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Authors: David Trueba

Tags: #Drama

Saber perder (67 page)

BOOK: Saber perder
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Sylvia se junta después con amigos de su clase en un bar de Malasaña.

La calle está repleta de estudiantes borrachos que celebran el final de curso. Aglomeración en las aceras, a la puerta de los bares. Hay policía que vigila los bancos de una plaza y los chicos se apilan en los bares rebosantes. Sylvia está rodeada de compañeros, cerca de la barra. De vez en cuando alguien levanta la voz por encima del ruido, con una risa o un insulto. Le suena el móvil. Es Ariel. Vaya tetas, oye Sylvia decir a un chico cuando pasa por delante de un grupo para salir del bar. Estoy en el aeropuerto, voy a embarcar ahora. Sylvia se tapa el otro oído con la mano. Te oigo fatal, espera que me salgo afuera.

Tenía ganas de despedirme, no te molesta, ¿verdad? Sylvia le escucha. Ha salido a la calle y apoya el pie sobre el bordillo de la acera. Al revés, me encanta, llámame cuando quieras, no sé. Yo puedo llamarte también, ¿no? Claro. ¿Cuántas has suspendido?, pregunta Ariel. Creo que sólo una. La semana que viene lo sabré seguro. O sea que te luciste en el último minuto. Igual que tú, responde ella. ¿Y las matemáticas? Aprobadas. Por los pelos.

Sylvia levanta la mano para saludar a dos amigos del instituto que llegan por la calle. Al otro lado del teléfono, de lejos, escucha la voz de megafonía del aeropuerto. Ariel le habla. ¿Llevas el collar?, pregunta Ariel. Sí. ¿Lo estás tocando? Sylvia lo saca de debajo de la camiseta y acaricia la pequeña pelota dorada rota en la mitad que cuelga de su cuello. Sí, lo estoy tocando. Yo también..., dice Ariel. Te voy a estar mirando, eh, Sylvia. Te voy a estar mirando. Y yo a ti, dice ella.

El ruido al cortarse la comunicación suena más abrupto que nunca. Sylvia se queda un instante en la calle. Está algo borracha. Hace un rato tuvo que comerse un bocadillo y bajar el ritmo de cervezas. Su ropa y su pelo apestan a humo. En uno de sus oídos resuena un pitido percútante y desazonador. El asfalto aún desprende calor del día y Sylvia nota su camiseta sudada.

Un rato después se despide de sus amigos. Decide caminar hasta casa.

Lo hace sin prisa, por la calzada, al lado de los coches, evita a la gente en la acera. Pasa delante del piso de Ariel.

Lo alquilaré, no quiero venderlo, le dijo él. Si lo necesitas, no tienes más que pedírmelo. Tiene ganas de estar sola, de caminar sola. Siente una especie de dolor en el pecho, intenso pero placentero. Es como si hubiera una herida, pero una herida leve, una marca en la piel que quieres acariciar, reconocer, disfrutarla por todo lo que significa para ti. Ahora que aún está, porque es posible que, pronto, desaparezca.

AGRADECIMIENTOS

En el proceso de escritura de esta novela fue imprescindible la ayuda de algunas personas. La mayoría de ellos son amigos, así que no es preciso nombrarlos. Evito así inculparlos. Quiero agradecerles las muchas cosas que hay suyas en este libro. Algunos fueron lectores fundamentales, otros unieron su inspiración a mi transpiración. A ellos les debo expresiones argentinas o ecuatorianas, reflexiones sobre el juego del fútbol, detalles jurídicos, conocimientos médicos, notas musicales, correcciones sintácticas, miradas estrábicas, experiencias eróticas, y sobre todo la generosidad para compartirlo conmigo. Le debo el cuadro que ilustra la portada al talento del pintor Josep Santilari, a quien conocí gracias a la Galería Artur Ramón de Barcelona. También tomé prestada una disquisición lógica de Adrián Paenza y su libro Matemática... ¿estás ahí? y fragmentos musicales y poéticos de algunos maestros que aparecen citados o sugeridos o camuflados, como por ejemplo tras esa lección de vida que me esfuerzo por seguir: non piangere, coglione, ridi e vai... Pero quizá lo más importante sea reconocer la paciencia y el ánimo de los que estuvieron cerca durante el proceso de escritura. Espero tener oportunidades para compartir con ellos cualquier satisfacción que este libro nos traiga.

DAVID TRUEBA, nacido en Madrid en 1969 y hermano del director ganador de un Óscar, Fernando Trueba, es un escritor, director y guionista de cine español. Formado como periodista, viajó a Estados Unidos para estudiar escritura de guiones. A su vuelta realizó sus primeros trabajos como guionista, sobre todo para televisión, aunque también compuso letras musicales por encargo. En el cine su primer guión fue Amo tu cama rica (1991), y cinco años más tarde, dio el salto a la dirección, sin abandonar el guión, con La buena vida (1996), película por la que recibió dos nominaciones a los Premios Goya. Su gran éxito le llegó en el año 2000, con la adaptación de la novela Soldados de Salamina, película que fue presentada por la Academia del Cine para representar a España en los Óscar. Sus últimas películas no han tenido tanta repercusión y destilan un ambiente más intimista que las anteriores, como Bienvenido a casa (2005) y La silla de Fernando (2006). Como escritor ha publicado ya tres novelas con cierta repercusión crítica y de público. En 2008 le fue otorgado el Premio Nacional de la Crítica por Saber perder.

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