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Authors: Bret Easton Ellis

Tags: #Drama, Intriga

Suites imperiales (14 page)

BOOK: Suites imperiales
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Suspira.

—¿Pagaste para que le dieran una paliza? —pregunto—. ¿Fue para que supiera lo que le pasaría a continuación si no la dejaba?

Rip se echa hacia delante y mete un disco en el reproductor. Se recuesta. Jadeos, el viento y ruidos de sexo, alguien susurrando mientras se corre, luego mi voz, y de pronto asocio imágenes con los sonidos: el dormitorio del 1508 del edificio que se alza ante nosotros, la vista desde el balcón, el fantasma de un chico muerto que deambula, perdido, por el apartamento. Y de pronto la voz de Rain se une a la mía en los altavoces traseros de la limusina.

—Apágalo —susurro.

—No hay nada utilizable —dice Rip, inclinándose hacia delante y sacando el disco—. Eso es todo.

—¿Dónde lo has conseguido?

—Qué preguntas más comunes haces.

—No estoy involucrado en nada de todo esto.

—¿Sabes por qué la gente hace lo que hace? —Se recuesta de nuevo en el asiento sin escucharme—. No puedo explicar cómo es Julián. No sé por qué hace lo que hace.

Agarro la manija de la puerta.

—Descubres cosas sobre la marcha —dice Rip—, Descubres cosas sobre ti mismo que nunca creiste posibles.

Me vuelvo hacia él.

—¿Por qué no pasas página? Deja que él se quede con ella y pasa página.

—No puedo. No, no puedo hacerlo.

—Pero ¿por qué?

—Porque está poniendo en peligro la estructura de las cosas —dice, articulando cada palabra—. Y está afectando a mi vida.

Estoy a punto de bajarme de la limusina.

—No te preocupes. Ya no iré más a tu casa. He acabado contigo. Pasará lo que tenga que pasar.

—¿Qué significa eso?

—Significa que solo quería advertirte. Has sido oficialmente involucrado.

—No vuelvas a ponerte en contacto conmigo…

—Creo que tú quieres que desaparezca tanto como yo —dice él antes de que cierre de un portazo.

Más tarde esa noche vuelvo a soñar con el chico —la sonrisa preocupada, los ojos llorosos, las bonitas facciones que parecen casi de plástico, la foto de Blair y de mí en 1984 que tiene en una mano, el cuchillo de cocina que agarra con la otra mientras flota por el pasillo frente a la puerta del dormitorio, con «China Girl» resonando por el piso—, y de pronto no puedo contenerme: me levanto de la cama, abro la puerta y avanzo hacia el chico, y cuando lo golpeo el cuchillo cae al suelo. Y al despertarme a la mañana siguiente, tengo un cardenal en la mano de cuando golpeé al chico en mi sueño.

Rain llega en chándal y sin maquillar, está intentando mantener la calma ante la audición de mañana y no quería venir, pero le he dicho que la anularía si no venía y como lleva todo el día de ayuno no salimos a cenar y cuando la toco me pide que esperemos y entonces la amenazo de nuevo y el pánico solo se calma al romper el sello de una botella de Patrón y luego no puedo parar de follarla en el suelo del despacho, en el dormitorio, con todas las luces del piso encendidas y The Fray sonando a todo volumen, y aunque creía que estaba atontada por el tequila, no para de llorar y eso me la pone más dura.

—¿La sientes? ¿La sientes dentro? —no dejo de preguntarle, y el miedo vibra alrededor de ella, y hace un frío que pela en el 1508 y cuando le pregunto si tiene frío dice que le da igual.

Y esta noche, tal vez por primera vez, sonrío al Mercedes negro que pasa continuamente por Elevado, deteniéndose de vez en cuando para que quienquiera que está detrás de las ventanillas oscuras pueda mirar a través de las palmeras el piso de la quinta planta.

—Solo te estoy ayudando —digo con tono tranquilizador, intentando calmarla, y entonces ella responde pronunciando mal:

—¿Es que solo puedes pensar en ti mismo? —me pregunta cuando empiezo a tocarla de nuevo, murmurando cuánto me gusta hacerlo así—, ¿Por qué no puedes aceptar lo que hay?

Se tapa con una toalla que aparto con la misma rapidez.

—¿Y qué hay? —susurro.

Le doy otro sorbo de tequila.

—Solo es una película que estás escribiendo. —Está llorando abiertamente mientras lo dice.

—Pero la estamos escribiendo entre los dos, nena.

—No —grita, y su cara es una máscara de angustia.

—¿Qué quieres decir?

—Yo solo actúo en ella.

Y cuando por fin me fijo en la luz roja que parpadea con un mensaje en el móvil que ha dejado en la mesilla, y con una mano en su pecho y la otra rodeándole con delicadeza el cuello, le pregunto:

—¿Dónde está?

Trent Burroughs me llama y propone quedar en Santa Mónica después de una comida con un cliente en Saint Michael. Está sentado en un banco de la entrada del muelle, va con traje, y cuando me ve acercarme levanta la vista de su móvil, se quita las gafas y se queda mirándome cansinamente. Menciona que ha terminado de comer mucho antes de lo que pensaba con un actor caprichoso al que representa, después de persuadirlo para que acepte un papel en una película por un montón de razones que serían beneficiosas para todos.

—Me sorprende que hayas venido —dice.

—¿Por qué no podía ir al restaurante?

—Porque no quiero que me vean contigo. Confirmaría algo que supongo que no quiero confirmar.

Echamos a andar por el paseo entablado y él vuelve a ponerse las gafas.

—Creo que soy más susceptible a ciertas cosas de lo que pensaba.

—Le he conseguido una prueba a tu cliente —digo de buen humor por la respuesta de Rain de anoche.

—Sí, lo sé.

Una pausa.

—¿No es la razón por la que querías verme?

Trent reflexiona antes de responder.

—En cierto modo.

La noria vacía se alza ante nosotros cuando pasamos por su lado, un círculo impreciso apenas visible en la bruma, y, si exceptuamos unos pescadores mexicanos, no hay nadie alrededor. Todavía no han retirado los adornos navideños y contra la pared desconchada de la sala de videojuegos hay un árbol de Navidad muerto envuelto en guirnaldas y desde una carreta de vivos colores flota hacia nosotros un tenue olor a churros y me cuesta concentrarme en Trent porque los únicos ruidos que se oyen son el oleaje a lo lejos y los graznidos de las gaviotas que vuelan bajo, la llamada del médium, una canción de The Doors que llega de algún bar.

—¿No se trata de Blair? —pregunto de pronto.

Trent me mira como sorprendido de que se lo pregunte.

—No. Para nada. Esto no tiene nada que ver con ella.

Sigo caminando con él hacia el final del muelle, esperando a que hable.

—Quiero ir al grano —dice por fin, mirando el reloj—. Tengo que estar de vuelta en Beverly Hills a eso de las tres.

Me encojo de hombros y meto las manos en los bolsillos del jersey con capucha que llevo, agarrando el móvil.

—Supongo que no vas a dejarlo con Rain Turner. Me refiero a que la prueba es esta tarde. ¿Luego terminará?

—¿Dejar… qué, Trent? —pregunto inocente.

—Lo que sea que haces con esas chicas. —Hace una mueca, luego trata de relajarse—. Este…, no lo sé, el juego que te traes con ellas.

—¿De qué estás hablando, Trent? —pregunto con el tono más natural y jocoso que soy capaz de adoptar.

—Prometerles cosas, acostarte con ellas, hacerles regalos, solo puedes llegar hasta ahí, y cuando no puedes conseguirles lo que les has prometido… —Trent se detiene, se quita las gafas y me mira confuso—, ¿De verdad necesitas que te lo diga?

—Solo es una teoría muy interesante.

Trent me mira antes de seguir andando, luego vuelve a detenerse.

—Es interesante que las… ¿qué? ¿Las abandones? ¿Qué intentes joderles la vida cuando lo descubren?

Algo me hace reaccionar.

—Creo que a Meghan Reynolds no le está yendo mal. Creo que se benefició de haberme utilizado.

—En realidad tú no necesitas trabajar, ¿verdad? —pregunta Trent. Parece sinceramente interesado—. Has heredado dinero de tu familia, ¿no?

Guardo silencio.

—Quiero decir que puedes permitirte vivir como quieres escribiendo guiones. ¿Me equivoco?

Me encojo de hombros.

—No me va mal.

Vuelvo a encogerme de hombros.

—Sé que Rain Turner no tiene ninguna posibilidad de conseguir ese papel. —Trent sigue andando y vuelve a ponerse las gafas como si fuera lo único que puede calmarlo—. He hablado con Mark. Y con Jon. Supongo que puedes seguir follándotela todo el tiempo que quieras…

—¿Sabes, Trent? Acabo de caer en la cuenta de que no es asunto tuyo.

—Bueno, por desgracia ahora lo es.

—¿Ah, sí? —pregunto, tratando de sonar neutral—, ¿Y cómo es eso?

De pronto nos distrae un borracho en bañador, quemado por el sol y barbudo, que gesticula en dirección a algo invisible al final del muelle. Trent vuelve a quitarse las gafas y por alguna razón no sabe hacia dónde mirar y está más agitado que antes y la tierra ha desaparecido detrás de nosotros y no llega ningún ruido de la playa lejana, que está completamente oculta por la bruma, y estamos caminando por encima del agua y las únicas personas que nos cruzamos son dos chicas asiáticas que comen algodón de azúcar de un palo.

—Es mucho más complicado de lo que crees —responde Trent con tono tenso y sin dejar de mirar alrededor, y solo quiero que deje de hacerlo pero no quiero que me mire a mí—. Solo es… más grande de lo que te piensas. Solo tienes que… que… que acabar con ello —tartamudea antes de recuperar la compostura—. No necesitas saber nada más.

—¿Acabar con qué exactamente? —pregunto—, ¿Acabar con ella?

Trent hace una pausa y decide decirme algo.

—Kelly Montrose era muy amigo mío.

Deja el comentario en suspenso y permanece allí el tiempo suficiente para que le pregunte:

—¿Qué tiene que ver Kelly con la razón por la que estoy aquí?

—Rain estaba con él. Quiero decir cuando desapareció. Estaban juntos.

—¿Con Kelly?

—Bueno, él le pagaba, creo…

—Creía que ella ya no cobraba. Creía que desde que conoció a Rip había dejado de hacerlo.

—Ella sabe cosas. Y Julián también.

—¿Qué cosas?

—Lo que le pasó a Kelly.

Miro a Trent con expresión pétrea, pero el miedo empieza a arremolinarse alrededor y me obliga a fijarme en un joven rubio con cazadora y pantalones cortos con muchos bolsillos que está apoyado contra una barandilla del muelle y que evita mirarnos a propósito, y me doy cuenta de que no llamaría más la atención si tuviera cien globos en la mano. Unas gaviotas invisibles no paran de chillar por encima de él en el cielo brumoso, y el tipo rubio de pronto me resulta familiar, pero no consigo saber por qué.

—No digo que ella sea inocente —está diciendo Trent—. No lo es. Pero no necesita que alguien como tú le ponga las cosas más difíciles.

Me vuelvo hacia él.

—Pero ¿Rip Millar está bien?

Por alguna razón esta pregunta lo enmudece y cambio de táctica.

Echamos a andar de nuevo. Pasamos por delante de un restaurante mexicano con vistas al mar. Estamos llegamos al final del muelle.

—¿Qué has sacado de representar a Rain? —pregunto—. Tengo curiosidad. ¿Por qué accediste a representar a una chica que sabías que no iba a conseguirlo?

Trent sigue acoplándose a mi paso y su expresión se relaja momentáneamente.

—Bueno, hizo feliz a mi mujer antes de que se diera cuenta de que… —Se interrumpe, reflexiona y continúa—: Quiero decir que yo sabía lo de Julián. Blair y yo no hablamos de ello, pero no era un secreto entre nosotros. —Entorna los ojos y vuelve a ponerse las gafas—. Si tengo problemas no son con Rain Turner ni con Blair.

—Pero ¿tienes problemas con Julián?

—Verás, sabía que Blair le había prestado mucho dinero, bueno, setenta mil, pero para él era mucho dinero. —Trent camina a mi lado hacia el final del muelle sin advertir aparentemente al tipo que ha estado siguiéndonos y al que yo no dejo de mirar. Me doy cuenta de que tiene una cámara—, Y sabía que a ella le gustaba de verdad. —Una pausa—, Pero también sabía que al final no pasaría nada.

—¿Y qué hay de mí?

—¿Lo ves? Ya estás otra vez. No todo gira alrededor de ti, Clay.

—Trent…

—Se reduce a lo siguiente —continúa interrumpiéndome—. Blair prestó a Julián una gran suma. Julián decidió acudir a Rip y pedirle prestado dinero para devolvérselo a Blair. ¿Por qué? No lo sé. —Un silencio—, Y así es como Rip conoció a la señorita Turner. Y, bueno, el resto es lo que es. —Otro silencio—. ¿Hace falta que te diga algo más? ¿Lo pillas?

Miro de nuevo al tipo rubio. Se supone que va disfrazado, que se ha camuflado, pero es casi como si quisiera que nos fijáramos en él. Sigue caminando por el muelle unos veinte o treinta pasos detrás de nosotros.

—Rip me dijo que iba a divorciarse de su mujer. ¿Qué habría sucedido luego? Quiero decir, si Kelly no hubiera aparecido. ¿Cuánto tiempo habrían jugado a eso si él hubiera llegado a divorciarse?

—No, no había peligro —dice Trent restándole importancia—. El divorcio habría resultado demasiado caro. Los dos lo sabían.

—Pero luego tu amigo Kelly se interpuso.

—Ese podría haber sido el problema —dice Trent asintiendo.

—¿Cuál?

—Fuera lo que fuese lo que pasó entre Rip Millar y Kelly Montrose… —Trent se detiene, pensando en cómo expresarlo con otras palabras—, Kelly conocía a mucha gente. Rip Millar no era la única persona con la que tenía problemas.

En el bolsillo de mi jersey, mi iPhone silenciado empieza a vibrar.

—En realidad —Trent me mira fijamente—, Rip y tú tenéis muchas más cosas en común de las que te imaginas.

—No lo creo. Yo no tuve nada que ver con la muerte de Kelly.

—Clay…

—Y no sé por qué, pero creo que lo hizo Rip. —Dejo de andar—, Y tú sabías algo en la fiesta de Navidad, ¿verdad? Sabías que Rip le había hecho algo a Kelly. Sabías que Rain lo había dejado por Kelly y que él tenía fijación por ella…

Me interrumpe.

—¿Sí? Bueno, supongo que todos tenemos nuestras pequeñas teorías.

—¿Teorías? ¿Es una teoría que supieras que esa noche probablemente ya estaba muerto?

La niebla lo borra todo; no se ve el Pacífico ni el muelle de detrás, y el restaurante mexicano apenas se distingue. El muelle se funde con el mar y más allá solo hay una cortina de bruma que tapa todo el cielo de modo que no hay horizonte y Trent se apoya contra la barandilla y me observa con detenimiento, concentrado aún en exponer la historia con la que quiere hacerme reaccionar, pero yo casi no puedo prestarle atención.

BOOK: Suites imperiales
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