Tras el incierto Horizonte (46 page)

BOOK: Tras el incierto Horizonte
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El Capitán, una vez terminado su cometido, salió a la superficie para dar un paseo.

Amanecía en aquel momento. Por ello, los paneles de protección se habían oscurecido paralelamente. Aun así, el brillo de unas veinte estrellas desafiaba a su propio sol, refulgiendo en el cielo verdeazulado. El Capitán bostezó desmesuradamente, pensó en desayunar pero finalmente se decidió por un descanso. Se sentó perezosamente bajo la tamizada luz solar, pensando en la reunión y en todo lo que la había rodeado. El parecido entre los Heechees y los seres humanos era suficiente como para que el Capitán se sintiera algo decepcionado por el hecho de que las criaturas que él en persona había elegido y trasladado al artefacto no habían colmado sus esperanzas. Claro que tal vez podrían hacerlo en el futuro. Las naves de los equipos de expedición llegaban cada uno o dos años (siempre según el cálculo temporal Heechee, lo que en términos humanos correspondía a más de cincuenta mil años), y una civilización podía despertar en ese lapso. Incluso en el supuesto de que su propio proyecto fracasara, había otros quince o dieciséis en la galaxia en los que se había vislumbrado la posibilidad de que los seres en cuestión llegaran a desarrollar vida inteligente. Pero la mayoría de esos otros seres no estaban tan desarrollados como sus australopitecus.

El Capitán se recostó en su asiento ahorquillado, bajo cuyo ángulo su unidad de mantenimiento vital pendía cómodamente, y oteó el cielo. ¿Cómo podrían saber en qué momento aparecerían ellos?, se preguntó. ¿Se abriría el cielo en dos? (Bobo, se reprochó.) ¿O acaso la fina concha que constituía su agujero negro se desvanecería sin más? Tampoco eso era demasiado probable.

Pero si aparecían, donde quiera que fuese que lo hicieran, los Heechees lo sabrían.

Porque la prueba estaba allí.

Y la prueba de ello no era comprensible únicamente para las mentes de los Heechees. Si alguna de las razas con las que estaban experimentando llegaba a alcanzar un alto grado de conocimiento tecnológico y de civilización, sin duda también iban a darse cuenta de ello. Iban a darse cuenta de que se estaba registrando un «desplazamiento» de la radiación cósmica 3K, de naturaleza anisotrópica. (Los humanos habían sido ya capaces de detectarlo, pero no habían conseguido todavía interpretar semejante hecho.) La física teórica había demostrado que las números fundamentales que habían hecho posible la existencia de vida, podían ser alterados. (Los humanos acababan de saberlo, pero no estaban del todo seguros.) Las sutiles evidencias que habían puesto de relieve que algunas de las más lejanas galaxias estaban perdiendo su natural tendencia a expandirse, mostraban ahora que algunas de ellas habían empezado ya, de hecho, a contraerse. Esto estaba más allá de las posibilidades de observación de los seres humanos, pero sólo era cuestión de décadas, tal vez, el que pudieran advertirlo.

Cuando estuvo claro para los Heechees no solo que el universo podía destruirse para remodelarlo, sino que de hecho, alguien había empezado a hacerlo en algún lugar, quedaron anonadados. Por más que lo intentaran, no podían decir de quién se trataba, ni dónde ese «alguien» podía encontrarse. Pero de lo que sí estaban seguros los Heechees era de que no deseaban tener que enfrentarse a ellos.

Por eso, el Capitán y los demás Heechees se habían deseado mutuamente suerte y acierto en sus respectivos experimentos y observaciones. No solo por cuestiones de educación y protocolo. No solo por interés profesional. Sino porque era mucho lo que dependía de sus experimentos y observaciones.

Si algunas de las razas que los Heechees habían sometido a observación había llegado a desarrollarse de verdad, a aquellas alturas debían de poseer ya una tecnología considerablemente avanzada. Podían estar encontrando los rastros que los mismos Heechees habían ido dejando tras de sí, y debían de estar bastante atemorizados de ser así, supuso el Capitán. Intentó sonreír para sí al pensar que aquellas razas eran a los Heechees lo que los propios Heechees eran a Ellos, a los Otros.

Fueran «Ellos» quienes fueran.

Por lo menos, se dijo tristemente el Capitán, cuando Ellos aparecieran para volver a ocupar el universo que habían remodelado a su antojo, tendrían que vérselas con las otras razas antes de dar con los Heechees.

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