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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Una campaña civil (47 page)

BOOK: Una campaña civil
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—Es ex miembro de SegImp. Dudo que pudiera serlo.

—Qué conveniente —Vormoncrief hizo una mueca irónica.

—A mí sí me interrogaron con pentarrápida.

—¡La exoneraron de complicidad, sí! ¡Estaba seguro!

—¿
Qué
… complicidad? —las palabras se atascaron en su garganta. Los embarazosos detalles del implacable interrogatorio bajo la droga de la verdad que había soportado en Komarr tras la muerte de Tien ardieron en su memoria. Vormoncrief llegaba tarde para su ridícula acusación. SegImp había pensado en aquella posibilidad antes de que el cadáver de Tien se enfriara—. Sí, me hicieron todas las preguntas que cabe esperar de un investigador concienzudo en el caso de una muerte misteriosa y de un pariente cercano. —Y
más
—. ¿Y bien?

—¡Muerte
misteriosa
, sí, incluso usted sospechó algo, lo sabía!

Con un gesto de la mano, le impidió que intentara cambiar
accidental
por
misteriosa
.

—Créame, comprendo perfectamente su horrible dilema. No se atreve a acusar al poderoso Vorkosigan, el lord muti —Vormoncrief hizo una mueca de asco al pronunciar el nombre—. Dios sabe cómo podría desquitarse. ¡Pero Ekaterin, yo también tengo parientes poderosos! He venido a ofrecerle a usted… y a Nikki, mi protección. ¡Tome mi mano, confíe en mí —abrió los brazos hacia ella—, y juntos le juro que podremos llevar a ese monstruo ante la justicia!

Ekaterin se quedó momentáneamente sin palabras, y miró alrededor, buscando frenéticamente un arma. La única que había a mano era el atizador de la chimenea, pero no supo si darle con él en la cabeza o metérselo por el culo. Nikki lloraba ahora abiertamente, pequeños sollozos doloridos, y Vormoncrief se plantó ante ellos. Ekaterin empezó a esquivarlo; confundiendo su gesto, Vormoncrief intentó abrazarla.

—¡Augh! —chilló, cuando el canto de su mano le aplastó la nariz con toda la fuerza del brazo detrás. No le clavó el hueso nasal en el cerebro y lo mató en el acto como decían los libros (algo que no había creído nunca realmente), pero al menos la nariz empezó a hincharse y a sangrar. Él la agarró por ambas muñecas antes de que pudiera apuntar mejor para un segundo intento. Se vio obligado a sujetar con fuerza, y a separarlas, mientras ella se debatía contra su tenaza.

Ella encontró por fin las palabras y chilló con todas sus fuerzas.


¡Suélteme, idiota integral!

Él se la quedó mirando, asombrado. Justo cuando ella recuperaba el equilibrio para averiguar si el rodillazo en la entrepierna funcionaba mejor que el golpe en la nariz, la voz de Illyan los interrumpió desde la puerta, mortalmente seca.

—La dama le ha pedido que la suelte, teniente. No debería pedirlo dos veces. O… una.

Vormoncrief alzó la cabeza y sus ojos se abrieron como platos al reconocer demasiado tarde al antiguo jefe de SegImp. Abrió las manos, agitando un poquito los dedos como para sacudirlos de la culpa. Sus labios se movieron intentando hablar un par de veces, antes de que su boca por fin se pusiera en marcha.

—¡Capitán Illyan! ¡Señor! —empezó a saludar, se dio cuenta de que Illyan iba vestido de paisano y el gesto se convirtió al vuelo en una exploración de su nariz hinchada y goteante. Vormoncrief miró sorprendido la mancha de sangre en su mano.

Ekaterin lo sorteó para acercarse al sillón de su tío y abrazar con fuerza a Nikki. Estaba temblando. Enterró la nariz en el pelo del niño, y luego miró furtivamente por encima del hombro.

—¡Cómo se atreve a venir aquí sin invitación y a interrogar a mi hijo sin permiso! ¡Cómo se atreve a acosarlo y asustarlo de esta forma! ¡Cómo se atreve!

—Muy buena pregunta, teniente —dijo Illyan. Sus ojos eran duros y fríos, en absoluto amables ya—. ¿Le importaría satisfacer nuestra curiosidad?

—Verá, verá, señor, yo, yo, yo…

—Lo que veo —dijo Illyan, con la misma voz helada— es que ha entrado usted en la casa de un Auditor Imperial, sin invitación y sin anunciarse, mientras el Auditor no estaba presente, y que ha ejercido violencia física contra un miembro de su familia.

Un segundo, mientras el aturdido Alexi se agarraba la nariz como tratando de ocultar la evidencia.

—¿Quién es su oficial en jefe, teniente Vormoncrief?

—Pero ella me golpe… —Vormoncrief tragó saliva; abandonó su nariz y se puso firme, la cara algo verdosa—. El coronel Ushakov, señor. Ops.

Con un gesto supremamente siniestro, Illyan sacó un audioarchivador de su cinturón y murmuró esta información, junto con el nombre completo de Alexi, la fecha, hora y situación. Illyan devolvió el audioarchivador a su funda con un leve chasquido, que resonó con fuerza en medio del silencio.

—El coronel Ushakov tendrá noticias del general Allegre. Puede retirarse, teniente.

Acorralado, Vormoncrief se retiró, caminando hacia atrás. Alzó la mano hacia Ekaterin y Nikki en un último gesto futil.

—Ekaterin, por favor, déjeme ayudarla…


Miente
—rugió ella, todavía abrazando a Nikki—. Miente
vilmente
. ¡No vuelva jamás por aquí!

La sincera confusión de Alexi, aunque acobardada, era más enfurecedora que su furia. ¿No entendía una palabra de lo que ella le había dicho? Todavía aturdido, llegó al pasillo y se marchó. Ella apretó los dientes, escuchando cómo las pisadas de sus botas se perdían en la acera.

Illyan permaneció apoyado en la puerta, cruzado de brazos, observándola con curiosidad.

—¿Cuánto tiempo llevaba allí? —preguntó ella, cuando su respiración se calmó un poco.

—Llegué cuando lo del interrogatorio con pentarrápida. Todas esas palabras clave… SegImp, complicidad… Vorkosigan. Mis disculpas por escuchar sin permiso. Las viejas costumbres son difíciles de superar —su sonrisa volvió a aparecer, aunque recuperó su calidez muy despacio.

—Bueno… gracias por deshacerse de él. La disciplina militar es algo maravilloso.

—Sí, me pregunto cuánto tardará en darse cuanta de que ya no le puedo dar órdenes, ni a él ni a nadie. Ah, bueno. ¿De qué farfullaba el molesto Alexi?

Ekaterin sacudió la cabeza y se volvió hacia Nikki.

—Nikki, cariño, ¿qué ha pasado? ¿Cuánto tiempo ha estado aquí ese hombre?

Nikki se estiró, pero ya no temblaba tanto.

—Entró por la puerta justo después de que se marchara tía Vorthys. Me hizo todo tipo de preguntas sobre lord Vorkosigan y el tío Vorthys cuando estuvieron con nosotros en Komarr.

Illyan, con las manos en los bolsillos, se acercó.

—¿Puedes recordar alguna?

Nikki hizo una mueca.

—¿Estuvo lord Vorkosigan a solas con mamá mucho tiempo…? ¿Cómo puedo saberlo? ¡Si estuvieron solos, yo no estaba allí! Qué vi hacer a lord Vorkosigan. Cenar, principalmente. Le hablé del viaje en el aerocoche… me preguntó por las mascarillas de oxígeno —tragó saliva y miró ansiosamente a Ekaterin, cerrando la mano sobre su brazo—. ¡Dijo que lord Vorkosigan le había hecho algo a la mascarilla de papá! Mamá, ¿
es cierto
?

—No, Nikki —ella le devolvió el apretón a cambio—. Eso es imposible. Yo los encontré, y lo sé.

La evidencia física era clara, pero ¿cuánto podía decirle sin violar la seguridad? El hecho de que lord Vorkosigan estuviera encadenado por las muñecas a una barandilla, incapaz de hacerle nada a ninguna mascarilla de oxígeno, incluyendo la suya propia, llevaba inmediatamente a preguntar quién lo había encadenado allí y por qué. El hecho de que hubiera un montón de cosas sobre aquella pesadilla que Nikki no sabía llevaba inmediatamente a preguntarse cuántas cosas más no le habían dicho, por qué mamá, cómo mamá, qué mamá, por qué, por qué, por qué…

—Se lo inventaron —dijo ella ferozmente—. Se lo han inventado todo, sólo porque lord Vorkosigan me pidió en su cena que me casara con él, y yo lo rechacé.

—¿Eh? —Nikki se zafó del abrazo y la miró asombrado—. ¿Lo hizo? ¡Guau! ¡Pero serías condesa! ¡Todo ese dinero y lo demás! —vaciló—. ¿Dijiste que no? ¿Por qué? —arrugó el entrecejo—. ¿Por eso renunciaste también a tu trabajo? ¿Por eso estabas tan enfadada con él? ¿En qué te mintió? —la duda asomó en sus ojos; ella pudo sentir que se tensaba de nuevo. Quiso gritar.

—No tuvo nada que ver con papá —dijo firmemente—. Eso que Alexi te dijo… no es más que una calumnia contra lord Vorkosigan.

—¿Qué es una
calumnia
?

—Es cuando alguien difunde mentiras sobre alguien, mentiras que dañan su honor.

En la Era del Aislamiento, podría haberse batido en duelo por algo así, si hubiera sido un hombre. Por primera vez en su vida, la racionalidad del duelo tuvo sentido para ella. Habría estado dispuesta a matar a alguien en aquel mismo momento si hubiese sabido contra quién apuntar.
Se comenta por toda la ciudad

—Pero… —el rostro de Nikki estaba tenso, lleno de aturdimiento—. Si lord Vorkosigan estaba con papá, ¿por qué no le ayudó? En el colegio de Komarr nos enseñaban a compartir las máscaras de oxígeno en caso de emergencia…

Ella pudo verlo en su cara, mientras las preguntas empezaban a desarrollarse. Nikki necesitaba hechos, la verdad, para combatir sus asustadas imaginaciones. Pero ella no podía hacer públicos secretos de Estado.

En Komarr, Miles y ella habían acordado que, si la curiosidad de Nikki era demasiado grande para Ekaterin, lo llevaría al lord Auditor Vorkosigan, para que con su autoridad imperial le dijera que asuntos de seguridad impedían discutir la muerte de Tien hasta que fuera mayor. Nunca había imaginado que el problema iba a tomar
esta
nueva forma, que la Autoridad misma sería acusada del asesinato del padre de Nikki. Su clara solución de pronto dejó de serlo. Se le formó un nudo en el estómago.
Tengo que hablar con Miles
.

—Bueno —murmuró Illyan—. Eso sí que es un feo acto de politiqueo… Y en muy mal momento.

Illyan frunció el ceño.

—Es nuevo para mí. Lady Alys suele tenerme al día de todas las conversaciones interesantes que circulan por la capital. Anoche tuvo que dar una recepción para Laisa en la Residencia, así que mis informes van un día retrasados… la evidencia interna sugiere que esto ha tenido que estallar después de la cena de Miles.

La horrorizada mirada de Ekaterin se dirigió a su cara.

—¿Se habrá enterado Miles ya?

—Ah… tal vez no. ¿Quién irá a decírselo?

—Es culpa mía. Si no hubiera salido corriendo de esa forma de la mansión Vorkosigan… —Ekaterin guardó silencio, pues advirtió la súbita desazón que torcía la boca de Illyan; sí, también él se consideraba parte de aquella cadena casual.

—Tengo que ir a hablar con alguien —dijo Illyan.

—Tengo que ir a hablar con Miles. Tengo que ir a hablar con Miles
ahora mismo
.

Una expresión calculadora destelló en el rostro de Illyan, para ser sustituida por su normal amabilidad neutra.

—Da la casualidad de que tengo un coche y un conductor esperando. ¿Puedo ofrecerme a llevarla, señora Vorsoisson?

Pero ¿dónde dejar a Nikki? Tía Vorthys no regresaría hasta al cabo de un par de horas. Ekaterin no podía tenerlo delante para… oh, qué demonios, era la mansión Vorkosigan. Había media docena de personas con las que podía enviarlo: Ma Kosti, Pym, incluso Enrique.
Eep
… lo olvidaba, los condes estaban ahora en casa. Muy bien,
cinco
docenas de personas. Después de otro instante de frenética vacilación, dijo:

—Sí.

Le puso los zapatos a Nikki, dejó un mensaje para su tía, cerró la puerta con llave y siguió a Illyan hasta su coche. Nikki estaba pálido y se fue volviendo más y más silencioso.

El viaje fue corto. Cuando llegaban a la calle de la mansión Vorkosigan, Ekaterin advirtió que ni si quiera sabía si Miles estaría allí. Tendría que haberlo llamado por comuconsola, pero Illyan había sido tan rápido en su ofrecimiento. Pasaron ante el jardín barrayarés pelado, que se veía desde la acera. Al otro lado de la desierta extensión, una figura pequeña y solitaria estaba sentada en un montón de arena.

—¡Espere, alto!

Illyan siguió su mirada y dio la orden a su conductor. Ekaterin abrió el dosel y salió del vehículo casi antes de que se detuviera.

—¿Hay algo que pueda hacer por usted, señora Vorsoisson? —le preguntó Illyan, mientras ella se hacía a un lado para dejar salir a Nikki.

Ella se inclinó hacia delante para susurrar venenosamente:

—Sí.
Ahorque
a Vormoncrief.

Él le ofreció un sincero saludo.

—Haré humildemente lo que pueda, señora.

El vehículo se marchó mientras ella, seguida de Nikki, se volvía para saltar la cadena baja que separaba el tráfico de peatones del lugar, y se internaba en el jardín.

El suelo era una parte viviente de un jardín, un complejo ecosistema de microorganismos, pero aquel suelo iba a morirse bajo el sol y las lluvias si nadie hacía que se instalara una cobertura de tierra adecuada… Miles, vio al acercarse, estaba sentado junto a la única planta del lugar, el pequeño retoño de skellytum. Era difícil decidir cuál de los dos parecía más mustio y desesperado. Había una jarra vacía junto a su rodilla, y contemplaba preocupado el retoño y la mancha de agua en el suelo, a su alrededor. Alzó la cabeza al oír pasos. Sus labios se entreabrieron; un gesto de absoluta sorpresa se dibujó en su rostro, para ser suprimida casi al instante por una expresión de cauta cortesía.

—Señora Vorsoisson —consiguió decir—. Qué está usted haci… um, bienvenida. Bienvenida. Hola, Nikki.

Ella no pudo evitarlo; las primeras palabras que salieron de su boca no eran las que había ensayado en el coche.

—No habrá estado regando el semillero, ¿no?

Él lo miró, y luego a ella.

—Ah… ¿no debería haberlo hecho?

—Sólo alrededor de las raíces—¿No leyó las instrucciones?

Él miró de nuevo a la planta, sintiéndose culpable, como esperando encontrar una placa que hubiera pasado por alto.

—¿Qué instrucciones?

—Las que le envié, el apéndice… oh, no importa —se llevó un dedo a las sienes, buscando coherencia en su aturdido cerebro.

Él llevaba la camisa arremangada por el calor; las cicatrices rojas que rodeaban las muñecas eran claramente visibles al sol. Igual que las finas líneas de cicatrices quirúrgicas mucho más antiguas que corrían por sus brazos. Nikki las observó, preocupado. La mirada de Miles finalmente consiguió despegarse de ella, y advirtió su agitación.

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