Tormenta (19 page)

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Authors: Lincoln Child

Tags: #Aventuras, Intriga

BOOK: Tormenta
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25

Asher llamó a la puerta del laboratorio de John Marris, aunque esta estaba abierta.

—Adelante —dijo el criptologo.

Marris tenía el laboratorio más ordenado de todo el Complejo. No se veía ni una mota de polvo. En la mesa, aparte de media docena de manuales pulcramente apilados en una esquina, solo había un teclado y un ordenador con pantalla plana. Fotos, posters y recuerdos brillaban por su ausencia, detalle (pensó Asher) que reflejaba a la perfección la manera de ser de Marris: un hombre tímido, reservado y de un gran hermetismo tanto sobre su vida privada como sobre sus ideas. Un hombre totalmente entregado a su trabajo. Cualidades perfectas para un criptologo.

Era una lastima que su proyecto actual (un código tan corto, y que parecía tan sencillo) se le estuviera resistiendo.

Asher cerró la puerta y se sentó en la única silla para las visitas.

—He recibido su mensaje —dijo—. Ha habido suerte con los ataques de fuerza bruta?

Marris sacudió la cabeza.

—¿Y con los filtros de aleatoriedad?

—Nada inteligible.

—Ya.

Asher se quedó desmadejado en la silla. Al recibir el e-mail en el que Marris le pedía que pasara a verle en cuanto le fuera posible, había albergado la esperanza de que el criptologo hubiese descifrado el código. En alguien tan flemático como Marris, ≪en cuanto le sea posible≫ era prácticamente como un ruego a gritos de que corriese a hablar con el.

—¿Entonces que pasa?

Marris lo miró y bajó la vista.

—Se me ha ocurrido que quizá lo estamos enfocando mal.

Asher frunció el entrecejo.

—Explíquese.

—De acuerdo. Anoche estuve leyendo una biografía de Alan Turín.

Asher no se sorprendió. Marris tenía una larga trayectoria universitaria y preparaba su segundo doctorado, esta vez en historia de la informática. Alan Turín era una figura seminal de los inicios de la teoría informática.

—Siga.

—Pues… .Sabe que es una maquina de Turín?

—Mejor que me lo recuerde.

—En la década de 1930, Alan Turín formulo la teoría de un ordenador que se conoce como maquina de Turín. Se componía de una ≪cinta≫, una tira de papel de longitud arbitrariamente extensible. La cinta estaba cubierta de símbolos de algún alfabeto finito. Se hacia pasar la cinta por un ≪cabezal≫ que leía los símbolos y los interpretaba basándose en una tabla de consulta. El estado del cabezal variaba en función de los símbolos que leía. La propia cinta podía almacenar datos o bien ≪transiciones≫, palabra con la que Turín designaba pequeños programas. En los ordenadores actuales la cinta seria la memoria, y el cabezal el microprocesador. Según Turín, este ordenador teórico podía resolver cualquier cálculo.

—Siga —dijo Asher.

—Me puse a pensar en este código que estamos intentando desencriptar…

Marris hizo un gesto con la mano, señalando la pantalla del ordenador, donde estaba la señal emitida por las pulsaciones luminosas del centinela, de una brevedad y opacidad casi burlonas:

0000011111001010110101011001110111000101

0110001100010100011010011000010000000000

—Y me pregunte: y si es una cinta de Turín? —siguió explicando Marris—. Que ocurriría si pasásemos estos ceros y unos por una maquina de Turín?

Asher se incorporo despacio.

—Esta insinuando que estos ochenta bits… son un programa informático?

—Ya se que parece una locura…

≪No más que el hecho de que estemos aquí abajo≫, pensó Asher.

—Siga, por favor.

—De acuerdo. Primero tuve que reducir la cadena de ceros y unos a órdenes individuales. Partí de la premisa de que los valores iniciales, cinco ceros y cinco unos, servían para indicar la longitud de cada instrucción, es decir, que cada ≪palabra≫ digital tendría una longitud de cinco bits. Me quedaron catorce instrucciones de cinco bits.

Marris pulsó una tecla, y el resultado fue que la larga cadena de números quedó sustituida por una serie de filas ordenadas:

00101

01101

01011

00111

01110

00101

01100

01100

01010

00110

10011

00001

00000

00000

Asher se quedó mirando la pantalla.

—Muy cortó para ser un programa informático.

—Si, es evidente que tendría que ser un programa muy simple y en lenguaje maquina, el más básico y universal de los lenguajes digitales.

Asher asintió con la cabeza.

—Que más?

—Esta mañana, al llegar a mi despacho, he escrito una breve rutina para comparar estos valores con una lista de instrucciones estándar en lenguaje maquina. Primero la rutina asignaba todas las instrucciones posibles a los valores, y después verificaba si había aparecido algún programa informático.

—Por que cree que los… los que nos mandan el mensaje usan el mismo tipo de instrucciones en lenguaje maquina que nosotros?

—A nivel binario hay una serie de instrucciones digitales irreductibles que deberían ser comunes a cualquier aparato informático concebible: incremento, decrecimiento, salto, omitir si es cero, lógica booleana… Bueno, pues deje funcionando la rutina mientras hacia otras cosas.

Asher asintió con la cabeza.

—Hace unos veinte minutos ha terminado de ejecutar la rutina.

—Las catorce líneas en binario se pueden traducir a algún programa informático viable?

—Si, a uno.

Asher sintió que su interés se avivaba de golpe.

—¿En serio?

—Un programa para una expresión matemática simple. Mire.

Marris pulsó otra tecla, haciendo que apareciesen una serie de instrucciones en el monitor.

Asher se inclino, impaciente.

INST.
MNEMONICO
COMENTARIOS
00101
ADD
/ Crear un contador en el acumulador
01101
01101
/ desde el numero en posición 13 (decimal).
01011
CNM
/ Invertir el signo numérico del recuento.
00111
PLC
/ Poner el numero resultante
01110
01110
/ en la posición 14.
00101
ADD
/ Sustraerlo del
01100
01100
/ numero en posición 12.
01100
ISZ
/ Incrementar el recuento y omitir si es cero.
01010
JMP
/ Devolver el control del programa al
00110
00110
/ paso 6.
10011
END
/ Finalizar programa.
00001
/ Posición 12
00000
/Posición 13
00000
/ Posición 14

—¿Que hace este programa? —preguntó Asher.

—Si se fija, vera que esta escrito como una serie de sustracciones repetidas codificadas como un bucle. Es como se hacen las divisiones en lenguaje maquina, repitiendo sustracciones. Bueno, es una de las maneras; también se podría hacer un desplazamiento aritmético, pero haría falta un sistema informático más especializado.

—O sea, que es una instrucción de división?

Marris asintió con la cabeza.

Asher sintió que su sorpresa y su perplejidad se mezclaban con un repentino entusiasmo.

—No vacile, hombre. ¿Que numero dividen?

—Uno.

—Uno. ¿Y por cual se divide?

Marris se humedeció los labios.

—Pues ahí esta el problema…

26

Era una de la media docena de puertas que había en el pasillo del cuadrante nordeste de la tercera planta. Lo único que ponía era:
RADIOLOGIA-PING
.

El comandante Korolis hizo señas a uno de los marines que lo acompañaban de que abriera la puerta, y entro. Al mirar por encima del hombro del comandante, Crane vio un laboratorio pequeño pero bien equipado. Incluso demasiado bien equipado, por que casi todo el espacio disponible estaba repleto de aparatos que ocupaban mucho sitio. Justo al otro lado de la puerta, una mujer asiática con bata blanca tecleaba deprisa en un ordenador. Al oír entrar a Korolis levantó la cabeza, se puso de pie y sonrió, haciendo una reverencia.

Korolis dio media vuelta sin saludar; lanzó una mirada de reproche a Crane con uno de sus ojos mientras con el otro observaba algún punto situado por encima de su hombro izquierdo.

—Debería servirle —dijo.

Miró otra vez todo el laboratorio, como si quisiera asegurarse de que Crane no pudiera robar nada, y salió al pasillo.

—Esto lo quiero vigilado por fuera —dijo a los dos marines.

Se volvió y se fue.

Después de ver como se iba, Crane saludo a los marines con la cabeza, entro en el laboratorio y cerro la puerta. Al ajustarse, el cierre aislante chirrió un poco con un ruido de goma. Crane se acercó a la científica, que seguía de pie al lado de la mesa, sonriendo.

—Peter Crane —dijo al darle la mano—. Perdone que entre de esta manera, pero es que aquí abajo no tengo donde trabajar, y me han dicho que este laboratorio tiene una mesa de luz.

—Ping —contestó ella, ensenando unos dientes muy blancos al sonreír—. Lo conozco de nombre, doctor Crane. ¿Es el que esta estudiando las enfermedades, verdad?

—Exacto. Solo tengo que examinar algunas radiografías.

—No se preocupe. Use todo lo que quiera. —Hui era baja y delgada, con los ojos negros y brillantes. Hablaba un ingles perfecto, pero con mucho acento chino. Crane le calculo unos treinta años—. La mesa de luz esta allá.

Crane siguió la dirección del dedo.

—Gracias.

—Si necesita algo, dígamelo.

Se acercó a la mesa de luz, la encendió y saco las radiografías que acababa de pedir, correspondientes a varios trabajadores del Complejo de Perforación. Tal como sospechaba, todo estaba en orden. Las radiografías eran de una normalidad descorazonadora. Ni una sola anomalía.

Durante las últimas veinticuatro horas había hecho exámenes informales a varios operarios del Complejo de Perforación, y había descubierto que sus dolencias eran como las de la zona de libre acceso del Complejo: amorfas y de una diversidad exasperante. Uno se quejaba de unas nauseas muy fuertes, otro de que veía borroso y con alteraciones en el campo visual… Algunos problemas parecían psicológicos (ataxia, fallos de memoria). Por otra parte, ninguno de los casos revestía gravedad. Como siempre, no había ninguna interrelación. Solo había un caso de autentico interés, el de una mujer que había manifestado una desinhibición muy llamativa. En los últimos días había pasado de ser tímida, callada y abstemia a decir tacos y mostrarse agresiva y sexualmente promiscua. El día anterior la habían confinado a su dormitorio, después de encontrarla borracha durante su turno de trabajo. Crane la había entrevistado, había hablado con sus compañeros de trabajo y pensaba mandar un informe completo a Roger Corbett (debidamente filtrado, por supuesto), para que lo evaluase.

Cogió las radiografías de la mesa de luz con un suspiro. Había encargado resonancias magnéticas para mandarlas al laboratorio junto a las muestras de sangre, aunque ya se temía que los resultados serian tan poco concluyentes como de costumbre. Lastima, por que tenia esperanzas para aquella fase de la investigación; lo ultimo que deseaba eran nuevos casos, pero la presencia de estos en el Complejo de Perforación (donde se hacia el trabajo de verdad) le habría dado indicios. Pero no parecían salir peor parados que sus colegas de los pisos de arriba.

Ahora tenia claro que la preocupación repentina de Spartan no era una cuestión de gravedad, sino de selección. Hasta hacia poco, cuando los únicos afectados eran trabajadores prescindibles, el almirante había mostrado poco interés, pero ahora que estaban enfermando responsables directos de la perforación Spartan ya no podía cerrar los ojos.

Apago la mesa de luz. Aunque los nuevos casos no aportaran datos concluyentes, le habían abierto muchas puertas. Ahora podía acceder a los niveles reservados del Complejo, lo cual duplicaba a todos los efectos el número de personas que podía someter a un seguimiento, por no hablar de las nuevas posibilidades de buscar posibles factores ambientales.

Hui Ping lo miró. Era como un estudio en blanco y negro: pelo, ojos y gafas negros, bata blanca y piel casi traslucida.

—No parece muy satisfecho —dijo.

Crane se encogió de hombros.

—Es que no encaja todo tan deprisa como esperaba.

Ping asintió, mientras se ponía unos guantes de látex.

—Lo mismo me ocurre a mí.

Su pelo, brillante y corto, se movía con cada sacudida de la cabeza.

—¿En que trabaja?

—En esto.

Ping señaló la otra punta de un aparato muy grande.

Crane se acercó, y al asomarse al borde descubrió con sorpresa a otro de los centinelas, idéntico al que le había enseñado Asher. Flotaba en el aire, brillando con una infinidad de colores cambiantes, y tenia el mismo haz finísimo de luz blanca directamente orientado al techo.

—Vaya! —dijo, lleno de asombro—. !Si tiene uno!

Ping se rio alegremente.

—Tampoco es que escaseen, la verdad. De momento hemos encontrado más de veinte.

Crane la miró con cara de sorpresa.

—¿Veinte?

—Si, y cuanto más bajamos más encontramos.

—Si han encontrado tantos en el recorrido del pozo es que la corteza de esta zona debe de estar infestada.

—No, si no están en el recorrido del pozo…

Crane frunció el entrecejo.

—¿Que quiere decir?

—Bueno, el primero si, pero desde entonces han venido ellos a nosotros.

—¿Venido?

Ping volvió a reírse.

—No se me ocurre otro modo de decirlo. Vienen a la Canica, como si los atrajese.

—¿Quiere decir que perforan la roca?

Se encogió de hombros.

—No sabemos exactamente como lo hacen, pero la cuestión es que vienen.

Crane prestó más atención al objeto. Era algo inverosímil verlo flotar en medio del laboratorio con su profundo resplandor interno, como un arco iris de infinitos matices. De repente, al contemplarlo, llego a la profunda convicción de que los temores de Asher eran infundados. El inquietante testimonio escrito que había leído antes de acostarse podía referirse a otra cosa, sin la menor relación con el centinela. Seguro que la causa de las enfermedades tenia un origen totalmente distinto. Aquel objeto tenia que ser benigno. Solo una cultura moralmente avanzada, que hubiera dejado atrás las guerras, la violencia y la maldad, podía crear algo de una belleza tan indescriptible.

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