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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Una campaña civil (48 page)

BOOK: Una campaña civil
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—Supongo que no habrá venido a hablar de jardinería.

—No.

Esto iba a ser difícil… o tal vez no.
Lo sabe. Y no me lo ha dicho
.

—¿Ha oído esa… esa monstruosa acusación que va corriendo por ahí?

—Ayer —respondió él bruscamente.

—¿Por qué no me lo advirtió?

—El general Allegre me pidió que esperara a la evaluación de seguridad de SegImp. Si este… feo rumor tiene implicaciones de seguridad, no puedo actuar libremente. Si no… sigue siendo un asunto difícil. Una acusación podría combatirla. Esto es algo más sutil —miró alrededor—. Sin embargo, ya que usted se ha enterado, su petición no vale nada, y me considero liberado de ella. Creo que será mejor que continuemos conversando dentro.

Ella contempló el desolado espacio, abierto al cielo y a la ciudad.

—Sí.

—Si tiene la bondad de acompañarme…

Indicó la mansión Vorkosigan, pero no hizo ningún gesto para tocarla. Ekaterin tomó a Nikki de la mano, y lo acompañaron en silencio por el sendero, hasta la verja vigilada por el guardia.

Los condujo hasta «su» planta, al alegre y soleado saloncito donde le había ofrecido aquel memorable almuerzo. Cuando llegaron al Salón Amarillo, hizo que Nikki y ella se sentaran en el delicado sofá y él ocupó una silla recta frente a ellos. Había arrugas de tensión alrededor de su boca que ella no había visto en Komarr. Se inclinó hacia delante, con las manos unidas entre las rodillas, y le preguntó:

—¿Cómo y cuándo se enteró?

Ella le dio lo que, para sus oídos, era un relato apenas coherente de la intrusión de Vormoncrief, corroborado por intervenciones ocasionales por parte de Nikki.

Miles escuchó gravemente el tartamudeante recital del niño asintiendo, con un respeto que pareció calmar al niño a pesar de la horripilante naturaleza del tema. Aunque tuvo que apartar una sonrisa de sus labios cuando Nikki hizo una rápida descripción de cómo Vormoncrief acabó con la nariz sangrando.

—¡… y se manchó todo el uniforme además!

Ekaterin parpadeó, sorprendida al recibir exactamente la misma mirada de complacida admiración masculina por ambas partes.

Pero el momento de entusiasmo pasó.

Miles se frotó la frente.

—Si por mí fuera, contestaría varias de las preguntas de Nikki aquí y ahora. Por desgracia, no depende de mi juicio.
Conflicto de intereses
ni siquiera vale para describir mi situación en esto —suspiró suavemente, y se echó hacia atrás en la silla, en una poco convincente imitación de tranquilidad—. Lo primero que me gustaría recalcar es que, de momento, todo el chaparrón me ha caído a mí. Usted parece haberse librado. Me gustaría que continuara así. Si no… nos vemos, nadie tendrá ningún pretexto para continuar calumniándola.

—Pero eso haría que usted pareciera peor —dijo Ekaterin—. Haría parecer que creo las mentiras de Alexi.

—La alternativa haría que pareciera que ambos, de algún modo, participamos en la muerte de Tien. No veo cómo ganar este caso. Sí veo cómo partirlo por la mitad.

Ekaterin frunció el ceño.
¿Y dejarlo ahí para que le caiga toda la basura encima a él solo?

—La solución que propone es inaceptable —dijo después de un momento—. Busque otra.

Sus ojos se alzaron hacia su rostro.

—Como desee…

—¿De qué estáis hablando? —preguntó Nikki, confundido.

—Ah —Miles se acarició los labios y miró al niño—. Parece que el motivo por el que mis oponentes políticos me han acusado de sabotear la mascarilla de tu padre es que quiero cortejar a tu madre.

Nikki arrugó la nariz, mientras reflexionaba sobre aquello.

—¿Le pidió de verdad que se casara con usted?

—Bueno, sí. De una manera bastante torpe. Sí.

¿Se estaba ruborizando de verdad? Le dirigió a Ekaterin una rápida mirada, pero ella no pareció advertirlo.

—Pero ahora me temo que si continuamos juntos, la gente dirá que urdimos juntos un complot contra tu padre. Ella teme que si no seguimos juntos, la gente dirá que ella cree que lo… perdona si te inquieta… que lo asesiné. Maldito si lo haces, maldito si no lo haces, ése es el juego.

—Malditos sean todos ellos —dijo Ekaterin roncamente—. No me importa lo que piense, diga o haga ninguno de esos ignorantes. La
gente
puede ahogarse en su vil chisme. —Cerró los puños sobre su regazo—. Pero sí me importa lo que piense Nikki.

Que se pudra
Vormoncrief.

Vorkosigan la miró, alzando una ceja.

—¿Y cree que esta versión no lo alcanzará también, como la primera?

Ella apartó la mirada. Nikki volvía a encogerse, mirando inseguro de un adulto a otro. Ekaterin decidió que aquel no era un buen momento para decirle que quitara los pies de los muebles.

—Bien —suspiró Miles—. Muy bien, pues.

Asintió levemente. Ella se estremeció al imaginar una extraña visión interna de un caballero bajando su celada antes de enfrentarse al duelo. Miles estudió a Nikki un instante y se humedeció los labios.

—Bueno… ¿y tú qué piensas de todo esto hasta ahora, Nikki?

—No lo sé —Nikki, tan brevemente voluble, volvía a replegarse de nuevo.

—No me refiero a los hechos. Nadie te ha dado todavía hechos suficientes para que extraigas conclusiones. Prueba con los sentimientos. Con las preocupaciones. Por ejemplo, ¿me tienes miedo?

—No —murmuró Nikki, abrazándose las rodillas y contemplado los zapatos que se marcaban en el fino tapizado de seda amarilla

—¿Temes que pueda ser cierto?

—No podría serlo —dijo Ekaterin ferozmente—. Fue físicamente imposible.

Nikki alzó la cabeza.

—¡Pero él estuvo en SegImp, mamá! ¡Los agentes de SegImp pueden hacer de todo, y hacer que parezca cualquier cosa!

—Gracias por ese… voto de confianza, Nikki —dijo Miles gravemente—. Creo. De hecho, Ekaterin, Nikki tiene razón. Puedo imaginar varias opciones plausibles que podrían haber terminado en la evidencia física que vio usted.

—Exponga una —dijo ella, desdeñosa.

—Muy sencillo, yo podría haber tenido un cómplice desconocido —de manera bastante horrible, sus dedos hicieron un pequeño gesto de retorcimiento, como si alguien estropeara una máscara de oxígeno. Nikki, por supuesto, no entendió el gesto ni la referencia—. Todo parte de ahí. Si yo puedo generar esa teoría, también pueden hacerlo los demás, y estoy seguro de que algunos no vacilarán en compartir sus brillantes ideas con usted.

—¿Previó usted esto? —preguntó ella, un poco aturdida.

—Diez años en SegImp le hacen cosas a tu cerebro. Algunas no son muy agradables.

La oleada de furia que la había barrido antes estaba remitiendo, dejándola en una orilla solitaria. Ella no había pretendido hablar de forma tan sincera delante de Nikki. Pero Vormoncrief había destruido cualquier posibilidad de continuar protegiéndolo en la ignorancia. Tal vez Miles tuviera razón. Iban a tener que afrontarlo. Los tres iban a tener que afrontarlo, y seguir afrontándolo, dispuestos o no, adultos o no.

—Remover los hechos sólo hace que nos alejemos del tema. Tarde o temprano, hay que llegar a la pura confianza. O desconfianza —se volvió hacia Nikki, los ojos imposibles de leer—. Ésta es la verdad, Nikki, yo no asesiné a tu padre. Salió de la cúpula con una mascarilla de oxígeno con las reservas casi vacías, porque no las comprobó, y luego permaneció demasiado tiempo en el exterior. Yo cometí dos errores que me impidieron salvarlo. No me siento muy bien al respecto, pero ya no puedo arreglarlo. Lo único que puedo hacer para compensarlo es cuidar de… —se detuvo bruscamente, y miró a Ekaterin con extrema cautela—. Encargarme de que cuiden de su familia, y de que no le falte nada.

Ella lo miró a su vez. Su familia había sido la última preocupación de Tien, a juzgar por su actuación mientras estaba vivo, o de otro modo no la habría dejado sin recursos, a él mismo deshonrado en secreto, y a Nikki sin tratamiento para su seria enfermedad genética. Sin embargo, los grandes fallos de Tien, bombas de tiempo para el futuro de Nikki, rara vez habían salpicado al niño. En un momento aparte del funeral, ella le preguntó a Nikki cuál era uno de sus recuerdos felices de su padre. Él recordó cuando Tien los llevó a pasar una maravillosa semana a la costa. Ekaterin, que sabía que los billetes de monorraíl y las reservas para las vacaciones habían sido un acto de caridad de su hermano Hugo, guardó silencio. Incluso desde la tumba, pensó amargamente, el caos personal de Tien aún se extendía para impedirle buscar la paz. Tal vez no era malo que Nikki supiera del intento de Vorkosigan de hacerse con la responsabilidad.

Los labios de Nikki estaban tensos, y sus ojos un poco nublados, mientras digería las palabras de Miles.

—Pero… —empezó a decir, y se calló.

—Debes de estar formulándote un montón de preguntas —dijo Miles en tono suave, animándolo—. ¿Cuáles son algunas de ellas? O al menos una o dos.

Nikki bajó la cabeza, luego la alzó.

—Pero… pero… ¿por qué no comprobó su mascarilla? —vaciló, y luego continuó a toda prisa—: ¿Por qué no pudo usted compartir la suya? ¿Cuáles fueron sus dos errores? ¿En qué mintió a mamá para enfadarla tanto? ¿Por qué no pudo salvarlo? ¿Cómo se lastimó las muñecas? —Nikki tomó aire, le dirigió a Miles una mirada completamente espantada y casi gimió—: ¿Se supone que tengo que matarlo como el capitán Vortalon?

Miles había estado siguiendo sus palabras con total atención, pero la última pregunta lo cogió desprevenido.

—Discúlpame. ¿Quién?

Ekaterin lo puso al corriente, en voz baja:

—El capitán Vortalon es el héroe favorito de holovid de Nikki. Es un piloto galáctico que tiene aventuras galácticas con el príncipe Xav. Se dedica al contrabando de armas para la Resistencia durante la invasión cetagandana. Hubo una larga secuencia en la que tuvo que perseguir a unos colaboradores que habían emboscado a su padre (lord Vortalon), y vengó su muerte en ellos uno por uno.

—Me he perdido eso. Tuve que estar fuera del planeta. ¿Le deja ver toda esa violencia, a tan tierna edad? —los ojos de Miles se iluminaron de pronto.

Ekaterin apretó los dientes.

—Se
suponía
que era educativo, por la precisión histórica de la ambientación.

—Cuando yo tenía la edad de Nikki, mi obsesión era lord Vorthalia
el Valiente
, Héroe Legendario de la Era del Aislamiento —al recordarlo, su voz adoptó la cantarina cadencia de un narrador de historias—. También empezó con un holovid, ahora que lo pienso, aunque antes de que se me pasara persuadí a mi abuelo para que me llevara a los archivos imperiales originales para investigar más cosas. Resultó que Vorthalia no era tan legendario, ni sus aventuras reales tan heroicas. Creo que todavía podría cantar los nueve versos de la cancioncilla que…

—Por favor, no —gruñó ella.

—Bueno, podría haber sido peor. Me alegro de que no le dejara ver
Hamlet
.

—¿Qué es
Hamlet
? —preguntó Nikki al instante. Empezaba a relajarse un poco.

—Otro gran drama de venganzas sobre el mismo tema, excepto que éste es una antigua obra teatral de la Vieja Tierra. El príncipe Hamlet vuelve a casa del colegio… por cierto, ¿qué edad tenía tu capitán Vortalon?

—Viejo —dijo Nikki—. Veinte años.

—Ah, bueno, ahí lo tienes. Nadie espera que lleves a cabo una buena venganza hasta que al menos tienes edad de afeitarte. Aún te quedan varios años antes de que tengas que preocuparte por eso.

Ekaterin empezó a exclamar
¡lord Vorkosigan!
, en airada protesta a este arrebato de humor negro, hasta que vio que Nikki parecía intensamente aliviado. ¿Adónde quería ir a parar Miles con aquello? Mantuvo la boca cerrada, y casi contuvo la respiración, y lo dejó continuar.

—Pues en la obra, el príncipe Hamlet vuelve a casa tras el funeral de su padre, para descubrir que su madre se ha casado con su tío.

Los ojos de Nikki se abrieron como platos.

—¿Su madre se casó con su
hermano
?

—¡No, no! No es una obra tan escandalosa. Su otro tío, el hermano de su padre.

—Oh. Entonces está bien.

—Eso podrías pensar, pero entonces Hamlet recibe un soplo de que su tío asesinó a su viejo. Por desgracia, no sabe si su informador está diciendo la verdad o miente. Así que se pasa los siguientes cinco actos dando vueltas por ahí y haciendo que casi todo el reparto la palme mientras él vacila.

—Qué tontería —desdeñó Nikki, completamente relajado—. ¿Por qué no usó la pentarrápida?

—No se había inventado todavía, lástima. O habría sido una obra muchísimo más corta.

—Oh. —Nikki miró pensativo a Miles—. ¿Puede usted usar pentarrápida? El teniente Vormoncrief… dijo que no podía. Y que eso era muy conveniente —Nikki imitó perfectamente el desprecio de Vormoncrief en aquellas dos últimas palabras.

—¿Conmigo mismo, quieres decir? Ah, no. Respondo a ella de manera rara y eso hace que no sea fiable. Cosa que fue muy oportuna en mis días de SegImp, pero que no está tan bien ahora. De hecho, es condenadamente inoportuno. Pero no se me permitiría que me interrogaran públicamente para exonerarme de la muerte de tu padre aunque funcionara conmigo, a causa de ciertos asuntos de seguridad que están relacionados. Ni en privado, para ti solo, por el mismo motivo.

Nikki guardó silencio un momento, y luego dijo bruscamente:

—El teniente Vormoncrief lo llamó
el lord muti
.

—Mucha gente lo hace. Pero no en mi cara.

—No sabe que yo también soy un muti. Igual que mi padre. ¿No se enfada cuando lo llaman así?

—Cuando tenía tu edad, me molestaba mucho. Ahora ya no me parece importante. Ahora que hay disponible una buena limpieza de genes, no pasaría ningún problema a mis hijos aunque tuviera una docena de daños más —sus labios se torcieron y evitó cuidadosamente mirar a Ekaterin—. Suponiendo que pudiera persuadir a alguna mujer atrevida para que se casara conmigo.

—El teniente Vormoncrief no nos querría a nosotros… no querría a mamá si supiera que soy un muti.

—En ese caso, te insto a que se lo digas inmediatamente —replicó Vorkosigan, completamente serio.

Milagrosamente, esto provocó una breve sonrisa maliciosa por parte de Nikki.

¿Entonces ése era el truco? Secretos tan horribles como para ser impronunciables, pensamientos tan aterradores para enmudecer las voces, mencionados con ironía y humor. Y de repente lo horrible ya no parecía tan sombrío, y el miedo remitía, y se podía hablar. Y lo insoportable parecía un poco más liviano.

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