo.

La memoria se hizo lenta en un momento dado, ya al final de la estancia en la Tierra, cuando Giskard pudo finalmente maniobrar a solas otra vez con Baley. Giskard alteró mínimamente unas mentes a fin de asegurarse de que no les interrumpirían por algún tiempo.

Baley se excusó, diciendo:

–No es que te haya ignorado, Giskard. Sencillamente no he tenido oportunidad de estar a solas contigo. No cuento demasiado en la Tierra y no me es posible ordenar mis idas y venidas.

–Naturalmente, lo he comprendido así, señor, pero ahora disponemos de algún tiempo para estar juntos.

–Bien. El doctor Fastolfe me dice que Gladia está bien. Puede que me lo diga por pura amabilidad, sabiendo que eso es lo que yo quiero oír. Te ordeno que seas sincero. ¿Está Gladia realmente bien?

–El doctor Fastolfe le ha dicho la verdad, señor.

–Confío en que te acuerdes de mi petición cuando te vi en Aurora, que guardaras a Gladia y la protegieras de todo mal.

–El amigo Daneel y yo, señor, tenemos en cuenta su petición. He arreglado para que cuando el doctor Fastolfe deje de vivir, tanto mi amigo Daneel como yo pasemos a formar parte del personal de Gladia. Entonces estaremos en mejor posición para mantenerla a salvo de cualquier mal.

–Eso –dijo Baley con tristeza– será después de que yo muera.

–Lo comprendo, señor, y lo lamento.

–Sí, pero no puede evitarse y llegará una crisis..., o puede que llegue bastante antes, pero de todos modos será después de mi tiempo.

–¿De qué se trata, señor?, ¿En qué piensa?, ¿Qué será esa crisis?

–Giskard, es una crisis que puede surgir porque el doctor Fastolfe es una persona sumamente persuasiva. O quizás, hay otro factor asociado a él que está realizando la tarea.

–¿Señor?

–Cada uno de los personajes que el doctor Fastolfe ha visto y entrevistado, parece ahora un entusiasta en favor de la emigración. No lo estaban antes, y si lo estaban, era con enormes reservas. De pronto, los que dirigen la opinión están en favor, y otros están seguros de seguirles. Esto se extenderá como una epidemia.

–¿No es eso lo que desea, señor?

–Sí, lo es, pero quizás es mucho más de lo que yo deseo. Nos extenderemos por la Galaxia... ¿y si los espaciales no lo hacen?

–¿Por qué no iban a hacerlo?

–No lo sé. Lo menciono en plan de suposición, como posibilidad. Si no lo hacen, ¿qué pasará?

–La Tierra y los mundos que colonicen se harán más fuertes.

–Y los espaciales más débiles. Pero habrá un período de tiempo durante el cual los espaciales seguirán siendo más fuertes que la Tierra y sus colonos aunque por un margen cada vez menor. Inevitablemente los espaciales se darán cuenta de que los de la Tierra son un peligro creciente.

En ese momento los mundos espaciales decidirán que a la Tierra y a sus colonos hay que pararles antes de que sea demasiado tarde, y les parecerá que hay que tomar medidas drásticas. Éste será un período de crisis que determinará el futuro de la historia de los seres humanos.

–Comprendo su punto de vista, señor.

Baley permaneció un momento pensativo y silencioso, luego dijo casi en un murmullo como si temiera que le oyeran:

–¿Quién conoce tus facultades?

–Entre los seres humanos solamente usted, y no puede decírselo a nadie.

–Sé perfectamente que no puedo. El caso es que has sido tú, y no Fastolfe, quien ha conseguido el cambio que ha hecho que cada uno de los que han entrado en contacto contigo se haya decidido por la emigración. Y para conseguir esto es por lo que te has arreglado para que Fastolfe te trajera a la Tierra antes que a Daneel. Tú eras esencial y Daneel hubiera podido ser una distracción.

Giskard explicó:

–Sentí que era necesario mantener el personal al mínimo a fin de hacer que mi tarea fuera menos difícil, evitando las fricciones entre la gente de la Tierra. Siento, señor, la ausencia de Daneel. Me doy cuenta de su gran decepción al no haber podido saludarle.

–Bien. –Baley movió la cabeza–. Comprendo la necesidad y confío que explicarás a Daneel cuánto le he echado de menos. En todo caso, sigo con lo mío. Si la Tierra se embarca en una gran política de colonización del mundo, y si los espaciales se quedan rezagados en la carrera de expansión, la responsabilidad y, por tanto, la crisis que se presentará indefectiblemente, será tuya. Por esta razón, debes también considerar responsabilidad tuya utilizar tus facultades para proteger a la Tierra cuando se presente la crisis.

–Haré todo lo que pueda, señor.

–Y si tuvieras éxito, Amadiro o sus seguidores se volverán contra Gladia. No olvides protegerla.

–Ni Daneel ni yo lo olvidaremos.

–Gracias, Giskard.

Cuando Giskard entró tras de Fastolfe en el módulo para iniciar el viaje a Aurora, volvió a ver a Baley. Esta vez no tuvo oportunidad de hablarle.

Baley agitó la mano y formó una palabra sin sonido; "Recuerda."

Giskard percibió la palabra y, además, la emoción que contenía.

Después de eso, Giskard no volvió a ver a Baley nunca más.

8

Giskard no encontró nunca la posibilidad de repasar las vividas imágenes de aquella visita a la Tierra, sin que apareciera la imagen de la visita clave a Amadiro en el Instituto de Robótica.

Fue una conferencia difícil de arreglar. Amadiro, con el peso de su derrota, no quiso exacerbar su humillación yendo a la vivienda de Fastolfe.

–Bueno –dijo Fastolfe a Giskard–, puedo permitirme ser magnánimo en la victoria. Iré a verle. Además, debo verle.

Fastolfe era miembro del Instituto de Robótica desde que Baley aniquiló a Amadiro y sus ambiciones políticas. A cambio, Fastolfe pasó al Instituto todos los datos para la construcción y mantenimiento de robots humaniformes. Se habían construido cierto número y luego el proyecto se abandonó, lo que irritó a Fastolfe.

En un primer momento, la intención de Fastolfe fue llegar al Instituto sin que le acompañara ningún robot. Era como si se colocara sin protección, y, por decirlo así, desnudo en medio de la que era todavía fortaleza del enemigo. Hubiera sido una muestra de humildad y confianza, pero habría indicado también una completa confianza en sí mismo. Amadiro comprendería que Fastolfe, completamente solo, se aseguraba que él, con todos los recursos del Instituto a su disposición, no se atrevería a tocar a su único enemigo que venía, descuidado e indefenso, a ponerse al alcance de sus puños.

No obstante, sin saber bien cómo, Fastolfe eligió hacerse acompañar de Giskard.

Amadiro parecía haber perdido un poco de peso desde la última vez que Fastolfe le vio, pero seguía siendo un ejemplar formidable, alto y fornido. Le faltaba la sonrisa confiada que en otro tiempo había sido su distintivo. Cuando trató de esbozarla al entrar Fastolfe, pareció más una fea mueca que se disolvió en una mirada de sombrío disgusto.

–Bien, Kelden –exclamó Fastolfe utilizando el nombre familiar de Amadiro–, no nos vemos con frecuencia, a pesar de llevar ahora cuatro años de colegas.

–Dejémonos de falsa cordialidad, Fastolfe –dijo Amadiro con voz rabiosa y claramente fastidiado–, y diríjase a mí como a Amadiro. No somos colegas, excepto de nombre, y no es ningún secreto, ni lo ha sido nunca, mi creencia de que su política exterior es suicida para nosotros.

Tres de los robots de Amadiro, grandes y resplandecientes, se hallaban presentes; Fastolfe los miró enarcando las cejas.

–Está bien protegido, Amadiro, contra un hombre que viene en son de paz con su único robot.

–No le atacarán, Fastolfe, lo sabe muy bien. Pero ¿por qué ha traído a Giskard? ¿Por qué no a Daneel, su obra maestra?

–¿Estaría Daneel a salvo de su alcance, Amadiro?

–Supongo que se trata de una broma. Ya no necesito a Daneel. Construimos nuestros propios humaniformes.

–Sobre la base de mi diseño.

–Mejorado.

–No obstante, no se sirve de los humaniformes. Por eso es por lo que he venido a verle. Sé que mi posición en el Instituto es puramente nominal y que incluso mi presencia no es bien vista, y menos aún mis opiniones y recomendaciones. No obstante, como miembro del Instituto protesto contra la no-utilización de los humaniformes.

–¿Cómo quiere que los utilice?

–La intención era que los humaniformes abrieran nuevos mundos a los que los espaciales pudieran emigrar, eventualmente, después de que esos mundos fueran terraformados y completamente habitables, ¿no es verdad?

–Pero eso fue algo a lo que usted se opuso, Fastolfe, ¿no es cierto?

–Sí, lo hice –dijo Fastolfe–. Quería que los espaciales emigraran a nuevos mundos y que hicieran su propia terraformación. Sin embargo, veo que no ocurre así, ni es fácil que ocurra. Enviemos a los humaniformes. Siempre serán mejores que nada.

–Todas nuestras alternativas acabarán en nada mientras sus puntos de vista dominen el Consejo, Fastolfe. Los espaciales no viajarán a mundos sin vida y en formación; tampoco, al parecer, les gustan los robots humaniformes.

–No ha dado siquiera oportunidad de que gusten a los espaciales. La gente de la Tierra está empezando a colonizar nuevos planetas, incluso los primitivos y en formación. Y lo hacen sin ayuda robótica.

Other books

Hunted (Book 2) by Megg Jensen
Race of Scorpions by Dorothy Dunnett
Coyote Horizon by STEELE, ALLEN
The Hobbit by J RR Tolkien
Temptation by Brie Paisley
The Thing by Alan Dean Foster
Dan Rooney by Dan Rooney
Hell Without You by Ranae Rose