Un antropólogo en Marte (49 page)

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Authors: Oliver Sacks

Tags: #Ciencia,Ensayo,otros

BOOK: Un antropólogo en Marte
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11) En 1877, Gladstone, en un artículo titulado «Sobre la idea del color en Homero», hablaba de que Homero utilizaba frases como «el mar de color de vino». ¿Se trataba de una convención poética, o acaso Homero y los griegos veían el mar de manera diferente? De hecho hay una considerable diferencia en la manera en que las distintas culturas categorizan y nombran los colores, y puede que los individuos sólo vean un color (o hagan una clasificación perceptiva) si existe una categoría cultural o nombre para ello. Pero no está claro si dicha categorización puede, de hecho, alterar la percepción elemental del color.

12) «Como es casi imposible concebir que todos los puntos sensibles de la retina contengan un número infinito de partículas, cada una de ellas capaz de vibrar perfectamente sincronizada con cualquier posible ondulación», escribía Young, «se hace necesario suponer que el número se limite, por ejemplo, a los tres colores primarios: rojo, amarillo y azul.»

El gran químico John Dalton, sólo cinco años antes, había proporcionado una descripción de su propio daltonismo. Él creía que eso se debía a un decoloramiento en el medio transparente del ojo, y, de hecho, legó un ojo a la posteridad para que se comprobara. Young, sin embargo, proporcionó la interpretación correcta: que faltaba uno de los tres tipos de receptor de color. (El ojo de Dalton aún se conserva, en alcohol, en un estante de Cambridge.)

Lindsay T. Sharpe y Knut Nordby abordan este tema y otros aspectos de la historia del daltonismo en «Introducción al daltonismo total».

13) En 1816, el joven Schopenhauer propuso una teoría de la visión del color distinta, considerando que no se trataba de una resonancia mecánica y pasiva de las partículas sintonizadas o receptores, tal como postulaba Young, sino de una estimulación, competición e inhibición activas, una teoría explícitamente «interactiva», tal como la que Ewald Hering iba a crear setenta años más tarde, en aparente contradicción con la de Young-Helmholtz. Estas teorías interactivas fueron ignoradas en su época, y continuaron siéndolo hasta la década de 1950. Ahora postulamos una combinación de los mecanismos de Young-Helmholtz y de la teoría de Schopenhauer y Hering: receptores sintonizados que se comunican entre sí y se enlazan continuamente en un balance de acción recíproca. De este modo, la integración y la selección, tal como Schopenhauer adivinó, comienzan en la retina.

14) No se menciona en la gran edición de 1911 de la
Óptica fisiológica
de Helmholtz, aunque hay una amplia sección dedicada a la acromatopsia retinal.

15) Existen, sin embargo, breves menciones de la acromatopsia en esos años intermedios, que en su mayor parte fueron ignoradas o pronto olvidadas. Incluso Kurt Goldstein, aunque filosóficamente opuesto a las ideas de déficits neurológicos aislados, observó que había varios casos de acromatopsia cerebral pura sin pérdida del campo visual ni otros daños, una observación expresada casi casualmente en un libro de 1948,
Lenguaje y trastornos del lenguaje
.

16) Knut Nordby describe un fenómeno quizá similar. Durante el primer año que fue a la escuela, el profesor mostró a la clase un alfabeto impreso en el que las vocales eran rojas y las consonantes negras. «Yo era incapaz de ver la diferencia entre ellas, y no podía entender lo que decía el profesor, hasta que una mañana temprano, a finales de otoño, encendieron las luces del aula e inesperadamente vi que algunas de las letras, por ejemplo, AEIOUY ÁÄÖ, eran ahora de un gris oscuro, mientras que las demás seguían siendo de un negro intenso. Esta experiencia me enseñó que los colores pueden parecer distintos bajo distintas fuentes de luz, y el mismo color puede corresponder a distintos tonos de gris en distintas iluminaciones.»

17) La demostración de Maxwell de la «descomposición» y «reconstitución» del color hizo posible la fotografía en color. Al principio se utilizaron enormes «cámaras de color» que dividían la luz incidente en tres haces y los pasaban a través de filtros de los tres colores primarios (dicha cámara, a la inversa, servía de cromoscopio, o proyector de Maxwell). Aunque Ducos du Hauron concibió un proceso integral en color en la década de 1860, dicho proceso (Autochrome) no fue realmente desarrollado hasta 1907 por los hermanos Lumière. Utilizaron diminutos granos de almidón teñidos de rojo, verde y violeta, en contacto con la emulsión fotográfica: éstos actuaban como una especie de parrilla maxwelliana a través de la cual podían tomarse y verse las tres imágenes de separación de color juntas como en un mosaico. (Las cámaras en color, Lumièrecolor, Dufaycolor, Finlaycolor, y muchos otros procesos aditivos del color aún se utilizaban en la década de 1940, cuando yo era un muchacho, y estimularon mi precoz interés por la naturaleza del color.)

18) Fue capaz de encontrar unas células, en un área adyacente, que parecían responder solamente al movimiento. Zihl, Von Cramon y Mai presentaron en 1983 un extraordinario informe y análisis de una paciente con una «ceguera al movimiento» pura. Los problemas de la paciente se describen en los siguientes términos: «El trastorno visual de que se quejaba la paciente era una pérdida de visión del movimiento en las tres dimensiones. Tenía dificultades, por ejemplo, para servir el té o el café en una taza porque el fluido le parecía helado, como un glaciar. Además, no podía parar de servir en el momento adecuado, pues al ser incapaz de percibir el movimiento en la taza (o en un puchero) no se daba cuenta de que el fluido subía de nivel. Además, la paciente se quejaba de ciertas dificultades a la hora de seguir un diálogo, pues no podía ver el movimiento de la cara y, especialmente, de la boca de su interlocutor. En una habitación donde caminaban más de dos personas, se sentía muy insegura e incómoda, y generalmente la abandonaba inmediatamente, pues «la gente de pronto estaba aquí o allí y yo no la había visto moverse». La paciente experimentaba el mismo problema, aunque de un modo aún más extremo, en calles o plazas abarrotadas, que por tanto evitaba tanto como le era posible. No podía cruzar la calle a causa de su incapacidad para juzgar la velocidad de un coche, aunque podía identificar el vehículo sin dificultad. «Cuando miro el coche por primera vez, me parece verlo muy lejos. Pero cuando quiero cruzar la calle, de pronto está muy cerca.» Gradualmente aprendió a «calcular» la distancia de los vehículos en movimiento a medida que el ruido que hacían era más fuerte.

19) Damasio nos ofrece una vivida narración de la influencia de Holmes, y señala que todos sus casos se referían a lesiones en el lado dorsal del lóbulo occipital, mientras que el centro de la acromatopsia reside en el lado ventral.

20) A este respecto, la obra de Antonio y Hanna Damasio y sus colegas de la Universidad de Iowa fue particularmente importante, tanto en virtud de la minuciosidad de sus pruebas de percepción como por el refinamiento de la técnica de visualización de la actividad cerebral utilizada.

21) Dichos cromatofenes pueden darse espontáneamente en las migrañas visuales, y el propio señor I. los experimentó, en ocasiones, en migrañas ocurridas antes de su accidente. Uno se pregunta qué habría ocurrido si las zonas V4 del señor I. hubieran sido estimuladas, pero la estimulación magnética de áreas del cerebro restringidas no era técnicamente posible en esa época. Uno se pregunta, también, ahora que dicha estimulación es posible, si podría intentarse en individuos con acromatopsia congénita (retinal) (diversas personas que la padecen han expresado su curiosidad en relación con ese experimento). Es posible —no conozco estudios acerca del tema— que V4 no consiga desarrollarse en tales personas, al no haber estimulación de los conos. Pero si las V4 están presentes como unidad funcional (aunque nunca funcionen) a pesar de la ausencia de conos, su estimulación podría producir un fenómeno asombroso: la irrupción de una sensación totalmente nueva, sin precedentes, en un cerebro/mente que nunca ha tenido la oportunidad de experimentar ni categorizar dicha sensación. Hume se pregunta si un hombre podría imaginar, incluso percibir, un color que nunca hubiera visto antes: quizá esta cuestión humeana (planteada en 1738) pudiera hallar respuesta ahora.

22) La influencia de las expectativas y de las facultades mentales que acompañan a la percepción del color se hace patente en aquellos que padecen daltonismo. Dichas personas, por ejemplo, no son capaces de distinguir las bayas rojas del acebo sobre un follaje verde oscuro, ni el delicado rosa salmón del amanecer, hasta que alguien se los señala. «Nuestras pobres y debilitadas células cono», dice un discromatópico conocido mío, «necesitan la amplificación del intelecto, el conocimiento, las expectativas y la atención a fin de “ver” los colores a los que normalmente estamos “ciegos”.»

23) El mal funcionamiento de V4 puede mostrarse mediante una técnica nueva, la tomografía con emisión de positrones (TEP), que revela la actividad metabólica de distintas zonas cerebrales, aun cuando no sea visible ninguna lesión anatómica mediante TAC o IRM. Por desgracia, en aquella época no se podía realizar dicha prueba.

24) El señor I., que pasaba mucho tiempo en gimnasios y bares, hizo algunas investigaciones, y nos contó que había hablado con numerosos boxeadores que habían padecido pérdidas de color transitorias y a veces permanentes después de recibir algún golpe en la cabeza. La acromatopsia total o parcial («greying-out»), también temporal, es característica de un desmayo o conmoción en el que tiene lugar una reducción del suministro de sangre a las partes posteriores, especialmente las visuales, del cerebro. También ocurre en ataques isquémicos transitorios, debidos a insuficiencia arterial: Zeki especula que esto afecta a las células selectivas de la longitud de onda en las manchas de la V1 y en las finas estrías de la V2. Las alteraciones transitorias de la visión del color —incluyendo extrañas inestabilidades o transformaciones del color (discromatopsia)— también pueden darse en migrañas visuales y en epilepsias, y las conocen muy bien los que toman mescalina y otras drogas. Pueden ser un preocupante efecto secundario del ibuprofeno.

25) Nunca quedó del todo claro, a partir de las descripciones que hizo el señor I. de su vida cotidiana, si padecía algún leve deterioro en la visión de la forma. Pero es interesante observar que cuando fue sometido a las pruebas con los Mondrians, los límites entre rectángulos tendían a desaparecer tras una prolongada fijación, aunque se recuperaban rápidamente si se desplazaba el estímulo. En el proceso visual temprano hay otros dos sistemas además del de manchas: el sistema M, que se encarga de la percepción de la profundidad y el movimiento, pero no del color; y el sistema P-intermanchas, que probablemente se relaciona con la percepción de la forma en alta resolución. Zeki creía que la disolución de los límites con fijación prolongada del Mondrian sugería un defecto en el sistema P, y su rápida recuperación con el movimiento «un saludable y activo sistema M».

26) Esta sensación de pérdida, naturalmente, no la experimentan aquellos que son totalmente ciegos al color de nacimiento. Esto queda resaltado en otra carta que recibí recientemente de una mujer encantadora e inteligente, Frances Futterman, completamente ciega al color de nacimiento. Ella comparaba su situación con la de Jonathan I.: «Pensé en lo diferente que debía de ser su experiencia de la mía, pues yo jamás he visto el color, por lo que tampoco lo he perdido… y nunca me ha deprimido mi mundo sin color … Mi manera de ver no es deprimente. De hecho, a menudo me quedo sobrecogida por la belleza del mundo natural… La gente dice que yo debo de ver en tonos de gris o en «blanco y negro», pero yo no lo creo así. La palabra gris no tiene para mí más sentido que la palabra rosa o azul; de hecho, incluso menos significado, pues he desarrollado conceptos interiores para palabras como rosa y azul; pero, en mi vida, soy incapaz de imaginar el gris.»

Aunque la experiencia de la señora Futterman es ciertamente distinta de la del señor I., ambos observan la falta de significado de la palabra «gris», una palabra que le dice tan poco a un acromatópico como «oscuridad» a un ciego o «silencio» a un sordo. La señora Futterman comenta, al I igual que hará el señor I., la belleza del mundo. «También estaría dispuesta a apostar», dice, «a que si nos hicieran pruebas en compañía de personas con visión normal a bajos niveles de luz, seríamos capaces de detectar muchos más tonos de gris. Las fotos en blanco y negro me parecen demasiado insípidas. El mundo que yo veo tiene mucha más riqueza y variedad que el mundo en blanco y negro que aparece en las fotos o en la televisión… Mi visión es mucho más rica de lo que imagina la gente normal.»

27) Zeki ha demostrado que podemos experimentar algo parecido utilizando una estimulación magnética inhibitoria de V4, que produce una acromatopsia temporal.

28) También sabemos muy poco de las interacciones de los tres sistemas principales en el estadio temprano de la elaboración visual: el sistema M, el de intermanchas y el de manchas. Pero Crick se pregunta si parte de esa sensación desagradable y de anormalidad, al menos —la visión «plomiza» de que se quejaba el señor I.—, no podría deberse en parte a la inmoderada acción del sistema M intacto, que, subraya Crick, «ve pocos tonos de gris, [de modo que] su blanco correspondería a lo que era [en la gente normal] un blanco sucio». Esta idea resulta más fundada si se tiene en cuenta que quienes padecen acromatopsia
congénita
, personas cuyos sistemas visuales superiores no han sido dañados, no muestran tales anormalidades perceptivas. Así escribe Knut Nordby: «Nunca he experimentado colores “sucios”, “impuros”, “manchados” o “descoloridos”, tal como informaba el artista Jonathan I.»

29) J. D. Mollon y colaboradores narran el caso de un joven aspirante a policía a quien, tras una grave enfermedad febril (probablemente herpes cerebral), le quedó una secuela de acromatopsia, hemianopía y cierta agnosia y amnesia. Al hacerle unas pruebas cinco años después de la enfermedad, Mollon informa que «era capaz de nombrar (presumiblemente por medio de la memoria verbal) los colores, por ejemplo, de la hierba, las luces de tráfico, la bandera del Reino Unido, pero cometía errores en otros objetos comunes (p. ej., un plátano, un buzón)». Vemos aquí cómo, después de cinco años de ceguera total al color, aun los colores de los objetos más familiares eran a menudo olvidados. Tales efectos han sido también constatados en la ceguera retinal ordinaria, en la que después de muchos años puede darse una pérdida general de recuerdos visuales, incluidos los del color.

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