Tentación (22 page)

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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

BOOK: Tentación
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Damen está a mi lado, y me sonríe para dar su aprobación. No puedo evitar preguntarme cómo he llegado hasta aquí; cómo es posible que una sirvienta como yo haya acabado en un lugar tan majestuoso, con un hombre tan sublime… tan mágico… que resulta demasiado bueno para ser verdad.

Me ofrece la mano y me conduce hacia una mesa para dos lujosamente dispuesta. El tipo de mesa que suelo servir, y no donde suelo comer. Pero ahora, Damen está a mi lado, y sus sirvientes tienen la noche libre. Observo cómo levanta una jarra de cristal tallado con mucho cuidado, muy despacio; el temblor de su mano indica que en su interior se libra una batalla.

Cuando me mira a los ojos, su rostro es un laberinto en conflicto. Frunce el ceño con suavidad mientras vuelve a dejar la jarra sobre la mesa para tomar la botella de vino tinto en su lugar.

Ahogo una exclamación y lo miro con los ojos desorbitados, boquiabierta… aunque no digo nada. Acabo de comprender lo que significa ese sencillo acto.

¡Estuviste a punto! ¿Por qué te detuviste?

Sé que si hubiera acabado lo que empezó, si me hubiera servido el elixir desde un principio… todo habría sido diferente.

Todas. Y. Cada. Una. De. Las. Cosas.

Drina nunca habría podido matarme; Roman jamás me habría engañado, y Damen y yo habríamos vivido felices para siempre jamás… Las cosas serían muy diferentes de como son ahora.

Sus ojos buscan los míos con una expresión interrogante e intensa. Sacude la cabeza mientras piensa:
Me sentía tan inseguro… No sabía cómo te lo tomarías… si lo aceptarías. Pensé que no debía obligarte a hacerlo. Pero no te he traído aquí por eso; mi única intención era mostrarte que la vida parisina, aunque muy dura, no era todo miseria. Tuvimos nuestros momentos mágicos… momentos como este… y habríamos tenido más de no haber sido por…

Deja la última parte en el aire. Los dos sabemos cómo termina la frase. Antes incluso de que pueda alzar mi copa hacia la suya, la cena termina y me acompaña a casa. Me conduce hacia la parte trasera y se detiene a unos pasos de la entrada de los sirvientes, donde me rodea la cintura con los brazos y me besa con tanta pasión que anhelo que el beso no termine jamás. Siento sus labios sobre los míos, suaves e insistentes, cálidos e incitantes… Unos labios que despiertan algo en mi interior… algo familiar… algo muy real…

Me aparto y lo miro con los ojos desorbitados mientras deslizo los dedos por mis labios, suaves e hinchados, y también por mis mejillas, cuya piel está abrasada por su barba. No hay ningún campo de energía entre nosotros, ningún velo protector. No hay nada salvo el magnífico roce de su piel contra la mía.

Damen sonríe y desliza los dedos por mis mejillas, por mi cuello, por la clavícula… y luego traza el mismo recorrido con los labios.
Es real
, piensa.
Aquí no es necesario el escudo. No corremos ningún peligro.

Mi mente empieza a barajar las nuevas posibilidades a toda velocidad.
Entonces… ¿Aquí podemos estar juntos… de verdad?
Rezo con todas mis fuerzas para que así sea.

Sin embargo, suspira y enlaza sus dedos con los míos, tocándome como hace meses que no me toca.
Me temo que esto es una simple representación del pasado. Puedes editar el guión, pero está prohibido hacer cambios, improvisar o añadir experiencias que nunca ocurrieron.

Hago un gesto afirmativo con la cabeza. Me entristece saberlo, pero estoy impaciente por empezar de nuevo, así que tiro de él para acercarlo a mí y aprieto mis labios contra los suyos, decidida a contentarme con lo que esté permitido durante todo el tiempo que pueda.

Así que nos besamos junto a la puerta de los sirvientes… él ataviado con su elegante chaleco negro y yo con mi sencilla ropa de doncella.

Nos besamos en los establos: él con el traje completo de caza inglés y yo con unas calzas ajustadas, una chaqueta roja y unas brillantes botas negras.

Nos besamos junto a la cascada: él con una simple camisa blanca y unos pantalones negros holgados, y yo con un grueso y horroroso vestido de puritana.

Nos besamos en un campo de tulipanes tan rojos que casi hacían juego con mi densa cabellera ondulada. Él llevaba una diáfana camisa blanca y unos pantalones anchos; yo un trozo de seda rosada estratégicamente colocado y anudado. Nos alejamos de vez en cuando para que él pueda continuar dibujándome, añadir un brochazo aquí y otro allá… pero no tarda en dejar el pincel a un lado para estrecharme entre sus brazos y besarme otra vez.

Todas mis vidas han sido diferentes, pero, de algún modo, han sido también casi iguales: nos encontramos, nos enamoramos enseguida y Damen, decidido a no apresurarse, a ganarse mi confianza antes de darme el elixir, vacila durante tanto tiempo que Drina consigue encontrarme y eliminarme.

Y esa es la razón por la que no desperdiciaste el tiempo cuando me encontraste después del accidente
, pienso. Acurrucada bajo la calidez de sus brazos, con la mejilla apoyada sobre su pecho, veo ese instante desde su perspectiva: veo cómo me encontró cuando tenía diez años (gracias a un poco de ayuda por parte de Romy, de Rayne y de Summerland), y cómo aguardó durante los años siguientes, hasta que pasó el tiempo suficiente y se trasladó a Eugene, Oregón. Acababa de inscribirse en mi instituto cuando ocurrió el accidente que arruinó todos sus planes.

Lo veo en la pantalla… Veo cómo vacila, frenético… cómo suplica algún tipo de indicación, de señal. Le entra el pánico cuando el cordón plateado que une el alma al cuerpo empieza a estirarse, a extenderse demasiado… y entonces toma la decisión de acercar la botella a mis labios y obligarme a beber. Me obliga a vivir, a convertirme en una inmortal como él.

¿Lo lamentas?
Su mirada me insta a ser sincera, sin importar lo que piense.

Pero me limito a negar con la cabeza. Sonrío mientras lo atraigo hacia mí, de vuelta al fulgurante prado rojo de ese día tan lejano en el tiempo.

Capítulo veintitrés

—¿E
stás lista?

Los dedos de Damen me rozan los labios, y esa sensación me trae los recuerdos de un beso tan real, tan tangible, que siento la tentación de llevarlo de vuelta a Summerland y empezar de nuevo.

Sin embargo, no puedo hacerlo. No podemos. Ya lo hemos acordado. Y aunque jamás podrá compararse con la celebración de cumpleaños que Damen acaba de ofrecerme, todo el mundo está esperando y no hay vuelta atrás.

Respiro hondo y contemplo la casa que está ante nosotros. La fachada es sencilla pero bonita. Me resulta acogedora, a pesar del hecho de ser testigo de algunos de los peores momentos de mi pasado reciente.

—Volvamos a París —murmuro medio en broma—. Ni siquiera tienes por qué quitar las partes malas. En serio. Prefiero ese vestido de lana marrón y fregar letrinas (o comoquiera que se llamaran entonces) que enfrentarme a esto.

—¿Letrinas? —Sacude la cabeza, y el dulce timbre de su risa flota hasta mí mientras contemplo el brillo de sus ojos oscuros—. Lo siento, Ever, pero en aquella época no había letrinas. Ni aseos, ni baños, ni siquiera retretes. En aquella época había orinales. Una especie de… bueno, de cuenco de cerámica que se guardaba bajo la cama. Y, créeme, estoy seguro de que ese es un recuerdo que no querrías revivir.

Hago una mueca, incapaz de imaginar lo asqueroso que debía de ser utilizar ese artilugio… y vaciarlo.

—¿Ves? —le digo asqueada—, me gustaría poder explicarle a Muñoz que la verdadera razón por la que no me agrada su clase es que la historia suele carecer de atractivo para aquellos que se han visto obligados a vivirla.

Damen suelta una carcajada y echa la cabeza hacia atrás de un modo que hace que su cuello resulte de lo más incitante y provocador… tanto que me cuesta un verdadero esfuerzo no apretar los labios contra él.

—Créeme, todos lo hemos vivido. Lo que pasa es que la mayoría no tienen la oportunidad de recordarlo, y mucho menos de revivirlo. —Me mira y se pone serio al añadir—: Bueno, ¿estás preparada? Sé que es un poco incómodo y que aún no confías en ella ni de lejos, pero nos están esperando, así que al menos deberíamos entrar y darles la oportunidad de gritar «¡Feliz cumpleaños!», ¿vale?

Su mirada es tierna y sincera, y sé que si le digo que no, si opongo la menor resistencia, no me obligará. Pero no lo haré. Porque lo cierto es que tiene razón. Al final tendré que enfrentarme a ella. Por no mencionar que voy a disfrutar cuando me mire a los ojos e intente que me crea su insólita historia.

Asiento muy despacio y avanzo a regañadientes hacia la puerta, pero entonces Damen me dice:

—Recuerda que debes parecer sorprendida. —Golpea la madera con los nudillos una vez, dos… Tras lo cual tuerce el gesto al ver que nadie se molesta en responder con un estruendoso coro de «¡Sorpresa!».

Empuja la puerta y me guía a través de la entrada hacia el pasillo. Llegamos a la soleada cocina amarilla y encontramos a Ava, ataviada con un vestido marrón de tirantes y unas sandalias doradas, sirviéndose una bebida roja de aspecto sospechoso.

—Sangría —dice al tiempo que niega con la cabeza y suelta una risotada—. Por Dios, Ever, ¿cuánto tiempo vas a tardar en confiar en mí otra vez?

Aprieto los labios y me encojo de hombros. Dudo mucho que pueda volver a confiar en ella, a pesar de lo que me ha contado Damen. Necesito que ella me cuente la historia, y luego ya veremos.

—Todo el mundo está fuera. —Asiente y me mira antes de añadir—: Bueno, dime, ¿te ha sorprendido?

—Lo único que me sorprende es la falta de sorpresa. —Esbozo una media sonrisa, que es lo mejor que puedo conseguir… y puede darse por satisfecha de que haya conseguido siquiera eso. Y el gesto no se debe tanto a lo que siento por ella como al hecho de que se ha encargado de la educación y la alimentación de las gemelas, lo que permite que Damen y yo gocemos de nuevo de algo de intimidad.

—¡Así que funcionó! —Suelta una risotada y nos empuja a Damen y a mí hacia la parte de atrás, donde se ha reunido todo el mundo—. Supusimos que el único modo de conseguir despistarte era hacer justo lo contrario de lo que esperabas.

Al salir al patio, veo a Romy y a Rayne tumbadas en el césped, ensartando en un hilo cristalitos y cuentas que cogen de un enorme cuenco resplandeciente para formar collares que luego enrollan en un Buda de piedra. Jude está tumbado junto a ellas, con los ojos cerrados de cara al sol; sus brazos vuelven a estar bien, gracias a Summerland. Y a pesar del estallido de calor, amor y seguridad que atraviesa mi cuerpo cuando Damen se apoya contra mi hombro y me aprieta la mano, no puedo evitar sentirme un poco triste cuando contemplo a mi grupo de amigos.

Una mujer que no me cae bien y en la que no confío; dos gemelas que no ocultan el hecho de que me detestan… una más que otra; un amor del pasado que resulta ser el amargo rival de mi alma gemela. Lo único que hace que me sienta un poco mejor es Miles, porque sé que si no estuviera en Florencia, estaría aquí conmigo.

Pero Haven no.

Cuando volví a ser yo misma e intenté explicárselo, ella todavía estaba demasiado furiosa para hacer otra cosa que gritarme. Así que no tuve más remedio que concederle un poco de tiempo para que se calmara… solo espero que al final entre en razón y vea cómo es Roman en realidad.

Y estar aquí de pie, en mi triste fiesta de cumpleaños… bueno, solo me hace recordar que la he perdido, que he perdido su confianza y su amistad. Y no tengo ni la menor idea de si podré recuperarla. Ahora que tenemos más cosas en común que antes, justo ahora que por fin puedo contarle secretos que le he ocultado desde que la conozco, lo he embrollado todo tanto que me considera su enemiga inmortal.

Suspiro por lo bajo, segura de que es imposible que me sienta peor… pero entonces veo que Honor atraviesa las puertas correderas de la terraza en dirección a Jude. Se deja caer a su lado y coloca su vestido con movimientos tan cómodos y casuales que me deja boquiabierta. No puedo ocultar mi desconcierto cuando se gira hacia mí y empieza a mover la muñeca hacia los lados en un extraño movimiento ondulatorio.

Asiento con la cabeza de un modo casi imperceptible. Un nudo en la garganta me impide decir nada, incapaz de encontrar sentido a esta escena.

¿Están saliendo? ¿O solo los une el interés por la hechicería? ¿Es queJude no me entendió cuando le dije que éramos compañeras de clase y no amigas, que había mucha diferencia entre ambas cosas?

Los miro a todos y no puedo creerlo. Así han acabado las cosas. Llevo casi un año en esta ciudad, intentando forjarme una nueva vida, y mi única relación duradera es la que mantengo con Damen… una relación que, a decir verdad, ha sufrido lo indecible por mi culpa.

Ava se aclara la garganta y nos ofrece una bebida, en un pobre intento por fingir algo de normalidad por el bien de Honor y de Jude, ya que ellos son los únicos aquí que no conocen la verdad sobre Damen y sobre mí… al menos, no del todo.

No obstante, sacudo la cabeza y rechazo su ofrecimiento mientras intento convencerme de que es mejor así, que en realidad es el único camino. Cuantos menos amigos tenga, menos despedidas habrá. Sin embargo, aunque sé con certeza que eso es cierto, no sirve para aliviar el enorme vacío que siento.

Aprieto la mano de Damen y le aseguro telepáticamente que no tiene por qué preocuparse, que se quede donde está y me espere. Luego entro en la casa. Al principio pienso dirigirme al cuarto de baño para refrescarme un poco la cara e intentar recuperar el buen ánimo, pero cuando veo la puerta del «espacio sagrado» de Ava abierta, decido entrar. Me sorprende ver que la estancia que en su día tenía las paredes moradas y la puerta de color añil se ha convertido en una guarida preadolescente de tonos pastel. Debe de ser la habitación de Romy, ya que a Rayne no le gustan nada esos colores.

Me siento en el borde de la cama y paso los dedos por el suave edredón verde mientras contemplo el suelo que hay ante mí y recuerdo el día que todo cambió. El día que le dije adiós a Damen, el día que fui lo bastante estúpida como para dejarlo en manos de Ava. Estaba tan convencida de que hacía lo correcto, lo único que se podía hacer… Jamás me habría imaginado que esa pequeña decisión tendría una repercusión semejante para el resto de mi vida… para el resto de la eternidad.

Respiro hondo y apoyo la cabeza en las manos mientras me digo que debo levantarme, que debo regresar fuera e intentar hablar con los demás antes de idear una excusa para marcharme. Me froto los ojos antes de pasarme los dedos por el cabello y por la ropa, y justo en ese momento llega Ava.

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