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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Una campaña civil (49 page)

BOOK: Una campaña civil
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—Nikki, los asuntos de seguridad que mencioné antes me impiden contártelo todo.

—Sí, lo sé —Nikki se encogió de nuevo—. Es porque tengo nueve años.

—Nueve, diecinueve, o noventa, no importaría en este caso. Pero creo que es posible contarte mucho más de lo que sabes ahora. Me gustaría que hablaras con un hombre que tiene autoridad para decidir cuántos detalles son adecuados y seguros para que puedas oírlos. También perdió a su padre en trágicas circunstancias a temprana edad, así que ha estado en tu lugar antes. Si estás dispuesto, concertaré una cita.

¿A quién se refería? Tenía que ser uno de los hombres de alto rango de SegImp. Pero a juzgar por sus encontronazos con SegImp en Komarr, Ekaterin no podía imaginar a ninguno de ellos indicando abiertamente en qué dirección estaba la Gran Plaza, mucho menos esto.

—Muy bien… —dijo Nikki lentamente.

—Bien —un pequeño brillo de alivio destelló en los ojos de Miles, y volvió a desaparecer—. Mientras tanto… supongo que esta calumnia volverá a alcanzarte. Tal vez por parte de alguien de tu edad que haya oído hablar a los adultos. La historia probablemente se complicará y cambiará en un montón de formas extrañas. ¿Sabes cómo enfrentarte a eso?

Nikki puso una expresión feroz. Golpeó el aire con el puño.

—¿Un puñetazo en la nariz?

Ekaterin dio un respingo, sintiéndose culpable; Miles se dio cuenta del detalle.

—Esperaría una respuesta más madura y razonada por tu parte —entonó piadosamente Vorkosigan, con un ojo puesto en ella. ¡Maldito fuera por hacerla reír en un momento como aquél! ¿Había pasado demasiado tiempo desde que alguien le dio un puñetazo en la nariz? La satisfacción retorció sus labios cuando vio su desazón.

Continuó, más serio:

—Te sugiero que simplemente le digas a quien sea que la historia no es cierta, y que te niegas a seguir discutiendo. Si insisten, diles que tienen que hablar con tu madre, o con tu tío Vorthys. Si siguen insistiendo, ve a por tu madre o tus tíos. No hace falta que te diga que eso sería algo feo. Ningún adulto honorable e inteligente debería arrastrarte a ello, pero por desgracia es probable que te molesten adultos estúpidos.

Nikki asintió lentamente.

—Como el teniente Vormoncrief.

Ekaterin casi pudo ver el alivio de Nikki al ver el hueco conceptual donde encuadrar a su último atormentador.
Unidos contra un enemigo común
.

—Por decirlo amablemente, sí.

Nikki guardó silencio mientras reflexionaba. Después de dejarlo recapacitar un poco, Miles sugirió que todos fueran a la cocina para tomar un tentempié, añadiendo que la caja de nuevos gatitos acababa de ser trasladada a lo que se estaba convirtiendo en su sitio tradicional, cerca del horno. La profundidad de su estrategia quedó revelada cuando, después de que obsequiara a Nikki y Ekaterin con recompensas alimenticias que producirían respuestas de condicionamiento operante positivo a las rocas, Ma Kosti se llevó al niño al otro extremo de la larga sala, dejando a Miles y Ekaterin un momento casi privado.

Ekaterin, sentada en un taburete junto a Miles, apoyó los codos en la encimera y contempló la cocina. Junto al horno, Ma Kosti y el fascinado Nikki estaban arrodillados junto a la caja de bultitos peludos y maullantes.

—¿Quién es ese hombre al que Nikki debe ver? —preguntó ella en voz baja.

—Asegurémonos primero de que estará dispuesto a hacer lo necesario, y de que puede encontrar un momento —respondió Miles, cauteloso—. Nikki y usted irán juntos, por supuesto.

—Entiendo, pero… estaba pensando, Nikki tiende a replegarse delante de desconocidos. Asegúrese de que ese tipo comprenda que el hecho que Nikki responda con monosílabos no significa que no sienta una curiosidad desesperada.

—Me aseguraré de que lo entienda.

—¿Tiene mucha experiencia con niños?

—No que yo sepa. —Miles le dirigió una sonrisa triste—. Pero tal vez agradezca la práctica.

—Dadas las circunstancias, no me parece probable.

—Dadas las circunstancias, me temo que tiene usted razón. Pero confío en su juicio.

El montón de preguntas que había entre ellos tuvo que esperar, ya que Nikki llegó dando saltos con la noticia de que todos los ojos de los gatitos recién nacidos eran azules. La expresión casi histérica que deformaba su cara cuando llegaron había desaparecido. Aquella cocina era un buen barómetro de su estado interno: agradablemente distraído por los animales y la comida, estaba mucho más tranquilo. Ekaterin consideró que el hecho de que estuviera tan relajado era significativo.
Hice bien en acudir a Miles. ¿Cómo lo supo Illyan?

Ekaterin dejó que Nikki siguiera hablando hasta que se quedó sin palabras, y entonces dijo:

—Tenemos que irnos. Mi tía se estará preguntando qué nos ha pasado.

La apresurada nota que le había dejado decía adónde habían ido, pero no por qué; Ekaterin estaba demasiado preocupada en ese momento para tratar de incluir detalles. No anhelaba tener que explicar a sus tíos aquel horrible asunto, pero al menos ellos sabían la verdad, y podía contar con que compartirían su furia.

—Pym puede llevarlos —se ofreció Miles inmediatamente.

Esta vez no hizo ningún intento por atraparla, advirtió ella con oscura diversión. No era lento aprendiendo, cierto.

Tras prometer que la llamaría cuando hubiera conseguido la entrevista para Nikki, Miles los acompañó hasta el compartimento trasero del vehículo de tierra y los despidió en la puerta. Nikki estuvo callado durante todo el viaje, pero el silencio era ahora mucho menos tenso.

—Mamá… ¿rechazaste a lord Vorkosigan porque es un muti?

—No —replicó ella de inmediato y con firmeza. Él frunció el ceño. Si no obtenía una respuesta más explícita, se inventaría una, advirtió ella con un suspiro—. Verás, cuando me contrató para que hiciera su jardín, no fue porque quisiera un jardín, o pensara que yo era buena para el trabajo. Pensó que eso le daría la oportunidad de verme de continuo.

—Bueno, eso tiene sentido —dijo Nikki—. Quiero decir, es verdad, ¿no?

Ella consiguió no dirigirle una mirada de reproche. Su trabajo no significaba nada para él, ¿entonces qué? Si podías decirle algo a alguien…

—¿Te gustaría que alguien te prometiera ayudarte a ser piloto de salto, y te rompieras la espalda estudiando, para que luego resultara que te estaban engañando para otra cosa?

—Oh. —La luz se hizo, débilmente.

—Estaba enfadada porque él había tratado de manipularme a mí, a mi situación, de una manera que me pareció invasiva y ofensiva. —tras una breve pausa para reflexionar, añadió—: Parece ser su
estilo
.

¿Era un estilo con el que pudiera aprender a vivir? ¿O un estilo que él debería aprender a no emplear con ella? ¿Vive, o aprende?
¿Podemos tener ambas cosas?

—Pero… ¿te gusta? ¿O no?

Gustar
no era una palabra adecuada para esa mezcla de deleite y furia y ansia, para aquel profundo respeto entremezclado con profunda irritación, todo flotando en un oscuro pozo de viejo dolor. El pasado y el futuro en guerra dentro de su cabeza.

—No lo sé. A veces sí, mucho.

Otra larga pausa.

—¿Estás
enamorada
de él?

Lo que Nikki sabía del amor adulto lo había aprendido en los holovids. Parte de su mente tradujo rápidamente la pregunta como un código que decía:
¿De qué lado vas a saltar, y qué me va a pasar a mí?
Y sin embargo… él no podía compartir ni imaginar siquiera la complejidad de todos sus románticos miedos y esperanzas, pero sí sabía que esas historias tenían que salir bien.

—No lo sé. A veces. Creo.

Él le dirigió una mirada de Los Mayores Están Locos. En realidad, ella sólo pudo estar de acuerdo.

14

Miles había conseguido copias de los archivos del Consejo de Condes referidos a todos los debates de sucesión conflictivos de los dos últimos siglos. Junto con un puñado de archivos de la sala de documentos de la mansión Vorkosigan, cubrían dos mesas y un escritorio de la biblioteca.

Estaba enfrascado en una descripción de ciento cincuenta años de antigüedad de la tragedia familiar del conde Vorkakial cuando el soldado Jankowski apareció en la puerta de la antesala y anunció:

—El comodoro Galeni, milord.

Miles alzó la cabeza, sorprendido.

—Gracias, Jankowski.

El soldado asintió y se retiró, cerrando las puertas discretamente tras de sí.

Galeni cruzó la gran biblioteca y observó el puñado de papeles, pergaminos y legajos con ojo alerta de ex historiador.

—¿Empollando?

—Sí. Por cierto, ya que tienes ese doctorado en historia barrayaresa. ¿Recuerdas alguna pelea por la sucesión de un Distrito realmente interesante?


Lord Medianoche
, el caballo —repuso Galeni de inmediato—. Que siempre votaba «síííííí».

—Ésa ya la tengo. —Miles indicó el montón del fondo de la mesa interior—. ¿Qué te trae por aquí, Duv?

—Asunto oficial de SegImp. El informe solicitado referido a ciertos rumores sobre el difunto esposo de la señora Vorsoisson.

Miles hizo una mueca al recordarlo.

—SegImp llega tarde. Esto me habría hecho más bien ayer. No tiene sentido ordenarme que me mantenga al margen y luego dejar que Ekaterin y Nikki sean sometidos al acoso por sorpresa (en su propia casa, santo Dios) de ese idiota de Vormoncrief.

—Sí. Illyan se lo dijo a Allegre. Allegre me lo dijo a mí. Ojalá tuviera yo alguien a quien decírselo… Todavía estaba recopilando informes y contrainformes ayer a medianoche, muchas gracias, milord. No pude calcular nada que fuera fiable hasta ayer a última hora.

—Oh. Oh, no, Allegre no te informó de este… asunto de la calumnia personalmente, ¿no? Siéntate, siéntate. —Miles le indicó una silla, que el komarrés acercó a la esquina de la mesa de Miles.

—Claro que sí. Fui testigo de tu fiesta, donde parece haberse originado todo el asunto y, más concretamente, ya formaba parte del grupo que conocía lo sucedido en el caso de Komarr. —Galeni se sentó con un gruñido de cansancio; su mirada empezó a escrutar automáticamente los documentos de reojo—. No había forma de que Allegre añadiera a otro hombre a ese grupo si era posible evitarlo.

—Mm, tiene sentido, supongo. Pero no creí que tuvieras
tiempo
.

—No lo tenía —dijo Galeni amargamente—. He estado haciendo casi medio turno extra todos los días desde que me ascendieron a jefe de Asuntos Komarreses.
Éste
tuve que robárselo a mis horas de sueño. Estoy pensando en dejar las comidas y colgar un tubo alimenticio de mi mesa, para poder sorber de vez en cuando.

—Creía que Delia intervendría, tarde o temprano.

—Sí, y ésa es otra —añadió Galeni, agraviado.

Miles esperó un segundo, pero Duv no añadió nada más. Bueno, ¿era necesario que lo hiciera? Suspiró.

—Lo siento —dijo.

—Sí, bueno. Desde el punto de vista de SegImp, tengo noticias excelentes. No ha surgido ninguna prueba que indique ninguna filtración de los asuntos clasificados referidos a la muerte de Tien Vorsoisson. Ningún nombre, ninguna insinuación de… actividades técnicas, ni siquiera rumores de chanchullos financieros. Sigue habiendo una completa y agradecida ausencia de conspiradores komarreses en todas las versiones de tu asesinado de Vorsoisson.

—¡
Varias
versiones! ¿Cuántas están circulando…? No, no me lo digas. Sólo me subirá la tensión —Miles apretó los dientes—. Y qué, ¿se supone que me cargué a Vorsoisson, un hombre que me doblaba en tamaño, con algún truco maligno propio de un ex miembro de SegImp?

—Tal vez. En la versión que hemos recopilado hasta ahora no se te describe actuando solo, y los únicos matones que aparecen eran viles y corruptos miembros de SegImp. A sueldo tuyo.

—Eso sólo puede haber sido imaginado por alguien que nunca ha tenido que rellenar uno de los retorcidos informes de gastos-y/o-ingresos de Illyan —gruñó Miles.

Galeni se encogió de hombros, divertido.

—Y estaba… no, déjame que lo diga yo —dijo Miles—. No había ninguna filtración que indicara la casa de los Vorthys.

—Ninguna —concedió Galeni.

Miles murmuró entre dientes unas cuantas palabras de satisfacción. Sabía que no había subestimado a Ekaterin.

—Hazme un favor personal y asegúrate de recalcar ese hecho en la copia que le envíes a Allegre, ¿eh?

Galeni abrió la mano en un cuidadoso gesto poco comprometedor.

Miles resopló despacio. Ninguna filtración, ninguna traición: sólo malicia y circunstancias. Y un toque de chantaje teórico. Molesto para él, para sus padres cuando se enteraran, como sucedería pronto, molesto para los Vorthys, para Nikki, para Ekaterin. Se habían
atrevido
a molestar a Ekaterin… Cuidadosamente, ignoró su ardiente furia. La ira no tenía cabida en aquello. Los cálculos y la acción implacable sí.

—¿Y qué piensa hacer SegImp, si es que piensa hacer algo? —preguntó Miles por fin.

—En este momento, tan poco como sea posible. No se puede decir que no tengamos las manos atadas. Continuaremos, por supuesto, siguiendo todos los datos en busca de puntos clave que pudieran dirigir la atención pública donde no queremos que vaya. Es poco mejor que no prestar ninguna atención, pero esto del asesinato nos hace un favor. Para quien se niegue a aceptar la muerte de Tien Vorsoisson como un mero accidente, constituye una tapadera plausible, que explica por completo por qué no se permiten más investigaciones.

—Oh, por completo —rezongó Miles.
Ya veo dónde vamos a parar
. Se hundió en su asiento y se cruzó de brazos, obstinado—. ¿Significa que estoy solo?

—Ah… —dijo Galeni. Dejó el monosílabo flotar durante un buen rato. Con el tiempo, se quedó sin ah y se vio obligado a hablar—. No exactamente.

Miles enseñó los dientes y esperó a Galeni, que le esperaba a él.

Miles cedió primero.

—Maldición, Duv, ¿se supone que tengo que quedarme aquí y tragarme toda esta mierda?

—Vamos, Miles, has hecho trabajo encubierto antes. Pensé que vosotros vivíais y respirabais este tipo de cosas.

—Nunca en mi propia casa. Nunca donde tenía que vivir. Mis misiones Dendarii consistían en atacar y huir. Siempre dejábamos la peste bien lejos.

El mohín de Galeni carecía de compasión.

—También he de señalar que son los primeros resultados. El hecho de que no haya filtraciones todavía no significa que no se… encuentre alguna más tarde.

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