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Authors: Mike Resnick

Tags: #Ciencia Ficción

Starship: Mercenario (10 page)

BOOK: Starship: Mercenario
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Sabía que los representantes de Kahn serían suspicaces, y esperaba en parte que no lo informaran de que estaban de camino a su despacho, pero cuando subieron al aeroascensor, el recepcionista de la planta baja lo alertó de que iba a recibir su visita.

Desactivó la holopantalla, se aseguró —por tercera vez— de que sus pistolas láser y sónica estuvieran cargadas y esperó.

Al cabo de un minuto, dos hombres, una mujer y un lodinita entraron en la habitación y le hicieron frente.

—¿Quién eres tú? —preguntó el más alto de los hombres.

—¿Qué os importa mientras vayáis a conseguir el dinero por vuestra extorsión? —respondió Cole.

—Seguro de protección —le corrigió el hombre.

Cole se encogió de hombros.

—Lo que sea.

—¿Qué ha sido de nuestro representante?

—¿Cómo puedo saberlo? —dijo Cole—. En los últimos dos días no he abandonado el edificio excepto para comer y dormir. No ha aparecido, no ha enviado ningún mensaje…

—No te creo.

—Mira a tu alrededor —dijo Cole—. ¿Lo ves en algún lado?

—No te hagas el listo conmigo —le espetó el hombre.

Cole estaba a punto de responder cuando se dio cuenta de que la mujer lo miraba detenidamente,

—Te conozco de algo… —dijo.

—Lo dudo —dijo Cole—. Difícilmente nos movemos en los mismos círculos sociales. Además, estoy seguro de que si nos hubiéramos encontrado te recordaría.

—Me acordaré en un minuto —murmuró, todavía escrutándolo.

—¿Dónde está el dinero? —demandó el que parecía ser el líder.

—En un lugar seguro —dijo Cole—. Imagino que no esperaríais que lo tuviera aquí mismo, en mi escritorio, donde cualquier ladrón podría entrar y cogerlo.

—¡Ve a buscarlo! —le gritó el cabecilla.

—Creo que no has oído una palabra de lo que he dicho —respondió Cole.

—¿De qué estás hablando?

—Te lo acabo de decir: no voy a dejarlo aquí mismo para que un ladrón lo coja. Y eso incluye a vosotros. —Se detuvo—. Me temo que vais a tener que buscaros un trabajo honrado, y nosotros ahora mismo no estamos contratando gente.

—¡Sé quién es! —gritó la mujer de repente—. ¡Es Wilson Cole!

—Es nuestro día de suerte —dijo el líder—. La República ofrece por él diez millones de créditos.

—Quizás querríais echar un vistazo a vuestra espalda antes de intentar haceros con ellos —dijo Cole con calma.

El hombre y el lodinita giraron la cabeza y se encontraron frente a Val, quien tenía una pistola láser en cada mano.

El segundo hombre, que había permanecido todo el rato en silencio, fue a coger su pistola de plasma. Una fracción de segundo después yacía muerto en el suelo. Un agujero negro burbujeaba entre sus ojos. El lodinita se abalanzó sobre Val. Ella lo esquivó haciéndose a un lado y le golpeó en la nuca con su pistola sónica. Se oyó un crujido y el lodinita cayó al suelo, inmóvil.

—¿Alguien más quiere actuar estúpidamente? —preguntó Cole mientras se ponía de pie.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —preguntó el hombre—. Se supone que eres un fugitivo de la Armada.

—Lo soy.

—¿Y ahora te dedicas a los negocios?

—Sólo a uno —dijo Cole—. El vuestro. ¿Dónde puedo encontrar a Gengis Khan?

—¿Qué quieres de él?

—Todo lo que tenga —dijo Cole.

—Eres un idiota —dijo el otro—. Gengis Khan te aplastará como a una cucaracha.

—Si es el caso, entonces no tendrás ninguna objeción para decirme dónde está.

—¿Y a ti que te importa?

—Pregunta equivocada —dijo Cole.

El hombre frunció el ceño, desconcertado.

—No te sigo.

—La respuesta acertada es que a ti sí que te importa que yo lo sepa.

—No vamos a decirte nada.

—Es vuestra elección, pero os prometo que va a resultar ser una elección muy dolorosa.

Súbitamente, la mujer fue a por su pistola sónica. Val le fundió la mano con su pistola láser. La mujer gritó en agonía al descubrir que sostenía una pieza de metal fundido. Después cayó de rodillas, sujetándose la mano.

—Ésta es una pirata, se llama Jezabel o Cleopatra —dijo el hombre, señalando con un dedo a Val—. ¿Qué demonios está haciendo trabajando para la Armada?

—Su nombre es Val —este mes, al menos— y como tu amigo ha hecho notar, ya no somos de la Armada. Ahora ¿por qué no nos lo pones fácil y me dices lo que quiero saber?

—Eso no va a pasar —dijo el hombre—. No nos matarás. Si lo haces, nunca descubrirás dónde está Gengis Khan.

—No empezaré a enumerar las falacias lógicas en esa afirmación —dijo Cole—. Sencillamente, lo repetiré por última vez, lo que quiero de ti es que me digas dónde puedo encontrar a Gengis Khan.

—Que te jodan.

—Está bien —dijo Cole, desenfundando la pistola láser—. Te haré una pregunta más fácil. ¿Cuál es tu testículo favorito?

—¿Qué? —dijo el hombre, horrorizado.

—Voy a dejar que lo conserves —dijo Cole, apuntando a su entrepierna—. Al menos, voy a intentarlo. Insisto, ¿de cuál puedes prescindir?

—¡No harás eso! —dijo el hombre nervioso.

—¿Te parece que estoy bromeando? —preguntó, casi histérico.

—¡Es inhumano!

—Venís aquí para amenazarnos y matarnos, ¿y estoy siendo inhumano? —dijo Cole con una sonrisa divertida—. Vamos a ver, o me dices de cuál puedes prescindir o tendré que adivinarlo.

—¡No! —gritó el hombre. De repente cargó contra Cole, ignorando el arma láser que lo estaba apuntando. Pero antes de que pudiera alcanzarle, Val pasó por delante y le puso la zancadilla. El tipo se dio de cabeza contra la mesa. Estaba inconsciente antes de tocar el suelo.

—Gracias —dijo Cole.

—¿De verdad le habrías disparado? —preguntó.

—Por supuesto que no. Sólo quería asustarle para que hablara. No disparo a hombres desarmados.

—Yo lo habría hecho.

—Lo sé —dijo Cole—. Por eso soy yo quien hace las amenazas.

—Bueno, ¿y ahora qué hacemos?

—Lo mismo que antes —respondió Cole—. Que el hospital envíe una ambulancia y un par de aerodeslizadores. —Miró a la mujer, que aún estaba de rodillas, sujetándose la mano—. Tiene un shock. Hazles saber que necesita atención inmediata.

—¿Y los dos muertos?

—No quiero que nadie vea los cuerpos saliendo del edificio, pero tampoco podemos enterrarlos. Que Toro Salvaje y Luthor Chadwick bajen de la
Teddy R
. y los lleven al sótano o a alguna área de almacenaje. No van a oler a rosas, así que mejor que Toro Salvaje traiga un par de bolsas para cadáveres.

—Podría hacerlo yo misma.

—Lo sé, pero quiero a Toro Salvaje y Luthor apostados aquí, en cualquier caso. Así que, por el mismo precio, les damos algo que hacer. Y que traigan a Jack con ellos.

—¿Jack? —repitió Val.

—Jaxtaboxl —respondió Cole—. El mollutei de la sección de Artillería. Es un lío pronunciar su nombre, así que he ejercido mi privilegio de capitán y le he dado uno nuevo.

—Está bien —dijo—. Me pongo a ello ahora mismo.

La ambulancia llegó en pocos minutos, y los miembros de la tripulación lo hicieron en una hora. Cuando todo lo que había ordenado estuvo hecho, Cole abrió una comunicación visual con la nave.

—Hola, señor —dijo Christine, que estaba a cargo del puente en ese momento—. Me alegro de ver que está bien. ¿Va a volver pronto?

—Todavía no —dijo Cole—. Conécteme con el oficial Forrice. Si está durmiendo, despiértele.

Un momento después, la imagen holográfica a escala real de Cuatro Ojos apareció frente a Cole.

—He oído hablar de tu pequeña aventura de esta tarde —dijo el molario—. Felicidades, aún sin conocer los detalles, sospecho que el mérito debe de atribuirse a Val. Entiendo que vas a quedarte ahí bajo.

Cole asintió.

—El siguiente grupo no va a tener ninguna duda de que algo les ha pasado a sus primeras dos expediciones. Un hombre desaparecido es una cosa. Cinco son más difíciles de ignorar. Después de todo, Gengis Kahn es el mayor criminal del sector, no puede ser tonto.

—¿Así que van a venir en pie de guerra?

—En cierto modo —dijo Cole—. No creo que Kahn en persona vaya a aparecer. Al menos hasta que sepa qué le ha pasado a sus hombres. Por lo que sabe, un caudillo con veinte naves está haciendo del sistema Bannister su cuartel general. Pero enviará una fuerza mucho mayor que la de esta tarde.

—Quiero bajar al planeta antes de que llegue —repuso Forrice.

Cole negó con la cabeza.

—Necesito que estés justo donde estás.

—Maldita sea, Wilson.

—No podemos tener al capitán y al primer oficial poniéndose en peligro fuera de la nave —dijo Cole—. Si algo va mal aquí abajo, estás a cargo de la
Teddy R
., y será tu trabajo atacar a cualquier nave que aparezca antes de que pueda ir a la base de Gengis Khan y afrontar una fuerza incluso mayor.

—Pero…

—Vas a tener que ser tú, Cuatro Ojos. Christine es la mejor experta informática que tenemos pero casi no tiene experiencia en batalla, y sois los únicos oficiales de rango superior que hay a bordo.

—Pues que suba Val y déjame bajar —protestó el molario—. Después de todos estos años como pirata, tiene más experiencia en combates que tú y yo juntos.

—Vale el triple que tú y diez veces más que yo en una batalla campal —respondió Cole—. La necesito aquí abajo.

De repente, la imagen de Sharon apareció a cerca de la de Forrice.

—¿Puedo hacer una sugerencia?

—¿Quién te ha dado permiso para escuchar a hurtadillas? —preguntó Cole, irritado.

—Soy la directora de Seguridad —respondió—. Parte de mi trabajo es controlar las transmisiones.

—Casi puedo imaginar cuál es tu sugerencia —dijo Cole.

—Entonces, ¿por qué no volver a la nave? —dijo—. Khan va a enviar una fuerza a Bannister II. Te quedes en el planeta o no, y como has dicho, Forrice y Val están mejor capacitados que tú para combatirla.

—Es mi operación —dijo Cole—. Me quedo.

—Wilson, sé razonable —dijo—. Para ser un hombre de mediana edad estás en buena forma, pero sigues siendo un hombre de mediana edad y la mitad de la tripulación de la
Teddy R
. puede vencerte en una lucha limpia.

—Entonces supongo que soy condenadamente afortunado por no luchar limpio —respondió—. ¿Hay algo más?

—Sólo que tengo dos mensajes del ejecutivo por el que te estás haciendo pasar —dijo Sharon—. El cártel se está poniendo nervioso. Están preguntándose qué va a evitar que los hombres de Khan los bombardeen desde el espacio.

—La
Teddy R
. puede parar cualquier cosa.

—Te recuerdo que nos estamos escondiendo, Wilson.

—Tú lo sabes y yo lo sé, pero ellos no saben dónde diablos está la nave o dónde está planeado que esté cuando los malos aparezcan. Y lo que es más, el Cártel Apolo es la primera fuente de ingresos para la organización de Khan, ¿por qué diablos la destruiría?

—No creo que estén preocupados por la destrucción del cártel. Sólo temen que pueda matar a los efectivos que nos contrataron. —Se detuvo—. Sería mejor que hablaras con ellos.

—Está bien —dijo Cole—, si crees que es necesario…

—No nos perjudicará.

—Vale. ¿Algo más?

—Sólo que tengas cuidado. Me fastidiaría toparme con el problema de tener que domar un nuevo compañero de cama, como, ese despampanante y joven Toro Salvaje.

—Entonces supongo que es una buena cosa que te ceda a él con mi consentimiento ¿no? —dijo, cortando la conexión. Buscó por el despacho una fuente de café, pero no encontró nada, finalmente se conformó con algo de whisky que había sido destilado en Polux IV, y después contactó con el presidente.

—¡Capitán Cole! ¡Me alegro tanto de hablar con usted! Nos hemos estado preguntando qué pasos ha dado para proteger a los ejecutivos del cártel ahora que Genghis Khan no dudará que hemos contratado a alguien para protegernos de él.

—Estamos en alerta permanente —respondió Cole—. Tan pronto como entren en el sistema, la
Theodore Roosevelt
determinará su rumbo y después se aproximará al planeta desde el otro lado, situándose entre nosotros y ellos.

—Y todo lo que tendrán que hacer es sobrevolar el plano de la eclíptica y os verán.

«¡Maldita sea! —pensó Cole—. Habría jurado que nunca se os ocurriría.»

En voz alta dijo:

—La
Theodore Roosevelt
es una nave de la Armada. Sea lo que sea lo que Khan envíe, nuestro alcance es probablemente el doble de grande. Si fuera necesario, podemos monitorizarle desde Bannister II. Además, seamos realistas, ¿por qué mataría a una gallina de los huevos de oro como es el Cártel Apolo?

—No estoy preocupado por el futuro del cártel, sólo por el de sus líderes —fue la ácida respuesta—. Después de todo, usted ha tenido su oportunidad con cinco de sus secuaces y no sabe más sobre él que cuando llegó aquí.

—Sé una cosa —dijo Cole.

—Oh, ¿y qué es?

—Sé que no puede ignorar o tolerar lo que hemos hecho. Un hombre que se dedica a esa clase de negocios no puede mostrar ninguna debilidad, o sus días están contados. Volverá y estaremos listos para recibirlo.

—Usted estará listo —dijo el presidente, disgustado—. Pero ¿nosotros?

—Mire —dijo Cole, empezando a perder la paciencia—. Aceptamos este trabajo para ganar un millón de libras del Lejano Londres. Si quiere cancelarlo, por nosotros no hay problema. Páguenos y nos vamos.

—¿Y que carguemos con las represalias de Khan? —replicó el presidente—. ¡Nunca!

—En ese caso, hagan lo que sea que estén haciendo y déjennos hacer nuestro trabajo —dijo Cole, y cortó la conexión.

No sabía cuánto tardarían en llegar los hombres de Khan, y no había comido en todo el día, así que fue al restaurante para ejecutivos que estaba en lo alto del edificio. Allí encontró a Val, Toro Salvaje y Luthor Chadwick sentados a una mesa y se les unió.

—¿Dónde están Jack y Domak? —preguntó.

—Domak aún está en el hospital —dijo Val—. La policía está allí, por supuesto, pero no confía en que ellos puedan resistir si hay un ataque. Personalmente, preferiría que me protegiera un solo polonoi de la casta guerrera que una docena de polis humanos. La última vez que lo comprobé, Jaxtaboxl estaba intentando encontrar comida mollutei, pero ha sido hace media hora. Debería estar de vuelta de un momento a otro.

—¿Tenemos algún informe médico de los tres supervivientes?

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