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Authors: Bret Easton Ellis

Tags: #Drama, Intriga

Suites imperiales (9 page)

BOOK: Suites imperiales
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—No estás saliendo con otro, ¿verdad?

Ella deja de hablar y sopesa las vibraciones.

—¿Se trata de eso?

—Quiero decir que ahora solo estás saliendo conmigo, ¿verdad? Sea lo que sea lo que hay entre nosotros, no estás viendo a otro tío, ¿verdad?

—¿De qué estás hablando? ¿Qué estás haciendo, loco?

—¿Cuándo fue la última vez que te acostaste con alguien?

—Contigo. —Suspira—. Ya estamos otra vez. —Vuelve a suspirar—, ¿Qué me dices de ti?

—¿Te importa?

—Mira, he tenido una semana muy estresante…

—Basta. Estás bronceada.

—¿Quieres decirme algo?

Miro en derredor y ella se ablanda.

—Estoy contigo ahora. Deja de portarte como un crío.

Suspiro y guardo silencio.

—¿Qué ha pasado? ¿Por qué estás tan enfadado? —pregunta después de pedir otra copa—. Solo he estado fuera cinco días.

—No estoy enfadado. Solo he oído decir que…

—Mira.

Avanza pantallas en el iPhone que le compré y me enseña fotos de ella con una mujer mayor y el Pacífico de fondo.

—¿Quién las ha hecho? —pregunto automáticamente.

—Una amiga —dice poniendo énfasis en el femenino.

—¿Por qué no deja de mirarte el tipo de la barra?

—No lo sé —dice ella, sin mirar siquiera la barra.

Luego me enseña más fotos de ella en San Diego con una mujer mayor que no me creo que sea su madre.

Al subir por Doheny, estoy mirando a través del parabrisas del BMW cuando me fijo en que las luces del piso están encendidas. Rain está sentada a mi lado con los brazos cruzados, pensando en algo.

—¿He dejado las luces encendidas?

—No —responde ensimismada—. No me acuerdo.

Tuerzo a la derecha en Elevado para ver si está el jeep azul y paso junto al lugar donde suelo verlo aparcado, pero no está, y después de dar un par de vueltas a la manzana entro en el Doheny Plaza y el aparcacoches se ocupa del coche, y entonces Rain y yo subimos al 1508, y ella me deja que se lo coma y cuando estoy lo bastante empalmado me hace una mamada, y cuando me despierto a la mañana siguiente, se ha ido.

Rain es el único tema de conversación en la consulta del doctor Wolf de Sawtelle, pero si en la última sesión, mientras estaba en San Diego, me referí a ella de forma anónima como «esa chica», con la información que tengo ahora sobre Julián se lo cuento todo, cómo conocí a Rain Turner en una fiesta de Navidad, y mientras estoy describiendo ese momento al doctor Woolf caigo en la cuenta de que tomé algo con Julián en el hotel Beverly Hills casi inmediatamente después, y que volví a encontrármela de nuevo en las sesiones de casting y luego en La Cienega, y le explico los días que pasamos juntos esa última semana de diciembre, y que empecé a creer que era algo auténtico, como lo que tuve con Meghan Reynolds, pero que luego me he enterado por Blair de que está con Julián, y llegado a este punto el doctor Woolf baja el cuaderno y se muestra más paciente conmigo de lo que probablemente es, y estoy tratando de descubrir cuál es el juego cuando advierto que Julián debía de saber que Rain y yo habíamos estado juntos todos esos días, pero ¿cómo era posible? Cerca del final de la sesión, el doctor Woolf dice:

—Le recomiendo encarecidamente que no vuelva a ver a esa chica. —Y luego—: Le recomiendo encarecidamente que corte todo contacto con ella. —Después de otro largo silencio, pregunta—: ¿Por qué está llorando?

—No acepto un no por respuesta —dice Rip con sonsonete por teléfono, después de pedirme que me reúna con él en el observatorio de lo alto de Griffith Park, aunque estoy lo bastante resacoso para no acordarme de cómo se llena el depósito de gasolina del BMW en la estación de servicio Mobil de la esquina de Holloway con La Cienega, y mientras atajo por Fountain para evitar el embotellamiento de Sunset llamo tres veces a Rain, y me distraigo tanto al ver que no contesta que casi tuerzo a la derecha en Orange Grove, por si está allí, pero no me veo capaz de enfrentarme a ello.

En el aparcamiento casi desierto que hay delante del observatorio, Rip está apoyado contra una limusina negra hablando por el móvil mientras el chófer escucha un iPod, y el letrero de Hollywood brilla al fondo, detrás de ellos. Rip va con tejanos, camisa verde y sandalias.

—Vamos a dar un paseo —dice, y echamos a andar por la explanada de césped hacia la cúpula del planetario.

En la West Terrace, estamos tan altos por encima de la ciudad que no se oye nada y el sol cegador que se refleja en el lejano Pacífico hace que parezca en llamas, y el cielo vacío está totalmente despejado si no fuera por la bruma que se eleva sobre el centro de la ciudad, donde un dirigible flota por encima de los lejanos rascacielos, y si no hubiera estado tan resacoso, el panorama me habría hecho sentir muy pequeño.

—Me gusta estar aquí arriba —dice Rip—, Hay mucha tranquilidad.

—Está un poco apartado.

—Sí, pero no hay nadie. Es tranquilo. No puede seguirte nadie. Podemos hablar sin preocuparnos.

—Preocuparnos ¿por qué?

Rip piensa un momento en lo que he dicho.

—Por que nuestra intimidad se vea comprometida. —Un silencio—, Yo soy como tú, no me fío de la gente.

El sol brilla tanto que la terraza se ve blanca, y empieza a arderme la piel, y en el silencio que lo ahoga todo, hasta las figuras más inocentes que se ven a lo lejos parecen llenas de una inquietante determinación mientras deambulan despacio, con cautela, como si cualquier movimiento natural pudiera interrumpir la quietud, y pasamos junto a una pareja de hispanos apoyados contra un saliente mientras recorremos el Parapet Promenade, y solo cuando estamos cruzando el puente en dirección a East Terrace, Rip me pregunta con suavidad:

—¿Has visto a Julián últimamente?

—No. La última vez que lo vi fue antes de Navidad.

—Interesante —dice Rip, luego admite—: Bueno, ya me lo imaginaba.

—Entonces, ¿por qué lo preguntas?

—Solo quería saber qué respondías.

—Rip…

—Había una chica… —Se interrumpe para pensar en lo que va a decir—. Siempre hay una chica, ¿no?

Me encojo de hombros.

—Supongo.

—Había una chica que conocí hace cuatro o cinco meses, y esa chica trabajaba para un superdiscreto y muy selecto… servicio. —Rip se calla cuando dos adolescentes que hablan francés pasan por nuestro lado, luego se vuelve para ver si alguien puede oírlo antes de continuar—: No puedes encontrarlo por Internet, solo funciona por recomendación verbal, de modo que no hay… esto… rastro viral. Lo llevaban personas que se conocían entre sí, de modo que era bastante discreto.

—¿De qué… era el servicio?

Rip se encoge de hombros.

—Solo chicas y chicos muy guapos que venían aquí para abrirse camino y necesitaban pasta, y querían asegurarse de que si algún día se convertían en Brad Pitt no habría pruebas que los relacionara con nada parecido. —Suspira, y mira la ciudad y luego a mí—. Bastante caro, pero estás pagando por la discreción, la ausencia de registros, el anonimato.

—¿Cómo lo conociste?

No quiero saber la respuesta, pero el silencio, amplificado, me lleva a preguntarlo solo para decir algo.

—Bueno, esa es la parte interesante de la historia. El tipo que montó el servicio es alguien que conocemos. Supongo que podríamos decir que es él quien me lió con esa chica.

—¿De quién estás hablando? —pregunto, aunque algo me dice que ya lo sé.

—De Julián —responde Rip, confirmándolo—. Lo llevaba Julián. —Guarda silencio—. Me sorprende que no lo supieras.

—¿Qué llevaba exactamente Julián? —consigo preguntar.

—El servicio. En realidad lo montó él. Totalmente solo. Estas cosas se le dan bien. Conoce a muchos chicos. El los metió en esto. —Rip piensa un momento en ello—. Es algo que sabe hacer. —Otro silencio—. Se le da bien.

—¿Por qué me lo cuentas? No tengo ningún interés en recurrir a un servicio de acompañantes para follar y no quiero saber nada relacionado con Julián.

—Eso es mentira. Una gran mentira.

—¿Por qué es una mentira?

—Porque fue a través de Julián como conocí a una chica llamada Rain Turner.

—No sé de quién me hablas.

Rip parodia una mueca de desaprobación y hace un ademán desdeñoso.

—Tío, disimulas fatal. —Suspira con impaciencia—. ¿Qué me dices de esa chica con la que has estado? ¿La supuesta actriz a la que has prometido darle un papel en tu peliculita? ¿Te suena? Por favor, no te hagas el tonto conmigo.

No puedo hablar. De pronto estoy aferrando la barandilla de hierro. La información es una excusa para no mirarlo más. El miedo, esa gran mancha negra, avanza hacia mí, y está en el calor y en la vasta extensión de la terraza vacía y en todas partes.

—Estás temblando, tío —dice Rip—. ¿Quieres sentarte?

En la East Terrace estoy por fin lo bastante aturdido para escuchar a Rip cuando empieza a hablar de nuevo, después de hacer una breve llamada para confirmar una comida y de responder un mensaje de texto, y estamos sentados al sol en un banco y me noto la piel ardiendo y no puedo moverme y la cara de Rip en primer plano es andrógina y tiene las pestañas teñidas.

—El caso es que la conozco y me gusta, y creo que congeniamos, y dejo de pagar por hacerlo, y estoy pensando en divorciarme de mi mujer, lo que demuestra lo en serio que voy con esa chica. —No para de gesticular—. Le pido que deje de trabajar y lo hace. Me ocupo de todo: pago el alquiler de ella y de la bruja que vive con ella en ese cuchitril de Orange Grove, la ropa, la puta peluquería, el Beamer, el entrenador personal, el solarium, todo lo que quiera. Hasta le conseguí un trabajo en ese sitio de La Cienega, Reveal, todo lo que Julián no podía permitirse pagar, y… adivina lo que quiere ella en realidad.

Espera. Estoy procesándolo todo. De pronto lo pillo y digo en voz baja:

—Sigue queriendo ser actriz.

—Bueno, quiere ser famosa. Pero al menos estás atento. Es más o menos la respuesta correcta.

No puedo dejar de apretar los puños con fuerza, y Rip se levanta y se pone a caminar de aquí para allá delante de mí.

—Creo que a estas alturas sabes que nunca lo será, pero Julián ha estado jactándose de la gran amistad que tiene con Clay, y que se supone que este tiene algo que decir en el casting de la película y que puede ponerle en contacto con él. En fin, a mí me parecieron gilipolleces, pero nunca hay que perder la esperanza, ¿no? —De pronto se detiene y comprueba su móvil antes de guardárselo en el bolsillo—. Pero cuando llegaste a la ciudad, algo que hizo Julián te cabreó, y no puede decirse que esa noche os entendierais, así que no te pidió ayuda. —Suspira, como si estuviera cansado de todo, pero continúa—: De alguna manera ella consigue una audición, algo que reconozco que no me importa ni tengo la energía para que me importe, y de todos modos creo que es una pérdida de tiempo, porque no tiene talento… y sale y lee en voz alta delante de vosotros, y supongo que lo hace de puta pena, pero tiene sus encantos, y el resto es… bueno, ¿por qué no me explicas tú el resto?

Me quedo callado en el banco de piedra.

—Supongo que ya llevas un par de semanas follándotela…

Sigo callado.

Rip suspira.

—Viene a ser una respuesta.

—Rip, por favor…

—Y entonces se va a San Diego, ¿no?

—Se fue a ver a su familia.

—¿Su familia? —Rip frunce el entrecejo—. ¿Sabías que Julián estuvo con ella en San Diego?

—¿Por qué iba a saberlo?

—Vamos, Clay…

—Rip, por favor, ¿qué quieres?

Reflexiona un momento.

—La quiero a ella. —Luego cae en algo más—. Lo sé, sé que solo es una actriz tonta y putilla.

Asiento, y Rip registra el gesto y ladea la cabeza, intrigado.

—Si estás de acuerdo conmigo, ¿por qué estás tan hecho polvo por ella?

—No lo sé —digo en voz baja—, Pero lo estoy.

—¿Se te ha ocurrido pensar que tal vez esta… pequeña pérdida de papeles no es por ella? ¿Que tal vez es por ti?

—No. —Trago saliva—. No se me ha ocurrido pensarlo.

—Mira, tú no eres la amenaza. Ella solo te está utilizando. En cambio él… él le gusta de verdad. —Una pausa—, Julián es el problema.

—¿El problema? ¿De qué estás hablando? ¿Por qué es el problema?

—Julián es el problema porque Rain negó todo lo relacionado con él hasta que me enteré de sus pequeñas vacaciones en San Diego la semana pasada.

—Me dijo que iba a ver a su madre. Me enseñó fotos de ella con su madre.

Rip sonríe forzado.

—Entonces, ¿ahora tiene madre? ¿En San Diego? Qué enternecedor. —Pero después de estudiar mi reacción, su sonrisa desaparece—. La primera vez que me enteré de que estaban juntos, conseguí cierta información sobre la que ella no podía escabullirse con mentiras, pero la dejé pasar porque me prometió que no volvería con él, pero… esta vez…, no lo sé.

—¿Qué es lo que no sabes?

—Esta vez… no sé si le haré daño o no.

Lo dice con tanta suavidad y en un tono tan poco amenazador que no suena como una amenaza, y me echo a reír.

—Hablo en serio. No es una broma, Clay.

—Creo que eso es un poco radical.

—Será porque eres muy sensible.

Después de un largo silencio, añade con tono tajante:

—Solo quiero recuperarla.

—Pero está claro que ella quiere a otro.

Rip tarda un momento en escudriñarme.

—Eres muy duro.

Estoy echado hacia delante, sujetándome los costados. Lo miro antes de asentir con la cabeza.

—Supongo que sí.

Estamos cruzando la explanada de césped donde nos espera la limusina negra con chófer, y al pasar al lado del Monumento de los Astrónomos Rip levanta la vista mientras que yo miro al frente, incapaz de concentrarme en nada más que el calor y el cielo de un azul surrealista y en los halcones que vuelan por encima del paisaje mudo y cuyas sombras se entrecruzan en el césped, y me pregunto si lograré llegar a Doheny sin tener un accidente, y entonces Rip pregunta algo que debería haber sido solo una formalidad pero que después de la conversación que hemos tenido no lo es.

—¿Qué vas a hacer el resto de la tarde?

—No lo sé —digo. Luego recuerdo algo—. ¿Vas a ir al funeral de Kelly?

—¿Es hoy?

—Sí.

—No. En realidad no lo conocía. Hicimos algún negocio juntos, pero de eso hace mucho tiempo. —El chófer le abre la portezuela—. Tengo que hablar con el imbécil ese sobre la discoteca. Lo de siempre. —Lo dice como si yo estuviera lo suficientemente al día de su vida para saber exactamente a qué se refiere, y antes de subir a la limusina me pregunta—: ¿Cuándo vas a verla?

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