Read Suites imperiales Online

Authors: Bret Easton Ellis

Tags: #Drama, Intriga

Suites imperiales (13 page)

BOOK: Suites imperiales
3.88Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—Rip Millar solo está… bien jodido.

—Por eso os lleváis tan bien los dos.

—¿Me estás hablando en serio?

—Ese día sabías algo. Sabías que le había sucedido algo a Kelly. Me refiero al día antes de que te marcharas a San Diego con esa mentira. Aún no habían encontrado el cuerpo de Kelly, pero tú sabías que Rip había hecho algo…

—Vete a la mierda —grita.

—Ya no me importa —digo por fin, acercándome a ella y acariciándole el cuello.

—No te importa, ¿eh?

—Yo no la conocía, Rain.

—Pero me conoces a mí.

—No, no te conozco.

Me inclino para besarle la cara.

Ella se aparta.

—No quiero —murmura.

—Entonces lárgate. Me da igual si vuelves o no.

—Amanda ha desaparecido y tú…

—Ya te he dicho que no me importa. —Le cojo la mano y empiezo a arrastrarla hacia la habitación—. Vamos.

—Suéltame, Clay.

Tiene los ojos cerrados y está haciendo una mueca.

—Si no vas a hacerlo, deberías irte.

—¿Y qué pasará si me voy?

—Llamaré a Mark. Luego llamaré a Jon. Y a Jason. —Una pausa—. Lo anularé todo.

Ella se aprieta inmediatamente contra mí y me pide perdón, y entonces es ella quien me arrastra al dormitorio, y así es como siempre he querido que se desarrolle la escena, y tiene que desarrollarse así porque no funciona realmente para mí si no sucede de este modo.

—Deberías ser más comprensivo —dice ella más tarde, en la oscuridad de la habitación.

—¿Por qué? ¿Por qué debería serlo?

—Eres piscis.

Hago una pausa, dejando la afirmación suspendida en el aire, la perfecta demostración de dónde he acabado.

—¿Cómo lo sabes?

—Me lo dijo Amanda —susurra.

Guardo silencio, aunque es difícil pasarlo por alto.

—¿Qué es lo peor que te ha pasado nunca? —pregunta ella, y suena como un eco.

Lo sé, pero finjo no saberlo.

En el Getty hay una cena en honor del comisario de una nueva exposición organizada por dos ejecutivos de DreamWorks, y voy solo y estoy de mejor humor, flotando por encima de todo, con buen aspecto y solo un poco colocado, y mientras contemplo un cielo de lo más negro desde la terraza me pregunto: ¿Qué diría Mara? Y en el trayecto en tranvía colina arriba iba en el mismo vagón que Trent y Blair y he oído a Alana compartir sus frustraciones sobre un cirujano plástico y he asentido mientras veía pasar los coches a toda velocidad por la 405 debajo de nosotros y desde donde estoy ahora no se ve nada en los cañones oscuros hasta que las luces de la silenciosa ciudad se despliegan en abanico en esa oscuridad y no paro de mirar mi móvil por si tengo mensajes y casi he terminado mi segundo martini cuando un chico con uniforme de camarero me dice que la comida será servida dentro de quince minutos y luego el chico es reemplazado por Blair.

—No cogerás el coche esta noche, espero —dice.

—Me ha entrado mal rollo al entrar, pero ahora estoy contento.

—Pareces de buen humor.

—Lo estoy.

—Cuando te vi en Spago la otra noche no pensé que pudieras estar contento.

—Bueno, pues ahora lo estoy.

Guarda silencio un momento.

—Creo que no quiero saber por qué.

Termino el martini y dejo la copa en una repisa, y le sonrío inofensivo tambaleándome ligeramente mientras ella mira el mar reluciente que se curva hacia nosotros a kilómetros y kilómetros de distancia.

—Pensaba hacerte el vacío, pero he cambiado de opinión —dice acercándose más a mí.

—Ahora me siento presionado, pero me alegro de que hables conmigo. —Me vuelvo para contemplar la vista de la ciudad—, ¿Por qué has estado tanto tiempo sin dirigirme la palabra? ¿Qué problema había?

—Pensaba en mi propia seguridad.

—¿Por qué hablas conmigo ahora?

—Ya no me das miedo.

—Entonces te has vuelto optimista.

—Siempre pensé que podría cambiarte. Todos esos años.

—Pero ¿habría sido lo que realmente querías tú? —Me paro a pensarlo—. ¿O lo que realmente quería yo?

—Lo que tú realmente quieres no existe, Clay.

—¿Por qué te ríes mientras lo dices?

—Quería saber si habías hablado con Julián. O hiciste lo que te pedí y lo dejaste correr.

—¿Quieres decir si seguí tus instrucciones?

—Si quieres expresarlo de ese modo…

—Lo he visto un par de veces y ahora supongo que se ha ido un tiempo de la ciudad. —Hago una pausa y luego me lanzo—, Rain me ha dicho que no sabe dónde está.

Al oír su nombre, Blair dice:

—Todos vosotros os relacionáis de una forma muy interesante.

—Solo es complicado —propongo con naturalidad—. Siempre lo es.

—Os la vais pasando, ¿no? —pregunta Blair—, Primero Julián, luego Rip, Kelly, y ahora tú… —Hace una pausa—. Me pregunto quién será el siguiente.

No digo nada.

—No la estoy juzgando. —Se acerca más a mí—, Pero Rain sabe dónde está Julián. Quiero decir que si yo lo sé, ella seguro que también lo sabe.

—¿Cuál es tu fuente de información? —Me interrumpo—. Ah, ya caigo. Tu marido es su representante.

—En realidad no. De hecho, no hay nada que representar. —Un silencio—. Creo que tú también lo sabes.

—¿Dónde está Julián, entonces?

—¿Por qué quieres saberlo? ¿Seguís siendo amigos?

—Bueno, éramos amigos. Pero supongo que… no, ahora no lo somos. A veces pasa. —Me callo, luego no puedo evitarlo y vuelvo a preguntar—: ¿Dónde está? ¿Cómo sabes dónde está?

—No te metas en esto —responde Blair con suavidad—. Lo único que tienes que hacer es no meterte.

—¿Por qué?

—Porque solo empeorarás las cosas.

Dejo que me bese en los labios, pero a nuestro alrededor hay estatuas y las luces de las fuentes, y detrás de nosotros la luna se refleja en el horizonte del mar.

—Oigo cosas sobre ti —dice—. No quiero creerlas.

Abro la puerta del apartamento. Las luces están apagadas y veo un rectángulo blanco flotando por encima del sofá: un móvil que brilla en la oscuridad iluminando la cara de Rip. Demasiado borracho para asustarme, alargo la mano hacia la pared y la habitación se llena poco a poco de una luz tenue. Rip espera a que diga algo, arrellanado en el sofá como si ese fuera su sitio, una botella de tequila abierta en segundo plano. Al final menciona una ceremonia de premios a la que ha ido y, casi como una ocurrencia tardía, me pregunta dónde he estado.

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo has entrado?

—Tengo amigos en el edificio —dice, explicando algo supuestamente muy sencillo—. Vamos a dar una vuelta.

—¿Por qué?

—Porque tu apartamento probablemente no es… —me mira con los ojos entornados— …seguro.

En la limusina, Rip me enseña los e-mails recibidos en la cuenta de allamericangirlUSA de Rain. Hay cuatro, y los leo uno a uno en el iPhone de la limusina mientras avanzamos por un Mullholland desierto, con una vieja canción de Warren Zevon flotando en la climatizada oscuridad. Al principio ni siquiera estoy seguro de qué estoy mirando, pero en el tercer e-mail he escrito supuestamente «Voy a matar a ese cabrón» —refiriéndome al «novio» de Rain, Julián— y los e-mails se convierten en mapas que han de rediseñarse para seguirlos como es debido, pero son exactos en ciertos puntos, y encierran un secreto y una estrategia determinada, aunque hay otros detalles sobre Rain y yo que no cuadran, cosas que no tienen nada que ver con nosotros —referencias a la Cábala, comentarios sobre un número musical de una ceremonia de premios reciente que nunca he visto, Hugh Jackman cantando una versión irónica de «The Sunny Side of the Street», mi interés por los signos del zodíaco—, todo errores sobre aspectos concretos de nuestra relación. No paro de releer este e-mail preguntándome quién ha escrito todo eso —pistas que han de seguirse, una idea que ha de llevar a alguna parte—, hasta que comprendo: no importa, todo me señala a mí, yo me lo he buscado.

—Lee el siguiente, por favor. —Rip alarga una mano y salta al siguiente correo con tanta naturalidad como si pasara las hojas de un folleto—. Una interesante referencia sobre ti y la zorra con la que comparte piso y que ha desaparecido.

En el cuarto e-mail escrito supuestamente por mí leo: «Voy a hacerle a Julián lo que le he hecho a Amanda Flew».

—¿Cómo los has conseguido? —pregunto, aferrando el iPhone.

—Por favor —dice por toda respuesta.

—Yo no he escrito eso, Rip.

—Puede que sí, puede que no. —Guarda silencio un momento—. Puede que lo hiciera ella. Pero todos fueron enviados desde tus cuentas de correo electrónico.

Sigo pasando de un e-mail a otro.

—«Voy a matar a ese cabrón» —murmura Rip—. No te pega mucho decir eso, pero ¿quién sabe?… Quiero decir que a veces puedes ser un tío muy frío, aunque… en general los e-mails son bastante sinceros y tristes. —Lee uno en voz alta—: «Pero esta vez ha habido una explosión y mis sentimientos como hombre no pueden graduarse…». —Se echa a reír.

—¿Por qué me los estás enseñando? Yo no los he escrito.

—Porque podrían incriminarte.

Me aparto de él, incapaz de disimular mi odio.

—¿En qué película crees que estás actuando?

—Tal vez en una de las bazofias que has escrito —dice Rip, ya sin reírse—. Bueno, ¿quién los escribió entonces, Clay? —pregunta con tono forzado y juguetón, como si ya supiera la respuesta.

—Tal vez ella se los escribió a sí misma —murmuro en la oscuridad.

—O tal vez… los escribió otra persona. Alguien a quien no le caes bien.

No digo nada.

—Barry te previno contra ella, ¿eh?

—¿Barry? —murmuro, mirando fijamente el iPhone.

—Woolf. Tu orientador personal. —Una pausa—. El de Sawtelle. —Se vuelve hacia mí—. Te previno contra ella. —Otra pausa—. Y tú no le hiciste caso.

—¿Y si te digo que sea como sea me trae sin cuidado?

—Entonces estaré muy preocupado por ti.

—Yo no escribí esas cosas.

Rip no me escucha.

—¿Aún no has tenido suficiente?

—De todos modos, ¿cómo los has conseguido?

—Quiero decir que lamento que… te encuentres en un aprieto —dice Rip, pasando por alto mi pregunta—. En serio.

—¿Qué aprieto, Rip?

—Eres demasiado listo para involucrarte demasiado —dice él despacio, atando cabos él solo—, de modo que debe de haber algo que te pone… No eres tan estúpido como para enamorarte de esas zorras, y sin embargo tu dolor es sincero… Quiero decir que todo el mundo sabe que perdiste la olla con Meghan Reynolds… No es ningún secreto. —Sonríe, luego su voz se vuelve interrogante—. Pero hay algo que no cuadra… Hay algo que te pone, pero ¿cuál es el problema? —Se vuelve de nuevo hacia mí en la oscuridad mientras la limusina se desliza por Beverly Glen—. ¿Es posible que te ponga el hecho de que, tal como lo has dispuesto todo, ellas nunca te corresponderán? ¿Y es posible que… —hace una pausa para reflexionar— estés mucho más loco de lo que nos imaginamos los demás?

—Sí, Rip. —Suspiro, pero estoy temblando—. Probablemente es eso.

—A alguien no le gusta que hayas vuelto y nunca le gustará. Al menos no de la forma en que tú quieres. Pero todavía puedes controlar momentáneamente las cosas gracias a lo que ese alguien quiere de ti. Es todo un montaje lo que has creado y mantenido. —Hace una pausa—. Un romance. —Suspira—. Es interesante.

Sigo mirando el iPhone, aunque de forma involuntaria.

—Supongo que es un consuelo que no vaya a ser guapa eternamente —dice—. Pero me gustaría estar con ella antes de que deje de serlo.

—¿Qué estás diciendo? —El miedo me empuja a continuar—: ¿Qué significa todo esto?

—Significa muchas cosas, Clay.

—Quiero largarme de aquí. Llévame a casa.

—Significa que ella nunca te querrá. —Una pausa—. Significa que todo es una ilusión. —Luego me toca el brazo—. Te está tendiendo una trampa,
cabrón
.
[4]

Le devuelvo el teléfono.

—Ya te he dicho que no te veo como una amenaza. Puedes seguir haciendo lo que quieras con ella. No me importa porque tú no eres el verdadero obstáculo. —Reflexiona un instante—, Aún no.

Coge el teléfono y se lo guarda en el bolsillo.

—Pero Julián…, a ella le gusta Julián. —Una pausa—. A ti solo te está utilizando. Tal vez eso es lo que te pone. No lo sé. ¿Conseguirá lo que quiere? Probablemente no. No lo sé ni me importa. Pero Julián… Por alguna razón que se me escapa, a ella le gusta Julián. Lo único que estás haciendo es prolongar la situación. Tú juegas y ella te sigue porque cree que va a salir en tu película. Y eso la está empujando más hacia Julián. —De nuevo una pausa—. Ni siquiera te das cuenta de que deberías estar aterrado.

Antes de dejarme bajar del coche, Rip dice:

—Julián ha desaparecido.

La limusina está parada con el motor en marcha delante del Doheny Plaza. Mientras bajábamos Beverly Glen y cruzábamos Sunset, ha enviado mensajes de texto con «The Boys of Summer» repitiéndose en el equipo.

—No está en su casa de Westwood. Nadie sabe dónde está.

—Tal vez haya ido a buscar a Amanda —digo, mirando a través de los cristales oscuros la caseta del aparcacoches.

—¿No debería ser cosa de Rain? —pregunta Rip como quien no quiere la cosa—. Ah, se me olvidaba: tiene una audición esta semana, ¿verdad?

—Sí.

—No parece muy preocupada por su compañera de piso. Al menos no le preocupa tanto como salir en tu peliculita.

—¿Debería preocuparse, Rip? ¿Dónde está Amanda? —Tomo aire antes de añadir—: ¿Lo sabes? —Me interrumpo de nuevo—. Quiero decir que también estuviste con ella. ¿Después de que Rain te dejara por Kelly? Supongo que fue entonces cuando pasó.

—Las mujeres no son muy listas. Hay estudios que lo demuestran.

No puedo verle la cara. Solo oigo su voz, y me doy cuenta de que prefiero que sea así.

—¿A qué ha venido eso? ¿Venganza? ¿Creíste que a Rain le importaría que te tiraras a su compañera de piso?

—Julián está escondido —dice él, pasando por alto mis palabras.

—Dios, ¿por qué no lo dejas correr?

—Está escondido. —Una pausa—. Pensé que tal vez sabías dónde estaba y me lo dirías.

—Me trae sin cuidado dónde está.

—¿Por qué no preguntas por ahí y luego me llamas?

—¿Quién crees que podría saberlo? ¿Por qué no hablas directamente con Rain?

BOOK: Suites imperiales
3.88Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Mind Games by Hilary Norman
The Mercenary's Marriage by Rachel Rossano
Hated by Fournier, C
A Very Private Plot by William F. Buckley